Monday, February 27, 2017

REVOLUCIÓN RUSA DE FEBRERO: LA BURGUESÍA NO DEBE DIRIGIR




Autor: Periódico El Pueblo (Chile)
REVOLUCIÓN RUSA DE FEBRERO: LA BURGUESÍA NO DEBE DIRIGIR



Rusia: revolución de febrero de 2017


Nota del editor:

Este año se cumplen 100 años de la gloriosa Revolución Rusa. Los obreros y campesinos rusos mostraron el camino a los pueblos del mundo. Por ello, estaremos aportando con textos que ayudan a conocerla y extraer sus principales lecciones. Hoy se cumplen 100 años de la Revolución de Febrero y dejamos a los lectores un extracto que relata sus principales hechos. Aunque son 100 años, las lecciones son totalmente vigentes: la necesidad que el proletariado dirija la lucha revolucionaria, no confiar en la dirección de la burguesía y sus partidos oportunistas, ni menos aún en sus falsas promesas. Toda semejanza con la realidad no es coincidencia.Son lecciones que debemos extraer para el presente.

(Extraído del libro Historia del Partido Comunista Bolchevique de la URSS. Ediciones en Lenguas extranjeras, Moscú, 1939. Las palabras en negrita son nuestras).

La Revolución de febrero. – Caída del zarismo. – Constitución de los Soviets de diputados obreros y soldados. – Formación del Gobierno provisional. – La dualidad de poderes.

El año 1917 comenzó con la huelga del 9 de enero. Durante esta huelga, celebráronse manifestaciones en Petrogrado, Moscú, Bakú y Nizhni-Nóvgorod; el 9 de enero abandonaron el trabajo cerca de la tercera parte de los obreros de Moscú. Una manifestación de 2.000 personas fue disuelta violentamente por la policía montada en la avenida Tverskaia. En Petrogrado, los soldados se unieron a los manifestantes, en la calzada de Viborg.

“La idea de la huelga general -informaba la policía de Petrogrado- va ganando nuevos adeptos de día en día y adquiriendo la misma popularidad que en 1905”.

Los mencheviques y los socialrevolucionarios esforzábanse por encauzar el movimiento revolucionario incipiente dentro del marco conveniente para la burguesía liberal. Los mencheviques propusieron que el 14 de febrero, día de la apertura de la Duma, se organizase un desfile de obreros delante de ésta. Pero las masas obreras, marchando detrás de los bolcheviques, no desfilaron ante la Duma, sino en manifestación por las calles.

El 18 de febrero de 1917 estalló, en Petrogrado, la huelga de los obreros de la fábrica “Putilov”. El 22 de febrero pusiéronse en huelga los obreros de la mayoría de las grandes fábricas. El 23 de febrero (8 de marzo), Jornada Internacional de la Mujer, las obreras, respondiendo al llamamiento del Comité bolchevique de Petrogrado, lanzáronse a la calle en manifestación contra el hambre, contra la guerra y contra el zarismo. En Petrogrado, esta manifestación de las obreras fue apoyada con una acción huelguística general de los obreros. La huelga política comenzaba a convertirse en una manifestación política general contra el régimen zarista.

El 24 de febrero (9 de marzo), la manifestación se renovó con nuevos bríos. La huelga afectaba ya a cerca de 200.000 obreros.

El 25 de febrero (10 de marzo), el movimiento revolucionario se extendió a todo el Petrogrado obrero. Las huelgas políticas por distrito convirtiéronse en una huelga política general en toda la ciudad. Por todas partes surgían manifestaciones y choques con la policía. Sobre las masas obreras campeaban carteles rojos con estas consignas: “¡Abajo el zar!”, “¡Abajo la guerra!”, “¡Pan!”.

En la mañana del 26 de febrero (11 de marzo), la huelga política y la manifestación comenzaron a convertirse en intentos de insurrección. Los obreros desarmaban a la policía y a los gendarmes para armarse ellos. Pero el choque armado con la policía terminó con una matanza de manifestantes en la plaza Snamenskaia.

El general Jabalov, jefe de la región militar de Petrogrado, ordenó que los obreros se reintegrasen al trabajo el 28 de febrero (13 de marzo), conminando con enviar al frente a los que no acatasen esta orden. El 25 de febrero (10 de marzo), el zar cursa al general Jabalov esta orden imperativa: “Exijo que mañana se ponga fin a los desórdenes en la capital”.

Pero ya no era posible “poner fin” a la revolución.

El 26 de febrero (11 de marzo), la cuarta compañía del batallón de reserva del regimiento de Pavlovsk rompió el fuego, pero no contra los obreros, sino contra los destacamentos de guardias montados que habían comenzado a disparar contra los obreros. La lucha por ganarse a las tropas revestía el carácter más enérgico y tenaz, sobre todo por parte de las mujeres obreras, que se mezclaban entre los soldados, confraternizaban con ellos y les incitaban a ayudar al pueblo a derribar la autocracia zarista, tan odiada por él.

La dirección del trabajo práctico del Partido bolchevique corría, por aquellos días, a cargo del Buró del Comité Central del Partido, residente en Petrogrado, al frente del cual estaba el camarada Molotov. El 26 de febrero (11 de marzo), el Buró del C.C. lanzó un manifiesto llamando a las masas a proseguir la lucha armada contra el zarismo y a constituir un Gobierno provisional revolucionario.

El 27 de febrero (12 de marzo), las tropas de Petrogrado se negaron a disparar contra los obreros y comenzaron a pasarse al pueblo levantado en armas. En la mañana del 27 de febrero, los soldados sublevados no pasaban de 10.000; aquel mismo día por la noche, ascendían ya a 60.000.

Los obreros y soldados levantados en armas empezaron a detener a los ministros y generales zaristas y a sacar de las cárceles a los revolucionarios. Los presos políticos, puestos en libertad, se unían a la lucha revolucionaria.

En las calles había todavía tiroteo entre el pueblo y los guardias y gendarmes que habían emplazado sus ametralladoras en los tejados de las casas. Pero el rápido paso de las tropas al lado de los obreros decidió la suerte de la autocracia zarista.

Cuando la noticia del triunfo de la revolución en Petrogrado llegó a otras ciudades y al frente, los obreros y los soldados comenzaron a derribar por todas partes a los representantes de la autoridad zarista.

La revolución democrático burguesa de Febrero había triunfado.

La revolución triunfó, porque se puso al frente de ella la clase obrera, acaudillando el movimiento de masas de millones de campesinos vestidos de uniforme militar “por la paz, por el pan y por la libertad”. La hegemonía del proletariado fue lo que aseguró el triunfo de la revolución.

“La revolución ha sido obra del proletariado, que ha dado pruebas de heroísmo, ha derramado su sangre y ha arrastrado con él a las más extensas masas de los trabajadores y de la población más pobre…”, escribía Lenin en los primeros días de la revolución (Lenin, t. XX, págs. 23-24, ed. rusa).

La primera revolución, la revolución de 1905, había preparado el terreno para el rápido triunfo de la segunda revolución, de la revolución de 1917.

“Sin los tres años de formidables combates de clases y de energía revolucionaria desplegada por el proletariado ruso de 1905 a 1907, hubiera sido imposible una segunda revolución tan rápida, que ha cubierto su etapa inicial en unos cuantos días”, indicaba Lenin (Obra citada, pág. 13).

En los primeros días de la revolución, aparecieron ya los Soviets. La revolución triunfante apoyábase en los Soviets de diputados obreros y soldados. Los obreros y soldados levantados en armas crearon sus Soviets respectivos. La revolución de 1905 había revelado que los Soviets son los órganos de la insurrección armada y, al mismo tiempo, el germen del nuevo Poder, del Poder revolucionario. La idea de los Soviets vivía en la conciencia de las masas obreras y la pusieron en práctica al día siguiente de ser derribado el zarismo, aunque con la diferencia de que, mientras los Soviets creados en 1905 eran solamente Soviets de diputados obreros, los que se crearon en febrero de 1917 eran, por iniciativa de los bolcheviques, Soviets de diputados obreros y soldados.

Mientras los bolcheviques se ponían al frente de la lucha directa de las masas en las calles, los partidos oportunistas, mencheviques y socialrevolucionarios, preocupábanse de obtener puestos de diputados en los Soviets, alcanzando en ellos una mayoría propia. A este resultado contribuyó, en parte, el hecho de que la mayoría de los dirigentes bolcheviques se hallaban en la cárcel o en la deportación (Lenin se encontraba en la emigración, y Stalin y Sverdlov estaban deportados en Siberia), mientras los mencheviques y socialrevolucionarios se paseaban libremente por las calles de Petrogrado. Así se explica que los representantes de los Partidos oportunistas, los mencheviques y los socialrevolucionarios, se adueñasen de la dirección en el Soviet de Petrogrado y en su Comité Ejecutivo. Y otro tanto aconteció en Moscú y en otra serie de ciudades. Solamente en Ivánovo-Vosnesensk, Krasnoyarsk y algunos otros puntos lograros los bolcheviques tener la mayoría en los Soviets desde el primer momento.

El pueblo armado, los obreros y soldados, al enviar sus representantes al Soviet, veían en él el órgano del Poder popular. Entendían y creían que el Soviet de diputados obreros y soldados daría satisfacción a todos los anhelos del pueblo revolucionario y que su primer acto sería concertar la paz.

Pero el exceso de confianza de los obreros y soldados les jugó una mala pasada. Los socialrevolucionarios y mencheviques no pensaban ni remotamente en poner fin a la guerra, en conquistar la paz. Su propósito era aprovecharse de la revolución para proseguir la guerra. En cuanto a la revolución y a las reivindicaciones revolucionarias del pueblo, los socialrevolucionarios y los mencheviques entendían que la revolución ya estaba terminada y que el problema que ahora se planteaba era consolidarla y entrar en los cauces de la vida “normal”, de la vida constitucional, del brazo de la burguesía. Así, la dirección socialrevolucionaria-menchevique del Soviet de Petrogrado tomó todas las medidas que estaban en sus manos para ahogar el problema de la terminación de la guerra, el problema de la paz, y entregar el Poder a la burguesía.

El 27 de febrero (12 de marzo) de 1917, los diputados liberales de la Duma, confabulados entre bastidores con los líderes socialrevolucionarios y mencheviques, formaron el Comité provisional de la Duma, poniendo al frente de él al presidente de la cuarta Duma, al terrateniente monárquico Rodzianko. Algunos días después de esto, el Comité Provisional de la Duma y los líderes socialrevolucionarios y mencheviques del Comité Ejecutivo del Soviet de diputados obreros y soldados, a espaldas de los bolcheviques, se pusieron de acuerdo sobre la formación de un nuevo gobierno en Rusia: el Gobierno provisional burgués, presidido por el príncipe Lvov, a quien el zar Nicolás II, ya antes de la revolución de Febrero, tenía en cartera como primer ministro para su gabinete. Entraron a formar parte del Gobierno provisional, el jefe de los kadetes, Miliukov, el jefe de los octubristas, Guchkov, y otros destacados representantes de la clase capitalista; en calidad de representante de la “democracia”, fue incorporado al gobierno el socialrevolucionario Kerenski.

De este modo, los líderes socialrevolucionarios y mencheviques de Comité Ejecutivo de Soviet entregaron el Poder a la burguesía; informando de ellos después de producirse el hecho, el Soviet de diputados obreros y soldados refrendó por mayoría de votos la conducta de aquellos líderes, a pesar de las protestas de los bolcheviques.

Y así se formó en Rusia un nuevo Poder estatal, compuesto -como decía Lenin- por representantes de “la burguesía y de los terratenientes aburguesados”.

Pero, al lado del gobierno burgués, existía otro Poder: el Soviet de diputados obreros y soldados. Los diputados soldados del Soviet eran, fundamentalmente, campesinos movilizados para la guerra. El Soviet de diputados obreros y soldados era el órgano de la alianza de los obreros y campesinos contra el Poder zarista y, al mismo tiempo, el órgano de su Poder, el órgano de la dictadura de la clase obrera y de los campesinos.

Se estableció, pues, un original entrelazamiento entre dos poderes, entre dos dictaduras: la dictadura de la burguesía, encarnada en el Gobierno provisional, y la dictadura del proletariado y de los campesinos, representada por el Soviet de diputados obreros y soldados.

Se estableció una dualidad de poderes.

¿Cómo se explica que en los Soviets tuviesen mayoría, al principio, los mencheviques y socialrevolucionarios?

¿Cómo se explica que los obreros y campesinos triunfantes entregasen voluntariamente el Poder a los representantes de la burguesía?

Lenin explicaba esto por los millones de hombres inexpertos en política que habían despertado con ansias de participar en la vida política. Eran, en gran parte, pequeños propietarios, campesinos, obreros que hasta hacía poco trabajaban en el campo, hombres que ocupaban un lugar intermedio entre la burguesía y el proletariado. Rusia era, por aquel entonces, el más pequeñoburgués de todos los grandes países europeos. En este país, “la gigantesca ola pequeñoburguesa lo inundaba todo, ahogaba al proletariado consciente, no sólo por su volumen, sino también ideológicamente: es decir, contagiaba, infestaba a sectores extensísimos de obreros con sus ideas políticas pequeñoburguesas” (Lenin, t. XX, pág. 115, ed. rusa).

Esta ola de elementos pequeñoburgueses fue también la que sacó a la superficie a los partidos pequeñoburgueses mencheviques y socialrevolucionarios.

Otra causa que Lenin señalaba, era el cambio operado durante la guerra en cuanto a los elementos que componían el proletariado, y el insuficiente nivel de conciencia y de organización del proletariado en los primeros momentos de la revolución. Durante la guerra, habíanse operado cambios considerables en la composición del proletariado. Cerca de un 40 por 100 de los cuadros obreros habían sido movilizados militarmente. Con el fin de sustraerse a la movilización, se metieron en las fábricas, en los años de guerra, muchos pequeños propietarios, artesanos y tenderos, ajenos a la psicología proletaria.

Estos sectores obreros de tipo pequeñoburgués eran un terreno abonado para el cultivo de los políticos pequeñoburgueses, mencheviques y socialrevolucionarios.

He aquí por qué las grandes masas del pueblo, inexpertas en política, inundadas por la oleada de los elementos pequeñoburgueses y emborrachadas por los primeros éxitos de la revolución, marcharon durante los primeros meses de ésta a la zaga de los partidos oportunistas y se prestaron a ceder a la burguesía el Poder estatal, creyendo ingenuamente que el Poder burgués no había de estorbar la labor de los Soviets.

Esto planteaba al Partido bolchevique la tarea de hacer ver a las masas, por medio de una paciente labor de esclarecimiento, el carácter imperialista del Gobierno provisional, la tarea de poner al desnudo la traición de los socialrevolucionarios y mencheviques, haciendo comprender a las masas que no era posible lograr la paz, sin substituir el Gobierno provisional por el Gobierno de los Soviets.

Y el Partido bolchevique tomó en sus manos esta empresa con toda energía.

El Partido reanudó la publicación de sus órganos legales de prensa. Cinco días después de la revolución de Febrero, ya comenzó a publicarse en Petrogrado la “Pravda” y, algunos días más tarde, apareció en Moscú “El Socialdemócrata”. Empezó a actuar a la cabeza de las masas que iban sobreponiéndose a la confianza en la burguesía liberal, en los mensheviques y socialrevolucionarios. Explicó pacientemente a los soldados y a los campesinos la necesidad de que actuasen juntamente con la clase obrera. Les hizo ver que los campesinos no obtendrían la paz ni la tierra, si la revolución no seguía avanzando, si el Gobierno provisional de la burguesía no era sustituido por el Gobierno de los Soviets.

RESUMEN

La guerra imperialista estalló como consecuencia de la desigualdad de desarrollo de los países capitalistas, como consecuencia de la ruptura del equilibrio entre las principales potencias, como consecuencia de la necesidad en que se veían los imperialistas de proceder a un nuevo reparto del mundo por medio de la guerra y de crear un nuevo equilibrio de fuerzas.

La guerra no habría adquirido un carácter tan desastroso, y hasta es probable que no hubiera llegado a tomar tales proporciones, si los partidos de la Segunda Internacional no hubiesen traicionado la causa de la clase obrera, si no hubiesen infringido los acuerdos de los congresos de la Segunda Internacional contra la guerra, si se hubiesen decidido a proceder activamente y poner en pie a la clase obrera contra sus propios gobiernos imperialistas, contra los incendiarios de la guerra.

El Partido bolchevique fue el único partido proletario que se mantuvo fiel a la causa del socialismo y del internacionalismo, organizando la guerra civil contra su propio gobierno imperialista. Todos los demás partidos de la Segunda Internacional, vinculados con la burguesía a través de su grupo dirigente, resultaron estar entregados de pies y manos al imperialismo, desertaron al campo de los imperialistas.

La guerra, reflejo de la crisis general del capitalismo, agudizó esta crisis y debilitó al capitalismo mundial. Los obreros de Rusia y el Partido bolchevique fueron los primeros del mundo que supieron aprovechar eficazmente la debilidad del capitalismo para romper el frente imperialista, derribar al zar y crear los Soviets de diputados obreros y soldados.

Las grandes masas de la pequeña burguesía, de los soldados e incluso de los obreros, embriagadas por los primeros éxitos de la revolución y confiadas en las seguridades que les deban los mencheviques y socialrevolucionarios de que en adelante todo marcharía bien, se dejaron llevar de la confianza en el Gobierno provisional, apoyaron a éste.

Ante el Partido bolchevique se planteaba la tarea de explicar a las masas de obreros y soldados, embriagadas por los primero éxitos, que aun había un largo trecho que recorrer hasta el triunfo total de la revolución, que mientras el Poder se hallase en manos de los Gobierno provisional de la burguesía y mandasen en los Soviets los oportunistas, los mencheviques y socialrevolucionarios, el pueblo no obtendría la paz, ni la tierra ni el pan; que, para que la victoria fuese completa, era necesario dar un paso más hacia adelante y entregar el Poder a los Soviets.