AND Editorial Semanal – Magnates celebran “victoria” de Luiz Inácio
La “reforma tributaria” de Luiz Inácio, Fernando Haddad y Arthur Lira fue aprobada en la Cámara de los Diputados, y ahora será enviada al Senado, y deberá ser votada en noviembre. El proyecto prácticamente no difiere de aquel idealizado, tantas veces deseado y pedido por Paulo Guedes [Nota del traductor: uno de los dueños y fundadores del fondo de inversiones brasileño BTG Pactual, y asesor económico de la campaña de Jair Bolsonaro] y por el capitán de la zarza Jair Bolsonaro. Todavía nada explica tan bien le carácter de la “reforma tributaria” como la reacción de los ideólogos de las clases dominantes.
El periodista amaestrado de los yanquis, William Waack, afirmó en su editorial: “Se espera de ella [de la reforma] y con razones bien fundamentadas, una ganancia relevante de productividad para la economía simplemente por el hecho de que la cuestión tributaria es uno de los factores más importantes para un ambiente de negocios que es muy malo… La reforma tributaria es hoy mucho más que un plan técnico, es una fórmula bien elaborada: es un resultado de un consenso social”.
Reinaldo Azevedo, empapado en halagos personales al cabecilla petista [Nota del traductor: referencia a Lula], fue más extenso: “En todas partes se dice que la aprobación de la reforma tributaria en la Cámara es “histórica”. Y, de hecho, el adjetivo no es exagerado. … Se trata además de una gran victoria del gobierno de Lula … El cambio, señalaron el propio Lula y el ministro de Hacienda, Fernando Haddad, interesa, por delante de todo, a la sociedad, de ahí el amplio apoyo que se recibió de casi la totalidad de los representantes empresariales y sindicales. Además es innegable que el Planalto está movilizado en favor del cambio desde el comienzo del gobierno”.
El anteriormente banquero del PT, Henrique Meirelles, también hace una valoración positiva al afirmar que, con la reforma, “quién invierte en Brasil tendrá mejores condiciones para producir, lo que es esencial para generar más empleos y renta y hacer que la economía crezca. Eso sólo es posible con un sistema tributario racional, que esperamos desde hace 30 años”. Otros insospechados ideólogos del stablishment, Claudio Adilson Gonçalez y Joaquim Levy (¿se acuerdan de ellos?), también fueron elogiosos con los esfuerzos de Luiz Inácio. Bolsonaro se vio obligado a mantenerse fuera de los elogios, no por divergencia del mérito, sino por política. Además, si pudiera ¿qué haría? ¿Elogiaría a su entonces oponente electoral por el «éxito» que él mismo no pudo – y no quiso – alcanzar?
De hecho, todos estos canallas ahora están elogiando al gobierno y reconociéndole “sus méritos”. ¿Pero por qué? Porque la “reforma tributaria” llevada a término, fue para el stablishment, una comprobación de que no fue un error intempestivo llevar de muevo a Luiz Inácio al gobierno. A los magnates no les gusta perder, y piensan bastante antes de “apostar”. Y sus apuestas eran que, entre un Bolsonaro disruptivo (la extrema derecha) que reza en favor del “liberalismo económico” y un Luiz Inácio mediador que crítica la “desigualdad”, el “sistema financiero”, y que de vez en cuando el “agro” [Nota del traductor: en referencia a los latifundistas] (metiéndose apenas en discursos y maniobras cosméticas), vale más el segundo. En este momento, la segunda opción es más efectiva para los negocios y el mantenimiento del sistema de explotación y opresión. Aquí se ha comprobado, que es una apuesta correcta.
En cuanto al mérito de la “reforma”, la única queja del núcleo central de las clases dominantes es que no ha sido más agresiva. De hecho, se trata de un consenso. En cuanto al consumidor, no habrá reducción de la carga tributaria -lo que pagaba, seguirá pagándolo, quizá haya un aumento. El “agro” sigue intacto; así como la oligarquía financiera. Las grandes industrias, la FIESP [Nota del traductor: Federación de Industrias del Estado de Sao Paulo] -anteriormente “golpista” para Luiz Inácio ¿recuerdan? – hicieron una fuerte campaña y también tendrán reducción de la carga tributaria. En fin, todo entre amigos.
Es el pragmatismo, ideología propia de la burguesía en la época del imperialismo. Luiz Inácio es apenas un juguete -él bien lo sabe, por eso quiere hacer bien su papel para poder ostentar, post mortem, una biografía venerada por los monopolios de la prensa y por la opinión pública. Pretende ser un “Getúlio Vargas” moderno; aunque él, como estadista, aún no ha pasado del nivel mediano, a Luiz Inácio aún le falta mucho para alcanzarlo. Para los magnates, grandes burgueses, latifundistas y corporaciones imperialistas instaladas aquí, vale más un oportunista incorregible en la mano, aunque diga lo contrario al público opuesto.