Por la complejidad,
la importancia y las implicaciones de los últimos acontecimientos en Siria
merece que le demos un trato cuidadoso por lo que lo trataremos en sucesivos
artículos.
Los gobiernos
imperialistas, los expertos a su servicio y los grandes medios a su servicio la
presentan como una “sorpresiva“ victoria de las fuerzas yihadistas sobre el
régimen de Bashar al-Assad.
Los medios se
refierene a “ la variopinta y controversial coalición rebelde,
liderada por el grupo extremista Hayat Tarim al Sham -ex filial de Al Qaeda en
Siria- y el “Ejército Nacional Sirio”, para lograr una transición ordenada del
poder y, sobre todo, restaurar la unidad de una Siria dividida desde hace 13
años por la guerra civil. Esta “coalisión rebelde” está conformada según CNN por los diferentes
movimientos islamistas, democráticos y autonomistas reunidos en la oposición”. (ver abajo
“El juego comienza ahora, BBC)
La
historía del plan del imperialismo yanqui de intervención en Siria a través de
tal “coalición rebelde”, de su aplicación para derrotar a Assad e imponer un
régimen a su servicio, así como, lo que actualmente se viene
hablando sobre los planes del nuevo gobierno de Siria, en sus grandes líneas,
se corresponden con lo que está escrito en el artículo: Un ejército para derrotar a Assad. Cómo convertir a la
oposición siria en una verdadera fuerza de combate. Por Kenneth M. Pollack,
septiembre/octubre de 2014http://www.foreignaffairs.com/
Lo que no aparece en el artículo, es sobre el memento
en que el plan pasaría a su parte final y como se lo iba a presentar, falta
también de como piensa proseguirlo. Sobre esto, hay algunas cuestiones que se
están dando y que indican la dirección hacia donde se mueven los imperialistas
y lacayos en esta guerra contrarrevolucionaria contra el movimiento de
liberación nacional del MOA. Como se puede vislumbrar apuntan contra Irán.
Citamos un despacho de prensa:
“El domingo, tras llegar triunfantes a Damasco, el
líder del grupo miliciano que ha sido crucial para derrocar a Al Assad, Abu
Mohammed Al Jolani, lanzó un preciso dardo a Teherán desde la mítica mezquita
de los Omeyas:
"Este nuevo triunfo, hermanos míos,
marca un nuevo capítulo en la historia de la región, una historia plagada de
peligros (que dejó) a Siria como patio de recreo de las ambiciones iraníes,
propagando el sectarismo, atizando la corrupción" (BBC, hoy).
Pero, no nos dejemos nublar la visión, sean cual sean
los fementidos éxitos de los imperialistas yanquis y sus lacayos están
finalmente condenados al fracaso, no podrán imponer su “pax americana” a la
región, la lucha de estas naciones con inmenso sacrificio y heroicidad hará
fracasar en definitiva los planes imperialistas, la guerrra de guerrillas de
resistencia nacional en todo el MOA irá saltando de lugar en lugar, de
provincia a provincia, de país a país hasta incediar toda la pradera y el
imperialismo y los reaccionarios serán reducidos a negras cenizas y las masas
conquistarán un futuro luminoso.
Un recuento sumario de los acontecimientos últimos:
- Las cosas se presentan como si las fuerzas
del Hayat Tarim al Sham.de pronto se habrían
activado y decidido avanzar de su refugio en la ciudad de Idilib, contando con
el apoyo del gobierno de Erdogan y la intervención de las fuerzas armadas del
Estado turco, al servicio del imperialismo, principalmente yanqui, incorporadas
como tales en la OTAN. Estas fuerzas yihadistas abrían avanzado en un marcha
relámpago de ciudad en ciudad hasta ocupar la capital de Siria (Damasco) y
hacerse con el poder desplazando al régimen de Bashar al-Assad y su partido el
Baaz,
Presentan el papel de la intervención militar de las
fuerzas armadas genocidas de Turquía como si obedeciera simplemente a la
ejecución de los planes del Estado turco, su gobierno y fuerzas armadas para
extender su poder regional a Siria y solucionar de una vez por todas la amenaza
de una zona extensa del territorio limítrofe de ambos países dominada por
por un gobierno kurdo, cuyas fuerzas armadas cuentan con la protección del
imperialismo yanqui. Pero, aquí hay un hecho a tomar en cuenta y, es,
hacia dónde se están tratando de empujar a estas fuerzas por parte de los
genocidas turcos y hacia dónde facilitan su retirada los imperialistas yanquis.
Hay que tener en cuenta: cómo los yanquis usan estas contradicciones en la
región, esto es, en Iraq, Siria, Turquía e Irán.
Por lo que, para una correcta evaluación del
desarrollo de la situación internacional y en el Medio Oriente Ampliado (MOA),
es necesario un análisis de los hechos lo más detallado posible puestos a la
luz pública.
- Cambio de régimen en Siria, derrocado por una
“coalisión rebelde” con intervención directa de las fuerzas de la OTAN
conformadas por el Ejército de Turquía, no es solo como fuerza de apoyo.
- Campaña militar amplia del imperialismo yanqui y los
sionistas de Israel con el apoyo de sus lacayos de la región contra la nación
palestina (Gaza y Cisjordania), contra los movimiento de liberación nacional
armados de la región y contra los países de el Líbano, Yemén, Siria, Irán y en
parte contra Iraq.
- Contra-campaña militar de la resistencia armada del
movimiento de liberación nacional del MOA con el eje de Palestina, Líbano ,
Siria, Yemen e Irán, que ha conquistado grandes victorias al derrotar el plan
genocida imperialista-sionista de capituación y persistir en la lucha armada de
resistencia nacional en Palestina y el Líbano. Los imperialistas y
reaccionarios no tendrán paz, la guerra de guerrillas se extenderá por doquier,
Luchar es vivir! Capitular es morir!
- Desplazamiento político y militar del imperialismo
ruso de Siria. Que expresa cambio de fuerzas y más colusión entre el
imperialismo yanqui y el imperialismo ruso. Ver la situación en Siria e Irán en
relación a Ucrania. Entonces, colusión mayor en la pugna imperialista por las
naciones oprimidas para mayor pugna, así se desarrolla la contradicción entre
los imperialistas, el botín en disputa somo las naciones oprimidas.
- Aislamiento de Irán con respecto a Siria, aliado
tradicional, tanto político como militar de Irán.
- Ruptura de la continuidad de la línea logística y de
movimiento del “Eje de la Resistencia”. Que será restablecido según las
practicas guerrilleras.
- Simultáneamente, continuando con la
campaña militar imperialista-sionista, Israel ha llevado a cabo más de 400
ataques aéreos contra Siria para destruir armamentos, es decir su capacidad
militar que ha sido destruída en un 70 a 80 % según propias fuentes sionistas y
ha invadido varios kilómetros del territorio de Siria al otro lado de la línea desmilitarizada,
que los separaba, avanzado en dirección de la capital Damasco. Todo esto con el
pretexto de conjurar una amenaza yihadista futura.
- La integridad territorial del país debe mantenerse y
la seguridad de las personas, dice el acuerdo del Consejo de Seguridad de hace
dos días, recordemos que en ese organismo máximo de la ONU están los cinco
miembros permanentes con poder de veto: EEUU, Rusia, China, el Reino Unido y
Francia .
- Por lo que sabemos, los representantes militar y
político del nuevo gobierno yihadista no se han pronunciado en defensa de la
soberanía del país. Pese a que han hecho muchas declaraciones sobre derechos,
libertades, democracia y economía de mercado como para agradar a “Occidente”.
¿Que van filtrando poco a poco los grandes medios?
- Que,
en el noreste de Siria, es donde están los grupos de las Fuerzas de Defensa Sirias
(FDS), principalmente kurdos, bajo protección aérea y con tropas yanquis y, ahora, el Ministro de Defensa alemán Pistorios ha dicho, que está por mayor
participación de Alemania en la guerra del MOA:
„Ministro de Defensa en Irak. Pistorius pide más compromiso de Alemania, por Inés Tranvías 12/12/2024 | ZDF . Se suponía que sería el tradicional viaje misionero navideño de Pistorius. El objetivo son los soldados alemanes en Irak. Pero termina en una región en transición.
Incluso antes de su partida, el Ministro de Defensa, Boris Pistorius (SPD), describe la situación turbulenta y confusa en la región como una oportunidad que debe aprovecharse. Y alude a una expansión de la participación alemana en Irak:
Lo que es crucial para él es "que las señales sean claras. Tanto para Siria como para la región, que nosotros como europeos, como Alemania, veamos nuestra responsabilidad de contribuir a la estabilización de la región". Y sugiere que no sólo tiene que significar presencia militar, la presencia política también puede ayudar“.
- Que, los imperialistas rusos están conversando con los representantes del nuevo gobierno sirio para tratar de mantener su base naval y su base aérea en Siria, que si bien pierden importancia política y militar en Siria y el Mediterráneo, tienen gran valor estratégico para los imperialistas rusos en su proyección política y militar hacia el continente africano.
- Que, coincidente con el ataque a la base Siria de Tartus por los sionistas, el 10 de diciembre, los buques de guerra rusos todavía estaban anclados en el puerto de la base naval de Tartus. Otras fotografías muestran que los buques de guerra, por ejemplo una fragata de la llamada clase Almirante Gorshkov, navegaban el 10 de diciembre a pocos kilómetros de la costa siria. El ministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguei Lavrov, negó el sábado que la flota hubiera sido retirada del país (Fuente: Reuters)
El ministro de Defensa, Boris Pistorius, inicialmente no quiso confirmar una retirada permanente de la Armada rusa de la base militar. Pero estaba al tanto de los informes pertinentes, afirmó el político del SPD durante su visita a Erbil, en la región kurda iraquí.
"Pero una cosa está clara: con la retirada de Putin, con la retirada de Rusia y con el abandono del régimen de Assad en esta situación, queda claro que Rusia se está concentrando exclusiva y siempre en sí misma y en sus propios intereses", dijo Pistorius. "Y es por eso que no se puede descartar la posibilidad de que se trate de una retirada permanente".
Estados Unidos habla de desempoderamiento
Cuando se le preguntó sobre esto, la portavoz del Pentágono, Sabrina Singh, también confirmó que Estados Unidos había determinado que algunos barcos y fuerzas navales rusos estaban abandonando Siria. "Uno de sus aliados políticos clave acaba de ser destituido del poder", dijo Singh (fuente ZDF)
- Que, en Idilib, las fuerzas de la “coalición rebelde” han obtenido ayuda financiera, equipamiento, asesoría, inteligencia y entrenamiento del imperialismo ingles y francés, lo que se desprende de la información siguiente, que el jefe del grupo Hayat Tarim al Sham, Abu Mohammed Al Jolani, siempre reacciono rápidamente frente a la critica de sus valedores occidentales en Idilib, cuando sus mercenarios imponían medidas o símbolos de grupos islamistas, lo que se dio en muchas oportunidades, y corregía de inmediato, por eso, es de confianza para los imperialistas ( según: "Desde ayer ha vuelto a Damasco una especie de normalidad", afirma Golineh Atai, corresponsal del ZDF en Damasco.),
- Que, durante sus presentaciones en Damasco los miembros de la “coalición rebelde” exhibieron la bandera islamista, lo que fue criticado, pero el día de ayer, en su presentación publica el nuevo presidente del consejo de ministros del llamado gobierno de transición no exhibió la bandera negra islamista sino la nueva bandera del país.
- Que, la metamorfosis
política de Ahmed al Sharaa, hasta ahora tiene el siguiente itinerario
combatiente de Alkaidha en Irak 2005 a 2006, a preso de los yanquis en Irak dee
20006 a 2011, luego a combatiente del Estado Islámico en Irak/Siria y de allí a
Al Nusdra en Siria 2011a 2016, a partir de 2016 renuncia a su adhesiones
politicas anteriores y como Abu Mohammed
Al Jolani es el jefe del grupo Hayat Tarim al Sham y ahora está usando su
nombre real, Ahmed al Sharaa, en lugar de su nombre de guerra como señal de
haber adquirido de forma repentina un rol más relevante a nivel nacional.
- Que, respecto a lo
anterior una fuente consultada resume así la cuestión anterior:
“Varios analistas indicaron que Turquía
probablemente dio su aprobación tácita a la ofensiva de HTS, con el presidente
Recep Tayyip Erdogan expresando su apoyo al avance rebelde.
"Sin duda podemos
decir que Turquía es el principal ganador con la caída del régimen de
Assad", señala Ali Bilgic.
"El HTS no está apoyado
directamente por Turquía. De hecho, Ankara también considera a HTS una
organización terrorista, igual que EE.UU. y Reino Unido. Pero aunque no sabemos
cómo ha ayudado a HTS en su ofensiva, lo que sí sabemos es que Turquía le ha
ayudado a deshacerse de sus credenciales islamistas y a convertirse en una
organización más política y más moderada " (Qué
grupos y potencias internacionales tienen intereses en Siria y cómo se verán
afectados por la caída de Al Assad, BBC, hoy).
- Que, son los
imperialistas yanquis, como dice la misma nota de la BBC, quienes monitorean el
curso de cambio de régimen en Siria:
„Estados
Unidos y Rusia.- Según Ali Bilgic, la forma en la que actúen los principales
actores en Siria dependerá en gran parte del
papel que Estados Unidos decida desempeñar en ese país. (…)"Hay mucho en
juego para Estados Unidos y no creo que Donald Trump simplemente deje que otros
poderes ocupen el vacío en Siria".
Washington, además, mantiene una fuerza de unos 900 soldados en
las zonas de extracción de petróleo controladas por los kurdos en el noreste de
Siria y una guarnición en el sureste.
El papel de Estados Unidos en la guerra civil siria cambió
varias veces. Pero incluso Donald Trump en su primera presidencia entendió que
salir del país por completo no era una "alternativa viable" para
proteger los intereses de su país, explica Bilgic.
"No era viable, en parte porque los grupos kurdos
necesitaban apoyo de las fuerzas estadounidenses porque esos grupos controlan y
mantienen algunos de los campos de internamiento de los excombatientes de
Estado Islámico y sus familias".
"Pero tampoco es viable porque los
recursos naturales de Siria, principalmente petróleo y gas natural, están ahora
bajo control de los kurdos en el norte del país, y allí es donde están desplegados
los soldados estadounidenses", agrega el experto (nota de BBCB citada).
Siria, con la
guerra civil y la intervención directa e indirecta del imperialismo y sus
lacayos de la región perdió signficación en el llamado balance de fuerzas en la
región, pero conservava su importancia para las líneas logísticas y de
retaguardia de la resistencia -para Hizbolla y los patriotas palestinos-,
aunque esto es relativo, porque Hizbolla siempre ha mantenido su contradicción
con el régimen de Assad que pretendia el control de El Líbano. Hamás rompió con
Assad a consecuencia de la guerra civil, rompió relaciones con el régimen,
retirando la mayor parte de sus funcionarios del país. Por eso, podríamos
interpretar, que Hamás a saludado el triunfo de los islamistas en Siria.
.
ANEXO 1:
"El juego comienza ahora": cuáles son los
diferentes grupos rebeldes que quieren poder en Siria tras la caída del régimen
de Al Assad
El ánimo en Damasco era de júbilo este domingo.
Autor,Lyse Doucet
Título del autor,BBC News, desde Doha
9 diciembre 2024
"Llegaron aquí preocupados por los
islamistas".
Así describió una fuente el estado de ánimo de los
ministros de Asuntos Exteriores árabes que volaron a Doha el sábado por la
tarde para mantener conversaciones urgentes destinadas a evitar un colapso en
el caos y el derramamiento de sangre en Damasco.
A las pocas horas, el poderoso grupo islamista que
impulsó el ascenso de los rebeldes al poder informó que había llegado al centro
de la capital siria.
El líder de Hayat Tahrir al Shams (HTS), Abu Mohammed
al Jawlani, anunció triunfalmente "la captura de Damasco".
Ahora está usando su nombre real, Ahmed al Sharaa, en
lugar de su nombre de guerra como señal de haber adquirido de forma repentina
un rol más relevante a nivel nacional.
Seguramente desempeñará un papel decisivo en la
definición del nuevo orden de Siria después de este súbito y sorprendente fin
de medio siglo de gobierno represivo de la familia Al Assad.
Pero el líder de una organización proscrita por la ONU
y por los gobiernos occidentales no es el único actor fundamental en el
cambiante escenario de Siria.
.
"El juego comienza ahora"
"La historia aún no está escrita", advierte
Marie Forestier, asesora principal sobre Siria del Instituto Europeo de la Paz.
Ella y otros observadores informados que asistían al
Foro de Doha —una reunión de alto nivel que se celebra cada año en la capital
de Qatar— señalan que fue otro grupo rebelde, recientemente nombrado Sala de
Operaciones del Sur y que trabajaba con personas que viven en la ciudad, el que
irrumpió en la capital.
Las filas de esta fuerza están dominadas por
combatientes del antiguo Ejército Sirio Libre (ESL), que trabajó en estrecha
colaboración con las potencias occidentales al comienzo del levantamiento sirio
de 2011.
"El juego comienza ahora", dice Forestier
sobre el inicio de este nuevo y trascendental capítulo, marcado por una
explosión de celebración en las calles, pero también por preguntas críticas
sobre lo que surgirá a continuación.
A medida que el grupo islamista HTS avanzaba con
asombrosa velocidad, enfrentándose a escasa resistencia, se produjo una
avalancha de fuerzas rebeldes en otras regiones de Siria, así como una oleada
de grupos armados locales deseosos de desempeñar un papel en sus regiones.
"La lucha contra el régimen de Assad fue el
pegamento que mantuvo unida a esta coalición de facto", afirma Thomas
Juneau, experto en Oriente Medio de la Escuela de Graduados en Asuntos Públicos
e Internacionales de la Universidad de Ottawa, en Canadá, quien también se
encuentra en Doha.
"Ahora que Al Assad ha huido, que siga la unidad
entre los grupos que lo derrocaron será un desafío", afirma.
Los grupos incluyen una alianza general de milicias
turcas conocida como Ejército Nacional Sirio que, al igual que el HTS, dominaba
un rincón del noroeste de Siria. En el noreste, los grupos de las Fuerzas de
Defensa Sirias (FDS), principalmente kurdos, también han ganado terreno y
estarán decididos a conservar sus logros.
Pero el ambicioso líder de alto perfil de HTS ha
acaparado la atención. Su retórica y su historial están ahora bajo escrutinio
por parte de los sirios, así como en las capitales vecinas y mucho más allá.
El comandante, cuya milicia surgió por primera vez
como afiliada a Al Qaeda, rompió filas con el grupo yihadista en 2016 y ha
estado tratando de pulir su imagen desde entonces.
Durante años ha enviado mensajes conciliadores al
exterior y ahora está asegurando a las muchas comunidades minoritarias de Siria
que no tienen nada de qué preocuparse”.
ANEXO 2:
Un ejército para derrotar a Assad
Cómo convertir a la oposición siria en una verdadera fuerza de combate
Por Kenneth M. Pollack
De nuestro número de septiembre/octubre de 2014http://www.foreignaffairs.com/
Refugiados sirios ondean la bandera de la oposición siria durante una
manifestación en Ammán, Jordania, en octubre de 2013. (Muhammad Hamed /
Cortesía de Reuters)
Un ejército para derrotar a Assad38 min 27 secs
Siria es un caso difícil. Los argumentos en contra de que Estados Unidos
asuma un papel más activo para poner fin al atroz conflicto que dura tres años
allí están casi perfectamente equilibrados por aquellos que están a favor de
intervenir, especialmente después de las dolorosas experiencias de las guerras
en Afganistán e Irak. Los contras comienzan con el simple hecho de que Estados
Unidos no tiene intereses en Siria. Siria no es un productor de petróleo, ni un
socio comercial importante de Estados Unidos, ni siquiera una democracia.
Peor aún, las guerras civiles entre comunidades, como la de Siria, tienden
a terminar de una de dos maneras: con una victoria de un bando, seguida de una
masacre horrible de sus adversarios, o con una intervención masiva de un
tercero para detener la lucha y forjar un acuerdo de reparto del poder. Rara
vez esas guerras llegan a una resolución por sí solas mediante un acuerdo
pacífico y negociado, e incluso cuando lo hacen, normalmente es sólo después de
muchos años de derramamiento de sangre. Todo esto sugiere que el tipo de
solución diplomática rápida y limpia que muchos estadounidenses favorecen será
casi imposible de lograr en Siria.
Sin embargo, la justificación para una intervención estadounidense más
decisiva está ganando terreno. Al momento de escribir este artículo, la crisis
en Siria se había cobrado más de 170.000 vidas y se había extendido a todos los
estados vecinos. El caos se encarna de manera más dramática en el Estado
Islámico de Irak y el Levante (ISIS), una organización yihadista sunita nacida
de los restos de Al Qaeda en Irak. Tras reagruparse en Siria, el ISIS (que se
autodenominó Estado Islámico a fines de junio) invadió recientemente gran parte
del norte de Irak y contribuyó a reavivar la guerra civil en ese país. Ahora el
ISIS está utilizando las áreas que controla en Irak y Siria para generar aún
más extremistas islámicos, algunos de los cuales han puesto la mira en
objetivos occidentales. Mientras tanto, el conflicto de Siria también amenaza
con arrastrar a sus otros vecinos, en particular Jordania, Líbano y Turquía,
donde la afluencia de casi tres millones de refugiados ya está presionando los
presupuestos gubernamentales y alimentando el malestar social.
Después de resistirse a hacerlo durante tres años, la Casa Blanca ahora
está luchando por ampliar su papel en el caos. En junio, el presidente
estadounidense Barack Obama solicitó 500 millones de dólares al Congreso para
aumentar la asistencia estadounidense a los miembros moderados de la oposición
siria (dicha asistencia hasta hace poco se había limitado a un programa de
entrenamiento encubierto en Jordania). Sin embargo, en cada etapa del debate
sobre Siria, la administración ha mantenido que la única manera de garantizar
decisivamente la caída del régimen de Assad es desplegar grandes cantidades de
tropas terrestres.
Es poco probable que la actual ayuda de Washington a la oposición moderada
siria rompa el estancamiento.
Pero, de hecho, hay una manera de que Estados Unidos consiga lo que quiere
en Siria -y, en última instancia, también en Irak- sin enviar fuerzas
estadounidenses: construyendo un nuevo ejército de oposición sirio capaz de
derrotar tanto al presidente Bashar al-Assad como a los islamistas más
militantes. Estados Unidos ha llevado a cabo operaciones similares antes y probablemente
podría hacerlo de nuevo, y a un costo mucho menor que el que ha gastado en
Afganistán e Irak. Considerando hasta qué punto se han entrelazado las guerras
civiles iraquí y siria, una estrategia de ese tipo ayudaría a asegurar los
intereses estadounidenses en todo Oriente Medio. De hecho, a pesar de sus
desventajas, se ha convertido en la mejor opción para Estados Unidos y el
pueblo de Siria y la región.
ELIJA SUS BATALLAS
Dados los poderosos argumentos contra un mayor papel de Estados Unidos en
Siria, cualquier propuesta para intensificar la participación estadounidense
tiene que cumplir cuatro criterios. En primer lugar, la estrategia no puede
exigir el envío de tropas estadounidenses al combate. Los fondos, los asesores
e incluso el poder aéreo son una opción válida, pero sólo en la medida en que
no impliquen el despliegue de tropas estadounidenses en el terreno. En segundo
lugar, cualquier propuesta debe prever la derrota tanto del régimen de Asad
como de los militantes islamistas más radicales, ya que ambos amenazan los
intereses estadounidenses.
En tercer lugar, la política debe ofrecer una esperanza razonable de un
estado final estable. Como las repercusiones de la guerra civil siria
representan la principal preocupación en materia de seguridad, derrotar al
régimen y permitir que la guerra civil continúe (o incluso aplastar tanto al
régimen como a los extremistas y permitir que otros grupos sigan luchando)
equivaldría a un fracaso estratégico. No hay certezas en la guerra, pero
cualquier plan para una mayor participación estadounidense debe al menos
aumentar las probabilidades de estabilizar a Siria.
Por último, el plan debe tener una probabilidad razonable de lograr lo que
se propone. Washington debe evitar planes descabellados con posibilidades
inciertas de éxito, por muy bien que puedan encajar con sus objetivos en otros
aspectos. También debería financiar adecuadamente la estrategia que elija.
Anunciar una nueva política más ambiciosa para Siria pero no darle un
presupuesto adecuado sería contraproducente, pues convencería a amigos y
enemigos por igual de que Estados Unidos carece de voluntad para defender sus
intereses.
Hasta ahora, todas las propuestas para una mayor participación
estadounidense en Siria no han logrado satisfacer al menos uno de estos
criterios. La nueva apuesta del gobierno de Obama para ampliar la ayuda en
materia de entrenamiento y equipamiento para la oposición moderada no es una
excepción. Con el tiempo, el suministro de armas antiaéreas y antitanque
avanzadas a los rebeldes, como pretende Washington, haría que las victorias
fueran más costosas para el gobierno de Assad, pero es poco probable que
incluso grandes cantidades de esas armas rompan el estancamiento. Durante la
guerra soviética en Afganistán en los años 1980, por ejemplo, los combatientes
muyahidines armados con misiles antiaéreos Stinger y antitanque Milan
suministrados por Estados Unidos infligieron grandes pérdidas a los tanques y
helicópteros soviéticos, pero no lograron obtener ganancias tácticas en el
campo de batalla. Además, a diferencia de la Unión Soviética, que libraba una
guerra por elección en Afganistán (y podía simplemente retirarse), el régimen
de Assad está librando una guerra por supervivencia. Es poco probable que
mayores pérdidas de equipo lo obliguen a capitular, especialmente si sigue
ganando batallas individuales.
Más problemático aún es que la estrategia actual no garantiza un estado
final estable. Proporcionar armas y entrenamiento limitado a los rebeldes
simplemente mejorará su capacidad para matar. No los unirá, ni creará un
acuerdo viable de reparto del poder entre comunidades étnicas y sectarias
conflictivas, ni construirá instituciones gubernamentales fuertes. Estas mismas
deficiencias llevaron a la desintegración de Afganistán una vez que las fuerzas
soviéticas se retiraron; los muyahidines victoriosos pronto comenzaron a luchar
entre sí, lo que finalmente permitió que todos fueran aplastados por los talibanes.
EJÉRCITO FUERTE
El estudio de casos anteriores de apoyo militar estadounidense sugiere una
alternativa: Estados Unidos podría crear un nuevo ejército sirio con una
estructura y una doctrina convencionales, capaz de derrotar tanto al régimen
como a los extremistas. Una victoria decisiva de este ejército respaldado por
Estados Unidos obligaría a todas las partes a sentarse a la mesa de
negociaciones y daría a Estados Unidos la influencia para negociar un acuerdo
de reparto del poder entre las facciones en pugna. Este resultado crearía las
condiciones más favorables para el surgimiento de un nuevo Estado sirio: uno
que sea pacífico, pluralista, inclusivo y capaz de gobernar todo el país.
Para lograrlo, Estados Unidos tendría que comprometerse a construir un
nuevo ejército sirio que pudiera poner fin a la guerra y ayudar a establecer la
estabilidad cuando terminaran los combates. El esfuerzo debería contar con los
recursos y la credibilidad de Estados Unidos y no debe tener el apoyo tentativo
y poco entusiasta que ha definido todas las iniciativas estadounidenses
anteriores en Siria desde 2011. Si el resto del mundo cree que Washington está
decidido a llevar a cabo su estrategia, más países apoyarán sus esfuerzos y
menos se opondrán a ellos. Por lo tanto, para tener éxito se necesitarían más
fondos (para entrenar y equipar a los soldados del nuevo ejército) y más
personal, ya que se necesitarían equipos mucho más grandes de asesores
estadounidenses para preparar la nueva fuerza y guiarla en las operaciones de
combate.
Estados Unidos debería crear un nuevo ejército sirio, capaz de derrotar
tanto al régimen como a los extremistas.
La primera tarea sería reclutar personal para el ejército sirio. Estos
hombres y mujeres podrían provenir de cualquier parte del país o de su
diáspora, siempre que fueran sirios y estuvieran dispuestos a luchar en el
nuevo ejército. Tendrían que integrarse en una estructura militar convencional
y adoptar su doctrina y reglas de conducta. También tendrían que estar dispuestos
a abandonar sus milicias existentes y ser reasignados a nuevas unidades sin
importar su religión, etnia u origen geográfico. La lealtad al nuevo ejército y
a la visión de una Siria democrática de posguerra que representaría debe
reemplazar a todas las demás identidades en competencia.
El aspecto más crítico de la estrategia sería su énfasis en el
entrenamiento convencional a largo plazo. El programa representaría un gran
cambio con respecto a la ayuda que Washington está proporcionando actualmente a
la oposición, que implica unas pocas semanas de entrenamiento en el manejo de
armas y tácticas de unidades pequeñas. El nuevo régimen, en cambio, debería
durar al menos un año, comenzando con el entrenamiento básico y luego
progresando hacia la logística, el apoyo médico y las habilidades militares
especializadas. A lo largo del camino, los asesores estadounidenses
organizarían a los soldados en una jerarquía estándar del ejército. Los
individuos elegidos para puestos de mando recibirían instrucción adicional en
liderazgo, tácticas avanzadas, operaciones de armas combinadas y
comunicaciones.
Como la oposición siria existente está lastrada por el extremismo y la
falta de profesionalismo, sería crucial verificar a todo el personal nuevo. La
historia demuestra que la única manera eficaz de hacerlo es que los asesores
estadounidenses trabajen con los reclutas a diario. Eso les permitiría eliminar
gradualmente las inevitables malas semillas -radicales, agentes del régimen,
matones y criminales- y promover las buenas.
Como el entrenamiento del primer grupo de combatientes (una tarea que
probablemente se encargaría la CIA) requeriría seguridad y ausencia de
distracciones, lo mejor sería empezar fuera de Siria. Entre los posibles
lugares de entrenamiento se encuentran Jordania, donde Estados Unidos ya está
proporcionando cierta ayuda a los rebeldes, y Turquía. Ambos países han
presionado fuertemente a Washington para que amplíe su apoyo a la oposición
siria, pero probablemente ambos exigirían una compensación por albergar nuevos
y grandes campamentos base. Jordania ya recibe unos 660 millones de dólares de
ayuda estadounidense al año, y en febrero de 2014 la Casa Blanca prometió 1.000
millones de dólares adicionales en garantías de préstamos para ayudar al país
con su carga de refugiados. Washington podría ofrecer continuar con esa ayuda a
cambio de cooperación con su nueva estrategia.
Además de estar entrenada y organizada como un ejército convencional, la
nueva fuerza debe estar equipada como tal. Washington tendría que proporcionar
al nuevo ejército armas pesadas, incluidos tanques, vehículos blindados de
transporte de personal, artillería y misiles tierra-aire, herramientas vitales
para eliminar la actual ventaja del régimen en potencia de fuego. El nuevo
ejército también necesitaría apoyo logístico, equipo de comunicaciones,
transporte y equipo médico para montar operaciones ofensivas y defensivas
sostenidas contra el régimen.
EL CAMINO A DAMASCO
Este nuevo ejército sirio eventualmente entraría en Siria, pero sólo cuando
fuera lo suficientemente fuerte como para conquistar y mantener territorio.
Para eso, tendría que alcanzar un umbral crítico tanto de cantidad como de
calidad. Sería imprudente enviar al nuevo ejército a la vorágine de Siria hasta
que pudiera desplegar al menos dos o tres brigadas, cada una compuesta de 1.000
a 2.000 soldados. Pero lo que es más importante, estas formaciones sólo
deberían entrar en combate cuando hayan desarrollado la cohesión de unidad, las
habilidades tácticas, el liderazgo y las capacidades logísticas necesarias para
derrotar a las fuerzas del régimen y a cualquier milicia rival. Y cuando entren
en Siria, el ejército debería hacerlo acompañado de un gran número de asesores
estadounidenses.
Incluso después de que la fuerza consiga sus primeros avances territoriales
significativos, tendrá que seguir creciendo. Su tarea final -asegurarse el
control de todo el país aplastando a todos los actores que la desafíen- requerirá
varios cientos de miles de soldados para completarla. Pero el lanzamiento de
las operaciones militares no tendrá que esperar hasta que el ejército pueda
desplegar esa cantidad de combatientes. Todo lo contrario: todavía podrá
reclutar y entrenar a la mayoría de sus soldados después de que sus primeras
brigadas hagan su avance inicial.
Una vez que los soldados comiencen a asegurar el territorio sirio, sus
líderes tendrán que restablecer rápidamente la ley y el orden allí. Eso
significará permitir que las organizaciones humanitarias internacionales
regresen a las zonas que actualmente están fuera de los límites y proteger a su
personal mientras entregan ayuda. También requerirá el establecimiento de un
sistema de gobierno funcional e igualitario. La gran mayoría de los sirios no
quiere tener nada que ver con la tiranía de Asad ni con el fanatismo de sus
oponentes islamistas. Como en toda guerra civil intercomunitaria, es probable
que la población se una a cualquier grupo que pueda restablecer el orden. El
nuevo ejército debería estar listo desde el principio para satisfacer las
necesidades de la gente en cada ciudad y aldea que recupere, lo que también lo
distinguiría de sus rivales.
Una vez que el nuevo ejército ganara terreno, los líderes de la oposición
podrían declararse formalmente representantes de un nuevo gobierno provisional.
Estados Unidos y sus aliados podrían entonces extender el reconocimiento
diplomático al movimiento, permitiendo que el Departamento de Defensa de
Estados Unidos se hiciera cargo de las tareas de entrenamiento y asesoramiento
de la nueva fuerza, que ahora sería el brazo militar oficial de los nuevos
gobernantes legítimos de Siria.
Estados Unidos puede poner fin a la guerra civil siria en sus propios
términos y sin comprometer tropas terrestres.
Las lecciones de otros países demuestran que los gobiernos de posguerra son
más duraderos cuando crecen desde abajo. Cuando se imponen desde arriba, como
ocurrió en Irak en 2003, los resultados pueden ir de malos a catastróficos. Pero
permitir que el nuevo gobierno tome forma orgánicamente en Siria llevaría años.
Mientras tanto, las zonas controladas por el ejército respaldado por Estados
Unidos requerirían una autoridad provisional –idealmente, un representante
especial del secretario general de la ONU que conservaría la soberanía hasta
que estuviera listo un nuevo gobierno.
Si la historia sirve de guía, a medida que la nueva fuerza empezó a
derrotar tanto al régimen como a los extremistas islámicos, a administrar su
territorio con justicia y a demostrar al mundo que Estados Unidos y sus aliados
estaban decididos a verla triunfar, cada vez más sirios deberían unirse a su
causa. Esta oleada de apoyo público generaría más voluntarios para el ejército
y una oleada de impulso para el movimiento de oposición, factores que a menudo
han resultado decisivos en conflictos similares.
Uno de los legados más funestos de las guerras civiles prolongadas es la
dificultad de crear sistemas políticos estables una vez que terminan los
combates. Una paz estable tras un conflicto intercomunitario requiere un
sistema pluralista con fuertes garantías de los derechos de las minorías. Un
sistema de ese tipo, a su vez, se basa en un ejército fuerte, independiente y
apolítico. La Siria de posguerra necesitaría este tipo de cultura militar para
tranquilizar a todas sus comunidades de que quienquiera que ocupe el poder en
Damasco no volverá a convertir a las fuerzas de seguridad en agentes de
opresión. La mejor manera de garantizar que el ejército mantenga estos
principios sería inculcarlos en su cultura institucional desde el principio, a
través del proceso de socialización militar a largo plazo.
Irak ofrece un ejemplo poderoso y una advertencia crítica a este respecto.
Por un lado, en 2009 Estados Unidos había logrado construir allí un ejército
que, aunque sólo modestamente capaz, era bastante independiente y apolítico.
Apenas tres años antes, las fuerzas de seguridad del país habían sido una
institución desacreditada e inepta y una fuente de temor para la mayoría de los
iraquíes. Al igual que la oposición siria hoy, el ejército iraquí había sido
invadido por criminales, extremistas, milicianos y combatientes incompetentes y
mal equipados. Sin embargo, un decidido programa estadounidense transformó la
fuerza, convirtiéndola en un bien recibido, incluso buscado, factor de
estabilidad en todo el país. En 2008, por ejemplo, las brigadas del ejército,
mayoritariamente sunitas, fueron aclamadas como liberadoras por los chiítas de
Basora cuando expulsaron a la milicia chiíta Jaish al-Mahdi. Un factor clave en
esta transformación fue un entrenamiento riguroso como el que se propone aquí
para Siria, que permitió a los asesores estadounidenses examinar al personal
local.
Por otra parte, un ejército fuerte e independiente suele despertar las
sospechas de políticos locales despiadados que tratan de subvertirlo o
politizarlo. Así es precisamente como el Primer Ministro Nuri al-Maliki
convirtió al ejército iraquí de nuevo en una milicia sectaria después de que
Washington se desvinculara. La consiguiente disminución de la capacidad y la
moral explica por qué cuatro divisiones del ejército iraquí se derrumbaron ante
la ofensiva del EI en junio, y por qué muchos sunitas se unieron al EI contra
Maliki. La lección para Siria es que no basta con crear un nuevo ejército y
ayudarlo a ganar la guerra. Si Estados Unidos quiere ver al país convertirse en
un nuevo sistema político estable, tendrá que seguir apoyando y guiando al
nuevo ejército sirio durante algunos años después, aunque a niveles
decrecientes de costo y personal.
GANAR LA PAZ
La pregunta más importante sobre esta ambiciosa propuesta, por supuesto,
es: ¿puede funcionar? Aunque las guerras son siempre impredecibles, hay
evidencia histórica más que suficiente para sugerir que este enfoque es
completamente plausible -y de hecho mejor que cualquier otra opción de
intervención.
Por ejemplo, aunque Estados Unidos finalmente desistió de Vietnam, tuvo un
éxito considerable en la reconstrucción del ejército de Vietnam del Sur entre
1968 y 1972, después de que la negligencia estadounidense y la mala
administración vietnamita lo habían dejado politizado, corrupto e inepto.
Aunque esa fuerza siguió enfrentando muchos problemas, mejoró tanto que logró
detener la invasión del Norte durante la Ofensiva de Pascua de 1972. Los
combatientes de Vietnam del Sur disfrutaron del respaldo de un amplio poder
aéreo estadounidense y legiones de asesores estadounidenses, pero cuatro años
antes, pocos los habían creído capaces de tal hazaña incluso con ese tipo de
apoyo.
También está la dramática transformación del ejército croata que la OTAN
logró durante la guerra de Bosnia de 1992-95, un conflicto precipitado por
tensiones étnicas y territoriales desencadenadas por la disolución de
Yugoslavia. La incipiente fuerza croata, que apoyaba a los croatas de Bosnia
contra las fuerzas serbias, había comenzado siendo desventurada e incompetente
en los primeros meses de la guerra. En tres años, el suministro de
entrenamiento y suministros por parte de Occidente, junto con la determinación
de los combatientes croatas, fue suficiente para transformar el ejército en una
eficiente máquina de combate capaz de montar una serie de campañas de armas
combinadas que obligaron a Serbia a sentarse a la mesa de negociaciones (este
ejemplo es particularmente apropiado para Siria porque las fuerzas serbias eran
mucho más formidables que las de Asad). Mientras tanto, la historia de Irak
ilustra tanto la capacidad de Estados Unidos para construir una fuerza
autóctona relativamente capaz en apenas unos años, en gran parte desde cero,
como los peligros de abandonarla a un sistema político inmaduro.
En cada uno de estos casos, el factor que más importó fue el compromiso de
Washington. Donde y cuando Estados Unidos ha demostrado estar dispuesto a hacer
que su estrategia funcione –en Vietnam, Bosnia, incluso Irak– ha tenido éxito.
Pero donde abandonó sus compromisos, sus avances se desbarataron rápidamente.
La experiencia de Estados Unidos en Bosnia e Irak también apunta a una
táctica eficaz para prevenir un baño de sangre después de que el nuevo ejército
sirio gane. En ambos países, Estados Unidos construyó una fuerza que era
claramente capaz de derrotar a sus rivales, pero luego Washington pudo
impedirle dar ese paso final. Los grupos respaldados por Estados Unidos
lucharon lo suficientemente bien como para convencer a sus enemigos de la
necesidad de llegar a un acuerdo para compartir el poder. Al mismo tiempo, la
presión estadounidense aseguró que los ganadores aceptaran algo menos que la
victoria total.
El desempeño pasado no es garantía de éxito futuro, por supuesto, y cada
analogía histórica difiere de Siria en aspectos importantes. El desempeño
mejorado del ejército de Vietnam del Sur no logró evitar su colapso una vez que
perdió la cobertura aérea estadounidense. A principios de los años 90, Croacia
era un protoestado que luchaba contra otro protoestado, Serbia, y la fuerza de
seguridad iraquí se beneficiaba de una enorme presencia terrestre
estadounidense que iba mucho más allá de lo que el plan propuesto prevé para
Siria.
La perspectiva de que se pudiera crear un nuevo ejército sirio desde cero y
que no tuviera el poder de un Estado detrás debería hacer reflexionar a los
responsables políticos, pero estos problemas no deberían ser un factor decisivo.
La Alianza del Norte (el grupo que ayudó a derrocar a los talibanes en
Afganistán en 2001) y la oposición libia lograron prevalecer sin ningún apoyo
occidental más allá de asesores y poder aéreo; ciertamente nunca disfrutaron
del respaldo de un protoestado como Croacia. Por supuesto, las tropas de Asad
también son hoy más capaces que las fuerzas de los talibanes en Afganistán o el
ejército de Muammar al-Qaddafi en Libia. Pero, por fuerte que parezca en un
sentido relativo el ejército sirio, no es precisamente un gigante, pues ha
tenido un desempeño lamentable en todas las guerras desde 1948 y ha luchado
apenas un poco mejor que la muy mediocre oposición desde 2012.
¿Cuánto tiempo llevaría implementar este plan? La historia de operaciones
similares en Bosnia, Afganistán, Irak y Libia indica que Estados Unidos
necesitaría uno o dos años para preparar las primeras brigadas. Después de su
incursión inicial en Siria, el creciente ejército probablemente necesitaría uno
o tres años más para derrotar a las fuerzas del régimen y a otros rivales, lo
que sugiere una campaña de dos a cinco años.
Una vez que se alcanzara un acuerdo de paz, el nuevo ejército tendría que
reorganizarse para convertirse en un aparato de seguridad estatal tradicional.
Tal vez tuviera que ampliar aún más sus filas para satisfacer las necesidades
de seguridad de largo plazo de Siria, incluida la derrota de los elementos
terroristas residuales. Este papel estabilizador llevaría años más, pero sería
mucho menos exigente que luchar contra el régimen de Assad, especialmente si
Estados Unidos mantuviera su apoyo a las nuevas instituciones de Siria y a su
reconstrucción económica y política.
Los críticos argumentarán inevitablemente que esta hoja de ruta para Siria
es inviable hoy, y que llegó demasiado tarde para marcar una diferencia. Sin
embargo, argumentos análogos han resultado erróneos en el pasado. En marzo de
2005, por ejemplo, di una sesión informativa sobre Irak a un pequeño grupo de
altos funcionarios estadounidenses, presentando la estrategia que había estado
defendiendo desde principios de 2004: un cambio hacia verdaderas operaciones de
contrainsurgencia, un esfuerzo por llegar a los líderes tribales suníes del
oeste de Irak, la incorporación de miles de fuerzas estadounidenses y un
proceso de reforma política de abajo hacia arriba para alentar el reparto del
poder. Mi audiencia respondió que, si bien este plan podría haber funcionado en
2003 o incluso en 2004, en 2005 Irak simplemente estaba demasiado lejos. Sin
embargo, lo que yo estaba prescribiendo era la misma estrategia que el general
David Petraeus y Ryan Crocker, el embajador de Estados Unidos en Irak,
emplearían dos años más tarde, y que cambiaría el curso del conflicto.
De la misma manera, no hay razón para creer que sea demasiado tarde para
Siria. La guerra civil allí no terminará pronto, a pesar del hecho de que la
mayor asistencia iraní y rusa ha permitido a los leales a Asad lograr avances
significativos. El escenario más probable es que los avances del régimen resulten
limitados y los recursos que fluyan a los rebeldes de sus patrocinadores
extranjeros provoquen un punto muerto. Siria seguirá ardiendo, mientras los
funcionarios estadounidenses siguen diciéndose a sí mismos que el momento de
actuar ha pasado.
Incluso si Washington adoptara este curso de acción, se perderían muchas
más vidas sirias antes de que pudiera tener éxito. La única manera de salvar
esas vidas, sin embargo, sería desplegar fuerzas terrestres estadounidenses,
una propuesta que, dada la opinión del público estadounidense, es imposible.
Salvo que haya tropas sobre el terreno, el enfoque descrito aquí es la mejor
posibilidad de evitar cientos de miles de víctimas adicionales.
APOYO DESDE LOS CIELOS
Otra cuestión clave es si el plan requeriría poder aéreo estadounidense, ya
que una campaña aérea haría que esta estrategia fuera mucho más costosa tanto
en términos financieros como diplomáticos. Al menos un caso, la guerra de
Bosnia, sugiere que el apoyo aéreo estadounidense puede resultar innecesario. Durante
ese conflicto, fue un asalto terrestre croata (y bosnio), llevado a cabo sin
apenas cobertura aérea occidental, lo que marcó la diferencia. Aunque la OTAN
realizó 3.515 salidas durante el conflicto, ninguna fue en apoyo directo a las
fuerzas croatas, y la mayoría de los objetivos no estaban relacionados con el
combate terrestre. Además, la historia no clasificada de la CIA sobre la guerra
concluyó que los ataques aéreos de la OTAN contribuyeron sólo modestamente a
asegurar la aquiescencia serbia a los acuerdos de paz de Dayton; las victorias
croatas en el campo de batalla importaron mucho más.
La mayoría de las demás evidencias históricas, sin embargo, indican que
sería necesario el apoyo aéreo estadounidense. En Afganistán en 2001 y en Libia
en 2011, el poder aéreo occidental allanó el camino para las victorias de la
oposición. Si miramos más atrás en el tiempo, incluso después de que el
ejército de Vietnam del Sur maduró lo suficiente para operar sin el apoyo
terrestre de Estados Unidos, siguió dependiendo de la enorme asistencia aérea
de ese país, aunque combatiera a un enemigo mucho más duro que el régimen de
Asad.
Sin embargo, el hecho de que la estrategia propuesta pueda requerir poder
aéreo no significa que el público estadounidense necesariamente se oponga a
ella. Las encuestas de opinión pública de mediados de los años 1990, durante la
guerra de Bosnia, mostraron una oposición firme y consistente a la intervención
estadounidense, incluso si se realizaba de manera multilateral. Sin embargo, esas
mismas encuestas informaron de un apoyo considerablemente mayor a las
operaciones aéreas. De la misma manera, pocos estadounidenses objetaron cuando
la administración Obama contribuyó con fuerzas aéreas estadounidenses a la
campaña aérea de la OTAN en Libia en 2011.
Además del poder aéreo, otras dos variables influirían fuertemente en el
costo final de la estrategia propuesta aquí: cuánto gastó Washington en el
nuevo ejército sirio y si pudo convencer a sus aliados de que asumieran una
parte de la carga. Dados los costos de operaciones anteriores similares, es
razonable esperar que la nueva fuerza de combate requiera entre 1.000 y 2.000
millones de dólares por año para construirse. Estados Unidos tendría que
presupuestar entre 6.000 y 20.000 millones de dólares adicionales al año para
apoyo aéreo y quizás entre 1.500 y 3.000 millones de dólares más al año para
ayuda civil.
La suma de estas sumas da un presupuesto operativo total de 3.000 millones
de dólares anuales durante dos o tres años, en el extremo inferior de la escala
de precios. Si fuera necesaria una campaña aérea de la escala de las de Bosnia,
Afganistán o Libia, el precio anual ascendería a unos 9.000 o 10.000 millones
de dólares mientras continuaran los combates. Y si Estados Unidos se viera
obligado a proporcionar el doble de poder aéreo que en esas guerras anteriores,
el coste podría llegar a 18.000 o 22.000 millones de dólares al año. Tras un
acuerdo político, el apoyo continuo de Washington al nuevo gobierno
probablemente requeriría entre 1.000 y 5.000 millones de dólares en asistencia
civil y de seguridad al año durante un máximo de diez años. En comparación, Afganistán
le costó a Estados Unidos aproximadamente 45.000 millones de dólares al año
entre 2001 y 2013, e Irak, unos 100.000 millones de dólares al año entre 2003 y
2011.
Por supuesto, las cifras se reducirían considerablemente si Estados Unidos
obtuviera apoyo financiero de sus aliados en Europa y Oriente Medio,
especialmente los estados del Golfo Pérsico. Durante años, los líderes del
Golfo han insistido en privado en que financiarían la mayor parte o la
totalidad de ese esfuerzo, y han pagado operaciones similares en el pasado.
Arabia Saudita apoyó fuertemente la campaña encubierta estadounidense contra la
Unión Soviética en Afganistán y, junto con Kuwait y otros estados del Golfo,
las operaciones estadounidenses durante la Guerra del Golfo. Los líderes del
Golfo también respaldaron la decisión estadounidense de intervenir en Libia. No
hay duda de que estos estados consideran que el resultado del conflicto sirio
es vital para sus intereses; ya han gastado miles de millones de dólares en
apoyar a varias milicias sirias, por lo que probablemente apoyarían el plan
esbozado aquí, aunque Washington debería evaluar su interés antes de decidir si
lo lleva a cabo.
ELEVAR EL LÍMITE
Si la administración Obama decide construir un ejército sirio, debería
hacerlo con los ojos bien abiertos, ya que la estrategia implicaría cierto
riesgo de escalada. Pocas guerras, si es que hay alguna, funcionan exactamente
como se planean sin incurrir en costos inesperados, y algunas resultan mucho
más caras, desordenadas y mortales de lo previsto. Afganistán e Irak son
ejemplos de ello, y también demuestran que un país normalmente obtiene el peor
resultado cuando se prepara sólo para lo mejor. Si Estados Unidos siguiera la
estrategia propuesta aquí, tendría que estar preparado para perder algunas
vidas estadounidenses. Los pilotos estadounidenses podrían ser derribados y los
asesores estadounidenses podrían resultar heridos, muertos o capturados.
El régimen de Assad también podría lanzar ataques con misiles contra
aliados de Estados Unidos en represalia o realizar ataques terroristas en el
exterior. Los aliados de Siria, Irán y Hezbolá, también podrían responder,
probablemente atacando a los asesores estadounidenses, tal como lo hicieron con
las tropas estadounidenses en Irak. El temor a un contraataque de Washington
podría disuadir a Teherán de lanzar un ataque más directo, pero podría ser
insuficiente para asustar a Hezbolá, ya que la caída del régimen de Assad
pondría en peligro la existencia misma de Hezbolá. Y no importa qué país
acogiera finalmente al nuevo ejército sirio durante las primeras etapas de su
desarrollo, ese país necesitaría garantías de que Estados Unidos lo ayudaría a
defenderse contra las represalias enemigas.
Por último, el nuevo ejército sirio todavía podría perder la guerra. Dada
la limitada capacidad de las fuerzas de Assad y los éxitos previos del poder
aéreo occidental en circunstancias similares, tal escenario parece improbable,
pero no debe descartarse. Lo mismo se aplica a una preocupación ligeramente más
realista: que la oposición conquiste el país pero luego no logre asegurarlo. El
nuevo ejército sirio seguiría enfrentándose a una batalla agotadora y
desestabilizadora contra extremistas e insurgentes mientras lucha por
establecer la ley y el orden, un desafío que socavó a los gobiernos de
posguerra tanto en Afganistán como en Libia.
En todos estos escenarios, la presión sobre Estados Unidos para
intensificar su participación aumentaría. La estrategia delineada aquí está
diseñada para minimizar este riesgo, pero no puede eliminarlo. Nadie debería
adoptar este enfoque sin reconocer que en algún momento podría enfrentar a
Washington con la difícil elección entre redoblar los esfuerzos o retirarse.
LOS COSTOS DE LA INACCIÓN
Desde la caída de Mosul en junio de 2014, las guerras civiles siria e
iraquí se han enredado. Cualquier estrategia para abordar una debe abordar
también la otra. Las fallas sectarias de la región complican aún más las cosas.
En Siria, la mayoría sunita está en rebelión; en Irak, la minoría sunita. En
ambos países, Estados Unidos está tratando de separar a la oposición sunita
moderada de los grupos más radicales, como el ISIS. Pero sólo en Siria pretende
derrocar a un régimen chiita. En Irak, Washington espera mantener una buena relación
con el gobierno dominado por los chiitas, aunque insiste en que Bagdad
implemente reformas inmediatas y de largo alcance.
La estrategia que se propone aquí serviría a los intereses estadounidenses
en ambos países. Aunque el nuevo ejército sirio que se contempla debería ser
neutral, inevitablemente estaría dominado por sunitas. Sus victorias sobre el
régimen de Asad dominado por los chiitas y los militantes islamistas en Siria
lo convertirían en un modelo para las tribus sunitas moderadas de Irak. Estos
grupos serían clave para derrotar al EI, así como su apoyo resultó crucial para
el aumento de tropas estadounidenses en Irak en 2007-8. El apoyo decisivo de
Estados Unidos a las ramificaciones sirias de esas tribus iraquíes -junto con
el compromiso de Washington de construir el tipo de Estado inclusivo,
pluralista y equitativo en Siria que los sunitas moderados buscan en Irak-
podría ayudar a que los sunitas de toda la región se vuelvan contra el EI y sus
semejantes.
Los acontecimientos en Irak han demostrado claramente los costos de la
inacción. Cualquiera sea la opción que elija Estados Unidos, no debe hacerlo
con la creencia errónea de que no existe una estrategia plausible para obtener
la victoria a un costo aceptable. Estados Unidos puede poner fin a la guerra
civil siria en sus propios términos y reconstruir una Siria estable sin
comprometer tropas terrestres. Hacerlo podría requerir una gran cantidad de
tiempo, esfuerzo y recursos. Sin duda, hará falta voluntad para intentarlo.