Prosiguiendo con la publicación de Materiales Sobre el Imperialismo, hoy, publicamos de V. I. LENIN EL IMPERIALISMO Y LA ESCISIÓN DEL SOCIALISMO
Publicamos esta obra magistral, porque en ella Lenin, como el mismo lo afirma, define " del modo más exacto completo y posible, qué es el imperialismo". Por eso, a nuestro juicio, constituye una expresión de conjunto de su obra teórica y práctica sobre el imperialismo. Estamos seguros, que será de mucha utilidad para todos los maoístas de la tierra.
Los subrayados de la publicación son nuestros.
V. I. Lenin
El imperialismo y la escisión del socialismo
Escrito: En octubre de 1916.
¿Existe alguna relación entre el imperialismo y la monstruosa y repugnante
victoria que el oportunismo (en forma de socialchovinismo) ha obtenido sobre el
movimiento obrero en Europa?
Este es el problema fundamental del socialismo contemporáneo. Después de
haber dejado plenamente sentado en nuestra literatura de partido, en primer
lugar, el carácter imperialista de nuestra época y de la guerra actual, y, en
segundo lugar, el nexo histórico indisoluble que existe entre el
socialchovinismo y el oportunismo, así como su igualdad de contenido ideológico
y político, podemos y debemos pasar a examinar este problema fundamental.
Hay que empezar por definir, del modo más exacto completo y posible, qué es
el imperialismo. El imperialismo es una fase histórica especial del capitalismo. Su
carácter específico tiene tres peculiaridades: el imperialismo es 1)
capitalismo monopolista; 2) capitalismo parasitario o en descomposición; 3)
capitalismo agonizante. La sustitución de la libre competencia por el monopolio
es el rasgo económico fundamental, la esencia del imperialismo. El monopolismo
se manifiesta en cinco formas principales: 1) cártels, sindicatos y trusts; la
concentración de la producción ha alcanzado el grado que da origen a estas
asociaciones monopolistas de los capitalistas; 2) situación monopolista de los
grandes Bancos: de tres a cinco Bancos gigantescos manejan toda la vida
económica de los EE.UU., de Francia y de Alemania; 3) apropiación de las
fuentes de materias primas por los trusts y la oligarquía financiera (el
capital financiero es el capital industrial monopolista fundido con el capital
bancario); 4) se ha iniciado el reparto (económico) del mundo entre los cártels
internacionales. ¡Son ya más de cien los cártels internacionales que dominan
todo el mercado mundial y se lo reparten "ami gablemente", hasta que
la guerra lo redistribuya! La exportación del capital, como fenómeno
particularmente característico a diferencia de la exportación de mercancías
bajo el capitalismo no monopolista, guarda estrecha relación con el reparto
económico y político-territorial del mundo. 5) Ha terminado el reparto
territorial del mundo (de las colonias).
El imperialismo, como fase superior del capitalismo en Norteamérica y en
Europa, y después en Asia, se formó plenamente en el período 1898-1914. Las
guerras hispano-norteamericana (1898), anglo-bóer (1899-1902) y ruso-japonesa
(1904-1905), y la crisis económica de Europa en 1900, son los principales
jalones históricos de esta nueva época de la historia mundial.
Que el imperialismo es el capitalismo parasitario o en descomposición se
manifiesta, ante todo, en la tendencia a la descomposición que distingue a todo
monopolio en el régimen de la propiedad privada sobre los medios de producción. La diferencia entre
la burguesía imperialista democrático-republicana y la monárquico-reaccionaria
se borra, precisamente, porque una y otra se pudren vivas (lo que no elimina,
en modo alguno, el desarrollo asombrosamente rápido del capitalismo en ciertas
ramas industriales, en ciertos países, en ciertos períodos). En segundo
lugar, la descomposición del capitalismo se manifiesta en la formación de un
enorme sector de rentistas, de capitalistas que viven de "cortar cupones".
En los cuatro países imperialistas avanzados -- Inglaterra, América del Norte,
Francia y Alemania --, el capital en valores asciende, en cada país, de cien a
ciento cincuenta mil millones de francos, lo cual significa, por lo menos, una
renta anual de cinco mil a ocho mil millones de francos. En tercer lugar, la
exportación de capital es el parasitismo elevado al cuadrado. En cuarto
lugar, "el capital financiero tiende a la dominación, y no a la
libertad". La reacción política en toda la línea es rasgo
característico del imperialismo. Venalidad, soborno en proporciones gigantescas,
un verdadero Panamá[1]. En
quinto lugar, la explotación de las naciones oprimidas, ligada indisolublemente
a las anexiones, y, sobre todo, la explotación de las colonias por un puñado de
"grandes" potencias, convierte cada vez más el mundo
"civilizado" en un parásito que vive sobre el cuerpo de centenares de
millones de hombres de los pueblos no civilizados. El proletario romano
vivía a expensas de la sociedad. La sociedad actual vive a expensas del
proletario moderno. Marx subrayaba especialmente esta profunda observación
de Sismondi[2]. El
imperialismo modifica algo la situación. Una capa privilegiada del
proletariado de las potencias imperialistas vive, en parte, a expensas de los
centenares de millones de hombres de los pueblos no civilizados.
Queda claro por qué el imperialismo es un capitalismo agonizante, en
transición hacia el socialismo: el monopolio, que nace del capitalismo,
es ya capitalismo agonizante, el comienzo de su tránsito al socialismo. La
misma significación tiene la gigantesca socialización del trabajo realizada
por el imperialismo (lo que sus apologistas, los economistas burgueses,
llaman "entrelazamiento").
Al definir de este modo el imperialismo, nos colocamos en plena
contradicción con C. Kautsky, que se resiste a considerar el imperialismo como
una "fase del capitalismo" y lo define como política "preferida"
del capital financiero, como tendencia de los países "industriales" a
anexionarse los países "agrarios"[*]. Desde
el punto de vista teórico, esta definición de Kautsky es completamente falsa.
La peculiaridad del imperialismo no es precisamente el dominio del capital
industrial, sino el del capital financiero, precisamente la tendencia a
anexionarse no sólo países agrarios, sino toda clase de países. Kautsky
separa la política del imperialismo de su economía, separa el
monopolismo en política del monopolismo en economía, para desbrozar el
camino a su vulgar reformismo burgués tal como el "desarme", el
"ultraimperialismo" y demás necedades por el estilo. El propósito
y el objeto de esta falsedad teórica se reducen exclusivamente a disimular
las contradicciones más profundas del imperialismo y a justificar de este modo
la teoría de la "unidad" con sus apologistas: con los oportunistas y
socialchovinistas descarados.
Ya hemos hablado bastante de esta ruptura de Kautsky con el marxismo, tanto
en el Sotsial-Demokrat como en el Kommunist [3].
Nuestros kautskianos rusos, los del CO con Axelrod y Spectator[4] al
frente, sin excluir a Mártov y, en grado considerable, a Trotski, han preferido
silenciar el kautskismo como tendencia. No se han atrevido a defender lo que
Kautsky ha escrito durante la guerra limitándose simplemente a elogiar a
Kautsky (Axelrod en su folleto alemán que el Comité de Organización[5] ha
prometido publicar en ruso) o aludir a cartas particulares de Kautsky
(Spectator) en las que afirma que pertenece a la oposición y trata de anular
jesuíticamente sus declaraciones chovinistas.
Observamos que, en su "interpretación" del imperialismo -- que
equivale a embellecerlo -- , Kautsky retrocede no sólo en relación a El
capital financiero de Hilferding (¡por muy empeñadamente que el mismo
Hilferding defienda ahora a Kautsky y la "unidad" con los
socialchovinistas!), sino también en relación al social-liberal J. A.
Hobson. Este economista inglés, que ni por asomo pretende merecer el título de
marxista, define de un modo mucho más profundo el imperialismo y pone de
manifiesto sus contradicciones en su obra de 1902**.
Veamos lo que dice este escritor (en cuyas obras podemos encontrar casi todas
las vulgaridades pacifistas y "conciliadoras" de Kautsky) sobre la
cuestión, que tiene singular importancia, del carácter parasitario del imperialismo:
Dos clases de circunstancias han debilitado, a juicio de Hobson, la
potencia de los viejos imperios: 1) el "parasitismo económico" y 2)
la formación de ejércitos con hombres de los pueblos dependientes. "La primera es
la costumbre del parasitismo económico, en virtud de la cual el Estado
dominante utiliza sus provincias, sus colonias y los países dependientes, con
objeto de enriquecer a su clase dirigente y de sobornar a sus clases inferiores
para que se estén quietas". Refiriéndose a la segunda circunstancia
Hobson escribe:
"Uno de los síntomas más extraños de la ceguera del imperialismo"
(en boca del social-liberal Hobson esta cantinela sobre la "ceguera"
de los imperialistas es más apropiada que en el "marxista" Kautsky)
"es la despreocupación con que la Gran Bretaña, Francia y otras naciones
imperialistas emprenden este camino. La Gran Bretaña ha ido más lejos que
ningún otro país. La mayor parte de las batallas por medio de las
cuales conquistamos nuestro imperio de la India, fueron sostenidas por nuestras
tropas indígenas. En la India, y últimamente en Egipto, grandes ejércitos
permanentes están mandados por ingleses; casi todas las guerras de conquista en
Africa, a excepcion de la del Sur, han sido llevadas a cabo, para nosotros, por
los indígenas".
La perspectiva del reparto de China dio lugar a la siguiente apreciación
económica de Hobson: "La mayor parte de la Europa Occidental podría adquirir entonces el
aspecto y el carácter que tienen actualmente ciertos lugares de estos países:
el sur de Inglaterra, la Riviera, los sitios de Italia y de Suiza más
frecuentados por los turistas y poblados por los ricachos, es decir, pequeños
grupos de aristócratas acaudalados, que reciben dividendos y pensiones del
Lejano Oriente, con un grupo algo más numeroso de empleados y comerciantes y un
número más considerable de criados y obreros del ramo del transporte y de la
industria dedicada al ultimo retoque de los artículos manufacturados. En
cambio, las ramas principales de la industria desaparecerían y los productos
alimenticios de gran consumo, los artículos semimanufacturados de uso corriente
afluirían, como un tributo, de Asia y de Africa". "He aquí qué
posibilidades abre ante nosotros una alianza más vasta de los Estados
occidentales una federación europea de las grandes potencias; dicha federación no
sólo no haría avanzar la civilización mundial, sino que podría implicar un
peligro gigantesco de parasitismo occidental: formar un grupo de las naciones
industriales avanzadas, cuyas clases superiores percibirían inmensos tributos
de Asia y de Africa, por medio de los cuales mantendrían a grandes masas
domesticadas de empleados y servidores, ocupados no ya en la producción
agrícola e industrial de gran consumo, sino en prestar servicios personales o
realizar un trabajo industrial secundario, bajo el control de una nueva
aristocracia financiera. Que los que estén dispuestos a rechazar esta
teoría" (debería decirse: perspectiva), "como poco digna de atención,
reflexionen sobre las condiciones económicas y sociales de las regiones del sur
de Inglaterra que se hallan ya en esta situación. Que piensen en las enormes
proporciones que podría adquirir dicho sistema si China se viera sometida al
control económico de tales grupos financieros, de "inversionistas de
capital" (rentistas), de sus funcionarios políticos y empleados
comerciales e industriales que extraerían beneficios del más grande depósito
potencial que jamás ha conocido el mundo, con objeto de consumir dichos
beneficios en Europa. Naturalmente, la situación es excesivamente compleja,
el juego de las fuerzas mundiales es demasiado difícil de calcular para que
resulte muy verosimil esa u otra interpretación unilateral del futuro. Pero
las influencias que rigen el imperialismo de la Europa Occidental en el presente
se orientan hacia esa dirección, y, si no encuentran resistencia, si no son
desviadas hacia otra dirección, orientarán en ese sentido la consumación del
proceso".
El social-liberal Hobson no ve que esta "resistencia" sólo puede
oponerla el proletariado revolucionario, y sólo en forma de revolución social. ¡Por algo es
social-liberal! Pero ya en 1902 abordaba admirablemente tanto el problema
de la significación de los "Estados Unidos de Europa" (¡sépalo el
kautskiano Trotski!) como todo lo que tratan de disimular los kautskianos
hipócritas de diversos países, a saber: que los oportunistas
(socialchovinistas) colaboran con la burguesía imperialista precisamente para
formar una Europa imperialista sobre los hombros de Asia y de Africa; que los
oportunistas son, objetivamente, una parte de la pequeña burguesía y de algunas
capas de la clase obrera, parte sobornada con las superganancias imperialistas,
convertida en perros guardianes del capitalismo, en elemento corruptor del
movimiento obrero.
Más de una vez, y no sólo en artículos, sino en resoluciones de nuestro
Partido, hemos señalado esta relación económica, la más honda, precisamente
entre la burguesía imperialista y el oportunismo, que ahora (¿será por mucho
tiempo?) ha vencido al movimiento obrero. De ello deducíamos, entre otras
cosas, que es inevitable la escisión con el socialchovinismo. ¡Nuestros
kautskianos han preferido eludir este problema! Mártov, por ejemplo, ya en sus
conferencias, recurría al sofisma que se ha expresado del modo siguiente en el
Boletín del Secretariado en el Extranjero del Comité de Organización[6] (núm.
4, del 10 de abril de 1916):
-- ". . . Muy mala, incluso desesperada, sería la situación de la
socialdemocracia revolucionaria si los grupos de obreros, que por su desarrollo
espiritual están más cerca de los "intelectuales", y los más
calificados, la abandonaran fatalmente para pasar al oportunismo . . ."
¡Empleando la tonta palabreja "fatalmente" y con un poco de
"trampa", se elude el hecho de que ciertas capas obreras se han
pasado al oportunismo y a la burguesía imperialista! ¡Y este es el hecho que
querían eludir los sofistas del Comité de Organizaciónl Salen del paso con el
"optimismo oficial" de que ahora hacen gala tanto el kautskiano
Hilferding como muchos otros, ¡diciendo que las condiciones objetivas
garantizan la unidad del proletariado y la victoria de la tendencia
revolucionaria!, ¡diciendo que nosotros somos "optimistas" en lo que
respecta al proletariado!
Y, en realidad, todos estos kautskianos, Hilferding, los partidarios del
CO, Mártov y Cía. son optimistas . . . en lo que respecta al oportunismo. ¡Este
es el quid de la cuestión!
El proletariado es fruto del capitalismo, pero del capitalismo mundial, y
no sólo del europeo, no sólo del imperialista. En escala mundial, cincuenta
años antes o cincuenta años después -- en tal escala esto es un problema
secundario --, el "proletariado", naturalmente, "llegará" a la
unidad y en él triunfará "ineludiblemente" la socialdemocracia
revolucionaria. No se trata de esto, señores kautskianos, sino de que
ustedes, ahora, en los países imperialistas de Europa, se prosternan como
lacayos ante los oportunistas, que son extraños al proletariado como clase, que
son servidores, agentes y portadores de la influencia de la burguesía y, si no
se desembaraza de ellos, el movimiento obrero seguirá siendo un movimiento
obrero burgués. Vuestra prédica de la "unidad" con los oportunistas,
con los Legien y los David, los Plejánov y los Chjenkeli, los Potrésov, etc.,
es, objetivamente, la defensa de la esclavización de los obreros por la
burguesía imperialista a través de sus mejores agentes en el movimiento obrero.
La victoria de la socialdemocracia revolucionaria en escala mundial es
absolutamente ineludible, pero marcha y marchará, avanza y avanzará sólo contra
ustedes, será una victoria sobre ustedes.
Las dos tendencias, incluso los dos partidos del movimiento obrero
contemporáneo, que tan claramente se han escindido en todo el mundo en
1914-1916, fueron observadas por Engels y Marx en Inglaterra durante varios
decenios, aproximadamente entre 1858 y 1892.
Ni Marx ni Engels vivieron para ver la época imperialista del capitalismo
mundial, que sólo se inicia entre 1898 y 1900. Pero ya a mediados del siglo
XIX, era característica de Inglaterra la presencia, por lo menos, de dos
principales rasgos distintivos del imperialismo: 1) inmensas colonias
y 2) ganancias monopolistas (a consecuencia de su situación monopolista
en el mercado mundial). En ambos sentidos, Inglaterra representaba entonces
una excepción entre los países capitalistas, y Engels y Marx, analizando esta
excepción, indicaban en forma completamente clara y definida que estaba en
relación con la victoria (temporal) del oportunismo en el movimiento obrero
inglés.
En una carta a Marx, del 7 de octubre de 1858, escribía Engels: "El
proletariado inglés se está aburguesando, de hecho, cada día más; así que esta
nación, la más burguesa de todas, aspira aparentemente a llegar a tener al
lado de la burguesía, una aristocracia burguesa y un proletariado burgués
Naturalmente, por parte de una nación que explota al mundo entero, esto es,
hasta cierto punto, lógico". En una carta a Sorge, fechada el 2I de
septiembre de 1872, Engels comunica que Hales promovió en el Consejo Federal de
la Internacional un gran escándalo, logrando un voto de censura contra Marx por
sus palabras de que "los líderes obreros ingleses se habían vendido".
Marx escribe a Sorge el 4 de agosto de 1874: "En lo que respecta a los
obreros urbanos de aquí (en Inglaterra), es de lamentar que toda la banda de
líderes no haya ido al Parlamento. Sería el camino más seguro para librarse de
esa canalla". En una carta a Marx, del 11 de agosto de 1881, Engels habla
de "las peores tradeuniones inglesas, que permiten que las dirija gente
vendida a la burguesía, o, cuando menos, pagada por ella". En una carta a
Kautsky, del 12 de septiembre de 1882, escribía Engels: "Me pregunta usted
¿qué piensan los obreros ingleses acerca de la política colonial? Lo mismo que
piensan de la política en general. Aquí no hay un partido obrero, sólo hay
conservadores y radicales liberales, y los obreros se aprovechan con ellos, con
la mayor tranquilidad, del monopolio colonial de Inglaterra y de su monopolio
en el mercado mundial".
El 7 de diciembre de 1889, escribía Engels a Sorge: ". . . Lo más
repugnante aquí (en Inglaterra) es la respectability (respetabilidad) burguesa
que se ha hecho carne y sangre de los obreros. . .; hasta el propio Tom Mann, a
quien considero el mejor de todos ellos, le gusta mencionar que habrá de comer
con el lord mayor. Basta compararlos con los franceses para convencerse de
hasta qué punto en este aspecto influye saludablemente la revolución". En
otra carta, del 19 de abril de 1890: "El movimiento (de la clase obrera
en Inglaterra) avanza bajo la superficie, abarca sectores cada vez más amplios
que, en la mayoría de los casos, pertenecen a la masa más inferior (subrayado
por Engels), inerte hasta ahora; y no está ya lejano el día en que esta masa se
encuentre a sí misma, en que vea claro que es ella misma, precisamente, la
colosal masa en movimiento"[7]. El 4
de marzo de 189I: "el revés del fracasado sindicato de los obreros del
puerto, las 'viejas' tradeuniones conservadoras, ricas y por ello mismo
cobardes, quedan solas en el campo de batalla". . . El 14 de septiembre de
1891: en el Congreso de las tradeuniones, celebrado en Newcastle, son
derrotados los viejos tradeunionistas, enemigos de la jornada de 8 horas,
"y los periódicos burgueses reconocen la derrota del partido obrero
burgués " (subrayado en todas partes por Engels)[8]. . .
Que estas ideas, repetidas por Engels durante décadas enteras, también
fueron expresadas por él públicamente, en la prensa, lo prueba su prólogo a la
segunda edición de La situación de la clase obrera en Inglaterra (1892)[9]. Habla
aquí de una "aristocracia en el seno de la clase obrera", de la
"minoría privilegiada de obreros" frente a "la gran masa
obrera". "Una pequeña minoría, privilegiada y protegida", de la
clase obrera es la única que obtuvo "prolongadas ventajas" de la
situación privilegiada de Inglaterra en 1848-1868, mientras que, "la gran
masa, en el mejor de los casos, sólo gozaba de breves mejoras". . . "Cuando
quiebre el monopolio industrial de Inglaterra, la clase obrera inglesa perderá
su situación privilegiada". . . Los miembros de las "nuevas"
tradeuniones, los sindicatos de obreros no calificados, "tienen una enorme
ventaja: su mentalidad es todavía un terreno virgen, absolutamente exento de
los 'respetables' prejuicios burgueses heredados, que trastornan las cabezas de
los 'viejos tradeunionistas' mejor situados. . ." En Inglaterra se habla
de "los llamados representantes obreros" refiriéndose a gentes a las
que "se perdona su pertenencia a la clase obrera porque ellos mismos están
dispuestos a ahogar esta cualidad suya en el océano de su liberalismo. .
."
Hemos citado deliberadamente las declaraciones directas de Marx y Engels en
forma bastante extensa, para que los lectores puedan estudiarlas en conjunto. Es imprescindible
estudiarlas y merece la pena de que se reflexione atentamente sobre ellas. Porque
son la clave de la táctica del movimiento obrero que prescriben las condiciones
objetivas de la época imperialista. También aquí Kautsky ha intentado ya
"enturbiar el agua" y sustituir el marxismo por una conciliación
dulzona con los oportunistas. Polemizando con los socialimperialistas francos y
cándidos (como Lensch), que justifican la guerra por parte de Alemania, como
destrucción del monopolio de Inglaterra, Kautsky "corrige " esta
evidente falsedad con otra falsedad igualmente palmaria. ¡En lugar de una
falsedad cínica coloca una falsedad dulzona! El monopolio industrial de Inglaterra,
dice, está hace tiempo roto, destruido: ni se puede ni hay por qué destruirlo.
¿Por qué es falso este argumento?
En primer lugar, porque pasa por alto el monopolio colonial de
Inglaterra. ¡Y Engels, como hemos visto, ya en 1882, hace 34 años,
lo indicaba con toda claridad! Si está deshecho el monopolio industrial de
Inglaterra, su colonial no sólo se mantiene, sino que se ha recrudecido
extraordinariamente, porque ¡todo el mundo está ya repartido! Con sus
mentiras dulzonas, Kautsky hace pasar de contrabando la idea,
pacifista-burguesa y oportunista-pequeñoburguesa de que "no hay por qué
hacer la guerra". Por el contrario, los capitalistas no sólo tienen
ahora por qué hacer la guerra, sino que no pueden dejar de hacerla, si, quieren
conservar el capitalismo, porque sin un nuevo reparto de las colonias por la
fuerza, los nuevos países imperialistas no podrán obtener los privilegios de
que disfrutan las potencias imperialistas más viejas (y menos fuertes ).
En segundo lugar, ¿por qué explica el monopolio de Inglaterra la
victoria (temporal) del oportunismo en este país? Porque el monopolio da
superganancias, es decir, un exceso de ganancias por encima de las ganancias
normales, ordinarias del capitalismo en todo el mundo. Los capitalistas
pueden gastar una parte de estas superganancias (¡e incluso una parte no
pequeña!) para sobornar a sus obreros, creando algo así como una alianza (recuérdense
las famosas "alianzas" de las tradeuniones inglesas con sus amos
descritas por los Webb), alianza de los obreros de un pais dado, con sus
capitalistas contra los demás países. A fines del siglo XIX, el
monopolio industrial de Inglaterra estaba ya deshecho. Eso es indiscutible.
Pero ¿cómo se produjo esa destrucción? ¿De modo que hiciera desaparecer todo
monopolio?
Si así fuera, la "teoría" de Kautsky de la conciliación (con el
oportunismo) estaría hasta cierto punto justificada. Pero precisamente se trata
de que no es así. El imperialismo es el capitalismo monopolista. Cada
cártel, cada trust, cada sindicato, cada Banco gigantesco es un monopolio. Las
superganancias no han desaparecido, sino que prosiguen. La explotación por
un país privilegiado, financieramente rico, de todos los demás, sigue y es aún
más intensa. Un puñado de países ricos -- son en total cuatro, si se tiene
en cuenta una riqueza independiente y verdaderamente gigantesca, una riqueza
"contemporánea: Inglaterra, Francia, los Estados Unidos y Alemania -- ha
extendido los monopolios en proporciones inabarcables, obtiene centenares, si
no miles de millones de superganancias, "vive sobre las espaldas" de
centenares y centenares de millones de hombres de otros países, entre luchas
intestinas por el reparto de un botín de lo más suntuoso, de lo más pingue, de
lo más fácil.
En esto consiste precisamente la esencia económica y política del
imperialismo, cuyas profundísimas contradicciones Kautsky oculta en vez de
ponerlas al descubierto.
La burguesía de una "gran" potencia imperialista puede
económicamente sobornar a las capas superiores de "sus" obreros,
dedicando a ello alguno que otro centenar de millo nes de francos al año, ya
que sus superganancias se elevan probablemente a cerca de mil millones. Y la cuestión de cómo
se reparte esa pequeña migaja entre los ministros obreros, los "diputados
obreros" (recordad el espléndido análisis que de este concepto hace
Engels), los obreros que forman parte de los comités de la industria
armamentista[10], los
funcionarios obreros, los obreros organizados en sindicatos de carácter
estrechamente gremial, los empleados, etc., etc., es ya una cuestión
secundaria.
Desde 1848 a 1868, y en parte después, Inglaterra era el único país
monopolista; por esto pudo vencer allí, para decenios, el oportunismo; no había
más países ni con riquísimas colonias ni con monopolio industrial.
El último tercio del siglo XIX es un periodo de transición a una nueva
época, a la época imperialista. Disfruta del monopolio no el capital
financiero de una sola gran potencia, sino el de unas cuantas, muy pocas.
(En el Japón y en Rusia, el monopolio de la fuerza militar, de un territorio
inmenso o de facilidades especiales para despojar a los pueblos alógenos, a
China, etc., completa y en parte sustituye el monopolio del capital financiero
más moderno.) De esta diferencia se deduce que el monopolio de Inglaterra
pudo ser indiscutido durante decenios. En cambio, el monopolio del
capital financiero actual se discute furiosamente; ha comenzado la época de las
guerras imperialistas. Entonces se podía sobornar, corromper durante
decenios a la clase obrera de un país. Ahora esto es inverosimil, y quizá hasta
imposible. Pero, en cambio, cada "gran" potencia imperialista
puede sobornar y soborna a capas más reducidas (que en Inglaterra entre 1848 y
1868) de la "aristocracia obrera". Entonces, como dice con
admirable profundidad Engels, sólo en un país podia constituirse un
"partido obrero burgués ", porque sólo un país disponía del
monopolio, pero, en cambio, por largo tiempo. Ahora, el "partido
obrero burgués" es inevitable y tipico en todos los países imperialistas,
pero, teniendo en cuenta la desesperada lucha de éstos por el reparto del
botín, no es probable que semejante partido triunfe por largo tiempo en una
serie de países. Ya que los trusts, la oligarquía financiera, la carestía,
etc., permiten sobornar a un puñado de las capas superiores y de esta manera
oprimen, subyugan, arruinan y atormentan con creciente intensidad a la masa de
proletarios y semiproletarios.
Por una parte, está la tendencia de la burguesía y de los oportunistas a
convertir el puñado de naciones mas ricas, privilegiadas, en
"eternos" parásitos sobre el cuerpo del resto de la humanidad, a
"dormir sobre los laureles" de la explotación de negros, hindúes,
etc., teniéndolos sujetos por medio del militarismo moderno, provisto de una
magnífica técnica de exterminio. Por otra parte, está la tendencia de las
masas, que son más oprimidas que antes, que soportan todas las calamidades de
las guerras imperialistas, tendencia a sacudirse cse yugo, a derribar a la
burguesía. La historia del movimiento obrero se desarrollará ahora,
inevitablemente, en la lucha entre estas dos tendencias, pues la primera
tendencia no es casual, sino que tiene un "fundamento" económico. La
burguesía ha dado ya a luz, ha criado y se ha asegurado "partidos obreros
burgueses" de socialchovinistas en todos los países. Carecen de
importancia las diferencias entre un partido oficialmente formado, como el de
Bissolati en Italia, por ejemplo, partido totalmente socialimperialista, y,
supongamos, el quasipartido, a medio formar, de los Potrésov, Gvózdiev, Bulkin,
Chjeídze, Skóbeliev y Cía. Lo importante es que, desde el punto de vista
económico, ha madurado y se ha consumado el paso de una capa de aristocracia obrera
a la burguesía, pues este hecho económico, este desplazamiento en las
relaciones entre las clases, encontrará sin gran "dificultad" una u
otra forma política.
Sobre la indicada base económica, las instituciones políticas del
capitalismo moderno -- prensa, parlamento, sindicatos, congresos, etc. -- han
creado privilegios y dádivas políticos, correspondientes a los económicos, para
los empleados y obreros respetuosos, mansos, reformistas y patrioteros. La
burguesía imperialista atrae y premia a los representantes y partidarios de los
"partidos obreros burgueses" con lucrativos y tranquilos cargos en el
gobierno o en el comité de industrias de guerra, en el parlamento y en diversas
comisiones, en las redacciones de periódicos legales "serios" o en la
dirección de sindicatos obreros no menos serios y "obedientes a la
burguesía".
En este mismo sentido actúa el mecanismo de la democracia política. En
nuestros días no se puede pasar sin elecciones; ni nada se puede hacer sin las
masas, pero en la época de la imprenta y del parlamentarismo no es posible
llevar tras de sí a las masas sin un sistema ampliamente ramificado,
metódicamente aplicado, sólidamente organizado de adulación, de mentiras, de
fraudes, de prestidigitación con palabrejas populares y de moda, de promesas a
diestro y siniestro de toda clase de reformas y beneficios para los obreros,
con tal de que renuncien a la lucha revolucionaria por derribar a la burguesía.
Yo llamaría a este sistema lloydgeorgismo, por el nombre de uno de sus
representantes más eminentes y hábiles de este sistema en el país clásico del
"partido obrero burgués", el ministro inglés Lloyd George. Negociante
burgués de primera clase y político astuto, orador popular, capaz de pronunciar
toda clase de discursos, incluso r-r-revolucionarios, ante un auditorio obrero;
capaz de conseguir, para los obreros dóciles, dádivas apreciables como son las
reformas sociales (seguros, etc.), Lloyd George sirve admirablemente a la
burguesía[***] y
la sirve precisamente entre los obreros, extendiendo su influencia precisamente
en el proletariado, donde le es más necesario y más difícil someter moralmente
a las masas.
¿Pero es tanta la diferencia entre Lloyd George y los Scheidemann, los
Legien, los Henderson, los Hyndman, los Plejánov, los Renaudel y Cía.? Se nos
objetará que, de estos últimos, algunos volverán al socialismo revolucionario
de Marx. Es posible, pero ésta es una diferencia insignificante en proporción,
si se considera el problema en escala política, es decir, en su aspecto de
masas. Algunos de los actuales líderes socialchovinistas pueden volver al
proletariado. Pero la corriente socialchovinista o (lo que es lo mismo)
oportunista no puede desaparecer ni "volver" al proletariado
revolucionario. Donde el marxismo es popular entre los obreros, esta corriente
política, este "partido obrero burgués", invocará a Marx y jurará en
su nombre. No se le puede prohibir, como no se le puede prohibir a una empresa
comercial que emplee cualquier etiqueta, cualquier rótulo, cualquier anuncio.
En la historia ha sucedido siempre que, después de muertos los jefes
revolucionarios cuyos nombres son populares en las clases oprimidas, sus
enemigos han intentado apropiárselos para engañar a estas clases.
El hecho de que en todos los países capitalistas avanzados se han
constituido ya "partidos obreros burgueses", como fenómeno político,
y que sin una lucha enérgica y despiadada, en toda la línea, contra esos
partidos -- o, grupos, corrientes, etc., todo es lo mismo -- no puede ni
hablarse de lucha contra el imperialismo, ni de marxismo, ni de movimiento
obrero socialista. La fracción de Chjeídze[11],
Nashe Dielo [12] y
Golos Trudá [13] en
Rusia, y los partidarios del CO en el extranjero, no son sino una variante de
uno de estos partidos. No tenemos ni asomo de fundamento para pensar que estos
partidos pueden desaparecer antes de la revolución social. Por el contrario,
cuanto más cerca esté esa revolución, cuanto más poderosamente se encienda,
cuanto más bruscos y fuertes sean las transiciones y los saltos en el proceso
de su desarrollo, tanto mayor será el papel que desempeñe en el movimiento
obrero la lucha de la corriente revolucionaria, de masas, contra la corriente oportunista,
pequeñoburguesa. El kautskismo no es ninguna tendencia independiente, pues no
tiene raíces ni en las masas ni en la capa privilegiada que se ha pasado a la
burguesía. Pero el peligro que entraña el kautskismo consiste en que,
utilizando la ideología del pasado, se esfuerza por conciliar al proletariado
con el "partido obrero burgués", por mantener su unidad con este
último y levantar de tal modo el prestigio de dicho partido. Las masas no
siguen ya a los socialchovinistas descarados: Lloyd George ha sido silbado en
Inglaterra en asambleas obreras, Hyndman ha abandonado el partido; a los
Renaudel y los Scheidemann, a los Potrésov y los Gvózdiev les protege la
policía. Lo más peligroso es la defensa encubierta que los kautskianos hacen de
los socialchovinistas.
Uno de los sofismas más difundidos de los kautskistas es el remitirse a las
"masas". ¡No queremos, dicen, separarnos de ellas ni de sus
organizaciones! Pero obsérvese cómo plantea Engels esta cuestión. Las
"organizaciones de masas" de las tradeuniones inglesas estuvieron en
el siglo XIX al lado del partido obrero burgués. Y no por eso se conformaron
Marx y Engels con este partido, sino que lo desenmascararon. No olvidaban, en
primer lugar, que las organizaciones de las tradeuniones abarcan, en forma
inmediata, una minoría del proletariado. Tanto entonces en Inglaterra como
ahora en Alemania está organizada no más de una quinta parte del proletariado.
Bajo el capitalismo no puede pensarse seriamente en la posibilidad de organizar
a la mayoría de los proletarios. En segundo lugar -- y esto es lo principal --,
no se trata tanto del número de miembros de una organización, como del sentido
real, objetivo, de su política: de si esa política representa a las masas,
sirve a las masas, es decir, sirve para liberarlas del capitalismo, o
representa los intereses de una minoría, su conciliación con el capitalismo.
Precisamente esto último, que era justo en relación con Inglaterra en el siglo
XIX, es justo hoy día en relación con Alemania, etc.
Del "partido obrero burgués" de las viejas tradeuniones, de la
minoría privilegiada, distingue Engels la "masa inferior ", la
verdadera mayoría' y apela a ella, que no está contaminada de
"respetabilidad burguesa". ¡Ese es el quid de la táctica marxista!
Ni nosotros ni nadie puede calcular exactamente qué parte del proletariado
es la que sigue y seguirá a los socialchovinistas y oportunistas. Sólo la lucha
lo pondrá de manifiesto, sólo la revolución socialista lo decidirá
definitivamente. Pero lo que sí sabemos con certeza es que los "defensores
de la patria" en la guerra imperialista sólo representan una minoría. Y
por esto, si queremos seguir siendo socialistas, nuestro deber es ir más abajo
y más a lo hondo, a las verdaderas masas: en ello está el sentido de la lucha contra
el oportunismo y todo el contenido de esta lucha. Poniendo al descubierto que
los oportunistas y los socialchovinistas traicionan y venden de hecho los
intereses de las masas, que defienden privilegios pasajeros de una minoría
obrera, que extienden ideas e influencias burguesas, que, en realidad, son
aliados y agentes de la burguesía, de este modo enseñamos a las masas a
comprender cuáles son sus verdaderos intereses políticos, a luchar por el
socialismo y por la revolución, a través de todas las largas y penosas
peripecias de las guerras imperialistas y de los armisticios imperialistas.
La única línea marxista en el movimiento obrero mundial consiste en
explicar a las masas que la escisión con el oportunismo es inevitable e
imprescindible, en educarlas para la revolución en una lucha despiadada contra
él, en aprovechar la experiencia de la guerra para desenmascarar todas las
infamias de la política obrera liberal-nacionalista, y no para encubrirlas.
En el artículo siguiente trataremos de resurnir los principales rasgos
distintivos de esta línea, en contraposición al kautskismo.
NOTAS
* "EI imperialismo es un producto
del capitalismo industrial altamente desarrollado. Consiste en la tendencia de
toda nación capitalista industrial a someter y anexionarse cada vez más
regiones agrarias cualesquiera sean los pueblos que las habitan" (véase Kautsky,
Die Neue Zeit, II. IX. 1914).
** J. A. Hobson: Imperialismo, Londres,
1902.
*** Hace poco he leído en una revista
inglesa un artículo de un tory, adversario político de Lloyd George: Lloyd
George desde el punto de vista de un tory. ¡La guerra ha abierto los ojos a
este adversario, haciéndole ver qué magnífico servidor de la burguesía es Lloyd
George! ¡Y los tories se han reconciliado con él!
[1]
Panamá (francesa): gran fraude en una empresa capitalista surgido en 1892-1893
en Francia, ligado a abusos y al soborno de activistas esta tales, funcionarios
y periódicos. Esta palabra adquirió tal significación por ser una compañía
francesa la que inició las obras de apertura del canal de Panamá y de los
enormes abusos por ella cometidos.
[2] Véase
C. Marx, El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte.
[3]
Kommunist: revista organizada por Lenin, que en 1915 editó en Ginebra la
Redacción de Sotsial-Demokrat. Apareció un número (doble) en el que se
insertaban tres artículos de Lenin; "La bancarrota de la II
Internacional", "La voz honrada de un socialista francés" e "Imperialismo
y socialismo en Italia". En el seno de la redacción de la revista, Lenin
combatió contra el grupo de Bujarin-Piatakov, hostil al Partido, denunciando
sus concepciones antibolcheviques y sus intentos de utilizar la revista con
móviles fraccionalistas. Considerando la posición de este grupo, contraria al
Partido, Lenin propuso a la Redacción de Sotsial-Demokrat romper con él y cesar
la publicación conjunta de la revista. En octubre de 1916, la Redacción del
periódico empezó a editar su Sbórnik Sotsial-Demokrata.
[4]
Spektator: economista ruso M. I. Nagimson.
[5]
Comité de Organización (CO), (OK en ruso, sus miembros se denominaban okistas):
centro dirigente de los mencheviques; se formó en en la Conferencia de agosto
de los mencheviques liquidacionistas y de todos los grupos y tendencias
contrarias al Partido; cesó sus actividades después de la elección del CC del
Partido menchevique en agosto de 1917. Durante la Primera Guerra Mundial, el CO
tomó una posición socialchovinista.
[6]
Boletín del Secretariado en el Extranjero del Comité de Organización
("Izvestia Zagraníchnogo Sekretariata O.K."): periódico meochevique
publicado de febrero de 1915 a marzo de 1917 en Suiza; 10 números en total.
[7] Véase
la carta de F. Engels a F. Sorge del 19 de abril de 1890.
[8]
Ibid., del 4 de marzo y del 14 de septiembre de 1891.
[9] Véase
C. Marx y F. Engels, Obras Completas, t. XXII.
[10] Los
comités de la industria armamentista fueron creados en 1915 en Rusia por la
gran burguesía imperialista para ayudar al zarismo en la guerra. Tratando de
someter a los obreros a su influencia y de inculcarler ideas
nacional-defensistas, la burguesía ideó la organización de "grupos
obreros" anejos a esos comités. A la burguesía le convenía que en esos
grupos hubiese representantes de los obreros, encargados de hacer propaganda
entre las masas obreras en favor de una mayor productividad del trabajo en las
fábricas de materiales militares. Los mencheviques participaron activamente en
esta empresa seudopatriótica de la burguesía. Los bolcheviques declararon el
boicot a los comités de la industria armamentista y lo aplicaron eficazmente
con el apoyo de la mayoría de los obreros.
[11]
Fracción de Chjeídze: fracción menchevique en la IV Duma de Estado, dirigida
por N. Chjeídze, en la cual ocuparon siete asientos delegados-liquidacionistas
de los socialdemócratas.
[12]
Nashe Dielo ("Nuestra Causa"): Revista menchevique del
liquidacionismo, órgano principal de los socialchovinistas en Rusia; apareció
en 1915 en Petersburgo en lugar de la revista Nasba Zariá, clausurada en
octubre de 1914.
[13]
Golos Truda ("La Voz del Trabajo"): períodico menchevique legal
editado en 1916 en Samara después de la clausura del períodico Nash Golos
("Nuestra Voz").