Hoy publicamos de la revista Nova Democracia de Brasil dos entregas: Editorial - Del desorden, nuevo orden y La pantomima de la ética fascista y las fanfarronadas de Luiz Inácio. Lo hacemos para que nuestros lectores tengan una mejor visión del desarrollo de la lucha de clases a nivel internacional, especialmente en América Latina y, dentro de ésta, del Brasil. Y nos aunamos a las palabras finales del Editorial: "Delante de la podredumbre acelerada del viejo orden, saludemos los nuevos desórdenes de los campesinos, de las capas más profundas de la clase obrera, de la juventud combatiente, de las mujeres del pueblo del campo y de la ciudad, de los habitantes de las favelas y de las periferias, finalmente, de las masas populares empobrecidas de nuestro rico e inmenso Brasil, que en sus manifestaciones pueden escribir: ¡VIVA EL DESORDEN, LA REBELIÓN SE JUSTIFICA! ¡Abajo la vieja y corrupta democracia! ¡Por la NUEVA DEMOCRACIA y el NUEVO BRASIL!"
Editorial
- Del desorden, nuevo orden
Traducción Enrique Chiappa
Desde cuando la sociedad se dividió en clases, siendo
una dominante y otra dominada, el Estado surgió como necesidad para impedir que
tal antagonismo eliminase la misma sociedad. Así, el Estado se impuso, independientemente
de la voluntad de los hombres y mujeres, como instrumento especial de represión
de la clase dominada por la clase dominante. Para encubrir tal realidad, la
clase dominante impuso la idea del Estado por encima de toda la sociedad, colocando
sus intereses como los intereses de toda la sociedad. Para tal efecto se irguió
la figura del Estado como guardián de sus ordenamientos como si fuese el de
toda la sociedad.
Le tocó a la clase dominada, ya que la vieja orden
establecida era la responsable por su explotación y consecuente opresión,
sublevarse contra ella. Orden y desorden, viejo y nuevo, construcción y
destrucción son unidades cuyos aspectos contrarios y opuestos son
interdependientes, que luchan y se suceden continua, inevitable e
indefinidamente como movimiento de la materia y como parte de la historia y
sociedad humanas.
Sin destrucción no puede haber construcción:
destrucción ya trae en sí construcción. Del desorden, nuevo orden.
Espartaco lideró la rebelión de los esclavos de Roma
para destruir el orden esclavista. Lo mismo aconteció con las guerras
campesinas dirigidas por la burguesía para acabar con el orden feudal y con las
revoluciones socialistas para dar fin al orden capitalista.
Todas estas revueltas, rebeliones y revoluciones
fueron consideradas, por las clases dominantes en su época, a lo largo de los
milenios, como desórdenes, y por los explotados como destrucción del viejo
orden de explotación y opresión por un nuevo orden.
En la historia de Brasil, desde cuando los portugueses
invadieron este territorio y aquí establecieron un ordenamiento
mercantil-feudal-esclavócrata, verificamos, en contrapartida, las revueltas de
los pueblos indígenas como la Confederación de los Tamoios y de los esclavos
negros, con destaque para el Quilombo de los Palmares liderado por Zumbi.
Tuvimos aún revueltas y rebeliones de liberación como
las lideradas por Felipe dos Santos, Tiradentes, Frei Caneca, Cipriano Barata y
otros, y también guerras campesinas como Trombas y Formoso, Canudos, Contestado,
Caldeirão, Porecatu, entre otras.
Forman parte de los desórdenes, también, rebeliones
militares como las de 5 de Julio, de las cuales resultó la Columna
Prestes-Miguel Costa, el mayor movimiento armado rebelde de la historia del
país y uno de los mayores de contestación del orden establecido de la historia
de Américas.
Los 500 años de formación de la Nación brasileña están
hechos de estos órdenes y desórdenes. Todos estos levantamientos forman parte de
la ley del pueblo de luchar y fracasar, luchar nuevamente y fracasar otra vez,
volver a luchar hasta alcanzar la victoria, antípoda de la ley de los imperios
de causar disturbios y fracasar, causar disturbios nuevamente y fracasar otra
vez, volver a causar disturbios y fracasar definitivamente.
En el Brasil de hoy sigue imponiéndose el ya secular
ordenamiento semicolonial y semifeudal, responsable por la explotación y
opresión de nuestro pueblo y abuso de la
Nación por el imperialismo, la gran burguesía y el latifundio. Contra este
orden, como en el pasado, siguen levantándose los campesinos y el pueblo pobre
en las ciudades.
Delante de la podredumbre acelerada del viejo orden,
saludemos los nuevos desórdenes de los campesinos, de las capas más profundas
de la clase obrera, de la juventud combatiente, de las mujeres del pueblo del
campo y de la ciudad, de los habitantes de las favelas y de las periferias,
finalmente, de las masas populares empobrecidas de nuestro rico e inmenso
Brasil, que en sus manifestaciones pueden escribir: ¡VIVA EL DESORDEN, LA
REBELIÓN SE JUSTIFICA!
¡Abajo la vieja y corrupta democracia! ¡Por la NUEVA
DEMOCRACIA y el NUEVO BRASIL!
La
pantomima de la ética fascista y las fanfarronadas de Luiz Inácio
Fausto Arruda
Traducción Enrique Chiappa
El show pirotécnico del monopolio mediático reaccionario,
sediento de un hecho político que haga detonar la gerencia petista con el
impeachment de Dilma, es un nuevo capítulo del espectáculo vergonzoso a que
llegó la política oficial de Brasil y de la cual hace parte el gran fracaso del
oportunismo petista en la gestión del viejo Estado.
Esa imprenta reaccionaria,
amamantada en las tetas del régimen militar fascista, después de lucrar
enormemente con los presupuestos
publicitarios y negociados a cuesta del erario público en las relaciones con la
gestión petista, insiste en posar de ejemplo de la moral y de la ética puritana,
en un verdadero frenesí por flashes de los mejores ángulos de dirigentes
petistas bajo coerción o esposados. Arman todo ese rabioso espectáculo
mediático contra Luiz Inácio y PT porque estos fueron, en un día ya remoto,
gente de izquierda.
Tal
espectacularización de la “delación premiada” de Delcídio do Amaral y de la
operación de la Policía Federal en el “Instituto Lula”, en la residencia y en
otros lugares frecuentados por Luiz Inácio y su familia, ya es parte de un
escenario de una escalada fascistoide, de la dictadura de promotores (fiscales)
(gente conservadora, reaccionaria y antipueblo) y de la Policía Federal. ¡La momia
PSDB y otras siglas de la “oposición”, municionadas por los embrollos del PT,
pretenden elevar la Policía Federal y los tribunales apodrecidos del viejo
Estado a héroes anticorrupção y reservas morales del país!
Esta fue la
mayor, hasta ahora, de las pantomimas de la ética fascista que asola el país y
que dio cuerda a la última fanfarronería del señor Luiz Inácio.
Después de su
breve testimonio, ejecutado de la forma abusiva con que este Estado reacionário
somete sistemáticamente al pueblo, Luiz Inácio profirió el discurso que
esperaba que nunca más tuviese que hacer: amenazar de volver a ser el PT
radical de sus primeros años de vida. Y lo hizo porque percibió que, aún
después de todo lo que hizo por los banqueros, por las montadoras, por los
ingenios de caña y por los latifundiários, ellos demuestran no necesitar más de
sus servicios, por lo menos por ahora al frente de la gestión de su Estado.
En realidad se
trata de que la crisis del imperialismo y su reflejo aquí en este país
semicolonial/semifeudal — que el PT y los demás oportunistas quisieron
travestir de potencia emergente, miembro y “liderazgo del bloque” del futuro
poder mundial (Brics) y otras tonterías más — , crisis que lanza las diferentes fracciones
de las clases dominantes locales en una lucha despiadada para ver quién va a
seguir por cima y quien tendrá que contentarse como socio menor. Y esta pelea
se procesa a través de los grupos de poder y los diferentes subgrupos del
Partido Único de las clases dominantes, que se sirven de las denuncias de
corrupción y de las campañas de moralización. La corrupción como modus operandi
de la gestión de la cosa pública y las campañas de moralización como demagogia
para descalificar el opositor y hacer pasar sus fiscales por campeones de la
honestidad y salvadores de la patria.
Luiz Inácio,
indignado no sin razón, sin embargo sin abandonar su discurso mañoso, con
palabras bien medidas y queriendo conmoción
popular, contó, una vez más, su historia de nordestino pobre que, en la
infancia, milagrosamente, escapó de la muerte. Como se siente y cree ser un
escogido, fruto de milagros, narró los otros en los hechos de haber “obtenido
un diploma de tornero mecánico”, haber adquirido “conciencia política y
fundado un partido” y, por fin, “haber sido electo presidente del país”.
Arrogante, Luiz
Inácio no esconde conocer poco de la historia de la clase obrera brasileña y de
desdeñar lo que conoce. Sobrevivir a la miseria, obtener diploma de curso de
profesionalización y adquirir conciencia política — tan comunes en las vidas de
miles de brasileños pobres y simples, en su caso él lo cuenta como si fuese un
milagro. Mucho antes de él ser inflado en el escenario político como liderazgo
popular, dado su perfil anticomunista, miles de obreros fueron perseguidos,
detenidos y torturados por luchar en defensa de los derechos de la clase. Miles
de dirigentes populares políticamente avanzados, a lo largo de nuestra
historia, fueron brutalmente eliminados por los aparatos represivos del viejo
Estado brasileño por su militancia comunista revolucionaria. En el próximo 25
de marzo se completarán 94 años que un grupo de obreros fundó el Partido
Comunista de Brasil (PCB).
Además de que
los pocos derechos de los trabajadores — sea la jornada de 8 horas, derechos a
vacaciones remuneradas, salario mínimo, aguinaldo, derecho a la estabilidad que
fue arrancado por los milicos, así como los derechos de seguridad social bajo
el bombardeo de todos gobiernos y esa
prensa monopolizada en los últimos treinta años, entre otros — fueron
conquistas arrancadas con mucha lucha y los sacrificios de las vidas de
incontables auténticos líderes obreros, los cuales nunca se colocaron como
salvador de la patria. Todo esto se conquistó mucho antes de que se pensase en
la existencia del PT y de la CUT. Y estos son, realmente, los únicos derechos
de los trabajadores. Nada de sustancial fue conquistado tras la existencia del
PT y de la CUT, al contrario, el ascenso de estos a la gestión del viejo Estado
representó la desmovilización de los trabajadores, una cooptación del
movimiento sindical peor que en el periodo de Getulio Vargas y la imposición de
la ilusión de cambiar la lucha combativa por promesas electoreras.
Personalista, megalómano
y egocéntrico, Luiz Inácio está convencido que fue el “mejor presidente del
país”. Con las sucesiones de gobiernos reaccionarios y mediocres que conforman
la historia de nuestro país, ser el mejor entre ellos no sería ninguna hazaña.
Sin embargo, por los propios criterios que hace su comparación, ni siquiera
llega al pie de un Getúlio Vargas (aun habiendo este caudillo sido un tirano
adherido al fascismo por cierto periodo). Y menos aún al de João Goulart, pues
ele sufrió los mayores sabotajes desde el primer día de gobierno y nunca llamó
los dueños de ingenios de caña de azúcar de héroes. Al contrario, apoyó los
trabajadores que combatían estas sanguijuelas. Goulart, aun siendo un burgués
nacionalista y vacilante, fue derrumbado por un golpe civil militar organizado
y sostenido por el imperialismo yanqui porque, de hecho, intentó llevar a cabo
el proyecto de su grupo de realizar las “reformas de base”, comenzando por la
reforma agraria. Minúsculamente, el PT, Luiz Inácio, Dilma, los oportunistas
del PCdoB y demás “fisiológicos” arman hoy la gritaría de “golpe” porque están
a punto de ser depuestos constitucional y legalmente, por votación del congreso
que legitiman como la más democrática de las instituciones.
A esta altura
de los acontecimientos, aunque no se conforman, Luiz Inácio y su PT ya se dieron
cuenta que están cosechando lo que sembraron. Pocos días atrás eran ellos que instigaban
el show mediático-policialesco de la prisión de adversarios esposados. ¿Quién
no se acuerda de la farsa cinematográfica protagonizada por el gobierno de Luiz
Inácio, en 2008, con las prisiones de Daniel Dantas, Celso Pitta, Naji Nahas y
otros notorios bandidos por la Policía Federal? Prisiones y presentaciones de
los presos esposados, las cuales realizadas con el mismo espectáculo, filmadas
por la propia policía y con los toques de la producción global.
Apologistas de
este viejo Estado, embelezadores de esta democracia corrupta y podrida, pasaron
décadas hablando de supuestas élites para escamotear y esconder del pueblo
brasileño sus verdaderos enemigos de clase: el imperialismo, la gran burguesía
y los latifundistas. Debe ser que las
élites de que hablan son unas “malas élites” que disputan la gestión del Estado
con otras “buenas élites”, estas con las cuales se enriquecieron con las
propinas y el erário público. Esto, a pesar de ellos, Luiz Inácio y el PT, como
los demás gobiernos anteriores, hayan proporcionado a todas ellas,
inalteradamente, todos los privilegios y los mayores logros, como siempre
insistió en jactarse el milagroso, refiriéndose a su gobierno: “Nunca en la
historia de este país los banqueros lucraron tanto”.
Por fin, Luiz
Inácio atacó “algunos medios de comunicación” y llegó a nombrar la Red Globo,
para la cual se había derretido después de haber sido electo presidente. Y,
convocando el PT a reaccionar y recomenzar desde cero, avisó: “Creyeron que
golpearon en la cabeza de la cascabel, pero golpearon en la cola...”. ¡Fanfarronada!
Nadie más de que Luiz Inácio sabe que los militantes del PT — que algún día
tuvieron ideas progresistas y aún socialistas — o ya saltaron fuera del barco
por la traición del proyecto inicial o envejecieron acomodados en altos cargos
y burocracias estatales. No pocos de estos son los nuevos ricos del país. Los
nuevos miembros del PT, los afiliados desde su ascenso al tope del viejo
Estado, entienden otra cosa por militancia. Son gente derechista, carrerista,
todos ávidos por cargos rentosos. Luiz Inácio sabe que su PT, lejos de ser una
cascabel, está más parecido con un castrado. No tanto por la suciedad propia de
los suínos, más por el parasitismo de este ejemplar. Resta a Luiz Inácio
entender su papel en todo esto, ya que es él el gran líder de esta “hazaña
histórica”, como le gusta tanto jactarse.
Al final ahí
está lo que el PT y todos los oportunistas de su “frente popular” consiguieron
con su “proyecto para el Brasil” vía viejo Estado genocida y su democracia hecha
de cretinismo parlamentario y negociados corruptos: enlodar la honrada
izquierda; consiguieron dar palenque para que la vieja derecha se levantase.
Los canallas de la extrema derecha, atrincherada en medio de la gran burguesia,
de los latifundiários, de las iglesias y también en las huestes de las clases medias,
colocan en el PT y los demás oportunistas electoreros la etiqueta de
“izquierda” e incluso de “comunista”. Esto constituye un insulto repugnante a la verdadera
izquierda, a los verdaderos comunistas y a la gloriosa memoria de los héroes y
heroínas de nuestro pueblo que consagraron sus vidas a la causa de la
independencia nacional, de la democracia popular y del socialismo.
Pero todo este
perjuicio no es nada delante de la explotación continuada de nuestro pueblo, de
la miseria, de la opresión, de la represión sistemática e incesante que soporta
en las favelas, barrios pobres y en el campo. Desgracias que el PT, Luiz Inácio
y sus compinches intentaron encubrir con mucha propaganda ilusionista, créditos
para endeudamiento de las masas pobres y programitas assistencialistas
recomendados por el Banco Mundial, en pago de votos. ¡Pero la crisis se
profundiza y las masas están levantándose, la lucha continúa!