El artículista no es precisamente un maoísta ni algo por el estilo, por algo le habrá dado cabida el diario argentino, que sirve a los intereses de uno de los grupos de la facción burocrática en Argentina y a todos los oportunistas del continente,per después de está aclaración es necesario anotar que el artículo es muy utíl por los hechos que relata, en resumen, que:
"Después del fin de la guerra,
en 1992, El Salvador parecía que iba a levantar cabeza o al menos era posible
imaginar que lograría atajar algunos de los desequilibrios estructurales que lo
venían quebrantando desde el siglo XIX.
En lugar de buscar escenarios para la redistribución de la riqueza, lo que tuvo lugar desde 1992 en adelante fue una desbocada dinámica de profundización del capitalismo salvaje.
Los procesos de corrupción estatal, de diferente tipo, continuaron siendo moneda corriente.
La fuerza político-electoral que provenía del movimiento guerrillero, poco a poco fue ganando terreno. Y en 2009 ganó las elecciones, la presidencial y la de diputados y de concejos municipales. Una nueva correlación de fuerzas se había concretado.
La expectativa era inmensa. Entre julio y diciembre de 2009 El Salvador vivió un momento de posibilidad histórica. Pero, ahora se sabe, todo se vino abajo. Porque en paralelo (y en el más absoluto secreto), el llamado gobierno del cambio, que tenía la mesa limpia para hacer un giro estratégico y modificar el curso errático del país, comenzó a replicar las prácticas corruptas de los gobiernos anteriores.
El estrepitoso derrumbe electoral del FMLN se explica por la masiva migración de votantes desilusionados por el cambio prometido en 2009 que nunca llegó. Aunque hubo fugas de votantes desde el corredor conservador del espectro político, es la ciudadanía insatisfecha y acicateada por una campaña electoral incisiva, mordaz y certera, y que antes votó al FMLN, la que blindó a Bukele. Dicha campaña, basada en la corrupción y el descrédito de los partidos políticos, es la que permitió la espectacular victoria electoral de Nayib Bukele en 2019.
De nuevo, como en 2009, la mesa estaba servida para lograr un giro estratégico para El Salvador. Y una vez más, el camino, rápido, se torció".
Los c. de la FR del Partido Comunista de Chile, hace poco publicaron un documento sobre la situación política, del cual reproducimos algunas citas como toma de posición nuestra sobre lo planteado en el artículo de Página 12, sobre las ilusiones que sembró el oportunismo en las masas de El Salvador y su derrumbe, es decir las ilusiones solo fueron eso, humo y más humo para desviar a las masas de su camino. Eso hay que enrrostrarles en su cara a todos lo revisionistas y oportunistas de todos los países y especialmente a los que siguen a la línea oportunista de derecha revisionista y capitulacionista en el Perú, la maldita LOD..
Lea las citas del documento de los c. de la FR del PCCH:
"Las elecciones son un instrumento para engañar
al pueblo, para que este decida quien lo va a expoliar y oprimir cada cuatro
años en una pútrida alternancia de gobiernos. Las elecciones son un instrumento
de dominación que el imperialismo y toda la reacción utilizan para “normalizar”
o legalizar los regímenes militares o los gobiernos surgidos de golpes de
Estado, pero jamás han sido y nunca serán un instrumento para liberar al
pueblo, menos para desarrollar la revolución. Las elecciones son un instrumento
contrarrevolucionario más utilizado por la dictadura conjunta de grandes
burgueses y terratenientes al servicio del imperialismo, yanqui principalmente
y de toda la reacción.
Es por eso ello que hay que ser
muy enfático al señalar que el Estado chileno, al igual que cualquier Estado,
es el producto y la manifestación del carácter irreconciliable de las
contradicciones de clase. Es la violencia organizada que ejercen unas clases
sobre otras. No es posible en las actuales condiciones la conciliación de las
clases. El Estado chileno, representa los intereses de la gran burguesía y los
grandes terratenientes al servicio del imperialismo yanqui principalmente.
Es por ello también que hay que denunciar
persistentemente que la ilusión con la que trafican el oportunismo y del
revisionismo es que tras sucesivos gobiernos “progresistas” se cambiará la
naturaleza de clases del viejo Estado. Incluso el revisionismo embauca a sus
bases con una “política militar”, con sus “adquisiciones” del pasado y que en
un futuro incierto tras una prolongada acumulación de fuerzas parsimoniosa (es
decir, hundidos en el fango del cretinismo parlamentario) llegará
repentinamente la insurrección y triunfarán. Esta es la estrategia
socialcorporativista que probablemente no podrá ni siquiera desarrollar capital
monopolista estatal, como anhelan los revisionistas. Será a su vez, la
justificación para exigir que el movimiento popular no le haga “olitas” a los
gobiernos del oportunismo y de ser necesario (como seguramente lo será)
reprimir los “excesos” del pueblo, e intentar aplastar el desarrollo de la
protesta violenta de las masas.
En este sentido, algo que no cambia un milímetro es la tutela que ejerce en último término las FFAA sobre el resto de la burocracia del Estado terrateniente-burocrático. Siendo la columna vertebral del viejo y podrido Estado, las FFAA ejercen hoy en las sombras un fuerte control, constituyéndose en perspectiva el verdadero gobierno de salvación de las clases reaccionarias cuando estas vean amenazados sus intereses por parte de la combativa lucha del pueblo. Desde este punto de vista, las FFAA son el pilar sobre el cual descansan los intereses de los grandes burgueses y terratenientes, intereses al servicio del imperialismo, yanqui principalmente. Esta labor de pilar de la dictadura conjunta de las clases dominantes, no es opuesta a su conducta corporativa o más bien de grupo cerrado y autorreferente, cuestión útil al fin y al cabo para cumplir con su papel de mastines del gran capital y del latifundio, como es posible comprobar al consultar las páginas sangrientas de su oprobiosa historia".
Con esta fortaleza del espíritu por las vitaminas que han recibido lea el artículo que hemos anunciado:
Opinión
Quo vadis, El Salvador
Por Jaime Barba
22 de abril de 2022 - 01:12
En 2022, el más pequeño de los países de
América, El Salvador, ha vuelto a entrar en la escena del
performance autoritario. Esta nueva deriva, empero, solo se entiende, si se hace un recuento básico
de su trayectoria histórica reciente.
Después del fin de la guerra,
en 1992, El Salvador parecía que iba a levantar cabeza o al menos era posible
imaginar que lograría atajar algunos de los desequilibrios estructurales que lo
venían quebrantando desde el siglo XIX.
Sin embargo, al cese de
hostilidades solo siguieron una tímida reforma política institucional,
una frágil amnistía general y una pequeña redistribución de
tierras (3 manzanas en promedio para cada excombatiente), y ya. Así entró a la
paz El Salvador.
El movimiento guerrillero no
fue derrotado, aunque tampoco accedió, como producto de las negociaciones
habidas, a cuotas de poder político. La exguerrilla hubo de ganar su piso
electoral.
Todo aquello era precario,
pero viable. Entonces, los grupos de poder prominentes del país, una vez
esquivado el obstáculo de la confrontación político-militar, se lanzaron al
achicamiento del Estado al imponer privatizaciones que
lograron ese cometido. Esos recursos ya privatizados fueron a dar a manos de
los que siempre habían tenido el poder económico en El Salvador.
En lugar de buscar escenarios
para la redistribución de la riqueza, lo que tuvo lugar desde 1992 en adelante
fue una desbocada dinámica de profundización del capitalismo salvaje.
Los procesos de corrupción
estatal, de diferente tipo, continuaron siendo moneda corriente.
La fuerza político-electoral
que provenía del movimiento guerrillero, poco a poco fue ganando terreno. Y en
2009 ganó las elecciones, la presidencial y la de diputados y de concejos
municipales. Una nueva correlación de fuerzas se había concretado.
La expectativa era inmensa.
Entre julio y diciembre de 2009 El Salvador vivió un momento de posibilidad
histórica. Pero, ahora se sabe, todo se vino abajo. Porque en paralelo (y en el
más absoluto secreto), el llamado gobierno del cambio, que tenía la mesa limpia
para hacer un giro estratégico y modificar el curso errático del país, comenzó
a replicar las prácticas corruptas de los gobiernos anteriores.
El dato de que dos
expresidentes de la república se encuentren exiliados en Nicaragua (y también
un puñado de exfuncionarios en ese y en otros países) y sometidos a apremios
fiscales y judiciales diversos da la medida del deterioro de esa fuerza
política otrora progresista.
Diez años de gobiernos ‘del
cambio’, del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional —FMLN—,
no trajeron, además, ningún cambio sustantivo.
Y es aquí donde nace la
frustración que llevó a encumbrar, por vía electoral, en el poder estatal al
agrupamiento amorfo encabezado por Nayib Bukele, actual presidente de
El Salvador.
Pero Bukele no era un
outsider, sino un militante del FMLN, ex alcalde de un municipio periférico a
la capital San Salvador.
En un rocambolesco proceso de
expulsión del FMLN (que tenía visos de montaje publicitario), Bukele terminó
siendo candidato presidencial para las elecciones de febrero de 2019 por parte
de un partido político de dudosas credenciales cívicas llamado GANA,
y es así como su movimiento denominado Nuevas Ideas vació su caudal en la
casilla de GANA, vagoneta de última hora.
El estrepitoso derrumbe
electoral del FMLN se explica por la masiva migración de votantes
desilusionados por el cambio prometido en 2009 que nunca llegó. Aunque hubo
fugas de votantes desde el corredor conservador del espectro político, es la
ciudadanía insatisfecha y acicateada por una campaña electoral incisiva, mordaz
y certera, y que antes votó al FMLN, la que blindó a Bukele. Dicha campaña,
basada en la corrupción y el descrédito de los partidos políticos, es la que
permitió la espectacular victoria electoral de Nayib Bukele en 2019.
De nuevo, como en 2009, la
mesa estaba servida para lograr un giro estratégico para El Salvador. Y una vez
más, el camino, rápido, se torció.
En casi 3 años de gobierno no
hay visos de intervenir sobre los seculares problemas estructurales de El
Salvador.
Es cierto que la emergencia
sanitaria por la covid-19 ha complicado muchas cosas, pero también ha
mostrado la pátina autoritaria del nuevo grupo de poder encabezado
por Bukele.
El "régimen de excepción" implantado hace
unas semanas, es un sustituto de las medidas represivas directas que tendría que
materializar este grupo de poder, porque está entrando a una zona de
turbulencia económica. El pago de la deuda pública tendrá, para 2022, una
asignación de $1430,6 millones, la segunda más grande del presupuesto, $40
millones inferior a la de Educación. Si la insatisfacción ciudadana estalla en
las calles, el actual esquema de dominación se fracturaría. Y si a esto se suma
el peligroso expediente de la pronta proclamación de la reelección de Bukele,
pues el ambiente tenderá a crisparse.
El "régimen de
excepción" es una medida preventiva. En apariencia se trata de meter en
cintura a los miles de pandilleros que pululan en los espacios urbanos del
país, que están articulados en redes criminales (asesinatos, narco menudeo y
extorsión económica a comerciantes). Hasta este momento hay un poco más de 12
000 capturados.
Sin duda es una operación
"espectacular", pero a la que no le son ajenas algunas preguntas
decisivas.
¿Cómo es que este
"ejército irregular" de miles de integrantes se ha rendido sin
disparar un solo tiro? ¿Tran frágil era? ¿El sistema penitenciario podrá
absorber a estos nuevos reclusos? ¿Y cómo se está resolviendo la alimentación y
las necesidades básicas de los capturados?
La línea de contención que
ahora se ha impuesto contra las pandillas, no hay que dudarlo, tiene un mensaje
para el conjunto de la sociedad: nadie puede reclamar nada.
Jaime Barba. REGIÓN Centro de
Investigaciones