Wednesday, December 11, 2024

SITUACIÓN ACTUAL: NOTAS SOBRE LA CRISIS MUNDIAL (32. Siria: Nuevo gobierno de “coalisión rebelde” ensamblada por el imperialismo yanqui)


Por la complejidad, la importancia y las implicaciones de los últimos acontecimientos en Siria merece que le demos un trato cuidadoso por lo que lo trataremos en sucesivos artículos.


 Los gobiernos imperialistas, los expertos a su servicio y los grandes medios a su servicio la presentan como una “sorpresiva“ victoria de las fuerzas yihadistas sobre el régimen de Bashar al-Assad.

 

Los medios se refierene a “ la variopinta y controversial coalición rebelde, liderada por el grupo extremista Hayat Tarim al Sham -ex filial de Al Qaeda en Siria- y el “Ejército Nacional Sirio”, para lograr una transición ordenada del poder y, sobre todo, restaurar la unidad de una Siria dividida desde hace 13 años por la guerra civil. Esta “coalisión rebelde” está conformada según CNN por los diferentes movimientos islamistas, democráticos y autonomistas reunidos en la oposición”. (ver abajo “El juego comienza ahora, BBC)

 

La historía del plan del imperialismo yanqui de intervención en Siria a través de tal “coalisión rebelde”, de su apliucación para derrotar a Assad e imponer un régimen a su servicio, así como,  lo que actualmente se viene hablando sobre los planes del nuevo gobierno de Siria, en sus grandes líneas, se corresponden con lo que está escrito en el artículo: Un ejército para derrotar a Assad. Cómo convertir a la oposición siria en una verdadera fuerza de combate. Por Kenneth M. Pollack, septiembre/octubre de 2014http://www.foreignaffairs.com/

 

Lo que no aparece en el artículo, es sobre el memento en que el plan pasaría a su parte final y como se lo iba a presentar, falta también de como piensa proseguirlo. Sobre esto, hay algunas cuestiones que se están dando y que indican la dirección hacia donde se mueven los imperialistas y lacayos en esta guerra contrarrevolucionaria contra el movimiento de liberación nacional del MOA. Como se puede vislumbrar apuntan contra Irán. Citamos un despacho de prensa:

 

El domingo, tras llegar triunfantes a Damasco, el líder del grupo miliciano que ha sido crucial para derrocar a Al Assad, Abu Mohammed Al Jolani, lanzó un preciso dardo a Teherán desde la mítica mezquita de los Omeyas:

"Este nuevo triunfo, hermanos míos, marca un nuevo capítulo en la historia de la región, una historia plagada de peligros (que dejó) a Siria como patio de recreo de las ambiciones iraníes, propagando el sectarismo, atizando la corrupción" (BBC, hoy).

Pero, no nos dejemos nublar la visión, sean cual sean los femetidos éxitos de los imperialistas yanquis y sus lacayos están finalmente condenados al fracaso, no podrán imponer su “pax americana” a la región, la lucha de estas naciones con el inmenso sacrificio y heroicidad hará fracasar en definitiva los planes imperialistas, la guerrra de guerrillas de resistencia nacional en todo el MOA irá saltando de lugar en lugar, de provincia a provincia, de país a país hasta incediar toda la pradera y el imperialismo y los reaccionarios serán reducidos a negras cenizas y las masas conquistarán un futuro luminoso.

 

Un recuento sumario de los acontecimientos últimos:


Las cosas se presentan como si las fuerzas del Hayat Tarim al Sham.de pronto se habrían activado y decidido avanzar de su refugio en la ciudad de Idilib, contando con el apoyo del gobierno de Erdogan y la intervención de las fuerzas armadas del Estado turco, al servicio del imperialismo, principalmente yanqui, incorporadas como tales en la OTAN. Estas fuerzas yihadistas abrían avanzado en un marcha relámpago de ciudad en ciudad hasta ocupar la capital de Siria (Damasco) y hacerse con el poder desplazando al régimen de Bashar al-Assad y su partido el Baaz, 

 

Presental el papel de la intervención militar de las fuerzas armadas genocidas de Turquía como si obedeciera simplemente a  la ejecución de los planes del Estado turco, su gobierno y fuerzas armadas para extender su poder regional a Siria y solucionar de una vez por todas la amenaza de una zona extensa  del territorio limítrofe de ambos países dominada por por un gobierno curdo, cuyas fuerzas armadas cuentan con la protección del imperialismo yanqui. Pero, aquí hay un hecho a tomar en cuenta y, es, hacia dónde se están tratando de empujar a estas fuerzas por parte de los genocidas turcos y hacia dónde facilitan su retirada los imperialistas yanquis. Como los yanquis usan estas contradicciones en la región, esto es, en Iraq, Siria, RTurquía ye Irán.


Por lo que, para una correcta evaluación del desarrollo de la situación internacional y en el Medio Oriente Ampliado (MOA) es necesario un análisis de los hechos lo más detallado posible puestos a la luz pública.

 

- Cambio de régimen en Siria, derrocado por una “coalisión rebelde” con intervención directa de las fuerzas de la OTAN conformadas por el Ejército de Turquía, no es solo como fuerza de apoyo.

 

- Campaña militar amplia del imperialismo yanqui y los sionistas de Israel con el apoyo de sus lacayos de la región contra la nación palestina (Gaza y Cisjordania), contra los movimiento de liberación nacional armados de la región y contra los países de el Líbano, Yemén, Siria, Irán y en parte contra Iraq.

 

- Contra-campaña militar de la resistencia armada del movimiento de liberación nacional del MOA con el eje de Palestina, Líbano , Siria, Yemen e Irán, que ha conquistado grandes victorias al derrotar el plan genocida imperialista-sionista de capituación y persistir en la lucha armada de resistencia nacional en palestina y el líbano. Los imperialistas y reaccionarios no tendrán paz, la guerra de guerrillas se extenderá por doquier, luchar es vivir! Capitular es morir!

 

- Desplazamiento político y militar del imperialismo ruso de Siria. Que expresa cambio de fuerzas y más colusión entre el imperialismo yanqui y el imperialismo ruso. Ver la situación en Siria e Irán en relación a Ucrania. Entonces, colusión mayor en la pugna imperialista por las naciones oprimidas para mayor pugna, así se desarrolla la contradicción entre los imperialistas, el botín en disputa somo las naciones oprimidas.

 

- Aislamiento de Irán con respecto a Siria, el aliado tradicional, tanto político como militar de Irán.

 

- Ruptura de la continuidad de la línea logística y de movimiento del “Eje de la Resistencia”. Que será restablecido según las practicas guerrilleras.

 

- Simultáneamente, continuando con la campana militar imperialista-sionista, Israel ha llevado a cabo más de 400 ataques aéreos contra Siria para destruir armamentos, es decir su capacidad militar que ha sido destruía en un 70 a 80 % según propias fuentes sionistas y ha invadido varios kilómetros del territorio de Siria al otro lado de la línea desmilitarizada que los separaba, avanzado en dirección de la capital Damasco. Todo esto con el pretexto de conjurar una amenaza yihadista futura.

 

- La integridad territorial del país debe mantenerse y la seguridad de las personas, dice el acuerdo del Consejo de Seguridad de hace dos días, recordemos que en ese organismo máximo de la ONU están los cinco miembros permanentes con poder de veto: EEUU, Rusia, China, el Reino Unido y Francia .

 

- Por lo que sabemos, los representantes militar y político del nuevo gobierno yihadista no se han pronunciado en defensa de la soberanía del país. Pese a que han hecho muchas declaraciones sobre derechos, libertades, democracia y economía de mercado como para agradar a “Occidente”.

 

ANEXO 1:

 

"El juego comienza ahora": cuáles son los diferentes grupos rebeldes que quieren poder en Siria tras la caída del régimen de Al Assad

El ánimo en Damasco era de júbilo este domingo.

 

Autor,Lyse Doucet

Título del autor,BBC News, desde Doha

9 diciembre 2024

 

"Llegaron aquí preocupados por los islamistas".

 

Así describió una fuente el estado de ánimo de los ministros de Asuntos Exteriores árabes que volaron a Doha el sábado por la tarde para mantener conversaciones urgentes destinadas a evitar un colapso en el caos y el derramamiento de sangre en Damasco.

 

A las pocas horas, el poderoso grupo islamista que impulsó el ascenso de los rebeldes al poder informó que había llegado al centro de la capital siria.

 

El líder de Hayat Tahrir al Shams (HTS), Abu Mohammed al Jawlani, anunció triunfalmente "la captura de Damasco".

 

 

 

Ahora está usando su nombre real, Ahmed al Sharaa, en lugar de su nombre de guerra como señal de haber adquirido de forma repentina un rol más relevante a nivel nacional.

 

Seguramente desempeñará un papel decisivo en la definición del nuevo orden de Siria después de este súbito y sorprendente fin de medio siglo de gobierno represivo de la familia Al Assad.

 

Pero el líder de una organización proscrita por la ONU y por los gobiernos occidentales no es el único actor fundamental en el cambiante escenario de Siria.

 

.

"El juego comienza ahora"

"La historia aún no está escrita", advierte Marie Forestier, asesora principal sobre Siria del Instituto Europeo de la Paz.

 

Ella y otros observadores informados que asistían al Foro de Doha —una reunión de alto nivel que se celebra cada año en la capital de Qatar— señalan que fue otro grupo rebelde, recientemente nombrado Sala de Operaciones del Sur y que trabajaba con personas que viven en la ciudad, el que irrumpió en la capital.

 

Las filas de esta fuerza están dominadas por combatientes del antiguo Ejército Sirio Libre (ESL), que trabajó en estrecha colaboración con las potencias occidentales al comienzo del levantamiento sirio de 2011.

 

"El juego comienza ahora", dice Forestier sobre el inicio de este nuevo y trascendental capítulo, marcado por una explosión de celebración en las calles, pero también por preguntas críticas sobre lo que surgirá a continuación.

 

A medida que el grupo islamista HTS avanzaba con asombrosa velocidad, enfrentándose a escasa resistencia, se produjo una avalancha de fuerzas rebeldes en otras regiones de Siria, así como una oleada de grupos armados locales deseosos de desempeñar un papel en sus regiones.

 

"La lucha contra el régimen de Assad fue el pegamento que mantuvo unida a esta coalición de facto", afirma Thomas Juneau, experto en Oriente Medio de la Escuela de Graduados en Asuntos Públicos e Internacionales de la Universidad de Ottawa, en Canadá, quien también se encuentra en Doha.

 

"Ahora que Al Assad ha huido, que siga la unidad entre los grupos que lo derrocaron será un desafío", afirma.

 

Los grupos incluyen una alianza general de milicias turcas conocida como Ejército Nacional Sirio que, al igual que el HTS, dominaba un rincón del noroeste de Siria. En el noreste, los grupos de las Fuerzas de Defensa Sirias (FDS), principalmente kurdos, también han ganado terreno y estarán decididos a conservar sus logros.

 

Pero el ambicioso líder de alto perfil de HTS ha acaparado la atención. Su retórica y su historial están ahora bajo escrutinio por parte de los sirios, así como en las capitales vecinas y mucho más allá.

 

El comandante, cuya milicia surgió por primera vez como afiliada a Al Qaeda, rompió filas con el grupo yihadista en 2016 y ha estado tratando de pulir su imagen desde entonces.

 

Durante años ha enviado mensajes conciliadores al exterior y ahora está asegurando a las muchas comunidades minoritarias de Siria que no tienen nada de qué preocuparse”.

 

 

ANEXO 2:


Un ejército para derrotar a Assad

Cómo convertir a la oposición siria en una verdadera fuerza de combate

Por Kenneth M. Pollack

De nuestro número de septiembre/octubre de 2014http://www.foreignaffairs.com/

Refugiados sirios ondean la bandera de la oposición siria durante una manifestación en Ammán, Jordania, en octubre de 2013. (Muhammad Hamed / Cortesía de Reuters)

 

Un ejército para derrotar a Assad38 min 27 secs

Siria es un caso difícil. Los argumentos en contra de que Estados Unidos asuma un papel más activo para poner fin al atroz conflicto que dura tres años allí están casi perfectamente equilibrados por aquellos que están a favor de intervenir, especialmente después de las dolorosas experiencias de las guerras en Afganistán e Irak. Los contras comienzan con el simple hecho de que Estados Unidos no tiene intereses en Siria. Siria no es un productor de petróleo, ni un socio comercial importante de Estados Unidos, ni siquiera una democracia.

 

Peor aún, las guerras civiles entre comunidades, como la de Siria, tienden a terminar de una de dos maneras: con una victoria de un bando, seguida de una masacre horrible de sus adversarios, o con una intervención masiva de un tercero para detener la lucha y forjar un acuerdo de reparto del poder. Rara vez esas guerras llegan a una resolución por sí solas mediante un acuerdo pacífico y negociado, e incluso cuando lo hacen, normalmente es sólo después de muchos años de derramamiento de sangre. Todo esto sugiere que el tipo de solución diplomática rápida y limpia que muchos estadounidenses favorecen será casi imposible de lograr en Siria.

 

Sin embargo, la justificación para una intervención estadounidense más decisiva está ganando terreno. Al momento de escribir este artículo, la crisis en Siria se había cobrado más de 170.000 vidas y se había extendido a todos los estados vecinos. El caos se encarna de manera más dramática en el Estado Islámico de Irak y el Levante (ISIS), una organización yihadista sunita nacida de los restos de Al Qaeda en Irak. Tras reagruparse en Siria, el ISIS (que se autodenominó Estado Islámico a fines de junio) invadió recientemente gran parte del norte de Irak y contribuyó a reavivar la guerra civil en ese país. Ahora el ISIS está utilizando las áreas que controla en Irak y Siria para generar aún más extremistas islámicos, algunos de los cuales han puesto la mira en objetivos occidentales. Mientras tanto, el conflicto de Siria también amenaza con arrastrar a sus otros vecinos, en particular Jordania, Líbano y Turquía, donde la afluencia de casi tres millones de refugiados ya está presionando los presupuestos gubernamentales y alimentando el malestar social.

 

Después de resistirse a hacerlo durante tres años, la Casa Blanca ahora está luchando por ampliar su papel en el caos. En junio, el presidente estadounidense Barack Obama solicitó 500 millones de dólares al Congreso para aumentar la asistencia estadounidense a los miembros moderados de la oposición siria (dicha asistencia hasta hace poco se había limitado a un programa de entrenamiento encubierto en Jordania). Sin embargo, en cada etapa del debate sobre Siria, la administración ha mantenido que la única manera de garantizar decisivamente la caída del régimen de Assad es desplegar grandes cantidades de tropas terrestres.

Es poco probable que la actual ayuda de Washington a la oposición moderada siria rompa el estancamiento.

 

Pero, de hecho, hay una manera de que Estados Unidos consiga lo que quiere en Siria -y, en última instancia, también en Irak- sin enviar fuerzas estadounidenses: construyendo un nuevo ejército de oposición sirio capaz de derrotar tanto al presidente Bashar al-Assad como a los islamistas más militantes. Estados Unidos ha llevado a cabo operaciones similares antes y probablemente podría hacerlo de nuevo, y a un costo mucho menor que el que ha gastado en Afganistán e Irak. Considerando hasta qué punto se han entrelazado las guerras civiles iraquí y siria, una estrategia de ese tipo ayudaría a asegurar los intereses estadounidenses en todo Oriente Medio. De hecho, a pesar de sus desventajas, se ha convertido en la mejor opción para Estados Unidos y el pueblo de Siria y la región.

 

ELIJA SUS BATALLAS

 

Dados los poderosos argumentos contra un mayor papel de Estados Unidos en Siria, cualquier propuesta para intensificar la participación estadounidense tiene que cumplir cuatro criterios. En primer lugar, la estrategia no puede exigir el envío de tropas estadounidenses al combate. Los fondos, los asesores e incluso el poder aéreo son una opción válida, pero sólo en la medida en que no impliquen el despliegue de tropas estadounidenses en el terreno. En segundo lugar, cualquier propuesta debe prever la derrota tanto del régimen de Asad como de los militantes islamistas más radicales, ya que ambos amenazan los intereses estadounidenses.

 

En tercer lugar, la política debe ofrecer una esperanza razonable de un estado final estable. Como las repercusiones de la guerra civil siria representan la principal preocupación en materia de seguridad, derrotar al régimen y permitir que la guerra civil continúe (o incluso aplastar tanto al régimen como a los extremistas y permitir que otros grupos sigan luchando) equivaldría a un fracaso estratégico. No hay certezas en la guerra, pero cualquier plan para una mayor participación estadounidense debe al menos aumentar las probabilidades de estabilizar a Siria.

 

Por último, el plan debe tener una probabilidad razonable de lograr lo que se propone. Washington debe evitar planes descabellados con posibilidades inciertas de éxito, por muy bien que puedan encajar con sus objetivos en otros aspectos. También debería financiar adecuadamente la estrategia que elija. Anunciar una nueva política más ambiciosa para Siria pero no darle un presupuesto adecuado sería contraproducente, pues convencería a amigos y enemigos por igual de que Estados Unidos carece de voluntad para defender sus intereses.

 

Hasta ahora, todas las propuestas para una mayor participación estadounidense en Siria no han logrado satisfacer al menos uno de estos criterios. La nueva apuesta del gobierno de Obama para ampliar la ayuda en materia de entrenamiento y equipamiento para la oposición moderada no es una excepción. Con el tiempo, el suministro de armas antiaéreas y antitanque avanzadas a los rebeldes, como pretende Washington, haría que las victorias fueran más costosas para el gobierno de Assad, pero es poco probable que incluso grandes cantidades de esas armas rompan el estancamiento. Durante la guerra soviética en Afganistán en los años 1980, por ejemplo, los combatientes muyahidines armados con misiles antiaéreos Stinger y antitanque Milan suministrados por Estados Unidos infligieron grandes pérdidas a los tanques y helicópteros soviéticos, pero no lograron obtener ganancias tácticas en el campo de batalla. Además, a diferencia de la Unión Soviética, que libraba una guerra por elección en Afganistán (y podía simplemente retirarse), el régimen de Assad está librando una guerra por supervivencia. Es poco probable que mayores pérdidas de equipo lo obliguen a capitular, especialmente si sigue ganando batallas individuales.

 

Más problemático aún es que la estrategia actual no garantiza un estado final estable. Proporcionar armas y entrenamiento limitado a los rebeldes simplemente mejorará su capacidad para matar. No los unirá, ni creará un acuerdo viable de reparto del poder entre comunidades étnicas y sectarias conflictivas, ni construirá instituciones gubernamentales fuertes. Estas mismas deficiencias llevaron a la desintegración de Afganistán una vez que las fuerzas soviéticas se retiraron; los muyahidines victoriosos pronto comenzaron a luchar entre sí, lo que finalmente permitió que todos fueran aplastados por los talibanes.

 

EJÉRCITO FUERTE

 

El estudio de casos anteriores de apoyo militar estadounidense sugiere una alternativa: Estados Unidos podría crear un nuevo ejército sirio con una estructura y una doctrina convencionales, capaz de derrotar tanto al régimen como a los extremistas. Una victoria decisiva de este ejército respaldado por Estados Unidos obligaría a todas las partes a sentarse a la mesa de negociaciones y daría a Estados Unidos la influencia para negociar un acuerdo de reparto del poder entre las facciones en pugna. Este resultado crearía las condiciones más favorables para el surgimiento de un nuevo Estado sirio: uno que sea pacífico, pluralista, inclusivo y capaz de gobernar todo el país.

 

Para lograrlo, Estados Unidos tendría que comprometerse a construir un nuevo ejército sirio que pudiera poner fin a la guerra y ayudar a establecer la estabilidad cuando terminaran los combates. El esfuerzo debería contar con los recursos y la credibilidad de Estados Unidos y no debe tener el apoyo tentativo y poco entusiasta que ha definido todas las iniciativas estadounidenses anteriores en Siria desde 2011. Si el resto del mundo cree que Washington está decidido a llevar a cabo su estrategia, más países apoyarán sus esfuerzos y menos se opondrán a ellos. Por lo tanto, para tener éxito se necesitarían más fondos (para entrenar y equipar a los soldados del nuevo ejército) y más personal, ya que se necesitarían equipos mucho más grandes de asesores estadounidenses para preparar la nueva fuerza y ​​guiarla en las operaciones de combate.

 

Estados Unidos debería crear un nuevo ejército sirio, capaz de derrotar tanto al régimen como a los extremistas.

 

La primera tarea sería reclutar personal para el ejército sirio. Estos hombres y mujeres podrían provenir de cualquier parte del país o de su diáspora, siempre que fueran sirios y estuvieran dispuestos a luchar en el nuevo ejército. Tendrían que integrarse en una estructura militar convencional y adoptar su doctrina y reglas de conducta. También tendrían que estar dispuestos a abandonar sus milicias existentes y ser reasignados a nuevas unidades sin importar su religión, etnia u origen geográfico. La lealtad al nuevo ejército y a la visión de una Siria democrática de posguerra que representaría debe reemplazar a todas las demás identidades en competencia.

 

El aspecto más crítico de la estrategia sería su énfasis en el entrenamiento convencional a largo plazo. El programa representaría un gran cambio con respecto a la ayuda que Washington está proporcionando actualmente a la oposición, que implica unas pocas semanas de entrenamiento en el manejo de armas y tácticas de unidades pequeñas. El nuevo régimen, en cambio, debería durar al menos un año, comenzando con el entrenamiento básico y luego progresando hacia la logística, el apoyo médico y las habilidades militares especializadas. A lo largo del camino, los asesores estadounidenses organizarían a los soldados en una jerarquía estándar del ejército. Los individuos elegidos para puestos de mando recibirían instrucción adicional en liderazgo, tácticas avanzadas, operaciones de armas combinadas y comunicaciones.

 

Como la oposición siria existente está lastrada por el extremismo y la falta de profesionalismo, sería crucial verificar a todo el personal nuevo. La historia demuestra que la única manera eficaz de hacerlo es que los asesores estadounidenses trabajen con los reclutas a diario. Eso les permitiría eliminar gradualmente las inevitables malas semillas -radicales, agentes del régimen, matones y criminales- y promover las buenas.

 

Como el entrenamiento del primer grupo de combatientes (una tarea que probablemente se encargaría la CIA) requeriría seguridad y ausencia de distracciones, lo mejor sería empezar fuera de Siria. Entre los posibles lugares de entrenamiento se encuentran Jordania, donde Estados Unidos ya está proporcionando cierta ayuda a los rebeldes, y Turquía. Ambos países han presionado fuertemente a Washington para que amplíe su apoyo a la oposición siria, pero probablemente ambos exigirían una compensación por albergar nuevos y grandes campamentos base. Jordania ya recibe unos 660 millones de dólares de ayuda estadounidense al año, y en febrero de 2014 la Casa Blanca prometió 1.000 millones de dólares adicionales en garantías de préstamos para ayudar al país con su carga de refugiados. Washington podría ofrecer continuar con esa ayuda a cambio de cooperación con su nueva estrategia.

Además de estar entrenada y organizada como un ejército convencional, la nueva fuerza debe estar equipada como tal. Washington tendría que proporcionar al nuevo ejército armas pesadas, incluidos tanques, vehículos blindados de transporte de personal, artillería y misiles tierra-aire, herramientas vitales para eliminar la actual ventaja del régimen en potencia de fuego. El nuevo ejército también necesitaría apoyo logístico, equipo de comunicaciones, transporte y equipo médico para montar operaciones ofensivas y defensivas sostenidas contra el régimen.

 

EL CAMINO A DAMASCO

 

Este nuevo ejército sirio eventualmente entraría en Siria, pero sólo cuando fuera lo suficientemente fuerte como para conquistar y mantener territorio. Para eso, tendría que alcanzar un umbral crítico tanto de cantidad como de calidad. Sería imprudente enviar al nuevo ejército a la vorágine de Siria hasta que pudiera desplegar al menos dos o tres brigadas, cada una compuesta de 1.000 a 2.000 soldados. Pero lo que es más importante, estas formaciones sólo deberían entrar en combate cuando hayan desarrollado la cohesión de unidad, las habilidades tácticas, el liderazgo y las capacidades logísticas necesarias para derrotar a las fuerzas del régimen y a cualquier milicia rival. Y cuando entren en Siria, el ejército debería hacerlo acompañado de un gran número de asesores estadounidenses.

 

Incluso después de que la fuerza consiga sus primeros avances territoriales significativos, tendrá que seguir creciendo. Su tarea final -asegurarse el control de todo el país aplastando a todos los actores que la desafíen- requerirá varios cientos de miles de soldados para completarla. Pero el lanzamiento de las operaciones militares no tendrá que esperar hasta que el ejército pueda desplegar esa cantidad de combatientes. Todo lo contrario: todavía podrá reclutar y entrenar a la mayoría de sus soldados después de que sus primeras brigadas hagan su avance inicial.

 

Una vez que los soldados comiencen a asegurar el territorio sirio, sus líderes tendrán que restablecer rápidamente la ley y el orden allí. Eso significará permitir que las organizaciones humanitarias internacionales regresen a las zonas que actualmente están fuera de los límites y proteger a su personal mientras entregan ayuda. También requerirá el establecimiento de un sistema de gobierno funcional e igualitario. La gran mayoría de los sirios no quiere tener nada que ver con la tiranía de Asad ni con el fanatismo de sus oponentes islamistas. Como en toda guerra civil intercomunitaria, es probable que la población se una a cualquier grupo que pueda restablecer el orden. El nuevo ejército debería estar listo desde el principio para satisfacer las necesidades de la gente en cada ciudad y aldea que recupere, lo que también lo distinguiría de sus rivales.

 

Una vez que el nuevo ejército ganara terreno, los líderes de la oposición podrían declararse formalmente representantes de un nuevo gobierno provisional. Estados Unidos y sus aliados podrían entonces extender el reconocimiento diplomático al movimiento, permitiendo que el Departamento de Defensa de Estados Unidos se hiciera cargo de las tareas de entrenamiento y asesoramiento de la nueva fuerza, que ahora sería el brazo militar oficial de los nuevos gobernantes legítimos de Siria.

 

Estados Unidos puede poner fin a la guerra civil siria en sus propios términos y sin comprometer tropas terrestres.

 

Las lecciones de otros países demuestran que los gobiernos de posguerra son más duraderos cuando crecen desde abajo. Cuando se imponen desde arriba, como ocurrió en Irak en 2003, los resultados pueden ir de malos a catastróficos. Pero permitir que el nuevo gobierno tome forma orgánicamente en Siria llevaría años. Mientras tanto, las zonas controladas por el ejército respaldado por Estados Unidos requerirían una autoridad provisional –idealmente, un representante especial del secretario general de la ONU que conservaría la soberanía hasta que estuviera listo un nuevo gobierno.

 

Si la historia sirve de guía, a medida que la nueva fuerza empezó a derrotar tanto al régimen como a los extremistas islámicos, a administrar su territorio con justicia y a demostrar al mundo que Estados Unidos y sus aliados estaban decididos a verla triunfar, cada vez más sirios deberían unirse a su causa. Esta oleada de apoyo público generaría más voluntarios para el ejército y una oleada de impulso para el movimiento de oposición, factores que a menudo han resultado decisivos en conflictos similares.

 

Uno de los legados más funestos de las guerras civiles prolongadas es la dificultad de crear sistemas políticos estables una vez que terminan los combates. Una paz estable tras un conflicto intercomunitario requiere un sistema pluralista con fuertes garantías de los derechos de las minorías. Un sistema de ese tipo, a su vez, se basa en un ejército fuerte, independiente y apolítico. La Siria de posguerra necesitaría este tipo de cultura militar para tranquilizar a todas sus comunidades de que quienquiera que ocupe el poder en Damasco no volverá a convertir a las fuerzas de seguridad en agentes de opresión. La mejor manera de garantizar que el ejército mantenga estos principios sería inculcarlos en su cultura institucional desde el principio, a través del proceso de socialización militar a largo plazo.

 

Irak ofrece un ejemplo poderoso y una advertencia crítica a este respecto. Por un lado, en 2009 Estados Unidos había logrado construir allí un ejército que, aunque sólo modestamente capaz, era bastante independiente y apolítico. Apenas tres años antes, las fuerzas de seguridad del país habían sido una institución desacreditada e inepta y una fuente de temor para la mayoría de los iraquíes. Al igual que la oposición siria hoy, el ejército iraquí había sido invadido por criminales, extremistas, milicianos y combatientes incompetentes y mal equipados. Sin embargo, un decidido programa estadounidense transformó la fuerza, convirtiéndola en un bien recibido, incluso buscado, factor de estabilidad en todo el país. En 2008, por ejemplo, las brigadas del ejército, mayoritariamente sunitas, fueron aclamadas como liberadoras por los chiítas de Basora cuando expulsaron a la milicia chiíta Jaish al-Mahdi. Un factor clave en esta transformación fue un entrenamiento riguroso como el que se propone aquí para Siria, que permitió a los asesores estadounidenses examinar al personal local.

 

Por otra parte, un ejército fuerte e independiente suele despertar las sospechas de políticos locales despiadados que tratan de subvertirlo o politizarlo. Así es precisamente como el Primer Ministro Nuri al-Maliki convirtió al ejército iraquí de nuevo en una milicia sectaria después de que Washington se desvinculara. La consiguiente disminución de la capacidad y la moral explica por qué cuatro divisiones del ejército iraquí se derrumbaron ante la ofensiva del EI en junio, y por qué muchos sunitas se unieron al EI contra Maliki. La lección para Siria es que no basta con crear un nuevo ejército y ayudarlo a ganar la guerra. Si Estados Unidos quiere ver al país convertirse en un nuevo sistema político estable, tendrá que seguir apoyando y guiando al nuevo ejército sirio durante algunos años después, aunque a niveles decrecientes de costo y personal.

 

GANAR LA PAZ

 

La pregunta más importante sobre esta ambiciosa propuesta, por supuesto, es: ¿puede funcionar? Aunque las guerras son siempre impredecibles, hay evidencia histórica más que suficiente para sugerir que este enfoque es completamente plausible -y de hecho mejor que cualquier otra opción de intervención.

 

Por ejemplo, aunque Estados Unidos finalmente desistió de Vietnam, tuvo un éxito considerable en la reconstrucción del ejército de Vietnam del Sur entre 1968 y 1972, después de que la negligencia estadounidense y la mala administración vietnamita lo habían dejado politizado, corrupto e inepto. Aunque esa fuerza siguió enfrentando muchos problemas, mejoró tanto que logró detener la invasión del Norte durante la Ofensiva de Pascua de 1972. Los combatientes de Vietnam del Sur disfrutaron del respaldo de un amplio poder aéreo estadounidense y legiones de asesores estadounidenses, pero cuatro años antes, pocos los habían creído capaces de tal hazaña incluso con ese tipo de apoyo.

 

También está la dramática transformación del ejército croata que la OTAN logró durante la guerra de Bosnia de 1992-95, un conflicto precipitado por tensiones étnicas y territoriales desencadenadas por la disolución de Yugoslavia. La incipiente fuerza croata, que apoyaba a los croatas de Bosnia contra las fuerzas serbias, había comenzado siendo desventurada e incompetente en los primeros meses de la guerra. En tres años, el suministro de entrenamiento y suministros por parte de Occidente, junto con la determinación de los combatientes croatas, fue suficiente para transformar el ejército en una eficiente máquina de combate capaz de montar una serie de campañas de armas combinadas que obligaron a Serbia a sentarse a la mesa de negociaciones (este ejemplo es particularmente apropiado para Siria porque las fuerzas serbias eran mucho más formidables que las de Asad). Mientras tanto, la historia de Irak ilustra tanto la capacidad de Estados Unidos para construir una fuerza autóctona relativamente capaz en apenas unos años, en gran parte desde cero, como los peligros de abandonarla a un sistema político inmaduro.

En cada uno de estos casos, el factor que más importó fue el compromiso de Washington. Donde y cuando Estados Unidos ha demostrado estar dispuesto a hacer que su estrategia funcione –en Vietnam, Bosnia, incluso Irak– ha tenido éxito. Pero donde abandonó sus compromisos, sus avances se desbarataron rápidamente.

 

La experiencia de Estados Unidos en Bosnia e Irak también apunta a una táctica eficaz para prevenir un baño de sangre después de que el nuevo ejército sirio gane. En ambos países, Estados Unidos construyó una fuerza que era claramente capaz de derrotar a sus rivales, pero luego Washington pudo impedirle dar ese paso final. Los grupos respaldados por Estados Unidos lucharon lo suficientemente bien como para convencer a sus enemigos de la necesidad de llegar a un acuerdo para compartir el poder. Al mismo tiempo, la presión estadounidense aseguró que los ganadores aceptaran algo menos que la victoria total.

 

El desempeño pasado no es garantía de éxito futuro, por supuesto, y cada analogía histórica difiere de Siria en aspectos importantes. El desempeño mejorado del ejército de Vietnam del Sur no logró evitar su colapso una vez que perdió la cobertura aérea estadounidense. A principios de los años 90, Croacia era un protoestado que luchaba contra otro protoestado, Serbia, y la fuerza de seguridad iraquí se beneficiaba de una enorme presencia terrestre estadounidense que iba mucho más allá de lo que el plan propuesto prevé para Siria.

 

La perspectiva de que se pudiera crear un nuevo ejército sirio desde cero y que no tuviera el poder de un Estado detrás debería hacer reflexionar a los responsables políticos, pero estos problemas no deberían ser un factor decisivo. La Alianza del Norte (el grupo que ayudó a derrocar a los talibanes en Afganistán en 2001) y la oposición libia lograron prevalecer sin ningún apoyo occidental más allá de asesores y poder aéreo; ciertamente nunca disfrutaron del respaldo de un protoestado como Croacia. Por supuesto, las tropas de Asad también son hoy más capaces que las fuerzas de los talibanes en Afganistán o el ejército de Muammar al-Qaddafi en Libia. Pero, por fuerte que parezca en un sentido relativo el ejército sirio, no es precisamente un gigante, pues ha tenido un desempeño lamentable en todas las guerras desde 1948 y ha luchado apenas un poco mejor que la muy mediocre oposición desde 2012.

 

¿Cuánto tiempo llevaría implementar este plan? La historia de operaciones similares en Bosnia, Afganistán, Irak y Libia indica que Estados Unidos necesitaría uno o dos años para preparar las primeras brigadas. Después de su incursión inicial en Siria, el creciente ejército probablemente necesitaría uno o tres años más para derrotar a las fuerzas del régimen y a otros rivales, lo que sugiere una campaña de dos a cinco años.

 

Una vez que se alcanzara un acuerdo de paz, el nuevo ejército tendría que reorganizarse para convertirse en un aparato de seguridad estatal tradicional. Tal vez tuviera que ampliar aún más sus filas para satisfacer las necesidades de seguridad de largo plazo de Siria, incluida la derrota de los elementos terroristas residuales. Este papel estabilizador llevaría años más, pero sería mucho menos exigente que luchar contra el régimen de Assad, especialmente si Estados Unidos mantuviera su apoyo a las nuevas instituciones de Siria y a su reconstrucción económica y política.

 

Los críticos argumentarán inevitablemente que esta hoja de ruta para Siria es inviable hoy, y que llegó demasiado tarde para marcar una diferencia. Sin embargo, argumentos análogos han resultado erróneos en el pasado. En marzo de 2005, por ejemplo, di una sesión informativa sobre Irak a un pequeño grupo de altos funcionarios estadounidenses, presentando la estrategia que había estado defendiendo desde principios de 2004: un cambio hacia verdaderas operaciones de contrainsurgencia, un esfuerzo por llegar a los líderes tribales suníes del oeste de Irak, la incorporación de miles de fuerzas estadounidenses y un proceso de reforma política de abajo hacia arriba para alentar el reparto del poder. Mi audiencia respondió que, si bien este plan podría haber funcionado en 2003 o incluso en 2004, en 2005 Irak simplemente estaba demasiado lejos. Sin embargo, lo que yo estaba prescribiendo era la misma estrategia que el general David Petraeus y Ryan Crocker, el embajador de Estados Unidos en Irak, emplearían dos años más tarde, y que cambiaría el curso del conflicto.

 

De la misma manera, no hay razón para creer que sea demasiado tarde para Siria. La guerra civil allí no terminará pronto, a pesar del hecho de que la mayor asistencia iraní y rusa ha permitido a los leales a Asad lograr avances significativos. El escenario más probable es que los avances del régimen resulten limitados y los recursos que fluyan a los rebeldes de sus patrocinadores extranjeros provoquen un punto muerto. Siria seguirá ardiendo, mientras los funcionarios estadounidenses siguen diciéndose a sí mismos que el momento de actuar ha pasado.

 

Incluso si Washington adoptara este curso de acción, se perderían muchas más vidas sirias antes de que pudiera tener éxito. La única manera de salvar esas vidas, sin embargo, sería desplegar fuerzas terrestres estadounidenses, una propuesta que, dada la opinión del público estadounidense, es imposible. Salvo que haya tropas sobre el terreno, el enfoque descrito aquí es la mejor posibilidad de evitar cientos de miles de víctimas adicionales.

APOYO DESDE LOS CIELOS

 

Otra cuestión clave es si el plan requeriría poder aéreo estadounidense, ya que una campaña aérea haría que esta estrategia fuera mucho más costosa tanto en términos financieros como diplomáticos. Al menos un caso, la guerra de Bosnia, sugiere que el apoyo aéreo estadounidense puede resultar innecesario. Durante ese conflicto, fue un asalto terrestre croata (y bosnio), llevado a cabo sin apenas cobertura aérea occidental, lo que marcó la diferencia. Aunque la OTAN realizó 3.515 salidas durante el conflicto, ninguna fue en apoyo directo a las fuerzas croatas, y la mayoría de los objetivos no estaban relacionados con el combate terrestre. Además, la historia no clasificada de la CIA sobre la guerra concluyó que los ataques aéreos de la OTAN contribuyeron sólo modestamente a asegurar la aquiescencia serbia a los acuerdos de paz de Dayton; las victorias croatas en el campo de batalla importaron mucho más.

 

La mayoría de las demás evidencias históricas, sin embargo, indican que sería necesario el apoyo aéreo estadounidense. En Afganistán en 2001 y en Libia en 2011, el poder aéreo occidental allanó el camino para las victorias de la oposición. Si miramos más atrás en el tiempo, incluso después de que el ejército de Vietnam del Sur maduró lo suficiente para operar sin el apoyo terrestre de Estados Unidos, siguió dependiendo de la enorme asistencia aérea de ese país, aunque combatiera a un enemigo mucho más duro que el régimen de Asad.

 

Sin embargo, el hecho de que la estrategia propuesta pueda requerir poder aéreo no significa que el público estadounidense necesariamente se oponga a ella. Las encuestas de opinión pública de mediados de los años 1990, durante la guerra de Bosnia, mostraron una oposición firme y consistente a la intervención estadounidense, incluso si se realizaba de manera multilateral. Sin embargo, esas mismas encuestas informaron de un apoyo considerablemente mayor a las operaciones aéreas. De la misma manera, pocos estadounidenses objetaron cuando la administración Obama contribuyó con fuerzas aéreas estadounidenses a la campaña aérea de la OTAN en Libia en 2011.

 

Además del poder aéreo, otras dos variables influirían fuertemente en el costo final de la estrategia propuesta aquí: cuánto gastó Washington en el nuevo ejército sirio y si pudo convencer a sus aliados de que asumieran una parte de la carga. Dados los costos de operaciones anteriores similares, es razonable esperar que la nueva fuerza de combate requiera entre 1.000 y 2.000 millones de dólares por año para construirse. Estados Unidos tendría que presupuestar entre 6.000 y 20.000 millones de dólares adicionales al año para apoyo aéreo y quizás entre 1.500 y 3.000 millones de dólares más al año para ayuda civil.

 

La suma de estas sumas da un presupuesto operativo total de 3.000 millones de dólares anuales durante dos o tres años, en el extremo inferior de la escala de precios. Si fuera necesaria una campaña aérea de la escala de las de Bosnia, Afganistán o Libia, el precio anual ascendería a unos 9.000 o 10.000 millones de dólares mientras continuaran los combates. Y si Estados Unidos se viera obligado a proporcionar el doble de poder aéreo que en esas guerras anteriores, el coste podría llegar a 18.000 o 22.000 millones de dólares al año. Tras un acuerdo político, el apoyo continuo de Washington al nuevo gobierno probablemente requeriría entre 1.000 y 5.000 millones de dólares en asistencia civil y de seguridad al año durante un máximo de diez años. En comparación, Afganistán le costó a Estados Unidos aproximadamente 45.000 millones de dólares al año entre 2001 y 2013, e Irak, unos 100.000 millones de dólares al año entre 2003 y 2011.

 

Por supuesto, las cifras se reducirían considerablemente si Estados Unidos obtuviera apoyo financiero de sus aliados en Europa y Oriente Medio, especialmente los estados del Golfo Pérsico. Durante años, los líderes del Golfo han insistido en privado en que financiarían la mayor parte o la totalidad de ese esfuerzo, y han pagado operaciones similares en el pasado. Arabia Saudita apoyó fuertemente la campaña encubierta estadounidense contra la Unión Soviética en Afganistán y, junto con Kuwait y otros estados del Golfo, las operaciones estadounidenses durante la Guerra del Golfo. Los líderes del Golfo también respaldaron la decisión estadounidense de intervenir en Libia. No hay duda de que estos estados consideran que el resultado del conflicto sirio es vital para sus intereses; ya han gastado miles de millones de dólares en apoyar a varias milicias sirias, por lo que probablemente apoyarían el plan esbozado aquí, aunque Washington debería evaluar su interés antes de decidir si lo lleva a cabo.

 

ELEVAR EL LÍMITE

 

Si la administración Obama decide construir un ejército sirio, debería hacerlo con los ojos bien abiertos, ya que la estrategia implicaría cierto riesgo de escalada. Pocas guerras, si es que hay alguna, funcionan exactamente como se planean sin incurrir en costos inesperados, y algunas resultan mucho más caras, desordenadas y mortales de lo previsto. Afganistán e Irak son ejemplos de ello, y también demuestran que un país normalmente obtiene el peor resultado cuando se prepara sólo para lo mejor. Si Estados Unidos siguiera la estrategia propuesta aquí, tendría que estar preparado para perder algunas vidas estadounidenses. Los pilotos estadounidenses podrían ser derribados y los asesores estadounidenses podrían resultar heridos, muertos o capturados.

 

El régimen de Assad también podría lanzar ataques con misiles contra aliados de Estados Unidos en represalia o realizar ataques terroristas en el exterior. Los aliados de Siria, Irán y Hezbolá, también podrían responder, probablemente atacando a los asesores estadounidenses, tal como lo hicieron con las tropas estadounidenses en Irak. El temor a un contraataque de Washington podría disuadir a Teherán de lanzar un ataque más directo, pero podría ser insuficiente para asustar a Hezbolá, ya que la caída del régimen de Assad pondría en peligro la existencia misma de Hezbolá. Y no importa qué país acogiera finalmente al nuevo ejército sirio durante las primeras etapas de su desarrollo, ese país necesitaría garantías de que Estados Unidos lo ayudaría a defenderse contra las represalias enemigas.

 

Por último, el nuevo ejército sirio todavía podría perder la guerra. Dada la limitada capacidad de las fuerzas de Assad y los éxitos previos del poder aéreo occidental en circunstancias similares, tal escenario parece improbable, pero no debe descartarse. Lo mismo se aplica a una preocupación ligeramente más realista: que la oposición conquiste el país pero luego no logre asegurarlo. El nuevo ejército sirio seguiría enfrentándose a una batalla agotadora y desestabilizadora contra extremistas e insurgentes mientras lucha por establecer la ley y el orden, un desafío que socavó a los gobiernos de posguerra tanto en Afganistán como en Libia.

 

En todos estos escenarios, la presión sobre Estados Unidos para intensificar su participación aumentaría. La estrategia delineada aquí está diseñada para minimizar este riesgo, pero no puede eliminarlo. Nadie debería adoptar este enfoque sin reconocer que en algún momento podría enfrentar a Washington con la difícil elección entre redoblar los esfuerzos o retirarse.

 

LOS COSTOS DE LA INACCIÓN

 

Desde la caída de Mosul en junio de 2014, las guerras civiles siria e iraquí se han enredado. Cualquier estrategia para abordar una debe abordar también la otra. Las fallas sectarias de la región complican aún más las cosas. En Siria, la mayoría sunita está en rebelión; en Irak, la minoría sunita. En ambos países, Estados Unidos está tratando de separar a la oposición sunita moderada de los grupos más radicales, como el ISIS. Pero sólo en Siria pretende derrocar a un régimen chiita. En Irak, Washington espera mantener una buena relación con el gobierno dominado por los chiitas, aunque insiste en que Bagdad implemente reformas inmediatas y de largo alcance.

 

La estrategia que se propone aquí serviría a los intereses estadounidenses en ambos países. Aunque el nuevo ejército sirio que se contempla debería ser neutral, inevitablemente estaría dominado por sunitas. Sus victorias sobre el régimen de Asad dominado por los chiitas y los militantes islamistas en Siria lo convertirían en un modelo para las tribus sunitas moderadas de Irak. Estos grupos serían clave para derrotar al EI, así como su apoyo resultó crucial para el aumento de tropas estadounidenses en Irak en 2007-8. El apoyo decisivo de Estados Unidos a las ramificaciones sirias de esas tribus iraquíes -junto con el compromiso de Washington de construir el tipo de Estado inclusivo, pluralista y equitativo en Siria que los sunitas moderados buscan en Irak- podría ayudar a que los sunitas de toda la región se vuelvan contra el EI y sus semejantes.

 

Los acontecimientos en Irak han demostrado claramente los costos de la inacción. Cualquiera sea la opción que elija Estados Unidos, no debe hacerlo con la creencia errónea de que no existe una estrategia plausible para obtener la victoria a un costo aceptable. Estados Unidos puede poner fin a la guerra civil siria en sus propios términos y reconstruir una Siria estable sin comprometer tropas terrestres. Hacerlo podría requerir una gran cantidad de tiempo, esfuerzo y recursos. Sin duda, hará falta voluntad para intentarlo.