CHIQUITINKUS, LA FUERZA DE LAS NIÑAS ORGANIZADAS
En La Bandera crean arte y cultura para servir al pueblo
Chiquitinkus, la fuerza de las niñas organizadas
Artículo publicado en la edición impresa n° 60 de Periódico El Pueblo, julio de 2017.
Fe de erratas: En el impreso publicamos
genéricamente que Chiquitinkus era una organización artística popular e
infantil compuesta de niñas, para referirse a niñas y niñas. Sin
embargo, reconocemos el error, ya que Chiquitinkus es una organización
compuesta hoy en su totalidad por mujeres y niñas. Agradecemos la
observación hecha por las compañeras y nos alegrarnos enormemente de
tener en nuestras páginas una experiencia popular de organización
femenina. La prensa democrática y popular no debe temer a las críticas,
sino desearlas, pues estas vienen sólo a fortalecer el trabajo realizado
cotidianamente.
Chiquitinkus es una agrupación de niñas
entre 5 y 13 años, quienes estudian la danza andina Tinku. En los
“Talleres Libres 16 de Enero”, realizados durante el 2014 en la
población La Bandera, se hizo una presentación de los nuevos talleres
que se ofrecerían para el 2015. Entre las posibilidades estuvo la danza
Tinku, que con una gran presentación encantó a un grupo de niñas
pobladores y las llevó a escoger esta. Así fue como se inició lo que
actualmente es Chiquitinkus.
La danza Tinku surge del pueblo Aimara,
quienes a principios de mayo de todos los años, en las fechas del
Chakana (festividad que da inicio a la época de cosecha), bajaban la
montaña para encontrarse y enfrentarse con el pueblo vecino Quechua, con
el objetivo de tratar rencillas y así volver nuevamente al equilibrio.
Tinku proviene de tinkuy, que significa “encuentro”, por lo que la danza
tinku es una representación de este rito que los hacía toparse cada
año.
Actualmente, Chiquitinku lleva cerca de 2
años funcionando y las niñas trabajan constantemente para desarrollarse
en esta danza, aplicando la autogestión y entendiendo su trabajo como
una forma de emanciparse del sistema. Por ejemplo, los trajes los han
costeado ellos mismos, haciendo “tarreos” (colectas) en la feria.
Además, toman decisiones en asamblea, donde todas tienen voz, sin
importar su edad. Así es como deciden donde quieren o no presentarse.
Reconocen su arte como mucho más que una
danza, ya que es una cultura andina y por lo tanto, da a conocer los
valores y conocimientos de esos pueblos. Al darse cuenta de la
importancia de lo que hacen, han adoptado la postura de poner su arte al
servicio del pueblo. No les interesa presentar para la municipalidad u
otras instituciones, pues prefieren hacerlo en poblaciones vecinas para
actividades autogestionadas, como ya lo han hecho en variadas ocasiones.
El interés por aprender, desarrollarse y
compartir el conocimiento con los vecinos ha llevado a este grupo de
niñas a ampliarse en lo que desarrollan, abriéndose a nuevas formas de
arte. Así fue como formaron el grupo de Chiquicuentos, donde justamente
cumplen el rol de cuentacuentos.
Las narraciones que relatan son,
principalmente, recopilaciones de historias de su propio barrio y
contexto en el que viven. Por ejemplo, uno de sus relatos rememora cómo
fue la toma de lo que actualmente es su población (en 1969) y la
recopilaron entrevistando ellos mismos a los vecinos más ancianos. Tras
una ardua labor pudieron dar forma a este relato. Otro cuento es sobre
el incendio de la Cárcel de San Miguel (2010) donde 81 presos murieron
atrapados entre las llamas, ante la absoluta indolencia del viejo
Estado. También tienen historias de ficción, tal como lo es la fábula de
unos animales de zoológico que se liberan y hacen la revolución.
Independiente de qué trate el cuento,
estos muchachos logran dejar en claro que sin importar su edad, las
niñas tienen interés y opinión sobre temas que comúnmente se consideran
como exclusivos para los adultos y que, no obstante, pueden abordarlos a
su manera, dejando así de ser ajenos a los problemas que deben
enfrentar cotidianamente.
Estas niñas son viva expresión del arte y
cultura de las masas, pues demuestran que el pueblo es culto, que la
autogestión es posible y que las niñas también son pobladores. Por lo
tanto, reclaman con justeza el derecho a participar cuando se abordan
las problemáticas del lugar donde han nacido y se desenvuelven sus
cortas, pero intensas vidas.
¡Que vivan las niñas que luchan!