Thursday, November 30, 2023

Materiales Sobre el Imperialismo (I)

 

Dando comienzo a la publicación de Materiales Sobre el Imperialismo, hoy, publicamos de V. I. LENIN, el Prólogo  a las ediciones francesa y alemana, de su obra  EL IMPERIALISMO, FASE SUPERIOR DEL CAPITALISMO (ENSAYO POPULAR), EDICIONES EN LENGUAS EXTRANJERAS, PEKIN 1975, Primera edición 1966 (4 a impresión),

Prólogo, que según su propio autor contiene los complementos a este libro y que ha sido considerado como un resumen del mismo. Lenin lo escribió en julio de 1920 y fue publicado por primera vez en la revista La internacional Comunista de octubre de 1921. Las itálicas son del propio autor y los subrayados son nuestros.

 

PROLOGO A LAS EDICIONES FRANCESA Y ALEMANA [3]

 

 

 Este libro, como ha quedado dicho en el prólogo de la edición rusa, fue escrito

en 1916, teniendo en cuenta la censura zarista. Actualmente, no tengo la

posibilidad de rehacer todo el texto; por otra parte, sería inútil, ya que el fin

principal del libro, hoy como ayer, consiste en ofrecer, con ayuda de los datos

generales irrefutables de la estadística burguesa y de las declaraciones de los

sabios burgueses de todos los países, un cuadro de conjunto de la economía

mundial capitalista en sus relaciones internacionales, a comienzos del siglo XX,

en vísperas de la primera guerra mundial imperialista.

 

Hasta cierto grado será incluso útil a muchos comunistas de los países

capitalistas avanzados persuadirse por el ejemplo de este libro, legal, desde et

punto de vista de la censura zarista, de que es posible -- y necesario --

aprovechar hasta esos pequeños resquicios de legalidad que todavía les quedan a

éstos, por ejemplo, en la América actual o en Francia, después de los recientes

encarcelamientos de casi todos los comunistas, para demostrar todo el embuste

de las concepciones y de las esperanzas socialpacifistas en cuanto a la

"democracia mundial".

 

Intentaré dar en este prólogo los complementos más indispensables a este

libro censurado.

 

 

 

II

 

En esta obra hemos probado que la guerra de 1914-1918 ha sido, de ambos

lados beligerantes, una guerra imperialista (esto es, una guerra de conquista, de

bandidaje y de robo), una guerra por el reparto del mundo, por la partición y el

nuevo reparto de las colonias, de las "esferas de influencia" del capital

financiero, etc.

 

Pues la prueba del verdadero carácter social o, mejor dicho, del verdadero

carácter de clase de una guerra no se encontrará, claro está, en la historia

diplomática de la misma, sino en el análisis de la situación objetiva de las clases

dirigentes en todas las potencias beligerantes. Para reflejar esa situación

objetiva, no hay que tomar ejemplos y datos aislados (dada la infinita

complejidad de los fenómenos de la vida social, se puede siempre encontrar un

número cualquiera de ejemplos o datos aislados, susceptibles de confirmar

cualquier tesis), sino indefectiblemente el conjunto de los datos sobre los

fundamentos de la vida económica de todas las potencias beligerantes y del

mundo entero.

 

Me he apoyado precisamente en estos datos generales irrefutables al describir

el reparto del mundo en 1876 y en 1914 (§ VI) y el reparto de los ferrocarriles

en todo el globo en 1890 y en 1913 (§ VII). Los ferrocarriles constituyen el

balance de las principales ramas de la industria capitalista, de la industria del

carbón y del hierro; el balance y el índice más notable del desarrollo del

comercio mundial y de la civilización democrático-burguesa. En los capítulos

precedentes de este libro, exponemos la conexión entre los ferrocarriles y la gran

producción, los monopolios, los sindicatos patronales, los cartels, los trusts, los

bancos y la oligarquía financiera. La distribución de la red ferroviaria, la

desigualdad de esa distribución y de su desarrollo, constituyen el balance del

capitalismo moderno, monopolista, en la escala mundial. Y este balance

demuestra la absoluta inevitabilidad de las guerras imperialistas sobre esta base

económica, en tanto que subsista la propiedad privada de los medios de

producción.

 

La construcción de ferrocarriles es en apariencia una empresa simple, natural,

democrática, cultural, civilizadora: se presenta como tal ante los ojos de los

profesores burgueses, pagados para embellecer la esclavitud capitalista, y ante

los ojos de los filisteos pequeñoburgueses. En realidad, los múltiples lazos

capitalistas, por medio de los cuales esas empresas se hallan ligadas a la

propiedad privada sobre los medios de producción en general, han transformado

esa construcción en un medio para oprimir a mil millones de seres (en las

colonias y en las semicolonias), es decir, a más de la mitad de la población de la

tierra en los países dependientes y a los esclavos asalariados del capital en los

países "civilizados".

 

La propiedad privada fundada en el trabajo del pequeño patrono, la libre

concurrencia, la democracia, todas esas consignas por medio de las cuales los

capitalistas y su prensa engañan a los obreros y a los campesinos, pertenecen a

un pasado lejano. El capitalismo se ha transformado en un sistema universal de

opresión colonial y de estrangulamiento financiero de la inmensa mayoría de la

población del planeta por un puñado de países "avanzados". Este "botín" se

reparte entre dos o tres potencias rapaces de poderío mundial, armadas hasta los

dientes (Estados Unidos, Inglaterra, Japón), que, por el reparto de su botín,

arrastran a su guerra a todo el mundo.

 

 

III

 

La paz de Brest-Litovsk, dictada por la monárquica Alemania, y la paz aún

más brutal e infame de Versalles, impuesta por las repúblicas "democráticas" de

América y de Francia y por la "libre" Inglaterra, han prestado un servicio

extremadamente útil a la humanidad, al desenmascarar al mismo tiempo a los

coolíes de la pluma a sueldo del imperialismo y a los pequeños burgueses

reaccionarios -- aunque se llamen pacifistas y socialistas --, que celebraban el

"wilsonismo" y trataban de hacer ver que la paz y las reformas son posibles bajo

el imperialismo.

 

Decenas de millones de cadáveres y de mutilados, víctimas de la guerra -- esa

guerra que se hizo para resolver la cuestión de si el grupo inglés o alemán de

bandoleros financieros recibiría una mayor parte del botín --, y encima, estos dos

"tratados de paz" hacen abrir, con una rapidez desconocida hasta ahora, los ojos6

de millones y decenas de millones de hombres atemorizados, aplastados,

embaucados y engañados por la burguesía. Sobre la ruina mundial creada por la

guerra, se agranda así la crisis revolucionaria mundial, que, por largas y duras

que sean las peripecias que atraviese, no podrá terminar sino con la revolución

proletaria y su victoria.

 

El Manifiesto de Basilea de la II Internacional, que, en 1912, caracterizó

precisamente la guerra que estalló en 1914 y no la guerra en general (hay

diferentes clases de guerra; hay también guerras revolucionarias), ha quedado

como un monumento que denuncia toda la vergonzosa bancarrota, toda la

traición de los héroes de la II Internacional.

 

Por eso, uno el texto de ese Manifiesto como apéndice a esta edición,

advirtiendo una y otra vez a los lectores que los héroes de la II Internacional

rehuyen con empeño todos los pasajes del Manifiesto que hablan precisa, clara y

directamente de la relación entre esta guerra que se avecinaba y la revolución

proletaria, con el mismo empeño con que un ladrón evita el lugar donde cometió

el robo.

 

 

IV

 

Hemos prestado en este libro una atención especial a la crítica del

"kautskismo", esa corriente ideológica internacional representada en todos los

países del mundo por los "teóricos más eminentes", por los jefes de la II

Internacional (Otto Bauer y Cía. en Austria, Ramsay MacDonald y otros en

Ingíaterra, Albert Thomas en Francia, etc., etc.) y por un número infinito de

socialistas, de reformistas, de pacifistas, de demócratas burgueses y de clérigos.

 

Esa corriente ideológica, de una parte, es el producto de la descomposición,

de la putrefacción de la II Internacional y, de otra parte, es el fruto inevitable de

la ideología de los pequeños burgueses, a quienes todo el ambiente los hace

prisioneros de los prejuicios burgueses y democráticos.

 

En Kautsky y las gentes de su calaña, tales concepciones significan

precisamente la abjuración completa de los fundamentos revolucionarios del

marxismo, defendidos por Kautsky durante decenas de años, sobre todo, dicho

sea de paso, en la lucha contra el oportunismo socialista (de Bernstein,

Millerand, Hyndman, Gompers, etc.). Por eso, no es un hecho casual que los

"kautskistas" de todo el mundo se hayan unido hoy, práctica y políticamente, a

los oportunistas más extremos (a través de la II Internacional o Internacional

amarilla) y a los gobiernos burgueses (a través de los gobiernos de coalición

burgueses con participación socialista).

 

El movimiento proletario revolucionario en general, que crece en todo el

mundo, y el movimiento comunista en particular, no puede dejar de analizar y

desenmascarar los errores teóricos del "kautskismo". Esto es tanto más necesario

cuanto que el pacifismo, y el "democratismo" en general -- que no sienten

pretensiones de marxismo, pero que, enteramente al igual que Kautsky y Cía.,

disimulan la profundidad de las contradicciones del imperialismo y la

ineluctabilidad de la crisis revolucionaria engendrada por éste -- son corrientes

que se hallan todavía extraordinariamente extendidas por todo el mundo. La

lucha contra tales tendencias es el deber del partido del proletariado, que debe

arrancar a la burguesía los pequeños propietarios que ella engaña y los millones

de trabajadores cuyas condiciones de vida son más o menos pequeñoburguesas.

 

 

V

 

Es menester decir unas palabras a propósito del capítulo VIII: "El parasitismo

y la descomposición del capitalismo". Como lo hacemos ya constar en este libro,

Hilferding, antiguo "marxista", actualmente compañero de armas de Kautsky y

uno de los principales representantes de la política burguesa, reformista, en el

seno del "Partido Socialdemócrata Independiente de Alemania" [4] , ha dado en

esta cuestión un paso atrás con respecto al inglés Hobson, pacifista y reformista

declarado. La escisión internacional de todo el movimiento obrero aparece

ahora de una manera plena (II y III Internacional). La lucha armada y la guerra

civil entre las dos tendencias es también un hecho evidente: en Rusia, apoyo de

Kolchak y de Denikin por los mencheviques y los "socialistas-revolucionarios"

contra los bolcheviques; en Alemania, Scheidemann, Noske y Cía. con la

burguesía contra los espartaquistas [5] ; y lo mismo en Finlandia, en Polonia, en

Hungria, etc. ¿Dónde está la base económica de este fenómeno histórico-

mundial?

 

Se encuentra precisamente en el parasitismo y en la descomposición del

capitalismo, inherentes a su fase histórica superior, es decir, al imperialismo.

Como lo demostramos en este libro, el capitalismo ha destacado ahora un

puñado (menos de una décima parte de la población de la tierra, menos de un

quinto, calculando "por todo lo alto") de Estados particularmente ricos y

poderosos, que saquean a todo el mundo con el simple "recorte del cupón". La

exportación de capital da ingresos que se elevan a ocho o diez mil millones de

francos anuales, de acuerdo con los precios de antes de la guerra y según las

estadísticas burguesas de entonces. Naturalmente, ahora eso representa mucho

más.

 

Es evidente que una superganancia tan gigantesca (ya que los capitalistas se

apropian de ella, además de la que exprimen a los obreros de su "propio" país)

permite corromper a los dirigentes obreros y a la capa superior de la aristocracia

obrera. Los capitalistas de los países "avanzados" los corrompen, y lo hacen de

mil maneras, directas e indirectas, abiertas y ocultas.

 

Esta capa de obreros aburguesados o de "aristocracia obrera", completamente

pequeños burgueses en cuanto a su manera de vivir, por la cuantía de sus

emolumentos y por toda su mentalidad, es el apoyo principal de la Segunda

Internacional, y, hoy día, el principal apoyo social (no militar) de la burguesía.

Pues éstos son los verdaderos agentes de la burguesía en el seno del movimiento

obrero, los lugartenientes obreros de la clase capitalista (‘labour lieutenants of

the capitalist class’), los verdaderos portadores del reformismo y del

chovinismo. En la guerra civil entre el proletariado y la burguesía se ponen

inevitablemente, en número no despreciable, al lado de la burguesía, al lado de

los "versalleses" contra los "comuneros".

 

Sin haber comprendido las raíces económicas de ese fenómeno, sin haber

alcanzado a ver su importancia política y social, es imposible dar el menor paso

hacia la solución de las tareas prácticas del movimiento comunista y de la

revolución social que se avecina.

 

El imperialismo es el preludio de la revolución social del proletariado. Esto ha

sido confirmado, en una escala mundial, desde 1917.

 

N. LENIN

6 de julio de 1920

 

Introducimos de la misma edición las siguientes notas :

 

 [1] "El imperialismo, fase superior del capitalismo " fue escrito en la primera mitad de 1916. El

estudio de publicaciones de distintos países acerca del imperialismo lo inició Lenin en Berna, en

1916; el libro empezó a escribirlo en enero de 1916. A fines de este mes, Lenin se trasladó a

Zurich y siguió trabajando en el libro, en la biblioteca cantonal de esa ciudad. Los extractos,

apuntes, observaciones y cuadros que Lenin hizo de centenares de libros, revistas, periódicos y

resúmenes estadísticos extranjeros componen más de 40 pliegos de imprenta. Estos materiales

fueron publicados en edición aparte en 1939 bajo el título de Cuadernos sobre el imperialismo.

El 19 de junio (2 de julio) de 1916, Lenin termino el trabajo y envió el manuscrito a la

Editorial Parus. Los elementos mencheviques atrincherados en la Editorial suprimieron de él la

dura crítica que se hacía de las teorías oportunistas de Kautsky y de los mencheviques rusos

(Mártov, etc.). Cuando Lenin decía "transformación" (del capitalismo en imperialismo

capitalista) ellos pusieron "conversión", el "carácter reaccionario" (de la teoría del

"ultraimperialismo") lo sustituyeron por el "carácter atrasado", etc. Con el título de El

imperialismo, etapa contemporánea del capitalismo la Editorial Parus lo imprimió a principios

de 1917 en Petrogrado.

A su llegada a Rusia, Lenin escribió el prólogo del libro, que vio la luz en septiembre de 1917.

Con respecto a la significación del libro El imperialismo, fase superior del capitalismo, véase

el Compendio de Historia del Pártido Comunista (bolchevique) de la URSS.

 

 [3] El presente prólogo fue publicado por primera vez, bajo el título de El imperialismo y el

capitalismo, en el N.ƒ 18 de la revista La Internacional Comunista, correspondiente al mes de

octubre de 1921.

 

[4] "Partido Socialdemócrata Independiente de Alemania ", partido centrista fundado en abril de

1917. Lo fundamental en él era la organización kautskiana "Confraternidad del Trabajo". Los

"independientes" propugnaban la "unidad" con los socialchovinistas descarados, a los cuales

justificaban y defendían, y reivindicaban el abandono de la lucha de clases.

El Partido Socialdemócrata Independiente se escindió en octubre de 1920, en el Congreso de

Halle. Una parte considerable de él se fundió en diciembre de 1920 con el Partido Comunista de

Alemania. Los elementos derechistas formaron su partido, al que dieron el viejo nombre de

Partido Socialdemócrata Independiente; éste subsistió hasta 1922. 

 [5] Espartaquistas, miembros de la unión Espartaco, que se formó durante la Primera Guerra Mundial. Al comenzar la conflagración, los socialdemócratas alemanes de izquierda formaron el grupo Internacional, que dirigían K. Liebknecht, R. Luxemburgo, F. Mehring, C. Zetkin y otros, grupo que empezo a llamarse también unión Espartaco. Los esparta quistas mantuvieron entre las masas la propaganda revolucionaria contra la guerra imperialista, denunciando la política rapaz del imperialismo alemán y la traición de los jefes de la socialdemocracia. Pero los espartaquistas, los alemanes de izquierda no estaban exentos de errores semimencheviques en importantísimos problemas de la teoría y la política: fomentaban la teoría semimenchevique del imperialismo, impugnaban el principio de la libre determinación de las naciones en su interpretación marxista (es decir, hasta la separación y la formación de Estados independientes), negaban la posibilidad de las guerras de liberación nacional en la época del imperialismo, no estimaban suficientemente el papel del partido revolucionario y se inclinaban ante la espontaneidad del movimiento. La crítica de los errores de los izquierdistas alemanes fue hecha por Lenin en sus trabajos Sobre el folleto de Junius, Sobre una caricatura de marxismo y sobre el "economismo imperialista ", y otros, y por Stalin en su carta Sobre algunas cuestiones de la historia del bolchevismo. En 1917, los espartaquistas ingresaron en el partido centrista de los "independientes" sin perder su autonomía en materia de organización. Después de la revolución alemana de noviembre de 1918, los espartaquistas rompieron con los "independientes" y en diciembre del mismo año fundaban el Partido Comunista de Alemania.