Monday, November 10, 2025

SUECIA: ¿Cómo deben trabajar los comunistas en el movimiento internacional de solidaridad?

 


¡Proletarios de todos los países, uníos!


¿Cómo deben trabajar los comunistas en el movimiento internacional de solidaridad?


Desde la heroico diluvio de Al-Aqsa, en los países imperialistas ha surgido un amplio y poderoso movimiento de solidaridad en torno al pueblo palestino y su movimiento armado de liberación nacional. Esto ha generado la necesidad de que los comunistas en formación, es decir, quienes trabajan para reconstituir los partidos comunistas, y todas las fuerzas revolucionarias honestas elaboren una política al respecto. Los revisionistas, anarquistas y otras fuerzas burguesas o bien condenan el movimiento de solidaridad, adoptando en la práctica una postura sionista e imperialista, o bien lo siguen, lo que en la práctica puede manifestarse en una línea oportunista que busca obtener beneficios a corto plazo a expensas de los objetivos a largo plazo, descuidando el arduo y difícil trabajo comunista, lo que por extensión implica una línea liquidacionista. Los marxistas, hoy marxistas-leninistas-maoístas, comprenden que, independientemente de los cambios en la situación internacional, la tarea principal sigue siendo reconstituir los partidos comunistas en todo el mundo, y para ello se necesita un trabajo político capaz de generar comunistas.

Durante estos dos años, se han aprendido lecciones importantes tanto sobre la relación entre los comunistas en formación y el movimiento antiimperialista espontáneo, como sobre las limitaciones de este último. Ahora, tras la firma de los “acuerdos de paz” y una vez que el entusiasmo dentro del movimiento de solidaridad con Palestina en Europa se ha atenuado, es el momento oportuno para evaluar la postura sobre este tema y contrastarla con la de otros grupos en nuestro propio país. Esto con el fin de extraer lecciones importantes y demostrar cómo todas las luchas deben servir al mismo objetivo: la revolución proletaria mundial.

Los comunistas tienen el deber proletario internacionalista de llevar a cabo acciones, actividades, reuniones, etc., en apoyo de las guerras populares en curso (guerras revolucionarias lideradas por los partidos comunistas) y los movimientos revolucionarios en todo el mundo, así como del movimiento de liberación nacional que constituye la base del movimiento comunista internacional. Esto no significa, sin embargo, que deban ser los comunistas en formación quienes realicen el trabajo principal. Estas acciones, actividades o reuniones no deben operar dentro del marco legal del Estado burgués. Esto sería una actividad completamente inútil, que de ninguna manera contribuye a la reconstitución ni desafía al Estado burgués.

Dentro del movimiento de solidaridad con Palestina, debido a la falta de dirección política, existe una tendencia a sobrevalorar la importancia de las manifestaciones masivas, que terminan convirtiéndose en un lastre por el parlamentarismo, ya que los oportunistas electoreros se contentan con apoyar verbalmente algunas demandas irrealistas de las manifestaciones con tal de ganar unos pocos votos. Vemos esto, por ejemplo, en la llamada “Izquierda del Futuro”, que lidera una coalición de diversas organizaciones y partidos revisionistas y reformistas unidos en la ambición de formar una alianza electoral para las elecciones parlamentarias del próximo año, con el fin de transformar la ira y la rabia de las masas en un lodazal parlamentario. ¿Es esto lo mejor que dos años de movilización masiva en torno a una guerra de liberación nacional en Suecia podrían haber producido?

Por otro lado, existe una tendencia al activismo dentro del movimiento de solidaridad con Palestina que se conforma con acciones y actividades que, en la práctica, son completamente permisibles dentr del oden vigente. Pero no basta con tener carteles aburridos, colgar pancartas, pintar grafitis en túneles, participar en manifestaciones legales o "dirigirlas", etc., que solo ofrecen palabras y promesas vacías. Lo mismo ocurre con reducir el trabajo de solidaridad a reuniones informales en un sótano sobre la resistencia palestina. Las masas ya están hartas de eso por parte de los revisionistas.

Entonces, ¿por qué deberíamos hacer lo mismo y arrastrarlas a un lodazal de legalismo y promesas vacías, como han hecho reformistas y revisionistas durante décadas? La única forma real de apoyar al pueblo palestino es asumir nuestro deber de hacer la revolución, es decir, la lucha armada, y aplastar el imperialismo sueco, y para ello se necesita el partido comunista.

Aquí, la violencia revolucionaria debe primar sobre el legalismo que caracteriza a los revisionistas que parasitan el movimiento de solidaridad con Palestina. ¿Por qué? Porque sirve a nuestra tarea principal: la reconstitución o constitución de los partidos comunistas. El partido debe militarizarse. Un partido cuya tarea es librar una guerra revolucionaria contra el viejo Estado debe ser capaz de dominar los asuntos y las acciones militares; por lo tanto, esta labor debe llevarse a cabo incluso durante la reconstitución, no puede relegarse a un segundo plano ni posponerse hasta que se den las condiciones objetivas adecuadas. Esto se materializará, y de hecho se materializa, en acciones modestas y de pequeña escala, como el sabotaje, la agitación armada y la propaganda. Esto es positivo y marxista. Debe evolucionar hacia acciones más amplias, complejas y de mayor impacto. Algunos revisionistas se oponen a este hecho. Muchos objetan, pues, porque les resulta más conveniente actuar como «grupos de apoyo» a la lucha revolucionaria en el Tercer Mundo que seguir su ejemplo y aplicar la violencia revolucionaria en nuestros países. Forjarse en la violencia revolucionaria no es una desviación «ultraizquierdista», como suelen insinuar los revisionistas. Se trata de comprender la construcción del partido, de su reconstitución, de entender que ningún cambio real puede darse sin violencia. Descuidar la necesidad de dominar la violencia revolucionaria es, por otro lado, una capitulación total ante el legalismo socialdemócrata que ha caracterizado al movimiento revolucionario en nuestro país durante décadas, además de una excusa para su propia autopreservación burguesa y una muestra de pura cobardía.

Los comunistas en formación deben marcar una clara diferencia con los revisionistas ineficaces de los países imperialistas, cuya única estrategia es depender totalmente de los movimientos espontáneos. Todos los revolucionarios genuinos comprenden que la tarea principal hoy es la reconstitución o constitución de los partidos comunistas en todo el mundo, porque sin un partido no tenemos nada. Pero la cuestión es: ¿por qué esta es la tarea principal? Puede haber confusión.

No exigimos un partido por el partido mismo; no se trata de una fórmula vacía. El partido comunista es la vanguardia capaz de dirigir a cientos, miles e incluso millones de masas combatientes en la lucha revolucionaria y la guerra contra la vieja sociedad. Se trata de un cuerpo de combatientes integrado por los mejores hijos e hijas de la clase, capaces de implementar lo anterior, encarnando la ideología y la política del partido. El partido es, por supuesto, también una máquina de guerra, un aparato que sabe cómo librar esta guerra mediante acciones y planes militares, y que está preparado y paciente para recibir fuertes golpes de la reacción sin quebrarse, sino que, al igual que el Partido Comunista del Perú, continúa perseverando, librando, dirigiendo y desarrollando la guerra popular incluso en las situaciones y circunstancias más difíciles. Concretamente, esto significa que nuestro trabajo debe servir para generar el contingente de militantes que puedan asumir estas tareas, que la ideología que estudiamos y aplicamos, la política que producimos, se encarne en un grupo de individuos que serán identificables como comunistas; estos constituirán el glorioso Partido Comunista de Suecia e iniciarán la invencible guerra popular. ¡Tengamos en cuenta que el Partido Comunista del Perú contaba con algunas decenas de miembros al inicio de la guerra popular en 1980! No se trata, pues, de una cuestión de cantidad, sino de calidad: de la determinación de los comunistas, de la capacidad de, mediante una línea ideológico-política correcta, elevar la lucha de las masas a niveles superiores, al nivel de la guerra popular.

Debemos tener presente que la revolución en Suecia forma parte de la revolución proletaria mundial, una guerra global donde las fronteras nacionales representan distintos frentes. Nuestra tarea como revolucionarios, comunistas en formación, es crear y desarrollar varios frentes en esta guerra para debilitar el imperialismo. Este es, de hecho, el único antiimperialismo genuino, porque nos exige, tanto a nosotros en los países imperialistas como a quienes viven en el Tercer Mundo, lo mismo: desarrollar la violencia revolucionaria al servicio del inicio y desarrollo de la lucha armada.

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