
Brasil: Editorial de AND – La nación debe repeler enérgicamente la injerencia yanqui
A continuación compartimos una traducción no oficial del último Editorial publicado por A Nova Democracia (AND).
Las sanciones económicas de 50% sobre el 45% de las exportaciones brasileñas, firmadas por orden ejecutiva del perro Donald Trump, son un ataque económico sin precedentes en la historia reciente y toma como blanco objetivos inaceptables: imponer chantaje y a través de ella, intervenir sobre la política nacional.
La justificación presentada por el malvado presidente Yanqui es patética, por no decir estúpida, para imponer tales sanciones: el dice que Brasil aplica políticas las cuáles “perjudican empresas americanas, los derechos de libertad de expresión de los ciudadanos americanos, la política exterior [de los EE.UU.] y la economía americana”. Se destaca el error de los yanquis de llamarse “americanos”, que es parte de su mentalidad arrogante y abyecta, así que se tratan a sí mismos como dueños de todo el gran continente, aunque hay aún peores. Ahora bien, hay algo de lo que los imperialistas yanquis no pueden quejarse y es de ser atrapados por las instituciones de nuestro país: ellos dominan la economía nacional y drenan nuestras riquezas tan duramente producidas por el bravo pueblo brasileño, ellos saquean los recursos naturales, subordinan la agricultura y ganadería a sus demandas a través las demandas del latifundio agroexportador de monocultivo y garantizan que reine, para la inmensa mayoría de la nación brasileña, un orden anárquico de pobreza, desempleo y hambre. Ahora con el concurso de la izquierda burguesa liderada por el PT que hoy preside el país, el imperialismo yanqui es el mayor inversor de capital directo en el país, controlando las arterias centrales de la economía con un 30% de las inversiones de capital; los fondos de inversión yanquis, como BlackRock, Vanguard, y otros son grandes poseedores de las principales agrocorporaciones en el Brasil, y a través del agro ganan mimos vultuosos de los gobiernos de turno que se suceden con acuerdos con el FMI, con los cuáles el PT hizo crecer un 335% el monto de la inversión estatal entre 2002 y 2016 durante de sus primeros 14 años del gobierno. La “economía” y “empresas americanas”, máquinas de saqueo de las riquezas del País, no tuvieron ningún tipo de obstáculo para la práctica de estos sus crímenes contra los intereses de la nación, contra la dignidad y soberanía del país, ni por parte de los gobiernos del PT, menos aún por el de Bolsonaro y los demás; inclusive, las tentativas que existieron en nuestro país de imponer leyes impeditivas y tarifas con objetivos a limitar a piratería y las absurdas transferencias de lucros a las matrices imperialistas fueron precisamente una de las causas del golpe militar de 1964, promovido por el Departamento del Estado de los EE.UU., a través de las conspiraciones de la embajada yanqui en Brasil y la CIA juntos con grandes empresarios, latifundistas, sus políticos y las cúpulas de las fuerzas armadas lacayas. A juzgar por el volumen de riqueza que estas corporaciones saquearon de nuestro país, y a juzgar por el padecimiento de nuestro pueblo trabajador, y por la destrucción al medio natural del País, y a juzgar por el padecimiento de nuestro pueblo trabajador y por la destrucción del medio natural del País que la dominación semicolonial que los EE.UU., imponen, estas corporaciones monopolistas yanquis, ya hace tiempo, tendrían que ser confiscadas y sus títulos de propriedad ser liquidados sin indemnización ninguna.
También es ridícula la acusación de que los “ciudadanos” yanquis tienen cortada su libertad de expresión: viniendo de Donald Trump y de la moribunda “democracia americana”, es intolerable. La “notable” democracia yanqui , construida sobre cinco siglos de esclavitud, servidumbre, tortura y genocidio de la población negra y ahora de los inmigrantes latinos y de otras nacionalidades, no da a sus representantes ninguna legitimidad para criticar ni siquiera a la autocracia más brutal que ha existido en la historia, porque compartiría con ella los mismos repugnantes valores políticos y morales. Por lo tanto, el pestilente perro de los flecos rubios y sus correligionarios, que son los más ardientes y explícitos defensores de esos valores indignos que están muy presentes en la historia y en la médula de las «instituciones democráticas» yanquis, deberían callarse todos. Porque si es cierto que Brasil está lejos de ser una democracia para las masas trabajadoras, donde las garantías básicas fundamentales pueden ser violadas por cualquier canalla, ¡qué decir de las viejas instituciones “democráticas” yanquis, sepulcros blanqueados, sí, y sumidos en un mar de sangre del resto de los pueblos del mundo! Los problemas de Brasil deben ser resueltos resueltamente por las masas populares del país y por el movimiento revolucionario brasileño que debe dirigirlas, y estos sujetos históricos y conscientes lo harán, como ley inexorable de la historia, castigando a sus enemigos internos, incluyendo el imperialismo yanqui como principal y mayor promotor de estas violaciones. Si Trump y sus enfermizos seguidores están preocupados por la libertad de expresión, que miren a los estudiantes propalestinos que, en territorio estadounidense, han sido castigados académicamente; detenidos y agredidos por la policía y la Guardia Nacional; incluso amenazados con enviar contra ellos a los marines; censurados y hasta deportados, en el caso de los que son inmigrantes.
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Bolsonaro, quien en el Ejército Brasileño fue reconocido por ser un pésimo militar holgazán en términos de disciplina; Bolsonaro, quien apenas ayer era un reconocido “come y duerme” en el Congreso Nacional con ya 30 años de vagancia parlamentaria, y que pasó cuatro años siendo gobernado por los generales desde dentro el Palacio de Planalto; esta misma sanguijuela está ahora colgada toda sobre Donald Trump. Es aún peor que el hidrofóbico animal yanqui, aún más indigno y repugnante, porque es de los que vende su alma para no tener que pagar el precio de sus elecciones. El estúpido de Bolsonaro intenta hacer creer a su séquito que Trump y el imperialismo sancionan a Brasil en su defensa, e intenta alargar la crisis de para que una cosa lleve a la otra; se caerá de culo, porque antes de lo que piensa, los yanquis conseguirán lo que quieren y le dejarán en tierra; que él y su entorno no se hagan ilusiones con las payasadas del presidente, porque, en esencia, no se desvían ni un milímetro de la “estrategia geopolítica mundial” yanqui emitida por poder real que maneja a través del Pentágono.
Lejos de salvar a Bolsonaro, los yanquis quieren imponer ciertos intereses, como el acceso exclusivo a ciertos recursos naturales, como las “tierras raras”, metales estratégicos para la actual producción industrial de tecnología punta y para la “carrera armamentística” contra rusos y chinos (por cierto, cabe señalar que parte de estos metales ya está en manos de una empresa yanqui, como en el caso del niobio, y de los chinos y alemanes, en el caso del litio, poniendo fin a la bravuconada lulista de que “nadie puede ponerles un dedo encima”); y tratan de presionar al gobierno de turno para que abandone la tentación de entrar en la órbita y esfera de influencia de los imperialistas rusos y chinos en el ámbito de cualquier “relación internacional”. El encuadramiento extranjero de la soberanía nacional es aplaudido por los Bolsonaros, así de simple. Incluso las sanciones contra Alexandre de Moraes y la ofensiva contra el STF, antes de pretender salvar a Bolsonaro, buscan enviar un claro mensaje a la Corte Suprema: no perjudiquen a las Big Tech’s con regulaciones y castigos por el contenido. La defensa de Bolsonaro es sólo una jugada ideológica, para justificar y ganar apoyo de la opinión pública, incluyendo la de malvados, advenedizos de todo tipo e ilusos en busca de cualquier cambio real en Brasil, pero imposible, por la vía de golpes militares o farsas electorales.
El gobierno de turno ya está calculando entre bastidores lo que venderá para librarse de las sanciones, y al hacerlo entregará aún más nuestro país a la furia devastadora del imperialismo, especialmente del imperialismo yanqui. No se puede esperar que instituciones reaccionarias, que se sostienen gracias a la explotación económica del imperialismo, sean antiimperialistas, aunque sean acosadas por el imperialismo, y aunque sepan que nuestro territorio será blanco de agresión militar imperialista en el futuro, dada su riqueza y el nivel de control que esos imperialistas ya buscan ejercer en el terreno político y económico, por ejemplo en la Amazônia. Los discursos públicos del jefe de Estado, de los jefes del parlamento, de los magistrados del Tribunal Supremo,
reafirman la soberanía nacional, no para ejercerla a fin de liberar a la nación de los grilletes
de la semicolonialidad que impiden su progreso y oprimen secularmente a nuestro pueblo, y para construirla como una verdadera república democrática, libre y soberana, sino para venderla más barata a los mismos que la atacaron. Después de todo, eso es lo que las clases dirigentes locales y sus representantes de vanguardia han estado haciendo durante los últimos 203 años desde la Independencia. Ahora, estos mismos mercachifles de la patria, que escupen la palabra “soberanía” e “independencia” a los cuatro vientos, sometidos a la presión de un malvado yanqui, entregarán voluntariamente un poco más de nuestra ya débil soberanía nacional, argumentando que esto es importante para no perderla aún más, cuando ambas cosas son inaceptables.
Es notable que, mientras una superpotencia extranjera avergüenza y busca humillar a la nación brasileña , la cúpula militar no sólo guarda silencio, sino que coopera con el ejército enemigo.
Ahora bien, aunque sea una especulación imposible, ¡cómo sería la situación si el reaccionario Ejército brasileño tuviera entre sus filas y mandos a personas tan verdaderamente dedicadas a la causa patriótica como tiene a su plana mayor dedicada a la causa golpista! En esta última, los generales Villas-Bôas, Walter Braga Netto, Augusto Heleno y otros han demostrado una iniciativa ostentosa y desinteresada, un compromiso formidable, dando docenas de declaraciones amenazadoras “a las instituciones brasileñas” del poder judicial directamente y del legislativo indirectamente y advirtiendo que entrarían en la arena política para “hacer que suceda” si Brasil no entraba en sus planes de intervención militar, llegando algunos de ellos incluso a preparar la ruptura. Aunque sea un ejercicio teórico imposible, ojalá fuesen así de valientes con los interventores yanquis. Pero, en lugar de eso, prefieren adularlos, poniéndose como perros caniches delante de su amo, a veces moviendo la cola, a veces metiéndola entre las piernas, como perros que los defienden de la rebelión popular. No obstante el hecho de que están desarrollando toda la defensa nacional en base a tecnologías bajo control imperialista, la mayor representación de esta farsa patriótica es que, mientras todos admiten la injerencia yanqui y el riesgo futuro de que nuestra patria sea dañada por invasiones de potencias extranjeras, ¡los altos mandos de las Fuerzas Armadas
se deleitan en “Ejercicios Conjuntos” con tropas yanquis, en biomas claves de nuestra geografía
como la Amazônia y la Caatinga, entregando información estratégica y sensible a la insaciable codicia de las hordas más agresivas de naciones, más opresoras de pueblos y más sanguinarias de toda la Historia Universal! No se puede esperar nada diferente de estos “héroes”.
Así seguirá siendo la nación brasileña, nuestra Patria, mientras permanezca en manos de los terratenientes, de la gran burguesía burocrática y compradora y de las instituciones fundadas en la sumisión del país a las potencias extranjeras. Sólo la Revolución de Nueva Democracia, las masas populares de obreros, intelectuales honestos, pequeños y medianos propietarios y, sobre todo, la lucha de los campesinos pobres por la tierra pondrán fin a los 525 años de genocidio de los pobres, negros e indígenas en estas tierras y a siglos de humillación nacional.