¡Proletarios de todos los países, uníos!
¡GLORIA AL DÍA DE LA HEROICIDAD!
COMITÉ
CENTRAL PARTIDO COMUNISTA DEL PERÚ Junio
87
El inagotable seno del pueblo los nutrió con
sobrio alimen-to y los puso a andar; la lucha de clases fue modelando su mente;
y el Partido, como la primera y más alta forma social, elevó su conciencia
política armándola con el marxismo-leninismo-maoísmo, pensamiento guía,
potenció su combati-vidad organizándolos en Ejército Guerrillero Popular y
fundiéndolos con las masas del campesinado pobre aceró su cuerpo y espíritu en
la fragua inextinguible de la guerra popular. Devenidos en prisioneros de
guerra nunca hincaron la rodilla y persistiendo en combatir, movilizar y
producir en ardorosas bregas transformaron las sórdidas mazmorras del caduco y
podrido Estado peruano en luminosas trincheras de combate. Los golpes
contundentes, certeros e implacables de la gue-rra popular y su avance
incontenible removieron las entrañas de hiena de la reacción, repercutiendo
todo como azotes incesantes y exigencias perentorias en las turbias y agitadas
pesadillas del gobierno aprista, hoy ya fascista y corporativo, más aún en las
desenfrenadas ambiciones del demagogo aprendiz de "führer" que lo
encabeza; así, la reacción, el gobierno y el ahora genocida García Pérez
soñaron sangrientos y negros planes de un golpe devastador, decisivo que
llevara al aplastamiento de la guerra popular.
La rebelión de los prisioneros de
guerra es el desenmascaramiento y la condenación públicos y ante el mundo de
estos siniestros planes de matanza masiva, en defensa de la revolución y de sus
propias vidas; y el monstruoso e infame genocidio que por mandato gubernamental
y con carta blanca perpetraron las fuerzas armadas y aparatos represivos, con
ciego odio al pueblo y perversa furia homicida se estrelló contra la
indoblegable, férrea resistencia feroz de los camaradas, combatientes e hijos
de las masas que enarbolaron ideología, valor y heroicidad desplegadas
audazmente en encendido desafío bélico; y si la bestia reaccionaria bebió
sangre hasta el hartazgo para imponer la paz de los muertos, las vidas
miserable y arteramente cegadas transformándose en imperecederas, plasman la
trilogía monumental de las luminosas trincheras de combate del Frontón,
Lurigancho y Callao, hito histórico que proclamará más y más la grandeza del
Día de la Heroicidad. El pretendido golpe devastador y decisivo acabó cayendo
sobre la cabeza de quienes lo engendraron y hundiendo al gobierno aprista,
fascista y corporativo y a quien funge de presidente, violando las normas de su
estado en una grave crisis política y gran desprestigio de los cuales aún no
pueden salir; así la rebelión de los prisioneros de guerra a costa de su
propia vida conquistó para el Partido y la revolución un grandioso triunfo
moral, político y militar, más aún sirvieron notablemente al éxito de rematar
el gran salto con sello de oro y asentaron cimientos para el nuevo plan de desarrollar
bases, cuya primera campaña ha sido el más grande remecimiento del estado
peruano hasta hoy y la mayor repercusión de la guerra popular, dentro y fuera
del país. Así, los prisioneros de guerra, como el personaje de la historia,
siguen ganando batallas más allá de la muerte, pues, viven y combaten en
nosotros conquistando nuevas victorias; su recia e imborrable presencia la
sentimos palpitante y luminosa enseñándonos hoy, mañana y siempre a dar la vida
por el Partido y la revolución.
¡Gloria al Día de la Heroicidad!
PRESIDENTE
GONZALO, Perú, junio 1987
RESOLUCIÓN
DEL COMITE CENTRAL
“¡Proletarios
de todos los países, uníos”.
DÍA DE LA
HEROICIDAD RESOLUCIÓN
Prosiguiendo el camino de su antecesor, el reaccionario
gobierno aprista desde su inicio aplico el genocidio contra la guerra popular,
cubriéndolo con altisonante demagogia con el apoyo cómplice del oportunismo
electorero, como lo comprueban Agomarca,
Umaru, Bellavista y Llocllapampa; crímenes per-petrados por las fuerzas armadas
y policiales del Estado Peruano. La reacción apuntó siniestramente contra los
prisioneros de guerra, planificando su aniquilamiento genocida concreta-do el
cuatro de octubre del año pasado en el cobarde y brutal asesinato de treinta
combatientes en el penal de Lurigancho; nefasto crimen también impune que solo
el pueblo triunfante castigará.
El dieciocho de junio de mil novecientos
ochentiseis en El Frontón, Lurigancho y el Callao, los prisioneros de guerra se
levantaron en rebelión contra el nuevo genocidio en marcha, luego de denunciar
públicamente, ante los propios tribunales y autoridades, reiteradamente, la
carnicería que el gobierno y sus fuerzas armadas tramaban; se rebelaron en
defensa de la revolución y de sus vidas demandando veintiséis reivindicaciones
muy justas y racionales.
El diecinueve, el reaccionario gobierno aprista
encabezado por Alan García, luego de su grotesca farsa manipulando la llamada
"comisión de paz", desencadenaron el más protervo y negro operativo
de exterminio; movilizando el Ejército, la Marina de Guerra, la Fuerza Aérea y
las fuerzas policiales, bajo el Comando Conjunto, consumó el más infame
genocidio asesinando cientos de guerrilleros e hijos del pueblo prisioneros de
guerra, bañándose una vez más en la ardorosa sangre popular.
" ¡Caiga sobre Alan
García, su Consejo de Ministros, el Comando Conjunto, las fuerzas armadas y policiales
el oprobio imborrable que el pueblo no olvidará y que solo él sancionara. Los
combatientes del Ejército Guerrillero Popular, prisioneros de guerra,
enarbolando "La rebelión se justifica" se batieron heroica y denodadamente
sellando un hito de heroicidad, valor y coraje que la historia guardará como
demostración ejemplar de los hombres heroicos que solo la guerra popular es
capaz de generar.
Así, el diecinueve de
junio se estampa imperecedero como DÍA DE LA HEORICIDAD; la sangre de estos
héroes y fructifica la revolución armada incendiándola más, levantándose como
monumental bandera tremolante e inagotable grito de guerra que convoca al
inevitable triunfo final. La gloriosa muerte beligerante de estos prisioneros de
guerra se abriga con la sangre ya vertida y ante ella los comunistas, los
combatientes y los hijos del pueblo, armados, asumimos el compromiso
indeclinable de seguir su luminoso ejemplo, para desarrollando la guerra
popular servir a la revolución mundial hasta que la luz inmarcesible del
comunismo se aposente en todo el orbe bajo las invictas banderas de Marx,
Lenin y Mao Tsetung, del siempre vivo marxismo-leninismo-maoísmo.
¡Gloria a los
héroes caídos, viva la revolución!
COMITE
CENTRAL, PARTIDO COMUNISTA DEL PERÚ
Perú, junio
86
EL
GENOCIDIO DE LOS PRISIONEROS DE GUERRA EN LAS LUMINOSAS TRINCHERAS DE COMBATE
Pese a
todas las reuniones entre miembros del CONA-PLAN aprista y jefes de las Fuerzas
Armadas y asesores militares velasquistas, el reaccionario gobierno aprista
no ha mostrado hasta hoy su tan declamaba "nueva estrategia
an-tisubversiva"; llanamente no han hecho sino seguir la es-trategia
contrarrevolucionaria seguida por Belaunde y a lo sumo dado más medios
económicos, políticos y sociales, como más carta blanca a las Fuerzas Armadas
para desarrollar una mayor guerra contrarrevolucionaria, con apoyo de las
fuerzas policiales, en contra de la guerra popular que en el Perú sigue y
seguirá ardiendo y expandiéndote .
El gobierno actual primero busco ignorar la
guerra popular pero ésta le reventó en el rostro con el genocidio de Aqomarca,
responsabilidad que pretendió eludir destituyendo al entonces presidente del
Comando Conjunto de las Fuerzas Arma-das; pero fue una farsa pues tal
destitución, por divergencias sobre el ingreso de tropas yanquis a la Selva, ya
estaba definida una semana antes, mientras que los otros cambios fue-ron
dispuestos por los propios mandos militares. Sin embargo, recordemos que días
antes de Aqomarca estuvieron en Ayacucho
el general Jarama, entonces jefe de la II Región Mi-litar, acompañado por cinco
generales y ocho coroneles y teniente-coroneles; ¿a qué fueron?, obviamente a
poner en marcha los planes acordados por el Consejo de Defensa Nacional que
preside, el propio García Pérez.
En cuanto a las investigaciones dispuestas
quedaron en nada pese a todas las pruebas y, como viéramos, los genocidas
Hurtado y Artaza premiados y tenidos como "héroes de la democracia";
así las supuestas destituciones e investigación, son dos partes de una misma
maniobra para defender la imagen especialmente internacional del "señor
presidente constitucional, jefe supre-mo de las fuerzas armadas y
policiales", quien en las Nacio-nes Unidas, en setiembre se jactaba
actuando como pavo-rreal justiciero: "nuestra carta de presentación
democrática ante el mundo es el respeto a la vida y al derecho de las personas.
Nada justifica la tortura, la desaparición o la ejecución sumaria. La barbarie
no debe combatirse con la barbarie". ¡Que cada quien confronte los dichos
con los hechos! Estas palabras se compaginan con lo que dijera el 28 de julio
del 85, de ellas basta recordar a la titulada "Comisión de Paz".
¿Para qué sirvió, qué hizo y, sobretodo, cómo terminó? Naufragando, como barco
que desde el comienzo hacía agua, coparticipando en el último genocidio de
junio; y a la dirigencia de IU, que pactara solemnemente la amnistía de sus
seguidores presos, esperando hasta hoy que García cumpla el compromiso».
Siguió el genocidio de Lurigancho de octubre 85, tras el cual el reaccionario
gobierno aprista montó la gran farsa de la "capitulación masiva de senderistas"
en Llochegua y Corazón-Pata, provincia de La Mar, departamento de Ayacucho,
incluso, como se difundió por todos los medios, se esce-nificó la entrevista
del "jefe supremo" con "dirigentes rendi-dos" a quienes
acogió en palacio, escena filmada desde lejos de la cual nadie escucho nada ni
vio la cara de nadie por las invocadas "comprensibles razones de
seguridad".
Mas el engendro fue rápidamente destripado al publicarse
declaracio-nes del oficial de la marina que participó en el operativo que sirvió
de punto de partida: "El mismo oficial al ser entrevis-tado por este
corresponsal explicó que el centenar de perso-nas, entre hombres, mujeres y
niños, no se acercó a las bases de Corazón-Pata y Llochegua sino que fue
reagrupado por los infantes de marina en las alturas de las serranías y
con-ducidos posteriormente hacia ambas localidades. Cuando se le preguntó al
teniente ´Aníbal´si los campesinos, al momento de entregarse portaban armas,
respondió que no"; se-gún "La Republica" del 25/X/85, (el
subrayado es nuestro).
Esa fue la famosa patraña de la
"capitulación". No obstante, estos planes, acciones, genocidios y
farsas eran parte de uno de los objetivos apristas contra la guerra popular,
pues, como puede leerse en "El Nacional" del 18/V/85: "En los
primeros cien días de su gobierno el Apra procurará derrotar al terrorismo. Ese
es uno de los objetivos del plan de emergencia que forma parte del plan de
gobierno del Apra, elaborado y aprobado por la Comisión Nacional del Plan de
Gobierno (CONAPLAN)".
Pero todos, maquinaciones y "objetivos",
volaron por los aires al desatarse una nueva y contundente ofensiva de la
guerra popular a fines del mis-mo año; viéndose obligado el propio Comando
Conjunto, presidido por el Comandante general del ejército, general Guillermo
Monzón Arrunátegui, el correspondiente de la ma-rina de guerra",
vice-almirante Víctor Nicolini y de la fuerza aérea, general Luis Abram
Cavallerino y sus asesores, a via- jar por varios días a Ayacucho, a comienzos
de febrero del 86. ¿Para qué? Elementalmente para elaborar nuevos planes que
fueran sancionados por el Consejo de Defensa Nacional en-cabezado por García
Pérez, emprendiéndose por entonces nuevos operativos especialmente en la zona
del comando po-lítico-militar N° 5; y la guerra revolucionaria se desarrolló
más golpeando también violenta y duramente en la propia capital.
Es dentro de
este marco general y el específico del plan de genocidio llevado desde años
atrás contra los prisioneros de guerra, y en la perspectiva del cumplimiento
del primer año de la gestión aprista y la celebración del congreso de la
llamada "Internacional Socialista", de la cual García Pérez buscaba
más alto trampolín para encumbrarse como "diri-gente tercermundista"
y fortalecer su gobierno internacio-nalmente, pretendiendo contrapesar los
fracasos de sus pla-nes políticos y militares dentro del país y los reveses de
su política internacional, que debe encuadrarse el genocidio de junio; añadiéndose a este marco las
sistemáticas provocacio-nes que se intensificaron contra los prisioneros de
guerra, no sólo regándose la actas arrancadas al gobierno belaundis-ta sino al
mismo gobierno aprista, a éste el 31 de octubre del 85, en las cuales se
reconocían la condición de "presos es-peciales" y un conjunto de derechos,
correspondientes a los que garantizan no solamente la legislación internacional
suscrita por el Estado Peruano sino su propia Constitución y le yes
pertinentes, actas y derechos conquistados y defendidos con firmes y tenaces
luchas, pues no hay otra forma verdadera y real de hacerlo; provocaciones que
también im Canto Grande pero con su "renuncia" pretende guardar su
imagen para el futuro. A partir de estas responsabilidades políticas, es
evidente, la responsabilidad del general Monzón
Arrunátegui presidente del Comando Conjunto, del vice-almirante Nicolini
y del general Abram Cavallerino, miem-bros del mismo organismo y del ejército,
la marina de guerra y de la fuerza aérea, principalmente de los jefes de los
operativos y la responsabilidad complementaria de las fuerzas policiales,
también especialmente la responsabilidad de sus
jefes; este en cuanto, acorde con la concepción genocida de ex-terminio
que les han enseñado sus amos yanquis planificaron, organizaron y ejecutaron
el genocidio de exterminio violando incluso elementales leyes de guerra
consagradas universalmente como las de Ginebra.
Asimismo, es indispensable
analizar la actuación de la Comisión Permanente del Congreso la que un hecho de
interés público, que abierta-mente debió ventilarse, mañosamente lo ha
convertido en un problema secreto y más aún lo ha diferido para ser tratado en
el próximo Parlamento; muy esclarecedor es ver la actua-ción de los diversos
partidos que la componen, muy especial-mente de la IU cuyo documento
presentado, en esa Comisión, condena a quienes se rebelaron en defensa de la
revolución y de sus vidas y convierten los derechos de los deudos en dadi-vas
humanitarias que hay que mendigar.
Finalmente debemos denunciar ante el
proletariado y los pueblos del mundo el papel jugado, en este genocidio por la
llamada "Internacional Socialista"; recordar sus orígenes de-rivados
del viejo revisionismo, aquellos que en la I Guerra Mundial defendieron a sus
burguesías e invocando la "de-fensa de la patria" llevaron a las
masas a ser carne de cañón en esa primera gran guerra imperialista de rapiña,
opo-niéndose a la gran tesis de Lenin de convertir la guerra impe-rialista
mundial en guerra revolucionaria que firmemente aplicada triunfó sobre los
renegados concretando la Gran Revoluci6n de Octubre; tener presente la labor
contrarrevolucionaria de la socialdemocracia que con Ebert a la cabeza, unido
a los explotadores y al militarismo alemán sofoco a sangre y fuego la revolución
alemana y socavó la revolución en toda Europa; para hundiéndose más en el
cretinismo par-lamentario devenir en uno de los puntales del imperialismo y
bombero de los ímpetus revolucionarios del proletariado y del pueblo; para,
desde los años cincuenta, arrancando los pocos términos marxistas que aun
mantenían como formas vacías de contenido, cual secas hojas de parra para
seguir traficando, desenvolverse como partidos socialdemócratas al servicio
principalmente del imperialismo europeo, apuntando en las últimas décadas, al
servicio de sus amos, a extender su in-fluencia a nivel mundial particularmente
a América Latina, de ahí su afán propio de tomar a Lima como sede de su
congreso.
Denunciar principalmente a su capitoste Willy Brandt por su sucia y miserable
defensa de García Pérez, pretendiendo exculparlo de su responsabilidad de gran
ge-nocida y a la vez enlodar la guerra popular que se libra en el país;
asimismo a Carlos Andrés Pérez, figurón sangriento que también a sangre y
fuego, como sus antecesores, aplastó la lucha armada venezolana y que hoy
fungiendo de demócra-ta ha sido el gran defensor del genocida García y del
partido aprista. Así, la autoproclamada "Internacional Socialista" al
querer servir de biombo al genocidio de junio, no ha hecho otra cosa que seguir
bañándose con la sangre del proletaria-do y del pueblo y en esta ocasión con la
del proletariado y pueblo peruanos en las centenas de sus hijos bárbaramente
aniquilados; pero al hacerlo socavó su congreso que transcurrió totalmente entre
tumbos y sobresaltos derivados de la conmoción generada por el genocidio que
pretendía encubrir, agudizando sus propias contradicciones intestinas para, al
final acabar sin pena ni gloria y entre gallos y media-noche en medio del
desconcierto de cambios de agenda, de reuniones, suspensión de
confraternizaciones y hasta ade-lanto de su clausura; todo esto pese a los
miles de soldados y policías que resguardaron su cuartel de reunión. De esta
manera, la rebelión y el aniquilamiento subsiguiente sirven a desenmascarar una
vez más la larga y negra historia de la reptante "Internacional
Socialista", con una cruenta, estremecedora y reciente lección que nos
muestra patentemente su esencia proimperialista y reaccionaria.
Después de su genocidio de exterminio, García
Pérez ha pretendido con grandes avisos en los diarios más importantes del mundo
lavarse las manos para siempre ensangrentadas y limpiar su figura apuntando a
rehacerla, lo que ha costado al pueblo peruano 8 mil lores de dólares, pero
será en vano; y hoy prosigue esta labor mintiendo cínica y escandalosamen-te en
"entrevistas" publicadas en periódicos extranjeros, como en "El
Nacional" de Caracas, donde dice: "No. La Ma-rina, (en El Frontón)
solo ayudó con explosivos para abrir boquetes"; o refiriéndose a los
fusilamientos de prisioneros de guerra en Lurigancho, afirma: “Eso es lo que
hemos denunciado. Hemos detenido cien prisioneros por ese crimen que están en
este momento en una cárcel común”.
Sin embargo, teniendo presente la derrota
política que ha sufrido por sus propios graves errores tanto o más grandes que
su envanecimiento, expresa, usando manidos conceptos de Belaúnde y otros, el
odio que la revolución le engendra: "Sendero Luminoso es una explosión
anárquica, cruel, polpotiana, y por eso yo soy furiosamente anti-Sendero
Luminoso", como dijo recientemente al "Newsweek", semanario
norteameri-cano. La cuestión de fondo, tras toda esta hojarasca demagó-gica es
clara y concreta: que la guerra popular es el problema principal que enfrenta
el Estado Peruano y su gobierno reac-cionario aprista como nítidamente dijo el
"Señor presidente constitucional y jefe supremo de las fuerzas armadas y
poli-ciales": "el primer obstáculo para nuestra democracia es la violencia
subversiva", mensaje de julio del 86; en el cual, además, sabiendo muy
bien quién sostiene el Estado reaccio-nario y a él mismo, por enésima vez en
los últimos tiempos vuelve a reiterar: "Y aquí mi saludo y pleno respaldo
a las instituciones de la Fuerza Armada que actúan en leal respeto y obediencia
al gobierno constitucional y a las instituciones policiales..."