F. ENGELS
Contribución a la Historia de la Liga de los Comunistas[1]
Con la condena de los comunistas de Colonia, en 1852 [2],
cae el telón sobre el primer período del movimiento obrero alemán
independiente.
Hoy, este período se halla casi olvidado.
Y sin embargo, duró desde 1836 hasta 1852 y se desarrolló, dada la gran
difusión de los obreros alemanes en el extranjero, en casi todos los
países civilizados.
Más aún.
El movimiento obrero internacional de hoy es, en el fondo, la
continuación directa del movimiento obrero alemán de entonces, que fue,
en general, el primer movimiento obrero internacional y del que
salieron muchos de los hombres que habían de ocupar puestos dirigentes
en la Asociación Internacional de los Trabajadores.
Y los principios teóricos que la Liga de los Comunistas inscribió en sus
banderas con el Manifiesto Comunista[*], en 1847, son hoy el vínculo internacional más fuerte que une todo el movimiento proletario de Europa y América.
Hasta hoy, no existe más que una fuente importante
para escribir una historia coherente de dicho movimiento.
Es el denominado libro negro:
"Las conspiraciones comunistas del siglo XIX", por Wermuth y Stieber,
Berlín, 2 partes, 1853 y 1854.
Esta elucubración, urdida de mentiras por dos de los más miserables
granujas policíacos de nuestro siglo y plagada de falsificaciones
conscientes, sirve todavía hoy de fuente a todos los escritos no
comunistas sobre aquella época.
Lo que yo puedo ofrecer aquí no es más que un
bosquejo, y aun éste circunscrito a la parte que afecta a la Liga misma;
sólo lo estrictamente necesario para comprender las "Revelaciones".
Espero, sin embargo, que algún día tendré ocasión de utilizar los
abundantes materiales reunidos por Marx y por mí para la historia de
aquella gloriosa etapa juvenil del movimiento obrero internacional.
De la Liga de los Proscritos, asociación secreta
democrático-republicana, fundada en 1834 por emigrados alemanes en
París, se separaron en 1836 los elementos más radicales, proletarios
casi todos ellos, y fundaron una nueva asociación secreta, la Liga de los Justicieros.
La Liga madre, en la que sólo continuaron los elementos más
retardatarios, por el estilo de Jakobus Venedey, quedó pronto
aletargada, y cuando, en 1840, la policía descubrió en Alemania el
rastro de algunas secciones, ya no era más que una sombra.
En cambio, la nueva Liga se desarrolló con relativa rapidez.
Al principio, era un brote alemán del comunismo obrero francés, que se
iba plasmando por aquella misma época en París y estaba vinculado a las
tradiciones del babuvismo [3].
La comunidad de bienes se postulaba como corolario obligado de la
«igualdad».
Los fines eran los de las sociedades secretas de París en aquella época.
Era una sociedad mitad de propaganda y mitad de conspiración, y aunque
no se excluía, ni mucho menos, si la ocasión se presentaba, la
preparación de intentonas en Alemania, siempre se consideraba París como
centro de la acción revolucionaria.
Pero, como París era el campo de batalla decisivo, por aquel entonces la
Liga no era, de hecho, más que una rama alemana de las sociedades
secretas francesas, y principalmente de la "Société des Saisons" [**],
dirigida por Blanqui y Barbés, con la que estaba en íntima relación.
Los franceses se echaron a la calle el 12 de mayo de 1839; las secciones
de la Liga hicieron causa común con ellos y se vieron así arrastrados a
la derrota común [4]
De los alemanes fueron detenidos, entre otros, Karl Schapper y Heinrich Bauer;
el Gobierno de Luis Felipe se contentó con expulsarlos, tras larga
prisión.
Ambos se trasladaron a Londres.
Schapper, natural de Weilburgo (Nassau), había militado en 1832, siendo
estudiante de ciencias forestales en Giessen, en la conspiración
organizada por Georg Büchner; el 3 de abril de 1833, tomó parte en el
asalto contra la guardia del condestable en Francfort [5],
huyó luego al extranjero y participó, en febrero de 1834, en la expedición de Mazzini contra Saboya [6].
De gigantesca corpulencia, expedito y enérgico, dispuesto siempre a
jugarse el bienestar y la vida, era el verdadero tipo del revolucionario
profesional, tal como lo conocemos a través del papel que desempeñó en
la década del treinta.
Aunque un poco torpe de pensamiento, no era, ni mucho menos, hombre
cerrado a la comprensión profunda de los problemas teóricos, como lo
demuestra su misma evolución de «demagogo» [7]
a comunista, y, después que aceptaba una cosa, se aferraba a ella con
tanta más fuerza.
Precisamente por eso, su pasión revolucionaria chocaba a veces con su
inteligencia; pero después advertía su error y sabía reconocerlo
abiertamente.
Era todo un hombre, y lo hecho por él para la fundación del movimiento
obrero alemán nunca será olvidado.
Heinrich Bauer, natural de Franconia, de oficio
zapatero, era un muchacho vivo, despierto e ingenioso, cuyo cuerpo
menudo albergaba tanta habilidad como decisión.
Una vez en Londres, donde Schapper, que en París
había sido cajista de imprenta, procuraba ganarse la vida dando clases
de idiomas, ambos se dedicaron a reanudar los cabos rotos de la Liga,
haciendo de Londres el centro de esta organización.
Aquí, si ya no antes, en París, se les unió Joseph Moll, relojero
de Colonia, de talla media, pero de fuerza hercúlea —¡cuántas veces él y
Schapper apuntalaron eficazmente, con sus espaldas, la puerta de una
sala contra centenares de asaltantes!—, hombre que igualando, por lo
menos, a sus dos camaradas en energía y decisión, los superaba en
inteligencia.
No sólo era, como demostraron los éxitos de sus numerosas misiones, un
diplomático innato; su espíritu era también más abierto a la penetración
teórica.
Los conocí a los tres en Londres, en 1843; eran los primeros
revolucionarios proletarios que veía; y, a pesar de lo mucho que por
aquel entonces discrepaban en cuanto al detalle nuestras opiniones —pues
a su limitado comunismo igualitario
[***]
oponía yo todavía, en aquella época, una buena dosis de soberbia
filosófica, no menos limitada—, jamás olvidaré la formidable impresión
que aquellos tres hombres de verdad me causaron, cuando yo empezaba
precisamente a hacerme hombre.
En Londres, como en Suiza —aunque aquí en menor medida—, les favorecía la libertad de reunión y asociación.
El 7 de febrero de 1840 ya había sido fundada la Asociación Educativa de Obreros Alemanes, que todavía existe [8].
Esta Asociación servía a la Liga como zona de reclutamiento de nuevos
miembros, y puesto que los comunistas eran, como siempre, los más
activos y más inteligentes de la Asociación, fácilmente se comprende que
la dirección de ésta se encontrase totalmente en manos de la Liga.
La Liga pronto tuvo en Londres varias comunas o «cabañas», como todavía
se llamaban por aquel entonces.
Esta misma táctica, lógica y natural en aquellas condiciones, era la que
se seguía en Suiza y en otros países.
Donde era posible fundar asociaciones obreras, se las utilizaba del
mismo modo.
Donde las leyes lo prohibían, los miembros de la Liga ingresaban en
asociaciones corales, gimnásticas, etc.
El enlace lo mantenían casi siempre los afiliados que entraban y salían
constantemente de los diversos países y que actuaban también, cuando
hacía falta, como emisarios.
Ayudaba eficazmente a la Liga en ambos aspectos la sabiduría de los
gobiernos, convirtiendo a cada obrero indeseable —que en el noventa por
ciento de los casos era un afiliado a la Liga—, mediante su expulsión,
en un emisario.
La Liga restaurada tuvo una difusión considerable, sobre todo en Suiza, donde Weitling, August Becker
(una magnífica cabeza, pero que se echó a perder, como tantos alemanes,
por falta de estabilidad interior) y otros, crearon una fuerte
organización, más o menos identificada con el sistema comunista
weitlingiano.
No es éste el lugar indicado para hacer la crítica del comunismo de
Weitling.
Pero en lo que se refiere a su importancia como primer atisbo teórico
independiente del proletariado alemán, puedo suscribir todavía hoy las
palabras de Marx en el
"Vorwärts"[9] de París, en 1844:
«¿Dónde podía ella (la burguesía alemana), incluyendo a sus filósofos y escribas, presentar una obra relativa a la emancipación —política— de la burguesía,
como las "Garantías de la Armonía y la Libertad" de Weitling?
Si se compara la insípida y pusilánime mediocridad de la literatura
política alemana con este sublime y brillante comienzo de los obreros
alemanes; si se comparan estos gigantescos zapatos de niño del proletariado
con las proporciones enanas de los desgastados zapatos políticos de la
burguesía, hay que profetizar a esta Cenicienta una talla de atleta».
Este atleta lo tenemos hoy ante nuestros ojos, y eso que aún no ha llegado, ni con mucho, a la plenitud de su desarrollo.
En Alemania existían también numerosas secciones de
carácter fugaz, como correspondía al estado de cosas, pero las que
surgían compensaban con creces a las que desaparecían.
Sólo a los siete años, a fines de 1846, la policía pudo descubrir
rastros de la Liga en Berlín (Mentel) y en Magdeburgo (Beck), sin que le
fuese posible
seguirlos.
Weitling, que en 1840 se encontraba todavía en
París, reagrupó también aquí, antes de trasladarse a Suiza, a los
elementos dispersos.
El contingente central de la Liga lo formaban los
sastres.
En Suiza, en Londres, en París, por todas partes había sastres alemanes.
En París, el alemán se había impuesto hasta tal punto como idioma de
esta rama industrial, que en 1846 conocí allí a un sastre noruego que
había venido a Francia en viaje directo, por mar, desde Trondhjem, y que
al cabo de 18 meses apenas sabía una palabra de francés, pero en cambio
había aprendido magníficamente el alemán.
En 1847, de las tres comunas de París, dos estaban formadas,
predominantemente, por sastres y la tercera por ebanistas.
Al desplazarse de París a Londres el centro de gravedad de la organización, pasó a primer plano un nuevo factor:
la Liga, que era una organización alemana, se fue convirtiendo, poco a poco, en una organización internacional.
En la asociación obrera se congregaban, además de los alemanes y los
suizos, todas aquellas nacionalidades a quienes el idioma alemán sirve
preferentemente para entenderse con los extranjeros; es decir,
principalmente, escandinavos, holandeses, húngaros, checos, sudeslavos y
también rusos y alsacianos.
En 1847, era huésped asiduo de la asociación, entre otros, un granadero
de la guardia inglesa, que venía de uniforme.
La asociación no tardó en tomar el título de Asociación Educativa Comunista
Obrera, y en los carnets figuraba la divisa de «Todos los hombres son
hermanos» en veinte idiomas por lo menos, aunque con alguna que otra
falta de ortografía.
Al igual que la Asociación pública, la Liga secreta revistió también en
seguida un carácter más internacional; al principio, en un sentido
limitado todavía:
prácticamente, por la diversa nacionalidad de sus miembros, y
teóricamente, por la conciencia de que toda revolución, para triunfar,
tenía que ser una revolución europea.
Entonces no se pasó de aquí, pero había quedado sentada la base.
Manteníase estrecho contacto con los
revolucionarios franceses a través de los refugiados de Londres,
compañeros de armas en los combates del 12 de mayo de 1839.
También se mantenía contacto con los polacos más radicales.
Los emigrados polacos oficiales, al igual que Mazzini, eran,
naturalmente, más bien adversarios que aliados.
A los cartistas ingleses se les dejaba a un lado como elementos no
revolucionarios, por razón del carácter específicamente inglés de su
movimiento.
Más tarde, los dirigentes de la Liga en Londres entraron en relación con
ellos a través de mí.
También en otros aspectos había cambiado el
carácter de la Liga, al cambiar los acontecimientos.
Aunque se siguiese considerando a París —y entonces con toda razón— como
la patria de la revolución, no se dependía ya de los conspiradores
parisinos. La difusión de la Liga contribuyó a elevar su propia
conciencia.
Percibíase que el movimiento iba echando cada vez más raíces entre la
clase obrera alemana y que estos obreros alemanes estaban históricamente
llamados a ser los abanderados de los obreros del norte y del este de
Europa.
La clase obrera alemana tenía en Weitling un teórico del comunismo que
se podía comparar sin miedo con sus competidores franceses de aquella
época.
Finalmente, la experiencia del 12 de mayo había enseñado que ya era hora
de renunciar a las intentonas.
Y si se seguía interpretando cada acontecimiento como un signo de la
tormenta que se avecinaba y se mantenían vigentes los antiguos estatutos
semiconspirativos, había que achacarlo más bien a la tozudez de los
viejos revolucionarios, que comenzaba ya a chocar con la razón serena, a
medida que ésta iba abriéndose paso.
En cambio, la doctrina social de la Liga, con todo
lo vaga que era, adolecía de un defecto muy grande, pero basado en las
circunstancias mismas.
Los miembros de la Liga, cuando pertenecían a la clase obrera, eran, de
hecho, casi siempre artesanos.
El hombre que los explotaba era, por lo general, incluso en las grandes
capitales, un pequeño maestro.
Hasta en Londres, estaba todavía en sus comienzos, por aquella época, la
explotación de la sastrería en gran escala, lo que ahora se llama
industria de la confección, surgida de la transformación del oficio de
sastre en una industria a domicilio por cuenta de un gran capitalista.
De un lado, el explotador de estos artesanos era un pequeño maestro, y
de otro lado, todos ellos contaban con terminar por convertirse, a su
vez, en pequeños maestros.
Además, sobre el artesano alemán de aquel tiempo pesaba todavía una masa
de prejuicios gremiales heredados del pasado.
Y es algo que honra muchísimo a estos artesanos —que no eran aún
proletarios en el pleno sentido de la palabra, sino un simple apéndice
de la pequeña burguesía, un apéndice que estaba pasando a las filas del
proletariado, pero que no se hallaba aún en contraposición directa a la
burguesía, es decir, al gran capital—, el haber sido capaces de
adelantarse instintivamente a su futuro desarrollo y de organizarse,
aunque no tuviesen plena conciencia de ello, como partido del
proletariado.
Pero, era también inevitable que sus viejos prejuicios artesanos se les
enredasen a cada paso entre las piernas, siempre que se trataba de
criticar de un modo concreto la sociedad existente, es decir, de
investigar los hechos económicos.
Yo creo que no había, en toda la Liga, nadie que hubiese leído nunca un
libro de Economía.
Pero esto no era un gran obstáculo; por el momento, todas las montañas
teóricas se vencían a fuerza de «igualdad», «justicia» y «fraternidad».
Entretanto, se había ido formando, junto al
comunismo de la Liga y de Weitling, un segundo comunismo,
sustancialmente distinto de aquél.
Viviendo en Manchester, me había dado yo de narices con el hecho de que
los fenómenos económicos, a los que hasta allí los historiadores no
habían dado ninguna importancia, o sólo una importancia muy secundaria,
son, por lo menos en el mundo moderno, una fuerza histórica decisiva; vi
que esos fenómenos son la base sobre la que nacen los antagonismos de
clase actuales y que estos antagonismos de clase, en los países en que
se hallan plenamente desarrollados gracias a la gran industria, y por
tanto, principalmente, en Inglaterra, constituyen a su vez la base para
la formación de los partidos políticos, para las luchas de los partidos
y, por consiguiente, para toda la historia política.
Marx, no sólo había llegado al mismo punto de vista, sino que lo había
expuesto ya en los "Deutsch-Französische Jahrbücher" [10] en
1844, generalizándolo en el sentido de que no es el Estado el que
condiciona y regula la sociedad civil, sino ésta la que condiciona y
regula el Estado, y de que, por tanto, la política y su historia hay que
explicarlas por las relaciones económicas y su desarrollo, y no a la
inversa.
Cuando visité a Marx en París, en el verano de 1844, se puso de
manifiesto nuestro completo acuerdo en todos los terrenos teóricos, y de
allí data nuestra colaboración.
Cuando volvimos a reunirnos en Bruselas, en la primera de 1845, Marx,
partiendo de los principios básicos arriba señalados, había desarrollado
ya, en líneas generales, su teoría materialista de la historia, y nos
pusimos a elaborar en detalle y en las más diversas direcciones la nueva
concepción descubierta.
Este descubrimiento, que venía a revolucionar la
ciencia histórica y que, como se ve, fue, esencialmente, obra de Marx,
sin que yo pueda atribuirme en él más que una parte muy pequeña,
encerraba una importancia directa para el movimiento obrero de la época.
Ahora, el comunismo de los franceses y de los alemanes y el cartismo de
los ingleses ya no aparecían como algo casual, que lo mismo habría
podido no existir.
Estos movimientos se presentaban ahora como un movimiento de la moderna
clase oprimida, del proletariado, como formas más o menos desarrolladas
de su lucha históricamente necesaria contra la clase dominante, contra
la burguesía; como formas de la lucha de clases, pero que se distinguían
de todas las luchas de clases anteriores en que la actual clase
oprimida, el proletariado, no puede llevar a cabo su emancipación, sin
emancipar al mismo tiempo a toda la sociedad de su división en clases, y
por tanto, de la lucha de clases.
Ahora, el comunismo ya no consistía en exprimir de la fantasía un ideal
de la sociedad lo más perfecto posible, sino en comprender el carácter,
las condiciones y, como consecuencia de ello, los objetivos generales de
la lucha librada por el proletariado.
Nuestra intención no era, ni mucho menos, comunicar
exclusivamente al mundo «erudito», en gordos volúmenes, los resultados
científicos descubiertos por nosotros.
Nada de eso.
Los dos estábamos ya metidos de lleno en el movimiento político,
teníamos algunos partidarios entre el mundo culto, sobre todo en el
occidente de Alemania, y grandes contactos con el proletariado
organizado.
Estábamos obligados a razonar científicamente nuestros puntos de vista,
pero considerábamos igualmente importante para nosotros el ganar al
proletariado europeo, empezando por el alemán, para nuestra doctrina.
Apenas llegamos a conclusiones claras para nosotros mismos, pusimos
manos a la obra.
En Bruselas, fundamos la Asociación obrera alemana [11] y nos adueñamos de la "Deutsche-Brüsseler Zeitung" [12],
que nos sirvió de órgano de prensa hasta la revolución de febrero.
Con el sector revolucionario de los cartistas ingleses estábamos en
relaciones por medio de Julian Harney, redactor del "Northern Star" [13],
órgano central del movimiento cartista, en el que yo colaboraba.
También formábamos una especie de coalición con los demócratas de
Bruselas (Marx era vicepresidente de la Asociación Democrática [14]) y con los demócratas socialistas franceses de "La Réforme" [15],
periódico al que yo suministraba noticias sobre el movimiento inglés y
alemán.
En una palabra, nuestras relaciones con las organizaciones y los
periódicos radicales y proletarios eran las que se podían apetecer.
Nuestras relaciones con la Liga de los Justicieros
eran las siguientes:
conocíamos, claro está, la existencia de esta Liga; en 1843, Schapper me
había propuesto ingresar en ella, cosa a la que, por supuesto, me negué
en aquel entonces.
Pero no sólo manteníamos asidua correspondencia con los londinenses,
sino que estábamos en contacto todavía más estrecho con el doctor
Ewerbeck, dirigente por aquella época de las comunas de París.
Sin preocuparnos de los asuntos interiores de la Liga, estábamos
informados de cuanto de importante ocurría en ella.
Además, influímos de palabra, por carta y a través de la prensa en los
juicios teóricos de los miembros más destacados de la Liga.
También utilizamos para ello diversas circulares litografiadas dirigidas
por nosotros a nuestros amigos y corresponsales del mundo entero, en
ocasiones especiales, cuando se planteaban problemas internos del
Partido Comunista en gestación.
Estas circulares afectaban también, a veces, a la Liga misma.
Así, por ejemplo, un joven estudiante westfaliano llamado Hermann
Kriege, habíase presentado en Norteamérica como emisario de aquella
organización, asociándose con el loco Harro Harring para revolucionar la
América del Sur por medio de la Liga, y había fundado un periódico [****] [16]
en el que
predicaba, en nombre de la Liga, un comunismo dulzarrón basado en el
"amor", saturado de amor y desbordando amor por todas partes.
Salimos al paso de esto con una circular que no dejó de surtir su
efecto, y Kriege desapareció de la escena de la Liga.
Más tarde se presentó en Bruselas Weitling.
Pero ya no era aquel joven y candoroso oficial de sastre que, asombrado
de su propio talento, se esforzaba en descubrir cómo iba a ser la futura
sociedad comunista.
Era el gran hombre que se creía perseguido por los envidiosos de su
superioridad, el que veía en todas partes rivales, enemigos secretos y
celadas; el profeta acosado de país en país, que guarda en el bolsillo
la receta para hacer descender el cielo sobre la Tierra y se imagina que
todos quieren robársela.
Ya en Londres, había andado a la greña con las gentes de la Liga, y en
Bruselas, donde Marx y su mujer lo acogieron con una paciencia casi
sobrehumana, no pudo tampoco entenderse con nadie.
En vista de eso, pronto se marchó a América, para probar allí el oficio
de profeta.
Todas estas circunstancias contribuyeron a la
callada transformación que se había ido operando en la Liga, y sobre
todo entre los dirigentes de Londres.
Cada vez se daban más cuenta de cuán inconsistente era la concepción del
comunismo que venía imperando, tanto la del comunismo igualitario
francés, de carácter muy primitivo, como la del comunismo witlingiano.
El intento de Weitling de retrotaer el comunismo al cristianismo
primitivo —a pesar de los detalles geniales que se contienen en su
"Evangelio de los pobres pecadores"—, había conducido, en Suiza, a poner
el movimiento, en gran parte, primero en manos de necios como Albrecht y
luego de aprovechados charlatanes como Kuhlmann.
El «verdadero socialismo» difundido por algunos literatos, traducción de
la fraseología socialista francesa al mal alemán de Hegel y al amor
dulzarrón (véase el punto del "Manifiesto Comunista" que trata del
socialismo alemán o «verdadero» socialismo
[*****]),
y que Kriege y las lecturas de las obras en cuestión habían introducido
en la Liga, tenía forzosamente que despertar, aunque sólo fuese por su
babeante impotencia, la repugnancia de los viejos revolucionarios de la
Liga.
Frente a las precarias ideas teóricas anteriores y frente a las
desviaciones prácticas que de ellas resultaban, los de Londres fueron
dándose cuenta, cada vez más, de que Marx y yo teníanos razón con
nuestra nueva teoría.
A que esto fuese comprendido contribuyó indudablemente la presencia,
entre los dirigentes de Londres, de dos hombres que superaban
considerablemente a los mencionados en cuanto a capacidad teórica:
el miniaturista Karl Pfänder, de Heilbronn, y el sastre Georg Eccarius,
de Turingia [******].
Resumiendo, en la primavera de 1847 se presentó
Moll en Bruselas a visitar a Marx, y en seguida en París a visitarme a
mí, para invitarnos nuevamente, en nombre de sus camaradas, a ingresar
en la Liga.
Nos dijo que estaban convencidos, tanto de la justeza general de nuestra
concepción, como de la necesidad de liberar a la Liga de las viejas
tradiciones y formas conspirativas.
Que si queríamos ingresar, se nos daría la ocasión, en un congreso de la
Liga, para desarrollar nuestro comunismo crítico en un manifiesto, que
luego se publicaría como manifiesto de la Liga; y que nosotros podríamos
contribuir también a sustituir la organización anticuada de la Liga por
otra nueva, más adecuada a los tiempos y a los fines perseguidos.
De que la clase obrera alemana necesitaba, aunque
sólo fuese por razones de propaganda, una organización, y de que esta
organización, si no había de ser puramente local, tenía que ser
necesariamente clandestina, incluso fuera de Alemania, no nos cabía la
menor duda.
Pues bien; en la Liga teníamos precisamente esa organización.
Y si lo que habíamos tenido que reprocharles hasta entonces era
abandonado ahora como erróneo por los propios representantes de la Liga,
y éstos nos invitaban a colaborar en su reorganización, ¿podíamos
nosotros negarnos?
Claro está que no.
Ingresamos, pues, en la Liga; Marx formó una comuna en Bruselas con
nuestros amigos más cercanos, y yo asistía a las tres comunas de París.
En el verano de 1847, se celebró en Londres el
primer Congreso de la Liga, al que W.
Wolff acudió representando a las comunas de Bruselas y yo a las de
París.
En este Congreso se llevó a cabo, ante todo, la reorganización de la
Liga.
Se suprimió lo que quedaba todavía de los viejos nombres místicos de la
época conspirativa; la Liga se organizó en forma de comunas, círculos,
círculos directivos, Comité Central y Congreso, denominándose a partir
de entonces Liga de los Comunistas.
«La finalidad de la Liga es el derrocamiento de la burguesía, la
dominación del proletariado, la supresión de la vieja sociedad burguesa,
basada en los antagonismos de clase, y la creación de una nueva
sociedad, sin clases y sin propiedad privada».
Tal era el texto del artículo primero[*******].
En cuanto [194] a la organización, ésta era absolutamente democrática,
con comités elegidos y revocables en todo momento, con lo cual se
cerraba la puerta a todas las veleidades conspirativas que exigen
siempre un régimen de dictadura, y la Liga se convertía —por lo menos
para los tiempos normales de paz— en una sociedad exclusivamente de
propaganda.
Estos nuevos estatutos —véase cuán democráticamente se procedía ahora—
se presentaron a las comunas para su discusión, volviendo a examinarse
en el segundo Congreso, que los aprobó definitivamente el 8 de diciembre
de 1847.
Aparecen reproducidos en la obra de Wermuth y Stieber, tomo I, pág.
239, apéndice X.
El segundo Congreso se celebró a fines de noviembre
y comienzos de diciembre del mismo año.
A este Congreso asistió también Marx, que defendió en un largo debate
—el Congreso duró, por lo menos, diez días— la nueva teoría.
Por fin, todas las objeciones y dudas quedaron despejadas, los nuevos
principios fueron aprobados por unanimidad y Marx y yo recibimos el
encargo de redactar el manifiesto.
Así lo hicimos, inmediatamente.
Pocas semanas antes de la revolución de febrero, enviamos el Manifiesto[+]
a Londres, para su impresión.
Desde entonces, ha dado la vuelta al mundo, está traducido a casi todos
los idiomas y sirve todavía hoy de guía del movimiento proletario, en
los más diversos países.
La vieja divisa de la Liga:
«Todos los hombres son hermanos», fue sustituida por el nuevo grito de
guerra:
«¡Proletarios de todos los países, uníos!», que proclamaba abiertamente
el carácter internacional de la lucha.
Diez y siete años después, la nueva divisa resonaba en el mundo entero
como el grito de batalla de la Asociación Internacional de los
Trabajadores, y hoy aparece inscrito en las banderas del proletariado
militante de todos los países.
Estalló la revolución de febrero.
El Comité Central de Londres transfirió inmediatamente sus poderes al
círculo directivo de Bruselas.
Pero este acuerdo llegó en el momento en que Bruselas se hallaba ya, de
hecho, en estado de sitio y cuando sobre todo los alemanes no podían ya
reunirse en parte alguna.
Como todos estábamos a punto de trasladarnos a París, el nuevo Comité
Central acordó, a su vez, disolverse, transfiriendo todos sus poderes a
Marx y autorizándole para constituir inmediatamente en París, un nuevo
Comité Central.
Apenas se habían separado las cinco personas que tomaran este acuerdo
(era el 3 de marzo de 1848), cuando la policía irrumpió en la casa de
Marx, deteniéndole y obligándole a salir al día siguiente para Francia,
viaje que precisamente se disponía él a emprender.
Pronto volvimos a reunirnos todos de nuevo en
París.
Aquí, se redactó el siguiente documento, firmado por los miembros del
nuevo Comité Central, documento que se difundió en toda Alemania y del
que todavía hoy algunos podrían aprender
algo:
REIVINDICACIONES DEL PARTIDO COMUNISTA EN ALEMANIA [17]
1.
Toda Alemania será declarada República una e indivisible.
3. Los representantes del pueblo serán retribuidos,
para que también los obreros puedan formar parte del parlamento del
pueblo alemán.
4.
Armamento general del pueblo.
7. Las fincas de los príncipes y demás posesiones
feudales, todas las minas, canteras, etc., se convierten en propiedad
del Estado.
En las fincas se organizará la explotación en gran escala y con los
recursos más modernos de la ciencia, en provecho de la colectividad.
8. Las hipotecas sobre las tierras de los
campesinos se declaran propiedad del Estado; los campesinos abonarán al
Estado los intereses de estas hipotecas.
9. En las regiones en que esté desarrollado el
sistema de arriendos, la renta del suelo o precio de arrendamiento se
pagará al Estado en concepto de impuesto.
11. El Estado tomará en sus manos todos los medios
de transporte:
ferrocarriles, canales, barcos, caminos, correos, etc., convirtiéndolos
en propiedad del Estado y poniéndolos a disposición de la clase
desposeída.
14.
Restricción del derecho de herencia.
15. Implantación de fuertes impuestos progresivos y abolición de los impuestos sobre los artículos de consumo.
16. Organización de talleres nacionales.
El Estado garantiza a todos los trabajadores medios de subsistencia y asume el cuidado de los incapacitados para trabajar.
17.
Instrucción pública general y gratuita.
En interés del proletariado alemán, de la pequeña
burguesía y de los campesinos, laborar con toda energía por la
implantación de las medidas que quedan apuntadas, pues solamente la
aplicación de estas medidas asegurará a los millones de hombres, que
hasta ahora venían siendo explotados en Alemania por una minoría
insignificante y a los que se pretenderá seguir manteniendo en la
opresión, los derechos y el poder que les pertenecen como creadores de
toda la riqueza.
El Comité:
Carlos Marx, K.
Schapper, H.
Bauer, F. Engels, J.
Moll, W.
Wolff
En París había por aquel entonces la manía de las
legiones revolucionarias.
Españoles, italianos, belgas, holandeses, polacos, alemanes se juntaban
en partidas para ir a libertar sus respectivas patrias.
La legión alemana estaba acaudillada por Herwegh, Bornstedt y Börnstein.
Y como, inmediatamente después de la revolución, los obreros
extranjeros, además de quedarse sin trabajo, se veían acosados por el
público, acudían en gran número a las legiones.
El nuevo gobierno vio en ellas un medio para desembarazarse de los
obreros extranjeros, y les concedió l'etape du soldat, o sea,
alojamiento en ruta y un plus de marcha de 50 céntimos por día hasta la
frontera, donde luego el sensible ministro de Negocios Extranjeros, que
tenía siempre las lágrimas a punto, el retórico Lamartine, se encargaría
de denunciarlos a sus gobiernos respectivos.
Nosotros nos opusimos con la mayor energía a este
intento de jugar a la revolución.
En medio de la efervescencia reinante en Alemania, hacer una incusión en
el país para importar la revolución desde fuera y a la fuerza,
equivalía a socavar la revolución alemana, fortalecer a los gobiernos y
entregar a los mismos legionarios —de esto se encargaba Lamartine—
inermes en manos de las tropas alemanas.
Más tarde, al triunfar la revolución en Viena y en Berlín, la legión ya
no tenía ningún objeto; pero como se había comenzado el juego, se
prosiguió.
Fundamos un club comunista alemán [18],
en el que aconsejamos a los obreros que se mantuvieran al margen de la
legión y retornaran individualmente a su país, para ponerse allí al
servicio del movimiento.
Nuestro viejo amigo Flocon, que formaba parte del Gobierno Provisional,
consiguió para los obreros expedidos por nosotros las mismas facilidades
de viaje que se habían ofrecido a los legionarios.
De este modo, enviamos a Alemania de 300 a 400 obreros, entre ellos la
gran mayoría de los miembros de la Liga.
Como no era difícil prever, la Liga resultó ser una
palanca demasiado débil para encauzar el movimiento desencadenado de
las masas populares.
Las tres cuartas partes de los afiliados a la Liga, que antes residían
en el extranjero, al regresar a su país habían cambiado de residencia,
con lo cual se disolvían en gran parte sus comunas anteriores y ellos
perdían todo contacto con la Liga.
Una parte, los más ambiciosos, ni siquiera se preocuparon de restablecer
este contacto, sino que cada cual se puso a organizar en su localidad,
por su cuenta y riesgo, un pequeño movimiento por separado.
Finalmente, las condiciones que se daban en cada pequeño Estado, en cada
provincia, en cada ciudad, eran tan distintas, que la Liga no habría
podido dar a sus afiliados más que instrucciones muy generales, y éstas
podían hacerse llegar mucho mejor por medio de la prensa.
En una palabra, desde el momento en que cesaron las causas que habían
hecho necesaria una Liga secreta, perdió también ésta su significación.
Y a quienes menos podía sorprender tal cosa, era precisamente a los que
acababan de despojar a esta Liga secreta del último vestigio de su
carácter conspirativo.
Sin embargo, ahora se demostraba que la Liga había sido una excelente escuela de actuación revolucionaria.
En el Rin, donde la "Neue Rheinische Zeitung" [++]
constituía un centro sólido, en Nassau, en el Hessen renano, etc., eran
siempre afiliados a la Liga los que aparecían a la cabeza del ala
extrema del movimiento democrático.
Y lo mismo en Hamburgo.
En el sur de Alemania estorbaba el predominio de la democracia
pequeñoburguesa.
En Breslau, trabajó hasta el verano de 1848 Wilhelm Wolff, con gran
éxito, logrando ser nombrado candidato para representar a Silesia en el
parlamento de Francfort [19] La Asamblea de Berlín
fue convocada en Berlín en mayo de 1848 para elaborar la Constitución
«de común acuerdo con la Corona».
Al haber adoptado esa fórmula como base de su actividad, la Asamblea
renunció con ello al principio de la soberanía del pueblo; en noviembre,
a base de un decreto del rey fue trasladada a Brandeburgo; fue disuelta
durante el golpe de Estado en Prusia en diciembre de 1848.- 179, 197.
Finalmente, el cajista Stephan Born, militante activo de la Liga en
Bruselas y París, fundó en Berlín una «Hermandad Obrera», que adquirió
considerable extensión y duró hasta 1850.
Born, joven de mucho talento, pero que tenía demasiada prisa por
convertirse en un personaje político, «fraternizó» con los elementos más
dispares, con tal de poder reunir en torno suyo un tropel de gente; y
él no era, ni mucho menos, el hombre capaz de poner unidad en las más
dispares tendencias y de hacer luz en el caos.
Por eso, en las publicaciones oficiales de su asociación se mezclan, en
abigarrado mosaico, las ideas defendidas en el Manifiesto Comunista
con los recuerdos y los anhelos gremiales, fragmentos de Luis Blanc y
Proudhon, el proteccionismo, etc.; en una palabra, se quería contentar a
todo el mundo.
Se organizaron, sobre todo, huelgas, sindicatos, cooperativas de
producción, olvidándose de que lo más importante era conquistar,
mediante victorias políticas, el terreno sin el cual todas esas cosas no
podrían sostenerse a la larga.
Y cuando, más tarde, las victorias de la reacción hicieron sentir a los
dirigentes de la Hermandad la necesidad de lanzarse directamente a la
lucha revolucionaria, aquellas confusas masas que se agrupaban en torno a
ellos los dejaron, naturalmente, en la estacada.
Born tomó parte en la insurrección de Dresde, en mayo de 1849 [20],
y pudo escapar con suerte.
Pero la Hermandad Obrera se comportó frente al gran movimiento político
del proletariado como una simple Liga particular, que en parte sólo
existía sobre el papel y cuya importancia era tan secundaria que la
reacción no consideró necesario suprimirla hasta 1850, sin meterse hasta
varios años más tarde con aquellos retoños suyos que aún continuaban
existiendo.
Y Born, cuyo verdadero nombre era Buttermilch, no se convirtió en un
personaje
político, sino en un modesto profesor suizo, que ya no traducía a Marx
al lenguaje gremial, sino al plácido Renán a su alemán almibarado.
El 13 de junio de 1849 en París [21],
la derrota de las insurrecciones de mayo en Alemania y el aplastamiento
de la revolución húngara por los rusos pusieron fin a todo un período
de la revolución de 1848.
Pero el triunfo de la reacción no era todavía, ni mucho menos,
definitivo.
Se imponía la reorganización de las fuerzas revolucionarias dispersas, y
por tanto también las de la Liga.
Las circunstancias venían a vedar, como antes de 1848, toda organización
pública del proletariado; había que volver a organizarse, pues,
secretamente.
En el otoño de 1849, volvieron a reunirse en
Londres la mayoría de los miembros de los antiguos comités centrales y
congresos.
Sólo faltaba Schapper, encarcelado en Wiesbaden, y que se presentó
después de absuelto, en la primavera de 1850, y Moll, quien después de
haber cumplido una serie de misiones peligrosísimas y de varios viajes
de agitación —el último, para reclutar en el seno mismo del ejército
prusiano, en la provincia del Rin, artilleros montados para las baterías
del Palatinado— se enroló en la compañía de obreros de Besancon, del
destacamento de Willich, muriendo de un tiro en la cabeza en la batalla
del Murg, delante del puente de Rotenfels.
En cambio, apareció en escena Willich.
Este era uno de aquellos comunistas sentimentales que tanto abundaban
desde 1845 en el occidente de Alemania, y que ya por ese solo hecho
abrigaba una hostilidad secreta instintiva contra nuestra tendencia
crítica.
Pero él era todavía más; era un perfecto profeta, convencido de su
misión de mesías predestinado del proletariado alemán, y, como tal,
aspirante directo a la dictadura política, lo mismo que a la dictadura
militar.
Y así, junto al comunismo basado en el cristianismo primitivo, predicado
antes por Weitling, surgió una especie de Islam comunista.
Pero, por el momento, la propaganda de esta nueva religión quedó
circunscrita al cuartel de refugiados cuyo mando tenía Willich.
Se procedió, pues, a organizar de nuevo la Liga, se ido a la luz el Mensaje de marzo de 1850 [+++], publicado en el apéndice (IX, Nº 1 [22]) y se envió a Alemania como emisario a Heinrich Bauer.
El Mensaje, redactado por Marx y por mí, tiene todavía hoy
interés, pues la democracia pequeñoburguesa sigue siendo aún el partido
que en la próxima conmoción europea, que no tardará en producirse (pues
el intervalo entre las revoluciones europeas —1815, 1830, 1848-1852,
1870— es, en nuestro siglo, de 15 a 18 años), será, necesariamente, el
primero en empuñar el timón de Alemania, como salvador de la sociedad
frente a los obreros
comunistas. Por tanto, muchas de las cosas que decimos allí todavía
siguen teniendo aplicación hoy.
La misión de Heinrich Bauer fue coronada por un éxito completo.
Aquel bravo zapaterillo era un diplomático innato.
Volvió a incorporar a la organización activa a los antiguos miembros de
la Liga —algunos de los cuales se habían desligado de ella y otros
operaban por su cuenta—, y en particular a los dirigentes de la
Hermandad Obrera.
Y la Liga comenzó a desempeñar un papel predominante en las asociaciones
obreras, campesinas y gimnásticas, en proporciones superiores a las de
antes de 1848, hasta el punto de que ya en el siguiente Mensaje
trimestral dirigido a las comunas en junio de 1850, se pudo hacer
constar que el estudiante Schurz, de Bonn (el que más tarde había de ser
ex ministro en Norteamérica), que había viajado por Alemania al
servicio de la democracia pequeñoburguesa, «se ha encontrado ya con que
todos los elementos útiles están en manos de la Liga».
(véase el apéndice, IX, Nº 2).
Esta fue, indudablemente, la única organización revolucionaria alemana
de importancia.
Pero la función que esta organización hubiese de
desempeñar, dependía muy esencialmente de que se realizasen o no las
perspectivas de un nuevo auge de la revolución.
En el transcurso de 1850, estas perspectivas fueron haciéndose cada vez
más inverosímiles, y hasta imposibles.
La crisis industrial de 1847, que preparara la revolución de 1848, había
sido superada; había comenzado un nuevo período, hasta entonces nunca
visto, de prosperidad industrial:
quien tuviese ojos para ver y los usase tenía que convencerse de que la
tormenta revolucionaria de 1848 se iba disipando poco a poco.
«Bajo esta prosperidad general, en que las fuerzas
productivas de la sociedad burguesa se desenvuelven todo lo
exuberantemente que pueden desenvolverse dentro de las condiciones
burguesas, no puede ni hablarse de una verdadera revolución.
Semejante revolución sólo puede darse en aquellos períodos en que estos
dos factores, las modernas fuerzas productivas y las formas burguesas de
producción, incurren en mutua contradicción.
Las distintas querellas a que ahora se dejan ir y en que se comprometen
recíprocamente los representantes de las distintas fracciones del
partido continental del orden, no dan, ni mucho menos, pie para nuevas
revoluciones; por el contrario, son posibles sólo porque la base de las
relaciones sociales es, por el momento, tan segura y —cosa que la
reacción ignora— tan burguesa.
Contra ella chocarán todos los intentos de la reacción para contener el desarrollo burgués, así como toda la indignación moral y todas las proclamas entusiastas de los demócratas».
Así escribíamos Marx y yo en la "Revista de mayo a octubre de 1850" de la "Neue Rheinische Zeitung.
Politisch-ökonomische Revue" [23], cuaderno V-VI, Hamburgo, 1850, pag.
153.
Pero esta manera fría de apreciar la situación era
para mucha gente una herejía en aquellos momentos en que Ledru-Rollin,
Luis Blanc, Mazzini, Kossuth y los astros alemanes de menor magnitud,
como Ruge, Kinkel, Gögg y qué sé yo cuántos más, se reunían en Londres
para formar a montones los gobiernos provisionales del porvenir, no sólo
para sus países respectivos, sino para toda Europa, y en que sólo
faltaba recibir de los Estados Unidos el dinero necesario, a título de
empréstitos revolucionarios, para llevar a cabo, en un abrir y cerrar de
ojos, la revolución europea, y con ella, naturalmente, la instauración
de las correspondientes repúblicas.
¿A quién podía extrañarle que un hombre como Willich se dejase arrastrar
por esto, que Schapper se dejase también llevar de su vieja comezón
revolucionaria, y que la mayoría de los obreros que en gran parte vivían
como refugiados en Londres les siguiesen al campo de los fabricantes
democráticoburgueses de revoluciones?
El caso es que el retraimiento defendido por nosotros no era del gusto
de estas gentes, empeñadas en que nos lanzásemos al deporte de hacer
revoluciones.
Y, como nos negamos a ello del modo más enérgico, sobrevino la escisión;
lo demás lo verá el lector en las Revelaciones[++++].
Luego vino la detención en Hamburgo, primero de Nothjung y después de
Haupt, quien traicionó a sus compañeros, denunciando los nombres de los
que formaban el Comité Central de Colonia; él era el que había de servir
en el proceso de testigo principal de cargo; pero sus parientes no
quisieron pasar por esa vergüenza y lo expidieron a Río de Janeiro,
donde más tarde se estableció como comerciante, llegando a ser, en pago
de sus méritos, primer cónsulo general de Prusia y después de Alemania.
En la actualidad, vuelve a estar en Europa [+++++].
He aquí, para la mejor inteligencia de lo que
sigue, la lista de los acusados de Colonia:
1) P.
G.
Röser, obrero cigarrero; 2) Heinrich Bürgers, que había de morir siendo
diputado progresista en la Dieta; 3) Peter Nothjung, sastre, muerto hace
pocos años en Breslau, siendo fotógrafo; 4) W.
J.
Reiff; 5) el Dr.
Hermann Becker, actualmente alcalde de Colonia y miembro de la cámara
alta; 6) el Dr.
Roland Daniels, médico, que murió pocos años después del proceso, de
resultas de una tuberculosis adquirida en la cárcel; 7) Karl Otto,
químico; 8) el Dr.
Abraham Jacoby, actualmente médico en Nueva York; 9) el Dr.
J.
J.
Klein, actualmente médico y concejal de Colonia; 10) Ferdinand
Freiligrath, que por entonces estaba ya en Londres; 11) J.
L.
Ehrhand, viajante; 12) Friedrich Lessner, sastre, actualmente en
Londres.
De éstos, fueron condenados por tentativa de alta traición, después de
la vista del proceso ante el jurado, que duró desde el 4 de octubre
hasta el 12 de noviembre de 1852, los siguientes:
Röser, Bürgers y Nothjung a seis años; Reiff, Otto y Becker a cinco
años, y Lessner a tres años de reclusión en una fortaleza.
Daniels, Klein, Jacoby y Ehrhard fueron absueltos.
Con el proceso de Colonia termina el primer período
del movimiento obrero comunista en Alemania.
Inmediatamente después de la condena disolvimos nuestra Liga; pocos
meses más tarde fenecía también el Sonderbund de Willich-Schapper [24]
Entre aquella época y la de hoy, media toda una
generación.
Entonces, Alemania era un país de artesanado y de industria casera,
basada en el trabajo manual; hoy, es un gran país industrial, sujeto
todavía a una continua revolución industrial.
Entonces había que andar buscando uno a uno a los obreros conscientes de
su situación como obreros y de su contraposición histórico-económica
con el capital, pues esta misma contraposición estaba todavía en
mantillas.
Hoy, hay que someter a todo el proletariado alemán a leyes de excepción,
para entorpecer, aunque no sea más que un poquito, el proceso de la
formación total de su conciencia de clase oprimida.
Entonces, los pocos hombres que habían sabido comprender el papel
histórico del proletariado tenían que reunirse secretamente, que
agruparse a escondidas en pequeñas comunas de 3 a 20 individuos.
Hoy, el proletariado alemán ya no necesita de ninguna organización
oficial, ni pública, ni secreta; basta con la simple y natural cohesión
que da la conciencia del interés de clase, para conmover a todo el
imperio alemán, sin necesidad de estatutos, de comités, de acuerdos ni
de otras formas tangibles.
Bismarck es el árbitro de Europa al otro lado de las fronteras de
Alemania; pero dentro de Alemania se alza, cada día más amenazadora, la
figura atlética del proletariado alemán que Marx pronosticara ya en
1844, el gigante a quien los estrechos muros del edificio imperial,
levantados a medida de los filisteos, le vienen demasiado pequeños, y
cuya talla imponente y fornidas espaldas siguen desarrollándose mientras
llega el momento en que bastará con que se levante de su asiento para
que salte hecha añicos toda la estructura del imperio alemán.
Más aún.
El movimiento internacional del proletariado europeo y americano es hoy
tan fuerte, que no sólo su primera forma estrecha —la de la Liga
secreta—, sino su segunda forma, infinitamente más amplia —la pública de
la Asociación Internacional de los Trabajadores—, se ha convertido en
una traba para él, pues hoy basta con el simple sentimiento de
solidaridad, nacido de la conciencia de la identidad de su situación de
clase, para crear y mantener unido entre los obreros de todos los países
y lenguas un solo y único partido:
el gran partido del proletariado.
Las doctrinas sostenidas por la Liga desde 1847 hasta 1852 y que
entonces podían ser tratadas despectivamente por los sabios filisteos,
como quimeras salidas de unas cuantas cabezas locas y exaltadas, como
doctrinas misteriosas de algunos sectarios sueltos, cuentan hoy con
innumerables partidarios en todos los países civilizados del mundo desde
los condenados de las minas de Siberia, hasta los buscadores de oro de
California; y el fundador de esta teoría, el hombre más odiado y más
calumniado de su tiempo, Carlos Marx, era, cuando murió, el consejero siempre solicitado y siempre dispuesto del proletariado de ambos
mundos.
Londres, 8 de octubre de 1885
NOTAS
[*] Véase la presente edición, t.
1, págs.
110-140.
(N.
de la Edit.)
[**] Sociedad de las estaciones del año.
(N.
de la Edit.)
[***]Entiendo por comunismo
igualitario, como queda dicho, solamente ese comunismo que se apoya exclusiva o predominantemente en el postulado de la
igualdad.
[****]"Der Volks-Tribun"
(133). (N. de la Edit.)
[*****] Véase la presente edición,
t. 1, págs. 133-135. (N. de la Edit.)
[******]Pfänder murió en
Londres, hace unos ocho años. Era un hombre de fina inteligencia, un espíritu
agudo, irónico, dialéctico. Eccarius fue más tarde, durante muchos años,
como es sabido, Secretario del Consejo General de la Asociación Internacional
de los Trabajadores, del que formaban parte, entre otros, varios antiguos
afiliados de la Liga: Eccarius, Pfänder, Lessner, Lochner, Marx y yo. Más
tarde, Eccarius se consagró exclusivamente al movimiento sindical inglés.
[*******] Véase C. Marx y F.
Engels, "Estatutos de la Liga de los Comunistas" (N. de la Edit.)
[+] Véase la presente edición, t.
1, págs.
110-140.
(N.
de la Edit.)
[++] Véase el presente tomo, págs.
174-183.
(N.
de la Edit.)
[+++] Véase la presente edición, t.
1, págs.
179-189.
(N.
de la Edit.)
[++++] Véase C.
Marx, "Revelaciones sobre el proceso de los comunistas de Colonia".
(N.
de la Edit.)
[+++++]Schapper murió en Londres, a fines de la década del 60.
Willich hizo la guerra civil en los Estados Unidos[25],
habiéndose distinguido en
ella.
En la batalla de Murfreesboro (Tennesse), siendo general de brigada,
recibió un tiro en el
pecho, del cual curó.
Murió en Norteamérica hace unos diez años (1878).
Respecto a las demás personas de que se habla en el texto, diré que
Heinrich Bauer ha desaparecido en Australia y que Weitling y Ewerbeck
han muerto en los Estados
Unidos.
[1] Engels escribió el trabajo "Contribución a la historia de la Liga de los comunistas" como introducción a la edición alemana de 1885 del trabajo de Marx "Revelaciones sobre el proceso de los comunistas en Colonia". En los años de vigencia de la Ley de excepción era muy importante que la clase obrera de Alemania aprendiese la experiencia de la lucha revolucionaria en el período de la ofensiva de la reacción de 1849-1852. Precisamente por eso Engels estimó necesario reeditar esa publicación de Marx.
[2]
Se trata del proceso organizado en Colonia (del 4 de octubre al 12 de
noviembre de 1852) con fines provocativos por el Gobierno de Prusia
contra 11 miembros de la Liga de los Comunistas.
Acusados de crimen de alta traición sobre la base de documentos falsos y
perjurios, siete fueron condenados a reclusión en la fortaleza por
plazos de 3 a 6 años.-
[3] Babuvismo:
Una corriente del comunismo utópico igualitario fundado por el
revolucionario francés de fines del siglo XVIII Graco Babeuf y sus
adeptos.- 185
[4]
"Société des Saisons" («Sociedad de las Estaciones del Año»):
organización conspirativa republicano-socialista secreta que actuaba en
París en los años de 1837 a 1839 bajo la dirección de A.
Blanqui y A. Barbès.
La sublevación del 12 de mayo de 1839, en París, en la cual desempeñaron el papel principal los obreros revolucionarios, fue preparada por la Sociedad de las Estaciones del Año; la sublevación, que no se apoyaba en las amplias masas, fue aplastada por las tropas gubernamentales y la Guardia Nacional.
La sublevación del 12 de mayo de 1839, en París, en la cual desempeñaron el papel principal los obreros revolucionarios, fue preparada por la Sociedad de las Estaciones del Año; la sublevación, que no se apoyaba en las amplias masas, fue aplastada por las tropas gubernamentales y la Guardia Nacional.
[5]
Trátase de un episodio de la lucha de los demócratas alemanes contra la
reacción en Alemania denominado «el atentado de Francfort»; un grupo de
elementos radicales asaltó el 3 de abril de 1833 el órgano central de
la Confederación Germánica —la Dieta federal de Franctort del Meno— para
provocar la revolución en el país y proclamar la República de toda
Alemania; las tropas aplastaron la sublevación deficientemente
preparada.-
[6]
En febrero de 1834, el demócrata burgués italiano Mazzini organizó una
expedición de los miembros de la «Joven Italia», sociedad fundada por él
en 1831, y de un grupo de emigrados revolucionarios en Suiza, a Saboya,
con el fin de levantar una insurrección por la unificación de Italia y
proclamar la República Italiana burguesa e independiente.
Después de entrar en Saboya, el destacamento fue derrotado por las
tropas de Piamonte.-
[7]
Se llamaba demagogos en Alemania, desde 1819, a los participantes del
movimiento de oposición entre la intelectualidad alemana que se
pronuncieban contra el régimen reaccionario de los Estados alemanes y
exigían la unificación de Alemania.
Los «demagogos» eran víctimas de crueles represiones por parte de las
autoridades alemanas.-
[8]
Se refiere a la "Asociación Educativa de Obreros Alemanes" domiciliada
en la década del 50 del siglo XIX, en Londres, Great Windmill-Street,
fundada en febrero de 1840 por C.
Schapper, J.
Moll y otras personalidades de la Liga de los Justicieros.
Marx y Engels participaron en su actividad en los años de 1849 y 1850.
E1 17 de septiembre de 1850, Marx, Engels y varios partidarios suyos
abandonaron la Asociación porque una gran parte de la misma se había
pasado a la fracción sectaria aventurera de Willich-Schapper.
Al fundarse la Internacional en 1864, la Asociación pasó a ser Sección
alemana de la Asociación Internacional de los Trabajadores en Londres.
La Asociación de Londres existió hasta 1918, cuando fue clausurada por
el Gobierno de
Inglaterra.
[9] "Vorwärts" («Adelante»):
periódico alemán que se publicó en París desde enero hasta diciembre de 1844 dos veces por semana.
Colaboraban en él Marx y Engels.-
[10]
"Deutsch-Französische Jahrbücher" («Anales franco-alemanes»):
se publicaba en París, en alemán, bajo la redacción de C.
Marx y A.
Ruge.
No salió más que el primer fascículo (doble) en febrero de 1844.
En él se publicaron las obras de Carlos Marx:
"Contribución al problema hebreo" y "Contribución a la critica de la
filosofía del Derecho de Hegel.
Introducción", así como las de Federico Engels:
"Esbozos para la crítica de la Economía Política" y "Situación de
Inglaterra.
Tomás Carlyle, El pasado y el presente".
Estas obras marcaban el paso definitivo de Marx y de Engels del
democratismo revolucionario al materialismo y al comunismo.
La causa principal del cese de la publicación del anuario residía en las
divergencias en cuestiones de principio entre Marx y el radical burgués
Ruge.
[11]
La "Asociación de Obreros Alemanes en Bruselas" fue fundada por Marx y
Engels a fines de agosto de 1847, con el fin de educar políticamente a
los obreros alemanes residentes en Bélgica.
Bajo la dirección de Marx, Engels y sus compañeros, la Asociación se
convirtió en un centro legal de unión de los proletarios revolucionarios
alemanes en Bélgica.
Los mejores elementos de la Asociación integraban la Organización de
Bruselas de la Liga de los Comunistas.
Las actividades de la Asociación de Obreros Alemanes en Bruselas se
suspendieron poco después de la revolución de febrero de 1848 en
Francia, debido a las detenciones y la expulsión de sus componentes por
la policía belga.-
[12]
"Deutsche-Brüsseler-Zeitung" («Periódico Alemán de Bruselas»):
periódico fundado por los emigrados políticos alemanes en Bruselas; se
publicó desde enero de 1847 hasta febrero de 1848.
A partir de septiembre de 1847, Marx y Engels colaboraban
permanentemente en él y ejercían una influencia directa en su
orientación.
Bajo la dirección de Marx y Engels, se hizo órgano de la Liga de los
Comunistas.-
[13]"The Northern Star" («La Estrella del Norte»):
semanario inglés, órgano central de los cartistas, fundado en 1837.
Se publicó hasta 1852, inicialmente en Leeds y luego, a partir de noviembre de 1844, en Londres.
El fundador y redactor del periódico fue F.
O'Connor.
También fue miembro de la redacción J.
Harney.
Desde 1843 hasta 1850 publicó artículos de Engels.-
[14]
"Asociación Democrática", fundada en Bruselas en el otoño de 1847,
agrupaba en sus filas a revolucionarios proletarios, principalmente a
los emigrados revolucionarios alemanes, y elementos de vanguardia de la
democracia burguesa y pequeñoborguesa.
Marx y Engels desempeñaron un papel activo en la fundación de la
Asociación.
E1 15 de noviembre de 1847, Marx fue elegido vicepresidente de la misma,
proponiéndose para el cargo de presidente al demócrata belga L.
Jottrand.
Merced a la influencia de Marx, la Asociación Democrática de Bruselas se
convirtió en importante centro del movimiento democrático
internacional.
Después de deportado Marx de Bruselas, a principios de marzo de 1848, y
de las represiones de las autoridades belgas contra los elementos más
revolucionarios de la Asociación, la actividad de ésta adquirió un
carácter más estrecho, puramente local, cesando del todo prácticamente
hacia 1849.
[15] "La Reforme" («La reforma»):
diario francés, órgano de los demócratas republicanos y socialistas pequeñoborgueses; se publicó en París de 1843 a 1850.
Desde octubre de 1847 hasta enero de 1848 Engels insertó en este diario varios artículos suyos.-
[16]
"Der Volks-Tribun" («El Tribuno popular»):
semanario fundado por los «socialistas verdaderos» alemanes en Nueva
York; se publicó desde el 5 de enero hasta el 31 de diciembre de
1846.
[17]
Las "Reivindicaciones del Partido Comunista en Alemania" fueron
escritas por Marx y Engels en París entre el 21 y el 29 de marzo de
1848.
Vinieron a ser la plataforma política de la Liga de los Comunistas en la
incipiente revolución alemana.
Publicadas en octavilla, se distribuían como documento directivo a los
miembros de la Liga de los Comunistas que regresaban a su tierra.
Durante la revolución, Marx, Engels y sus partidarios trataron de
propagar ese documento programático entre las grandes masas.-
[18]
Trátase del Club de obreros alemanes fundado en París el 8-9 de marzo
de 1848 a iniciativa de la Liga de los Comunistas.
Marx desempeñaba el papel dirigente en esta organización.
La finalidad de la fundación del Club era unir a los obreros emigrados
alemanes en París y explicarles la táctica del proletariado en la
revolución democrática
burguesa.
[19] Asamblea de Francfort:
Asamblea Nacional convocada después de la revolución de marzo en
Alemania, que comenzó sus sesiones el 18 de mayo de 1848, en Francfort
del Meno.
La tarea principal de la Asamblea consistía en liquidar el
fraccionamiento político de Alemania y elaborar la Constitución de toda
Alemania.
Sin embargo, a causa de la cobardía y las vacilaciones de su mayoría
liberal, la indecisión y la inconsecuencia de su ala izquierda, la
Asamblea no se atrevió a tomar en sus manos el poder supremo del país y
no supo adoptar una postura decidida respecto a las cuestiones
fundamentales de la revolución alemana de los años 1848-1849.
El 30 de mayo de 1849, la Asamblea se vio obligada a trasladar su sede a
Stuttgart.
El 18 de junio fue dispersada por las tropas.
[20] Se trata de la insurrección armada en Dresde del 3 al 8 de mayo y de las insurrecciones en Alemania del Sur y del Oeste
de mayo a julio de 1849 en defensa de la Constitución imperial aprobada
por la Asamblea Nacional de Francfort el 28 de marzo de 1849, pero
rechazada por varios Estados alemanes.
Las insurrecciones tenían carácter aislado y espontáneo y fueron
aplastadas hacia mediados de julio de
1849.
[21] El 13 de junio de 1849,
en París, el partido pequeñoburgués La Montaña organizó una
manifestación pacífica de protesta contra el envío de tropas francesas
para aplastar la revolución en Italia.
La manifestación fue disuelta por las tropas.
Muchos líderes de La Montaña fueron arrestados y deportados o tuvieron
que emigrar de Francia.-
[22]
En la edición de 1885 del trabajo de Marx "Revelaciones sobre el
proceso de los comunistas en Colonia", para el que fue escrito el
presente artículo a guisa de introducción, Engels incluyó varios anejos,
comprendidos los mensajes del Comité Central a la Liga de los
Comunistas de marzo y junio de
1850.
[23] "Neue Rheinische Zeitung.
Politisch-ökonomische Revue" («Nuevo Periódico del Rin.
Revista político-económica»):
revista, órgano teórico de la Liga de los Comunistas, fundada por Marx y Engels.
Se publicó desde diciembre de 1849 hasta noviembre de 1850; salieron seis números.
[24]"Sonderbund"
(«Unión aparte»):
por analogía a la unión de los cantones católicos reaccionarios de Suiza
en los años 40 del siglo
XIX, Marx y Engels llamaban irónicamente así a la fracción sectaria
aventurera de
Willich-Schapper, que se había separado después de la escisión de la
Liga de los Comunistas del 15 de septiembre de 1850 para formar una
organización
aparte, con su propio Comité Central.
La fracción ayudó con su actividad a la policía prusiana a descubrir las
sociedades ilegales de la Liga de los Comunistas en Alemania y le dio
pábulo para incoar en 1852 en
Colonia, un proceso judicial contra destacados dirigentes de la Liga de
los Comunistas
(véase la nota 57).
[25] La guerra civil de Norteamérica
(1861-1865) se llevó a cabo entre los Estados industriales del Norte de
los EE.UU.
y los sublevados Estados esclavistas del Sur, que querían conservar la
esclavitud y resolvieron en 1861 separarse de los Estados del Norte.
La guerra fue resultado de la lucha de dos sistemas:
el de la esclavitud y el del trabajo asalariado.-