Artículo publicado en la edición n° 59, junio del 2017.
100 años de La Materia Eterna e Inteligente
La Ciencia siempre es revolucionaria
En 1917, Buenos Aires fue el escenario donde se publicó la obra titulada La Materia Eterna e Inteligente, brillante obra de Luis Emilio Recabarren. Este magnífico texto es una obra que recoge los principales aportes de los científicos de la época y analiza la existencia de la naturaleza desde distintas perspectivas y recurriendo a las diferentes ciencias.
Con este libro, el jefe proletario cumplió la labor de llevar la ciencia a las masas con un lenguaje simple y entendible. En su introducción, Recabarren plantea su deseo de que con la publicación: “(…) todos los que carecen de conocimientos científicos, como yo, con ayuda del sentido común, de un sencillo examen de los fenómenos de la vida y de la Naturaleza de las cosas, podamos formarnos juicio de la verdad”.
¿Por qué Recabarren se interesaba en escribir de ciencia para las masas? Porque comprendía que para hacer la revolución, la clase obrera y el pueblo deben esforzarse por conocer la realidad tal cual es, por llegar a la esencia de los fenómenos y no quedarse solo con sus apariencias. Emplear la ciencia es la única forma de combatir las ideas atrasadas, erróneas y supersticiosas, mostrando la realidad de la naturaleza y la sociedad de forma fiel y desprejuiciada.
De manera pedagógica, Recabarren expone avanzando progresivamente en sus explicaciones, desde los simple hasta lo más complejo. Comienza argumentando que la materia (el Universo) no pudo haber sido creada, sino que siempre ha existido y siempre va a existir.
Más adelante, el fundador del Partido Comunista de Chile aborda de lleno el problema filosófico y científico de la existencia o inexistencia de dios, preguntándose: “¿Por qué no puede ser el Universo, en vez de dios, el que no ha tenido principio ni tendrá fin? (…) Cuando la inteligencia brille mejor en todos los cerebros, entonces se podrá aceptar como una Verdad absoluta que el Universo es la única existencia infinita, que no ha tenido principio ni tendrá fin, y que todos los fenómenos que llaman nuestra atención no son otra cosa que el resultado del movimiento, que es la vida Universal”. Es decir, Recabarren no se desespera en resolver la lucha teórica inmediatamente, sino que confía profundamente en que el propio desarrollo político e ideológico de las masas lo resolverá.
Sobre la existencia de la vida en la tierra, Recabarren sostiene: “El principio de la vida (…) en toda la especie animal, el hombre inclusive, es una pequeña porción líquida, o casi líquida, que una vez fecundada en el seno materno, antes de tomar forma alguna no es otra cosa que una porción líquida, hasta que empieza el período de su formación y consolidación. Lo que conocemos de la historia de la Tierra nos indica un principio o anterioridad —si así podemos decir— de igual proceso. La Tierra, de su estado ígneo, vaporoso, líquido, fue pasando a condiciones más sólidas y formadas”.
Estas conclusiones son de gran importancia y nos hablan de la profundidad y la claridad de L. E. Recabarren, ya que si bien Darwin ya había planteado que la vida se originó en un ambiente líquido, la transformación de los distintos estados del agua fue recién comprobada en 1924 por el científico soviético Alexander Oparín.
Al final, Recabarren analiza la existencia humana, considerando que todos los seres vivos, incluido el hombre, tenemos un origen en común: “Venga el origen de la vida humana como una transformación del mono, o de otra especie animal… el hecho es que la vida humana es la continuación de una vida animal inferior a la humana, anterior que se eslabona, que se une, porque no puede separarse, a las primeras formas de la vida que hemos señalado en nuestras consideraciones y razonamientos anteriores”. Esta conclusión, que la realidad ha comprobado una y otra vez, es importante, porque logra sintetizar en forma coherente toda la historia de la vida en el Universo.
La preocupación de Recabarren era entregar a las masas un arma con la cual enfrentar la lucha teórica contra quienes dice que el mundo no se puede cambiar, que los gobernantes están ahí porque dios así lo quiere, etc. Pero por sobre todo, el objetivo político de Recabarren era demostrar que las masas son todopoderosas, que no hay nada que no puedan conocer ni puedan transformar de forma revolucionaria.
No menos importante es resaltar la concepción de mundo que se respira en toda la obra de Recabarren: a pesar de la contundencia de sus argumentos, él siempre se expresa con una humildad tremenda. No actúa como si fuera un sabelotodo, sino que habla simple y claro. Este libro está escrito con la tranquilidad que entrega tener la razón, sabiendo que cuando la ciencia es utilizada por la clase obrera y las masas populares es revolucionaria.