REDACCIÓN AND
04 octubre 2022
Editorial Semanal – Casi 50 millones rechazan la farsa electoral
Máquina de votación electrónica incendiada por un hombre en Fortaleza durante las elecciones de 2018. Foto: Banco de Dados Y
En la primera vuelta de las elecciones generales, el 2 de octubre, lo que más llamó la atención -incluidos los preocupantes columnistas a sueldo de los monopolios mediáticos- fue el alto índice de abstenciones, votos nulos y blancos. Solo en abstención, fue la cifra más alta -en datos oficiales- desde 1998.
Hubo más de 38 millones de brasileños que, registrados en el TSE, no se presentaron o no votaron por ningún candidato, según datos oficiales del propio tribunal. Cifras oficiales, pero subestimadas, porque no incluyen a los jóvenes de 16 a 18 años que no se han registrado en la justicia electoral, ni a aquellos ciudadanos que, a pesar de estar obligados, tampoco responden a los recursos para regularizar su registro electoral.
El número oficial de abstenciones (personas con derecho a voto y registradas que no asisten) es de 32,8 millones, y los votos nulos y en blanco son de 5,5 millones, totalizando 38,2 millones. Hay aproximadamente 10.9 millones de personas aptas para votar (en condiciones de votar) y que no se registraron ante la justicia electoral, por lo tanto, también se abstuvieron.
Contando los excluidos, hay al menos 49,1 millones de personas con derecho a voto que no se registraron, no asistieron o votaron en blanco y nulo, contra cerca de 57,3 millones de votos obtenidos por Luiz Inácio, primer clasificado y 51,1 obtenidos por Bolsonaro, finalista- arriba. Son 49,1 millones de personas, de carne y hueso, que a pesar de los castigos y todos los chantajes para votar por el “menos peor”, se negaron a emitir su voto por cualquier candidato o no se movilizaron para regularizar su situación en el TSE. Se destaca que la mayor abstención del país (datos oficiales) fue en Rondônia, con 24,7%.
El bombardeo ideológico y el chantaje por todos lados para asegurar una alta participación en la farsa electoral fue como pocas veces se ha visto en la historia de esta vieja república. Está justificado: el alto índice de abstención, nulos y blancos que se registra en cada elección es el resultado de la profunda etapa de descomposición del sistema político reaccionario y, además, agudiza esta crisis a medida que crece. Como resultado del esfuerzo bélico del TSE, se produce un rotundo fracaso.
¿Por qué el boicot electoral no hace más que crecer? Porque, con diferentes niveles de conciencia, todas estas personas no creen para nada, fundamentalmente, en este proceso reaccionario. No lo creen, porque, en su experiencia concreta, se confirma que la farsa electoral sólo puede producir el mismo resultado: el empeoramiento creciente de sus condiciones de vida, intercalado con escasos y brevísimos períodos de menor endurecimiento.
Es fundamental no ver esto como una despolitización. Al contrario. Esta realización es el conocimiento vivo de las masas, aunque todavía fragmentado. A medida que avanza el movimiento revolucionario de masas, uniéndose a estas masas desesperadas, su conocimiento sensible y fragmentado se transforma en un conocimiento científico integral a medida que transforman sus condiciones de vida a través de la lucha de clases. De esta manera, las masas llegan a reconocer que la democracia burguesa es sólo la máscara del verdadero problema: la dictadura de la gran burguesía y el latifundio, sirvientes del imperialismo, principalmente yanqui. Y reconocen que la transformación completa del país no será obra de las elecciones, sino del derrocamiento revolucionario de estas clases y del surgimiento de un Nuevo Estado apoyado y gobernado por las propias masas, la Nueva Democracia.
Otro punto importante. El resultado electoral, que lleva la elección presidencial a la segunda vuelta y demuestra que Bolsonaro aún tiene fuerza, no sorprende a los revolucionarios y demócratas consecuentes. El sector reaccionario, que se enfurece contra la decadente democracia burguesa, predicando la marcha hacia el fascismo, no perderá su fuerza, sino que la fortalecerá, mientras continúa la crisis de la democracia burguesa. He aquí, un inepto como Bolsonaro, desmoralizado hasta los huesos, incluso él, no pierde del todo su base de masas, pura y simplemente porque cierto segmento importante de ellas cree en las medias verdades de la denuncia que, hipócritamente, el capitán de la mata hace de la podredumbre de la vieja democracia.
La crisis de la democracia burguesa y la tendencia al fascismo perdurarán y se retroalimentarán hasta ser barridas definitivamente por la revolución ininterrumpida de nueva democracia al Socialismo. O avanza la revolución, o avanza día tras día la tendencia al fascismo, con o sin máscara “democrática”. No hay tercer camino.