REDACCIÓN
AND
06 JUNIO
2022
Editorial
Semanal – La muerte anunciada de esta farsa electoral
La crisis
de descomposición del viejo Estado da fuertes señales de que se profundizará a
pasos agigantados como tendencia irreversible en el corto plazo. De tal forma
que la farsa electoral, como instrumento para “renovar” la legitimidad del
sistema de Poder y su sistema político, así como para paliar la crisis y
resolver las contradicciones al interior de las clases dominantes, no cumplirá,
este año, cualquiera de sus dos funciones.
Para los de
abajo, la farsa electoral tiene la función de obnuvilar la conciencia de las
masas, haciéndoles creer que, al fin y al cabo, todas las medidas de ataque a
sus derechos son justas, ya que tales medidas fueron apoyadas por la mayoría;
sería por tanto legítimo. Sin embargo, el grado de repulsión de las masas
populares hacia el proceso electoral –y, a través de él, hacia toda la vieja
democracia– es altísimo. La violenta falsa polarización entre falsa izquierda
versus “fascismo”, junto con los anuncios de participación electoral en los que
participan incluso celebridades de Hollywood dirigidos a jóvenes y otros más
dirigidos a mujeres, aunque han arrastrado a unos dos millones para llevarse el
registro de votantes, no han surtido el efecto necesario para legitimar el
círculo de hierro de la dictadura disfrazada de democracia reinante en nuestra
patria.
Y esto se
debe a que la vieja democracia en nuestro país ya no es lo que era: una máscara
eficaz para encubrir la verdadera dictadura de los grandes burgueses y
terratenientes al servicio del imperialismo, principalmente yanqui, que opera
sin trabas en el país. . Dejó de serlo porque se agotó, a lo largo de tres
décadas y media, en revelar a todos que los supuestos derechos que venían con
la constitución de 1988 no sólo eran ficticios y retóricos, sino también
irrealizables en el marco del sistema de explotación y opresión. La
contradicción entre el enunciado democrático y la realidad de mil sufrimientos
y padecimientos hizo estallar la máscara. Hoy, la farsa electoral como esencia
de la vieja democracia no puede cumplir su designio de renovar la legitimidad
del viejo orden. No contempla, ya no conquista a las masas populares, incluso
bajo terribles amenazas de que sin ella las cosas irían peor.
Pero para
la reacción, la situación es aún peor. La farsa electoral, al no tener el poder
de sellar contundentemente un resultado, al no contar con el entusiasmo del
electorado ni siquiera con la participación de gran parte de él, no puede, en
esta edición, superar las contradicciones internas. las clases dominantes. Más
aún cuando el Presidente de la República y candidato a la reelección declara en
voz alta y clara que “solo Dios lo saca de la Presidencia” y que está dispuesto
a “ir a la guerra”.
Incluso en
el STF, almenados que piensan que sus ministros son fariseos de la constitución
y bla, bla, bla, ya se están transmitiendo opiniones temerosas. Uno de ellos,
cuya figura no vale la pena mencionar, afirmó que “este año nadie se morirá de
aburrimiento” y que “la constitución por sí sola no garantiza que no habrá disturbios”;
otros han dicho que “las Fuerzas Armadas reaccionarias están siendo dirigidas a
atacar la democracia”.
Está claro
que este año definirá los destinos del país para los próximos años, pero mucho
menos por la farsa electoral. Sólo los tontos y los títeres creen que el rumbo
del país para los próximos años estará definido por los resultados de las
elecciones; sólo ellos pueden decir sin lugar a dudas que las Fuerzas Armadas
reaccionarias respetarán el resultado de las urnas. Las elecciones
reaccionarias son solo las circunstancias, pero la disputa definitoria en sí
misma tiene lugar al margen de ellas, aunque influenciadas por ellas.
Todo
depende de si Bolsonaro logra precipitar una ruptura, es decir, si logra
arrastrar a ella al Alto Mando de las Fuerzas Armadas; depende si el Alto
Comando de las Fuerzas Armadas conseguirá mantener el control de las tropas -ya
bastante propensas a la ruptura, con Bolsonaro o sin él- para seguir su plan de
golpe de Estado contrarrevolucionario desencadenado y realizado dentro del
marco institucional, y no en choque total y declarado con él. ; cómo procederá
la economía y la situación internacional, más como posibilidades de agravar la
crisis que de mitigarla. Pero, sobre todo, el rumbo del país para los próximos
años lo definirán las masas más políticamente activas: qué posición tomarán
frente a la farsa electoral, si se dejarán engañar o si rechazarán este engaño
y cuál es la cualidad de este rechazo; si intervendrán de manera independiente
en la situación política, con qué grado de movilización, nivel de organización
y con qué formas de lucha lucharán en la coyuntura actual; con qué programa y
si tendrán o no una vanguardia capaz de dar dirección revolucionaria a los
acontecimientos venideros.
Para el
proletariado revolucionario y otras masas populares políticamente más activas,
el problema está pues planteado. Una gran y vigorosa campaña nacional de boicot
electoral, desde ya, sin perder tiempo; movilizar, politizar y organizar a las
masas populares, primero, en las áreas y zonas donde son más propensas, y luego
amplificar la agitación para desenmascarar por completo el carácter y la
naturaleza de clase de este viejo Estado terrateniente-burocrático corroído
desde las entrañas por la corrupción y el genocidio. la violencia contra el
pueblo y todos sus representantes, así como la necesidad de un tipo específico
de Revolución; la necesidad de intervenir, ya, contundentemente en defensa de
sus intereses inmediatos y vincularlos a la necesidad de una lucha cruenta, la
única que garantizará permanentemente no sólo sus actuales intereses
inmediatos, sino que los ampliará, e incluso garantizará sus intereses históricos universales, una nueva
democracia, una nueva vida. Esta es la única manera de enfrentar sin tregua al
golpe, que permanentemente conspira y moviliza fuerzas para, de una forma u
otra, imponerse, tarde o temprano, a la vieja democracia agonizante. El punto
es: cuanto más fuerte sea la resistencia de los movimientos revolucionarios de
las masas populares, más frágil será la reacción y podrá ser derrotada,
arrebatando victorias para la Revolución Democrática, Agraria y
Antiimperialista.