Editorial
Editorial semanal – Dos programas reaccionarios en disputa
por la Redacción de AND
14/02/2023
3 minutos de lectura
El gobierno ha criticado al Banco Central por fijar una tasa de interés del 13,75%, con una meta de inflación del 3,25%. El Banco Central, por su parte, ha argumentado que la alta tasa de interés se debe a la alta inflación y a las incertidumbres del “mercado” – ese ente, omnipresente y omnipotente, que de hecho gobierna la economía del país, haciendo que los personajes de la política sean meros títeres.
Primero, es una triste señal de humillación nacional que el Banco Central del país sea “independiente”. La supuesta “independencia” es, en realidad, un servilismo explícito al capital financiero internacional, principalmente al capital yanqui, que ostenta la hegemonía y, bajo presión, ejerce su voluntad. Las llamadas políticas económicas “técnicas” que el Banco Central impone al país son los dictados del capital financiero, que conducen a una sangría sin precedentes de la riqueza nacional y a la destrucción de la producción nacional. ¿Por qué el gobierno, que se dice comprometido con estos temas tan queridos para la Nación, no cambia esto?
El “mercado”, la oligarquía financiera, tiene un programa para la política económica del país: recortar todo el gasto público para garantizar el pago ilimitado de la deuda pública, que hoy ya representa al menos el 50% del Presupuesto de la Unión. La orden es que ustedes lo hagan, aunque sea necesario desmantelar la Educación Pública, desmantelar el SUS, liquidar la investigación científica nacional y destruir la Seguridad Social y los derechos laborales –como ya se ha hecho, por órdenes del imperialismo, principalmente en lo que se refiere se refiere a los dos últimos. Las altas tasas de interés son un requisito del imperialismo, siempre y cuando el gobierno no aplique “políticas de austeridad”, más alineadas con la fracción compradora de la gran burguesía local.
Ante esto, el gobierno, sin cohesión interna, elegido por sólo un tercio del electorado y acosado día tras día, otro también por los generales golpistas y tutores de la Nación, ve en grave riesgo su frágil situación en caso de mantenerse tasas de interés altas. Luiz Inácio necesita entregar los resultados prometidos en la campaña electoral, lo que exige bajar las tasas de interés para aplicar su “desarrollismo”, más alineado con la fracción burocrática de la gran burguesía.
Esta es la contradicción en juego, una disputa dentro de las clases dominantes locales sobre qué programa aplicar para tratar de impulsar el capitalismo burocrático, para lo cual necesita sacar a la economía de la grave crisis que arrastra desde 2015, balanceándose en el terremoto que provoca su estado de descomposición. Una contradicción que ya genera fricciones dentro del propio gobierno, que prácticamente tiene dos equipos económicos, paralelos y en pugna: uno encabezado por Mercadante, presidente del BNDES y alineado con la fracción burocrática; y otro de Fernando Haddad y Simone Tebet, más alineados con la fracción compradora, que buscan contener el ímpetu de Lula.
Pero la verdad es que Luiz Inácio, en sus llamados a bajar la tasa de interés porque eso compromete el crecimiento económico, no aboga por ningún programa progresista consistente. Su propuesta es la manida receta del “desarrollismo” (envuelto en verborrea “popular”), con financiamiento a los monopolios de la gran burguesía de las obras con dinero público y al agronegocio para generar renta, con el objetivo de apalancar el capitalismo burocrático y reactivar el economía basada en mayor nivel de explotación y opresión de los trabajadores, y seguir pagando la deuda, favoreciendo el monopolio de la economía por parte del capital imperialista y, lo más importante, teniendo como centro al latifundio. No tiene nada de progresista, tanto que su principal exponente, en la historia reciente de Brasil, fue el general ultrarreaccionario Ernesto Geisel durante el régimen militar fascista.
En una entrevista reciente con CNN North America, durante una visita a Biden en el palacio, Luiz Inácio dijo: “¿Cómo Brasil, el mayor productor de proteína animal del mundo, puede tener gente muriendo de hambre? ¿Cómo se puede explicar esto?". Y aquí entramos en el meollo del asunto, en el meollo de las desgracias nacionales, que Luiz Inácio pretende no saber. Las toneladas de proteína animal que produce Brasil son obra del latifundio, que las exporta a costa de acaparar las tierras de cultivo y apoderarse de la inmensa parte de los créditos para la agricultura, gozando de las más benévolas exenciones e incentivos fiscales; los pequeños y medianos campesinos, quienes realmente producen la canasta básica de alimentos –principal impulsor de la inflación y los altos precios– se quedan con las peores tierras y en cantidad insuficiente, las peores condiciones crediticias y la ausencia de incentivos. Esta política genera inflación en la canasta básica, que todos los gobiernos contemporáneos del país han incentivado, incluido el actual, que calificó al agronegocio de aliado estratégico y prometió fuertes inversiones. Si quieres solucionar el problema de la inflación, ¿por qué no cambiar eso?
Las causas de los males nacionales son estructurales. Sólo una transformación profunda de la estructura agraria, el camino de la revolución agraria a través de la alianza obrero-campesina, podrá desarraigarlos.