26 de mayo
Editorial Semanal - El norte de la lucha popular
Banderola dejada antes de que los campesinos partieran del Campamento Manoel Ribeiro realizaran la retirada silenciosa. Foto: Base de datos AND
La implacable persecución, asedio, encarcelamiento, tortura y asesinato de los campesinos del Campamento Manoel Ribeiro no ha roto la resistencia de las masas en lucha. Por el contrario, esta heroica resistencia no solo ha derrotado el cerco militar -previniendo la masacre deseada por las fuerzas reaccionarias- sino que también ha generado una amplia solidaridad nacional e internacional, de proporciones sin precedentes hasta ahora, como se desprende de la Petición en curso elaborada por el Centro Brasileño de Solidaridad con los Pueblos (Cebraspo) y Asociación Brasileña de Abogados del Pueblo (Abrapo). En otras palabras, la movilización independiente de las masas populares, en defensa de sus intereses concretos, se afirma a través de este contundente ejemplo como la única forma consistente de combatir el gobierno militar genocida de Bolsonaro / generales, como siempre hemos dicho en nuestros editoriales. El agravamiento de la pandemia no puede ser motivo para desmovilizar la lucha popular. Ahora bien, es precisamente esta calamitosa situación la que requiere la acción firme de sindicatos, asociaciones, organizaciones comunitarias, movimientos populares, universidades, intelectuales y todos aquellos que tienen un compromiso real con el destino de nuestro país. Lo que está sucediendo, ahora mismo, en Colombia, sirve de ejemplo y, al mismo tiempo, de advertencia: la mecha de pólvora que ha atravesado Sudamérica, particularmente desde 2019, no dejará de llegar a Brasil.
Se equivocan quienes piensan que los clamores de la extrema derecha por una "ruptura institucional" no encuentran eco en la sociedad. Vivimos en un equilibrio inestable: Bolsonaro, el genocida, no tiene la fuerza para dar un golpe de Estado, pero tampoco la oposición parlamentaria. Se trata claramente de una situación transitoria, frágil, cuya conclusión aún no se ha decidido. La potencial entrada al escenario de la protesta popular podría ser el factor que rompa este equilibrio. No se descarta que Bolsonaro, en este caso, pueda usar la movilización para precipitar un bombardeo, jugando masas contra masas. Por eso, es necesario desencadenar ahora, y por todos los medios, la más amplia campaña de agitación, propaganda y acción entre los millones de desempleados y hambrientos, para llamarlos con energía a luchar por la tierra, por un techo, por la comida, para vacunas. Esta será la única fuerza capaz de detener el golpe militar en curso, o resistirlo si toma forma abierta. La historia del siglo XX, particularmente en América del Sur, atestigua que "dispositivos militares", "oficiales legalistas", "acuerdos de liderazgo", etc., no pueden detener el fascismo. Esta fue la amarga experiencia en nuestros países, como en el Brasil de Jango o el Chile de Allende, la máxima expresión del reformismo y del "camino pacífico al socialismo" en ese momento. Su trágico desenlace fue el bombardeo del Palacio de La Moneda, luego de que la reacción asegurara que las masas habían sido desarmadas, tanto militar como ideológicamente. Repetir hoy este camino sería más que un error: sería un crimen.