La
condición de ser indígena, campesina, trabajadora, o en definitiva, mujer, por
sí sola no determina su condición revolucionaria.
A propósito
de la patraña electoral que se viene desarrollando en el país, hemos podido
evidenciar una vez más, cómo algunas mujeres que devienen de las comunidades
indígenas, campesinas, obreras y populares, asisten preñadas de
concepciones ideológicas y políticas
virulentamente oportunistas y reaccionarias, tanto como cualquier otra mujer
que haya nacido aún en el seno de la gran burguesía.
Es decir,
no porque sea campesina, dirigente sindical o su origen político haya estado
ligado a cierto sector de masas la convierte necesariamente en una mujer
avanzada, consiente y con correcta posición de clase.
Para
muestrea, un botón: Lourdes Tiban. Candidata por el Acuerdo Nacional por el
Cambio (indigenistas, hoxistas, castristas, bolivarianos, revisionistas de toda
laya). Una verdadera traidora a su pueblo y a las masas. Se llama así misma
como representante de las mujeres indígenas, cuando no pasa de ser sino una
perra fiel al servicio del oportunismo. Ha divagado en medio del movimiento
indígena arrastrándolo siempre dentro del contexto de las elecciones; desde la
izquierda revisionista y oportunista, pasando por el indigenismo burgués hasta
anidar en los sectores de la derecha más recalcitrante. Como ésta, muchas otras
que ahora cacarean desde sus proclamas electoreras su compromiso con las
mujeres y con el pueblo cuando en verdad lo que hacen es traficar con el
sufrimiento, angustia y desesperación de millones de mujeres sumidas en la más
abyecta explotación del viejo estado, del capitalismo burocrático y del
imperialismo.
Una de las
particularidades que tienen las sociedades como la nuestra: semifeudal y
semicolonial, es que la mujer es explotada con mayor insania y agresividad.
La mujer es
explotada, oprimida y discriminada por ser indígena, campesina, esposa,
trabajadora y sencillamente por ser mujer. Ese abanico de manifestaciones de
explotación, opresión y violencia generalmente viene cargada de todas esas
taras producto de una sociedad precaria, machista, que le otorga ciertas
valoraciones de minusvalía laboral y política a la mujer; donde además,
producto de los procesos de formación y alienación, muchas de ellas se prestan
para reproducir el viejo esquema semifeudal, quedando segregadas a una simple
condición de objeto sexual, la comercialización de su cuerpo, la reproducción
de la especie y en algunos casos, cuando conquistan ciertos logros políticos,
terminan propagando la podredumbre de la sociedad simplificada en ese machismo
feudal y del oscuro régimen de explotación de las masas. Es decir, terminan
serviles al viejo estado.
Pero ese es
un aspecto de las condiciones en las que se desenvuelve la mujer en esta vieja
sociedad. Hay otro, el de las mujeres luchadoras, sobre todo aquellas que se
van forjando bajo el marxismo-leninismo-maoísmo, que se templan en el fragor de
la lucha de clases, de la construcción de los tres instrumentos para desatar la
revolución de Nueva Democracia, que creen en la guerra popular, en la necesidad
de conquistar el Poder para el proletariado y sus aliados; esas son el
verdadero elemento consiente en el seno del pueblo, aquellas mujeres que ven la
sociedad a través del prisma de la lucha de clases, del compromiso irrestricto
e irrenunciable con la revolución.
La historia
de la lucha de clases en el mundo ha dejado la huella de muchísimas mujeres de
esa estirpe que han hecho un trascendental aporte a la liberación de la clase y
de los pueblos oprimidos del mundo. Nathalie Lemel y Louise Michel en la Comuna de París, Nadezhda Krupskaya, comunista, compañera de
Lenin, Rosa Luxemburgo, Chiang Ching, la Camarada Nora, Edith Lagos, la
camarada, Ángela, entre muchas otras más, mujeres luchadoras que ligaron su existencia
a la lucha de clases y a la revolución.
Pero
también ha existido aquellas que fungiendo de dirigentes populares han
terminado como la Tibán, Natacha Rojas, Mery Zamora, Lilina Durán, y otras, de
rodillas ante lo caduco, contrarrevolucionarias, sujetas del feminismo burgués, al viejo estado, postradas ante los procesos
electoreros y colaborando en la corporativización de la sociedad. Desde luego,
en el seno del pueblo tampoco estamos exentos a que algunos elementos débiles
se dejen arrastrar al despeñadero, y en el Movimiento Femenino Popular del
Ecuador hemos tenido que vivir ese tipo de reveses, pero esa es la dialéctica.
La lucha de clases y preparar la guerra popular tiene esa ventaja, nos depura,
nos cualifica, como viento purificador se lleva la basura y la hojarasca para dejar el grano que germina,
que se reproduce, nos deja en su seno
solo a aquellas que no pierden la perspectiva de clase, la lucha y de la
revolución.
Hoy 8 de
marzo, día de la mujer oprimida, explotada, violentada, pero luchadora,
rebelde, revolucionaria, indómita, nuestro más sentido homenaje a todas
aquellas mujeres que han bregado por la trasformación de la sociedad, por ser
el otro soporte del cielo, que se siente identificada por su particular
condición de mujer, pero sobre todo, por el rol que desempeña en la producción,
en la sociedad, en la historia, es decir, por su condición de clase.
No queremos
pasar por alto nuestro más sentido homenaje a la camarada María, fallecida hace
unas pocas semanas, pero sobre todo, nuestro más grande reconocimiento y homenaje
a la heroína que tienen las mujeres luchadoras de Brasil, Ecuador,
Latinoamérica y el mundo, la camarada Ángela, fundadora del MFP de Brasil,
ejemplo de toda una vida dedicada a la lucha, sin reservas, sin guardarse nada
para sí. Todo para la revolución, aún nuestras vidas.
¡VIVA EL 8
DE MARZO DÍA DE LA MUJER TRABAJADORA Y LUCHADORA!
¡HONOR Y
GLORIA PARA LA CAMARADA MARÍA!
¡HONOR Y
GLORIA PARA LA CAMARADA ÁNGELA!
¡LO QUE UNE
A LAS MUJER VA MÁS ALLÁ DE SU CONDICIÓN DE MUJER, ES SU CONDICIÓN DE CLASE!
¡VIVA EL
MOVIMIENTO FEMENINO POPULAR!