REDACCIÓN
AND
15 DE SEPTIEMBRE DE 2022
Editorial
semanal – Usar masas contra masas
El
asesinato del campesino Benedito Cardoso dos Santos (42 años), en la madrugada
del 08/09, por un colega de trabajo bolsonarista después de una discusión sobre
las elecciones, es otro trágico episodio de violencia política reaccionaria. El
crimen tuvo lugar horas después de las elecciones del 7 de septiembre. Durante
la discusión, ambos campesinos intercambiaron puñetazos y, posteriormente,
Rafael Silva de Oliveira (24 años) apuñaló 15 veces a su colega, y luego
intentó decapitarlo con un hacha.
Es
el segundo crimen de sangre por motivaciones políticas electorales que gana
repercusión. Detrás de estos, que se hacen públicos, hay muchos otros
escenarios de violencia entre las masas por la disputa electoral, cuyos
desenlaces no son tan graves como para ganar protagonismo en las comisarías y
noticieros.
El
recrudecimiento de la violencia política en el transcurso de estas elecciones
-que no hará más que crecer, y crecerá aún más al término de las mismas- tiene
dos motivos fundamentales. El primero es la prédica diaria de Bolsonaro para
consumar el golpe militar; el segundo es la muerte de la vieja democracia
insepulta.
Aprovechando
la quiebra histórica y política de este “Estado democrático de derecho” vigente
aquí, y sabiendo que el mejor escenario para que triunfe en su plan es el caos,
Bolsonaro desacredita a todo ya todos. Y gana adeptos entre las masas, porque
los últimos 30 años de la “nueva república” han sido tiempos de engaño y
desencanto. Si han engañado durante tanto tiempo y de tantas formas a una parte
de las masas (el 30% del electorado, precisamente) no parece absurdo que el
fanfarrón tenga razón sobre las encuestas electorales, sobre el TSE, STF, etc.,
aunque saben -cada vez más- que es un mafioso, corrupto y sanguinario, más
preocupado por la preservación y el enriquecimiento de su clan que por las
“nobles causas” patrióticas. Bolsonaro, por supuesto, trata de sacar ventaja no
solo electoralmente. Para profundizar la inestabilidad institucional, pero sin
poder decirlo abiertamente, predica a medias la incitación a la violencia
política, y espera que ese sector de masas que lo escucha comprenda su mensaje.
Bolsonaro enfrenta grandes dificultades para subvertir la jerarquía y levantar
los cuarteles, ya que ante fuertes presiones desde el seno del establishment,
las tropas tienden a encajar en la posición hegemónica del Alto Mando. Luego
busca insuflar a las masas que lo siguen en actos violentos entre el pueblo
para intimidar a los que se les oponen y provocar disturbios masivos contra las
masas, sabiendo que el desorden hace más susceptible al Alto Mando a la idea de
una intervención militar completa. Como Bolsonaro, Luiz Inácio y otros tienen
seguidores entre las masas populares, es un hecho que tales casos crecerán.
El
oportunismo, frente a esto, da una “clase” enseñado cobardía. Jugando a la
víctima, busca reunir votos sobre los muertos. La candidatura de Luiz Inácio es
muy consciente de que estas elecciones son un juego peligroso; para vencer a
toda costa y mantener la estabilidad de este viejo orden, se somete a la tutela
de los generales y al avance de una mayor intervención militar (que, por
cierto, está destinada a realizar un conteo paralelo de votos); se somete al
programa de gobierno de Fiesp y Febraban, guardianes de este “Estado
Democrático de Derecho”. Una vez que se ganen las elecciones, será un gobierno
de crisis.
A los demócratas sinceros y revolucionarios,
intransigentes defensores de las libertades democráticas a las que aspira el
pueblo y de trascendental importancia para preparar las grandes luchas por la
transformación total del país, les toca demostrar que esta vieja democracia
vigente, negándolas, no pudo y no puede garantizarlos; que por el contrario,
este simulacro de democracia sólo puede ser –como lo ha sido– el vehículo a
través del cual todos los derechos democráticos y el propio marco
constitucional están siendo triturados, restringidos y gradualmente eliminados,
cuanto más rápido cuanto más se agudiza la crisis general de la imperialismo y
capitalismo burocrático del país, y de su viejo Estado y agonizante sistema
político. La actual edición de la farsa electoral sólo puede cumplir esta
función: legitimar la mayor intervención militar. El único que puede detener
esta marcha de oscurantismo y reacción es la lucha por imponer la Revolución
Democrática, Agraria y Antiimperialista.