Thursday, February 21, 2019

VENEZUELA: No habrá una invasión clásica


En los medios aparecen diversas opiniones acerca de cómo ha de proseguir la agresión directa del imperialismo yanqui contra el pueblo de Venezuela, aquí presentamos una opinión al respecto, que apareció hace 6 días en el diario La Jornada de México y cuya conclusión es:

"No habrá una invasión clásica, con bombardeos y desembarcos de marines. La invasión es la ayuda humanitaria, estrategia que los militares prepararon durante 13 años en Haití, con el apoyo de gobiernos progresistas".

Conclusión que completamos con una cita del mismo autor, sobre uno de los gobiernos "progresistas", es decir gobiernos reaccionarios encabezados por el oportunismo, que aparece al final de esta publicación, donde se dice:

"Fuentes del Ejército confirmaron que las técnicas empleadas en la ocupación de la favela Morro da Providéncia (en Río de Janeiro), son las mismas que las tropas brasileñas utilizan en la misión de paz de las Naciones Unidas en Haití" (1, diciembre de 2007).

            Este reconocimiento de las fuerzas armadas de Brasil, explica en gran medida el interés que tiene el gobierno de Lula da Silva en que las tropas de su país se mantengan en la isla caribeña: se trata de poner a prueba estrategias de contención en los barrios pobres de Puerto Príncipe (capital de Haití), que han sido diseñadas para su aplicación en las favelas de Rio de Janeiro, Sao Paulo y otras grandes ciudades".

De las misiones de paz a la ayuda humanitaria
Raúl Zibechi


Por fin conocemos en detalle la participación de militares en el gobierno de Jair Bolsonaro. Un informe del diario Zero Hora, de Porto Alegre, asegura que 100 oficiales ocupan los escalones superiores del gobierno, desde el presidente y su vice hasta ministros, gerentes de las grandes estatales y puestos clave para el funcionamiento del aparato estatal (goo.gl/oG4W4N).

Los uniformados se desplegaron en lugares estratégicos que les permiten tomar o vetar decisiones sobre cuestiones que van mucho más allá de la seguridad nacional o las agencias de inteligencia. Tienen peso decisivo en las gerencias de Petrobras, Eletrobras, la represa binacional de Itaipú y la Zona Franca de Manaus. Por sus cargos en los ministerios y otras entidades, supervisan la extracción de minerales, el sistema de comunicaciones, las carreteras e hidroeléctricas.

La presencia militar es especialmente fuerte, además de los siete ministros con que cuentan, en Ciencia y Tecnología (con cinco altos cargos, además del ministro), Educación, Infraestructura, Justicia, la Caixa Económica Federal (cuarto banco de Brasil) y la Secretaría General que rodea a un presidente en conflicto con su vice, al que no ha querido traspasarle el mando durante su larga internación hospitalaria, por sencilla desconfianza. Los militares no se han limitado a los espacios que siempre han controlado, como Defensa o el Gabinete de Seguridad Institucional, sino que controlan los principales resortes de la administración.

Pero el dato que permite comprender lo que está sucediendo, es que “el núcleo duro de los militares en el gobierno de Bolsonaro son oficiales boinas azules, que comandaron o tuvieron funciones en Misiones de Paz de las Naciones Unidas”, explica el periodista Kaiser Konrad en el citado reportaje. En este punto empiezan a develarse los nexos entre las misiones de paz y las políticas internas en Brasil y en la región.

Cinco generales del actual gobierno son veteranos de la Misión de las Naciones Unidas para la Estabilización en Haití (Minustah), donde Brasil jugó un papel determinante entre 2004 y 2017. Otros tres militares de alto rango actuaron en misiones de paz en Bosnia y Angola, entre ellos el vice Hamilton Mourão, quien fue además agregado militar en la embajada en Caracas. No es casualidad que haya sido Mourão el que pregona una salida para Maduro, que consiste en crear un corredor de escape (goo.gl/tUuL6d).

Desde hace varios años venimos señalando las conexiones entre la presencia de militares brasileños en la Minustah y la ocupación militar de las favelas, entre otras políticas de orden interno que se extienden cada vez a más estados de Brasil. Hace 10 años destacamos que los militares brasileños reconocían que las técnicas empleadas en la ocupación de la favela Morro da Providéncia, son las mismas que las tropas brasileñas utilizan en la misión de paz de las Naciones Unidas en Haití (goo.gl/4pN4RB). Tomando el caso de Brasil, señalaba a propósito de las llamadas políticas sociales, que el plan Hambre Cero es compatible con la militarización de las favelas (goo.gl/XXKNTW). Ahora es necesario dar algunos pasos más, a la vista de los planes para intervenir en Venezuela.

Primero, la mayoría de las tropas de paz en Haití pertenecieron a países latinoamericanos. Más de la mitad de los 7 mil soldados provenían de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Ecuador, Uruguay, El Salvador, Paraguay, Honduras y Guatemala. Buena parte de ellos con gobiernos progresistas. Las fuerzas armadas de Brasil tuvieron la jefatura de la Minustah durante más de una década.

Como la tropa y los oficiales van rotando, es posible que en esos 13 años más de 30 mil efectivos de la región hayan participado en la misión de paz, una de cuyas tareas consiste en entrenarse en ayuda humanitaria.

Segundo, las fuerzas armadas de Brasil llevaron a Haití su experiencia militar en las favelas y las políticas socioeconómicas exitosas en el país, e importaron las experiencias obtenidas en la isla. Una investigación de Tamara Jurberg (goo.gl/3chj6x) analiza las relaciones entre la misión y las Unidades de Policía Pacificadora (UPP), creadas en Río de Janeiro cuatro años después del inicio de la Minustah, para pacificar las favelas. Concluye que Haití fue una herramienta para mejorar las propias operaciones militares internas, o sea, el control de los pobres.

Tercero, el autoproclamado Juan Guaidó anuncia que Brasil abre el segundo centro de acopio de ayuda en el estado de Roraima, limítrofe con Venezuela. Los militares brasileños serán los encargados de ingresar al país esa ayuda humanitaria, coordinando con Colombia. Un general brasileño pasa a integrar, por primera vez en la historia, el Comando Sur de las fuerzas armadas de Estados Unidos (goo.gl/Gxd4XU).

No habrá una invasión clásica, con bombardeos y desembarcos de marines. La invasión es la ayuda humanitaria, estrategia que los militares prepararon durante 13 años en Haití, con el apoyo de gobiernos progresistas.

ALGUNAS NOTICIAS QUE COMPLEMENTAN EL ARTÍCULO PRECEDENTE:

GESTÃO VERDE-OLIVA Militares ocupam cerca de cem cargos no governo Bolsonaro Integrantes das Forças Armadas estão sobretudo em posições consideradas estratégicas 09/02/2019, HUMBERTO TREZZI

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Veteranos da ONU estão no poder

A articulação nos quartéis para "influenciar nos destinos da nação", desejo de muitos fardados, ganhou impulso com a criação de um núcleo militar na campanha de Bolsonaro à Presidência, que perdurou mesmo após a vitória eleitoral. Houve cuidado para que manifestações fossem feitas apenas por reservistas, os chamados "generais de pijama", já que o regulamento proíbe que militares da ativa façam política. Mas esses participaram, nos bastidores, do planejamento de ações.

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Concentrados num hotel em Brasília, os fardados e ex-fardados do alto escalão das Forças Armadas elaboraram cenários de governabilidade. Algo natural para quem passa a vida frequentando cursos de gestão estratégica como os ministrados pela Escola Superior de Guerra (ESG) e Academia Militar das Agulhas Negras (Aman), com grau superior e que forma os dirigentes do Exército (entre eles, Bolsonaro e Mourão).

Essa ligação pré e pós-eleitoral se manteve na ocupação dos cargos governamentais. GaúchaZH apurou que muitos militares do governo possuem grupos de WhatsApp em separado e se tratam pelas antigas patentes: antes de ser ministro da Secretaria de Governo, Santos Cruz é chamado de general, o mesmo ocorrendo com Augusto Heleno (do GSI). A camaradagem aumenta porque alguns foram colegas de turma na Aman, outros conviveram nos mesmos quartéis.

—  O núcleo duro dos militares no governo Bolsonaro é composto por oficiais "boinas-azuis", que comandaram ou tiveram funções em Missões de Paz das Nações Unidas — ressalta Kaiser Konrad, jornalista gaúcho especializado em assuntos militares.

A maioria desses veteranos esteve na missão do Haiti (Minustah, de 2004 a 2017). É o caso de Augusto Heleno, do GSI, decano entre os generais governistas e primeiro comandante na intervenção da ONU em território haitiano, e também do general Carlos Alberto dos Santos Cruz, atual chefe da Secretaria de Governo. Outros veteranos do Haiti são o comandante do Exército, general Edson Leal Pujol, e o secretário-executivo da Secretaria-Geral da Presidência, general Floriano Peixoto Vieira Neto.

Há também os integrantes de Missões da ONU em outros países, que não comandaram no Haiti, mas também formam o alto escalão governamental. É o caso do vice-presidente, Hamilton Mourão (que atuou em Angola e foi adido na Venezuela), do ministro de Minas e Energia, almirante Bento Costa Lima Leite (observador da ONU na Bósnia) e do chefe da Secretaria Nacional de Segurança Pública (Senasp), general Theophilo, que atuou como observador das Nações Unidas na América Central.

Brasil propone un “corredor de escape” para que Nicolás Maduro y su “banda” dejen Venezuela.

“Dejen que se vaya y que el país se reconstruya a partir de ahí”, sugirió el vice de Jair Bolsonaro, Hamilton Mourao. Diario Clarin de Buenos Aires, Argentina)


El vicepresidente de Brasil, Hamilton Mourao./ Reuters

"Yo todavía creo que la gran misión que todos los países tienen es ofrecer una salida para Maduro y su gente. Tiene que haber un corredor de escape", declaró Mourao en una entrevista con la cadena GloboNews.

Con Jair Bolsonaro en el foro de Davos, el vicepresidente Mourao actúa como presidente interino en esto días.

"Tenemos que dejar un lugar para que Maduro y su banda escapen, deja que se vaya y que el país se reconstruya a partir de ahí", agregó Mourao". 25/01/2019 -

Raúl Zibechi
La militarización de las periferias urbanas
Programa de las Américas
(www.ircamericas.org)

Las periferias urbanas de los países del tercer mundo se han convertido en escenarios de guerra, donde los Estados intentan mantener un orden asentado en el establecimiento de una suerte de "cordón sanitario" que consiga aislar a los pobres de la sociedad "normal".

            "Fuentes del Ejército confirmaron que las técnicas empleadas en la ocupación de la favela Morro da Providéncia, son las mismas que las tropas brasileñas utilizan en la misión de paz de las Naciones Unidas en Haití" (1).

            Este reconocimiento de las fuerzas armadas de Brasil, explica en gran medida el interés que tiene el gobierno de Lula da Silva en que las tropas de su país se mantengan en la isla caribeña: se trata de poner a prueba estrategias de contención en los barrios pobres de Puerto Príncipe (capital de Haití), que han sido diseñadas para su aplicación en las favelas de Rio de Janeiro, Sao Paulo y otras grandes ciudades.

            Pero la noticia publicada por el diario Estado de Sao Paulo va más lejos al desnudar la forma de operar de los militares. El general que dirige la ocupación de la favela Morro da Providéncia por 200 soldados, William Soares, comandó la 9a. Brigada de Infantería Motorizada en Haití. Los soldados instalaron ametralladoras en "la única plaza de la comunidad, transformada en base militar", que fueron retiradas para facilitar el diálogo con la población. En la reunión con la Asociación de Pobladores, el general Soares "prometió obras, fiesta de Navidad con distribución de regalos para los niños, colonia de vacaciones, proyección de filmes, atención médica y sanitaria".
            Según informó el diario, "en contrapartida el Ejército está recogiendo informaciones sobre la favela y sus habitantes. Los militares filmaron y fotografiaron la reunión y todo el movimiento de las tropas". El general Soares realizó todas esas promesas para "aplacar la revuelta de los líderes comunitarios contra el proyecto social previsto para la favela".

(...) Seguridad y cooperación: dos caras de una estrategia 

            Después de los atentados terroristas del 11 de setiembre de 2001, la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) "ha jugado un rol cada vez más prominente en la Guerra Contra el Terrorismo" (7). Los programas estadunidenses para el desarrollo, no se dirigen a la población que más los necesita sino a las "poblaciones y regiones consideradas de alto riesgo", según la estrategia del Pentágono.
            Para los estrategas militares, los programas de la USAID juegan un papel destacado "en negar refugio y financiación a los terroristas al disminuir las condiciones subyacentes que causan que las poblaciones locales sean vulnerables al reclutamiento por parte de los terroristas". Del mismo modo, "los programas de USAID destinados a fortalecer una gobernabilidad efectiva y legítima son reconocidos como instrumentos claves para tratar con la contrainsurgencia".
            La estrategia del Pentágono es buscar la seguridad para los Estados Unidos, y para ello utiliza la "democracia" y la "ayuda para el desarrollo" como medios complementarios de la acción militar. El coronel Baltazar sostiene que "el desarrollo refuerza la diplomacia y la defensa, reduciendo así las amenazas de largo plazo a nuestra seguridad nacional al ayudar el proceso de fortalecer sociedades estables, prósperas y pacíficas".
            Parece necesario enfatizar que la cooperación internacional, la ayuda al desarrollo y el combate a la pobreza—algunos de los eslóganes predilectos del Banco Mundial y otras agencias financieras—son apenas estrategias de control y subordinación de la población "potencialmente" rebelde o resistente a los objetivos de la multinacionales estadunidenses. El análisis del Pentágono sobre la realidad africana, identificó según el coronel Baltazar, "las causas del extremismo", destacando entre ellas la existencia de "grandes poblaciones ya sea marginadas o privadas del derecho de voto y la exclusión del proceso político como las causas claves de inestabilidad en la región".
            La democracia electoral y el desarrollo son necesarios como forma de prevenir el terrorismo, pero no son objetivos en sí mismos. En las circunstancias de países con estados débiles y altas concentraciones de pobres urbanos, las fuerzas armadas son las que ocupan durante un tiempo el lugar del soberano, reconstruyen el Estado y ponen en marcha—de modo absolutamente vertical y autoritario—los mecanismos que aseguran la continuidad de la dominación.
            En Irak, estas políticas tienen su contracara y complemento en la edificación de grandes muros para separar decenas de barrios de Bagdad. Según el escritor y arabista Santiago Alba Rico, la construcción de muros en diez barrios de la capital iraquí busca que cada vecindario se convierta en "un armario acorazado cuyos habitantes son clasificados o abandonados en cajones cerrados y recintos estancos" (8).
            La lógica es muy simple: "Los barrios que no han podido ser doblegados militarmente, son amurallados, precintados y abandonados a su suerte. Zonas completas de la ciudad han sido delimitadas y segregadas con los vecinos confinados en su interior, sometidos a controles tan férreos—de entrada y de salida—que puede hablarse sin vacilación de una política de gueto".
            En otras partes del mundo, no hacen falta muros de cemento para aislar y separar los barrios periféricos. Se levantan muros simbólicos tejidos en base a las diferencias de color, forma de vestir y modo de habitar el espacio. Pero los resultados y los objetivos son idénticos. Los mecanismos de control—tengan ropajes militares, sean ONGs para el desarrollo o promuevan la economía de mercado y la democracia electoral—aparecen entrelazados y, en casos extremos como los barrios de Bagdad, las favelas de Rio de Janeiro o las barriadas de Puerto Príncipe en Haití, aparecen subordinados a los planes militares.
            En Brasil, por poner apenas un ejemplo, se aplican diversas formas de control de modo simultáneo: el plan Hambre Cero es compatible con la militarización de las favelas.
            En su reflexión sobre el nazismo en su texto "Sobre el concepto de historia", el escritor alemán Walter Benjamin asegura que "la tradición de los oprimidos nos enseña que el estado de excepción en el que vivimos es la regla". La política de Estados Unidos después de los atentados del 11 de septiembre de 2001 se ajusta al concepto de "estado de excepción permanente". El "estado de excepción" -que suspende los derechos de los ciudadanos y militariza zonas y países enteros-, se aplica de modo indistinto en situaciones y por razones muy diversas, desde problemas políticos internos hasta amenazas exteriores, desde una emergencia económica hasta un desastre natural.
            En efecto, el estado de excepción se aplicó en situaciones como la crisis económico-financiera argentina que eclosionó en diciembre de 2001 en un amplio movimiento social; para enfrentar los efectos del huracán Katrina en Nueva Orleáns; para contener la rebelión de los inmigrantes pobres de las periferias de las ciudades francesas en 2005. Lo común, más allá de circunstancias y países, es que en todos los casos se aplica para contener a los pobres de las ciudades.
Raúl Zibechi es analista internacional del semanario Brecha de Montevideo, docente e investigador sobre movimientos sociales en la Multiversidad Franciscana de América Latina, y asesor a varios grupos sociales. Es colaborador mensual con el Programa de las Américas (www.ircamericas.org). El artículo fue escrito antes de diciembre de 2007

13/02/2019 às 05h00 20 Exército dos EUA terá comandante brasileiro Por Maria Cristina Fernandes | De São Paulo Um general brasileiro passará a integrar, ainda este ano, o Comando Sul (SouthCom) das Forças Armadas americanas. A informação foi dada pelo almirante Craig Faller, que comanda divisão voltada à segurança americana na América Central, Cari

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