¡CONTRA LA LLAMADA NUEVA ESTRUCTURA DE DEFENSA DEL IMPERIALISMO YANQUI Y SU
PLAN DE FUERZA MILITAR CONJUNTA BAJO MANDO DE LOS IMPERIALISTAS YANQUIS Y
CONFORMADO POR LOS EJÉRCITOS LACAYOS DE AMÉRICA LATINA!
En dos
notas aparecidas en el diario The New
York Times, el día 8 de septiembre de 2018, la primera, titulada “El gobierno
de Trump discutió un posible golpe de Estado con militares rebeldes en
Venezuela” y, la segunda, titulada “Venezuela acusa a Estados Unidos de
conspirar contra Maduro”, el diario da cuenta de las conversaciones sostenidas
por funcionarios del gobierno de los Estado Unidos /EE.UU.) con militares que
planeaban un golpe de estado en Venezuela contra N. Maduro.
El pretexto
que se arguye, por parte de los altos funcionarios del gobierno imperialista
yanqui, esto, es del gobierno de Trump, son las mismas con las que viene
desarrollando su intervención en todos los planos en los asuntos internos de Venezuela, es decir,
su preocupación por la situación de la democracia en ese país, torturar a los
opositores del régimen, encarcelar a cientos de prisioneros políticos, herir a
miles de civiles, traficar , etc., crisis humanitaria en el país y su derrame a
los demás países de región ( problema de los refugiados)”.
Todos son
solamente pretextos descarados de los máximos representantes del imperialismo
yanqui, que como superpotencia hegemónica única en el mundo y gran gendarme contrarrevolucionario
mundial actúa en su patio trasero junto con todos los gobiernos reaccionarios
de América Latina para reprimir la lucha del proletariado y los pueblos de las
naciones oprimidas de América Latina, para mantener la situación semicolonial y
semifeudal , donde se desenvuelve
un capitalismo burocrático al servicio del imperialismo principalmente yanqui,
que es el imperialismo principal que oprime a todos nuestros pueblos. Y eso lo
hace por todos los medios, a sangre y fuego, impulsando según convenga
gobiernos “democráticos” o gobiernos fascistas, mediante golpes de estado y, cuando esto no es posible, mediante
intervención directa, como lo atestigua los últimos cien anos de la historia de
América Latina.
El imperialismo yanqui superpotencia hegemónica
única y enemigo principal de los pueblos del mundo, viene profundizando y ampliando
su dominación sobre las naciones oprimidas de nuestro continente, en todos los
planos, económico, político, educacional , miltar, etc. Para lo cual ha puesto en marcha acuerdos que
le permiten intervenir en los asuntos internos de nuestros países.
Ejemplo de lo anterior, entre muchos otros, son los
acuerdos a nivel de la OEA como la “Carta
Democrática”, las reuniones continentales y declaraciones de “lucha contra la corrupción y la
delincuencia orgnizada”, contra “el terrorismo”, contra “el narcotráfico”, el impulso al cambio en los sistemas legales de todos los países de América
Latina, para que adopten el sistema penal acusatorio con la preminencia de los
fiscales en todo el proceso, proveyendo entrenamiento a jueces y fiscales a
traves de su Instituto de Estudios Judiciales del Departamento de Justicia y
las Universidades de Puerto Rico, dotando a la policia encargada del combate
antocorrupción de entrenamiento y equipos para la escucha electrónica,
sometiéndo a estos cuerpos policiales y fiscales "anticorrupción" a su mando directo; así monitorea a los funcionarios de los diferentes países mediante estas escuchas y con su posterior difusión
por los monopolios de la prensa impulsar los cambios de funcionarios y de los gobiernos de los diferentes
países por otros que mejor sirvan a sus intereses.
Mediante el dominio económico y financiero de los países de la región, impone sanciones y limitaciones cuando se le antoja contra
gobiernos, funcionarios y empresas de los países en los cuales el imperialismo
yanqui se propone cambiar funcionarios o gobierno por otro mas conveniente a los intereses de los EE.UU. Con sus instrumentos el FMI, el Banco Mundial, el BID, la AID, la CEPAL impone sus políticas económicas como el recorte en la seguridad social, recorte a las subvenciones, a lo cual sirven su famosos planes de combate a la pobreza como la llamada ayuda condiconada para justificar la explotación imperialista de los recursos naturales y del proletariado, el despojo de la tierras comunales, difundir el consumismo y la banacarización de los más pobres.
El imperialismo yanqui impulsa sus planes de privatizción de la educación en todos los niveles y establece un "plan de becas" para justificar sus planes de supresión de la educación pública y la gratuidad de la enseñanza en beneficio de sus grandes monopolios con tentácuos en el negocio de la educación en los EE.UU. y América Latina y del capitalismo burocrático a su servicio.
Pero, todo
este sistema con los que están remachado los nudos de su dominación sobre nuestros
países no le bastan, ni aún el Tratado de Asistencia Militar Reciproca, el TIAR,
al cual pertenecen todos los países de América desde después de la Segunda
Guerra Mundial, junto con la reunión de ejércitos américanos y las maniobras
conjuntas de ejércitos, todo esto no le basta.
Por eso, desde comienzos de los años 90 del siglo anterior hasta la fecha viene
estableciendo todo un “Nuevo Sistema de Defensa en el Hemisferio Occidental”,
dividido en un Comando Norte del Ejército de los EE.UU., donde esta n
incorporadas las Fuerzas Armadas de México, y un Comando Sur del Ejército de
los EE.UU. donde se han de incorporar las Fuerzas Armadas de los países de
América Latina que van del sur de México a la Patagonia. Como parte de la
puesta en marcha de este plan se vienen desplegando las fuerzas militares del
imperialismo yanqui por mar, rios y tierra con todo un sistema de bases
militares.
Este despliegue prevee subordinar todas las FF.AA. del continente al mando militar
yanqui, al Comando Norte y al Comando
Sur. En el norte ya han avanzado comprendiendo a las FF.AA. mexicanas dentro
del Comando Norte y en América Latina vienen avanzando con el despliegue en
bases miltares, con la incorporación de las FF.AA. de Colombia a la OTAN y con
los Seminarios del Comando Sur con la participación de representantes de la
FF.AA. de algunos países de la región, el año pasado se realizó uno en Lima y
este año se realizará el siguiente en Buenos Aires. Los yanquis sentaron ya un
precedente, que en su oportunidad denunciamos, que fue la fuerza de intervención
conjunta en Haití. La primera nota de The New York Times consigna lo sguiente:
“En su
comunicado, la Casa Blanca dijo que la situación en Venezuela era “una amenaza
para la seguridad y la democracia en la región”, y señaló que el gobierno de
Trump seguiría reforzando una coalición de “aliados afines y sensatos, de
Europa a Asia y a las Américas, para presionar al régimen de Maduro con el fin
de restablecer la democracia en Venezuela”.
En la
segunda nota del diario la cosa queda más clara:
“Si no te
gusta la idea de que Estados Unidos hable con el Ejército, ¿qué propones?”,
dijo Richard N. Haass, exfuncionario sénior del Departamento de Estado durante
el gobierno de George W. Bush y que ahora es el presidente del Consejo de
Relaciones Exteriores.
Dijo que si
bien no apoyaba un golpe, la región debería considerar una “coalición
latinoamericana”, una alianza de los vecinos de Venezuela creada para una
posible intervención militar regional, similar a la invasión de los Estados
Unidos a Irak”.
Es claro,
que la actual situación en Venezuela, el fracaso del régimen de N. Maduro, representante de la facción
burocrática de la gran burguesía, es usada como pretexto por el imperialismo
yanqui para llevar adelante sus planes de intervención militar,
sólo o coaligado, para apropiarse del petróleo y echar abajo a N.
Maduro para poner a un reaccionario más fiel a sus intereses.
Pero, eso
no es todo, la llamada “Nueva Estructra de Defensa del Hemisferio Occidental” y
el despliege militar del imperialismo yanqui apunta a defender a nivel mundial
su condición de superpotencia hegemónica única, porque América Latina como su
patio trasero es base estratégica de su hegemonía, y el imperialismo yanqui
como gran gendarme apunta directamente contra el desarrollo de la revolución de
nueva democracia en nuestro continente. En unos casos, su acción de gran gendarme persigue aniquilar la guerra popular ya en marcha y en otros la acción preventiva, es decir, mediante el golpe de estado dirigido directamente por ellos aniquilar a la revolución en su cuna, como vienen tramando en Brasil.
El
imperialismo yanqui pretende aniquilar la guerra popular en el Perú, que desde
1980 desarrolla el PCP bajo la Jefatura del Presidente Gonzalo, y que no ha cesado jamás. El imperialismo yanqui apunta contra
el levantamiento de las masas en todo América Latina, como la que se está produciendo en Brasil, donde el PCB
(FR) viene avanzando en la reconstitución
del PCB, en concretar la vanguardia del proletariado de este país, proceso que
se viene desarrollando también en el Ecuador, Chile, México, Colombia y otros
países. Proceso de constitución o reconstitución del PC que tiene que ser
asumido por los maoístas en Venezuela.
Al proletariado de Venezuela se le presenta una gran oportunidad de reconstituir su PC, pues es una necesidad, el proletariado
de este país representado por su vanguardia tiene que pugnar por dirigir la lucha armada
para oponerse a la intervención miltar del imperialismo si ésta se
produce, pero sea cual sea la situación, los revolucionarios maoístas en Venezuela deben
ponerse a la cabeza de la lucha de las masas y bregar por dirigirla contra el imperialismo, la semifeudalidad y el capitalismo burocrático y, en
medio de ella, constituir o reconstituir su
partido, para transformar esta lucha armada en guerra popular, sí se diera por la intervención militar del imperialismo, o si ésta no se llegara a producir para iniciar la guerra popular para hacer la revolución. El proletariado representado por su PC, debe iniciar y desarrollar la guerra popular, con
intervención militar del imperialismo o sin ella, para hacer la revolución de nueva democracia.
Además, no hay que
descuidar que el imperialismo yanqui atraviesa una grave crisis como expresión
de su propio hundimiento y barrimiento en que se encuentra, por eso es también
claro que pretende aprovechar la situación en Venezuela para poner orden
internamente y ganar posiciones en el exterior por eso atizan el conflicto. En su desarrollo también se expresa la
colusión y pugna entre el imperialismo yanqui, la superpotencia hegemónica única ( el perro
gordo), y la superpotencia atómica Rusia
(el perro flaco) y demás potencias, en esta situación la colusión se expresa
como principal, pero subyace y se expresa la pugna.
La consigna
de apoyo al pueblo venezolano es buena, tenemos que difundirla; nosotros en
ningún momento enarbolamos a Maduro, pero está pasando a agredido y la acción
del imperialismo yanqui es de intervenir prepotentemente en los asuntos internos de Venezuela y amenazar con
sus planes de invasión militar; invasión
amparándose en una “intervención conjunta”; Venezuela es una nación oprimida, son
planes de agresión imperialista; lo que pretende aplicar los Estados Unidos es
una ocupación del pueblo venezolano, el imperialismo yanqui arrasa pueblos y
actúa como gendarme; al imperialismo yanqui hay que llamarle gran gendarme y enemigo principal de los pueblos del mundo pues
lo es.
Es justo y
necesario apoyar al pueblo venezolano y hay que movilzar a las masas con la
consigna ¡Yanquis go home! Hay que hacer todo tipo de acciones de apoyo al
pueblo venezolano y contra los planes del imperialismo yanquia en el pueblo profundo,
sembremos antiimperialismo.
¡Fuera
yanquis de Venezuela y América Latina! ¡Apoyemos al pueblo venezolano! Como nos
dijo el Presidente Gonzalo en el caso de Irak: son hermosas palabras del
proletariado y del pueblo.
Con tan
poderoso y altamente sofisticado material bélico el imperialismo yanqui sólo ha conquistdo fracaso desde después de la
Seguda Guerra Mundial y se encuentra empantanado en el Medio Oriente Ampliado,
por eso, en esta ocasión, también es
bueno recordar lo que nos dijo el
Presidente Gonzalo: el arma no es lo principal, la cuestión es qué idea
arma el brazo, la ideología es arma de victoria, así nos lo enseñó también
Lenin y viene desde Marx; nosotros tenemos, pues, una estricta posición
marxista-leninista-maoísta, pensamiento gonzalo.
¡Yanquis go
home!
¡Fuera
yanquis de Venezuela y América Latina!
¡Apoyemos al pueblo venezolano!
Movimiento Popular Perú (Comité de Reorganización)
Septiembre de 2018
Noticias |Venezuela
El gobierno de Trump discutió un posible golpe
de Estado con militares rebeldes en Venezuela
Por Ernesto Londoño y Nicholas Casey 8 de
septiembre de 2018
Una
ceremonia de la Guardia Nacional celebrada en Caracas, el mes pasado. Durante
2017, el gobierno estadounidense sostuvo reuniones secretas con oficiales
militares rebeldes que querían derrocar a Maduro. Credit Juan Barreto/Agence
France-Presse — Getty Images
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El
gobierno de Donald Trump sostuvo reuniones secretas con militares venezolanos
rebeldes para hablar sobre sus planes para derrocar al presidente Nicolás
Maduro, según funcionarios estadounidenses y un excomandante militar venezolano
que participaron en las conversaciones.
Establecer
contactos clandestinos con golpistas en Venezuela fue una gran apuesta para
Washington, dado su largo historial de intervenciones encubiertas en toda
América Latina. Muchas personas de la región aún sienten un gran resentimiento
contra Estados Unidos por haber respaldado rebeliones, golpes de Estado y
complots en países como Cuba, Nicaragua, Brasil y Chile, así como por haber
guardado silencio ante los abusos que los regímenes militares cometieron
durante la Guerra Fría.
En respuesta
a las preguntas sobre esas conversaciones secretas, la Casa Blanca señaló
mediante un comunicado que era necesario participar en un “diálogo con todos
los venezolanos que expresan el deseo de restablecer la democracia” con el fin
de “aportar un cambio positivo a un país que ha sufrido mucho bajo el gobierno
de Maduro”.
Sin
embargo, un comandante militar de ese país que estuvo involucrado en las
conversaciones difícilmente puede ser considerado como un emisario democrático:
está en la lista de funcionarios corruptos de Venezuela que han sido
sancionados por el gobierno estadounidense.
Él y otros
miembros del aparato de seguridad venezolano han sido acusados por Washington de
un gran número de delitos graves, entre ellos torturar a los opositores del
régimen, encarcelar a cientos de prisioneros políticos, herir a miles de
civiles, traficar drogas y colaborar con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de
Colombia (Farc), un grupo guerrillero que Estados Unidos considera como una
organización terrorista.
La mayoría
de los líderes latinoamericanos están de acuerdo en que Nicolás Maduro, el
presidente venezolano, es un gobernante cada vez más autoritario que arruinó la
economía de su país ocasionando una escasez extrema de alimentos y medicinas.
El colapso desató el éxodo de los venezolanos desesperados que escapan por las
fronteras, y con ello abruman a los países vecinos.
Al
final, los funcionarios estadounidenses decidieron que no ayudarían a los
conspiradores, y el plan del golpe de Estado quedó estancado. No obstante, la
disposición del gobierno de Trump de reunirse varias veces con oficiales
rebeldes que pretenden derrocar a un mandatario de este hemisferio podría
resultar políticamente contraproducente.
Desde hace
mucho tiempo, Maduro ha justificado su autoritarismo con la afirmación de que
los imperialistas de Washington están intentando destituirlo de manera activa,
y las reuniones secretas podrían proporcionarle argumentos para cambiar la
postura de la región que, en general, se muestra en su contra.
“Esto
caerá como una bomba” en la región, comentó Mari Carmen Aponte, quien fungió
como la principal diplomática en asuntos de América Latina durante los últimos
meses del gobierno de Barack Obama.
Además del
complot golpista, el gobierno de Maduro ya ha eludido varios ataques a pequeña
escala, entre ellos una descarga de artillería desde un helicóptero el año
pasado y un dron que explotó mientras pronunciaba un discurso en agosto. Los
ataques han contribuido a la idea de que el presidente es vulnerable.
Los
militares venezolanos buscaron tener acceso directo al gobierno estadounidense
durante la presidencia de Obama, pero fueron rechazados, señalaron los
funcionarios.
Después,
en agosto del año pasado, el presidente Trump declaró que Estados Unidos tenía
una “opción militar” para Venezuela, una afirmación que atrajo el repudio de
los aliados de Estados Unidos en la región, pero que animó a los militares
rebeldes venezolanos a comunicarse con Washington una vez más.
“Ahora era
el presidente quien lo decía”, señaló el excomandante venezolano que se
encuentra en la lista de sancionados durante una entrevista, quien habló con la
condición de conservar su anonimato por temor a represalias por parte del
gobierno de Venezuela. “No iba a dudar de la información si provenía de ese
mensajero”.
Durante
una serie de reuniones secretas en el extranjero —que comenzaron el otoño
pasado y continuaron este año— los militares le dijeron al gobierno
estadounidense que representaban a varios cientos de miembros de las fuerzas
armadas que no estaban de acuerdo con el autoritarismo de Maduro. Le pidieron a
Estados Unidos que les proporcionara radios cifrados, pues aseguraron que
necesitaban comunicarse de manera segura, mientras desarrollaban un plan para
instalar un gobierno de transición liderado por el Ejército con el fin de
gestionar el país hasta que pudieran convocar elecciones.
Los
funcionarios estadounidenses decidieron no proporcionar el material de apoyo y
los planes se vinieron abajo después de un operativo de represión en el que se
detuvo a decenas de conspiradores.
El recuento
de las reuniones clandestinas y los debates políticos que las precedieron se
elaboró a partir de entrevistas con once funcionarios y exfuncionarios
estadounidenses, además del excomandante venezolano. Este dijo que por lo menos
tres grupos distintos dentro de las fuerzas armadas venezolanas habían
conspirado contra el gobierno de Maduro.
Uno
estableció contacto con el gobierno estadounidense a través de la embajada de
Estados Unidos en una capital europea. Cuando se informó a Washington sobre
este acercamiento, los funcionarios de la Casa Blanca se mostraron intrigados
pero recelosos. Les preocupaba que la solicitud de reunirse pudiera ser una
trampa para grabar clandestinamente a algún agente estadounidense mientras al
parecer conspiraba contra el gobierno venezolano, señalaron los funcionarios.
No
obstante, conforme la crisis humanitaria de Venezuela empeoraba el año pasado,
los estadounidenses decidieron que valía la pena correr el riesgo con el fin de
tener un panorama más claro de los planes y los oficiales que buscaban
destituir a Maduro.
“Después de
muchas discusiones, acordamos que debíamos escuchar lo que querían decirnos”,
comentó un funcionario gubernamental de alto nivel que no tiene autorización
para hablar sobre las reuniones secretas.
Al
principio, el gobierno consideró enviar a Juan Cruz, un agente veterano de la
Agencia Central de Inteligencia (CIA) que recientemente renunció a su puesto
como principal autoridad normativa de la Casa Blanca en asuntos de América
Latina. Sin embargo, los abogados de la Casa Blanca dijeron que sería más
prudente enviar a un diplomático de carrera.
Le pidieron
al enviado estadounidense que asistiera a las reuniones “solo para
escucharlos”, y no le dieron autorización para negociar ningún asunto
importante durante estos encuentros, de acuerdo con un funcionario de alto
nivel del gobierno.
Después de
la primera reunión, que tuvo lugar a finales de 2017, el diplomático informó
que los venezolanos no parecían tener un plan detallado y se habían presentado
con la esperanza de que los estadounidenses llegaran con ideas o directrices de
apoyo.
El
excomandante venezolano señaló que los rebeldes jamás pidieron una intervención
militar por parte de Estados Unidos. “Jamás acordé ni se propuso un operativo
conjunto”, precisó el excomandante.
Agregó
que él y sus colegas consideraron llevar a cabo su plan el verano pasado,
cuando el gobierno suspendió los poderes de la Asamblea Nacional, de mayoría
opositora, e instaló la Asamblea Nacional Constituyente que es leal a Maduro.
No obstante, dijo que abortaron el plan por temor a que sucediera una masacre.
Después
planearon hacerse con el poder en marzo, relató el exmilitar, pero el plan se
filtró. Finalmente, los disidentes decidieron que ejecutarían la operación
durante las elecciones del 20 de mayo, fecha en que Maduro fue reelecto. Pero
una vez más, se corrió el rumor de que los conspiradores se estaban preparando
y tuvieron que detener sus planes, aunque no hay pruebas de que el presidente
supiera que los golpistas habían contactado a los estadounidenses.
Para que
cualquiera de los complots funcionara, explicó el excomandante, él y sus
colegas creían que era necesario detener a Maduro y a otros personajes
principales del gobierno al mismo tiempo. Para lograrlo, los funcionarios
rebeldes necesitaban un medio para comunicarse en forma segura. Hicieron su petición
durante la segunda reunión con el diplomático estadounidense, que sucedió el
año pasado.
A su vez, el
enviado comunicó la petición a Washington, donde fue rechazada por los altos
funcionarios. “Quedamos frustrados”, comentó el excomandante venezolano. “No
hubo seguimiento. Me dejaron esperando”.
Después el
diplomático estadounidense se reunió con los conspiradores por tercera ocasión,
a principios de este año, pero no lograron obtener una promesa de ayuda
material ni una señal clara de que Washington apoyaba los planes de los
rebeldes, según el excomandante venezolano y varios agentes estadounidenses.
Aun así,
los venezolanos consideraron las reuniones como una aprobación tácita de sus
planes, argumentó Peter Kornbluh, historiador del Archivo Nacional de Seguridad
en la Universidad George Washington.
“Estados
Unidos siempre ha mostrado interés en conocer información de inteligencia sobre
posibles cambios de liderazgo en los gobiernos”, dijo Kornbluh. “Pero tan solo
el hecho de que un diplomático estadounidense se presentara a una reunión como
esa probablemente se percibiría como un espaldarazo”.
En su comunicado, la Casa Blanca dijo que la
situación en Venezuela era “una amenaza para la seguridad y la democracia en la
región”, y señaló que el gobierno de Trump seguiría reforzando una coalición de
“aliados afines y sensatos, de Europa a Asia y a las Américas, para presionar
al régimen de Maduro con el fin de restablecer la democracia en Venezuela”.
Agentes
estadounidenses han citado abiertamente la posibilidad de que las fuerzas
armadas de Venezuela puedan tomar medidas.
El 1 de
febrero, Rex Tillerson, que en ese entonces era secretario de Estado, ofreció
un discurso en el que dijo que Estados Unidos no había “promovido un cambio de
régimen ni la destitución del presidente Maduro”. Sin embargo, en respuesta a
una pregunta, Tillerson indicó la posibilidad de que se produjera un golpe de
Estado militar.
“Cuando las
cosas estén tan mal que el mando militar se dé cuenta de que ya no puede servir
a los ciudadanos, encontrará la forma de realizar una transición pacífica”,
comentó.
Días
después, Marco Rubio, el senador de Florida que ha buscado influir en el
enfoque del gobierno de Trump sobre Latinoamérica, publicó una serie de tuits
que animaron a los disidentes de las fuerzas armadas venezolanas a derrocar a
su presidente.
“Los
soldados comen lo que encuentran en los botes de basura y sus familias sufren
hambre mientras Maduro y sus amigos viven como reyes y bloquean la asistencia
humanitaria”, escribió Rubio. Después añadió: “El mundo apoyaría a las
fuerzas armadas de #Venezuela si decidieran proteger al pueblo y restablecer la
democracia con la destitución de su dictador”.
Durante su
época como director de políticas de la Casa Blanca para América Latina, Cruz
les envió un mensaje a los venezolanos durante un discurso en abril. Se refirió
a Maduro como “demente”, Cruz dijo que todos los venezolanos debían “instar a
las fuerzas armadas a respetar el juramento que hicieron de desempeñar sus
funciones”, dijo. “Cumplan con su promesa”.
Conforme
empeoraba la crisis en Venezuela en años recientes, los funcionarios
estadounidenses debatieron los pros y los contras de establecer diálogos con
facciones rebeldes de las fuerzas armadas.
“Eran
diferencias de opinión”, dijo Aponte, la exdiplomática principal en materia de
Latinoamérica del gobierno de Obama. “Había gente que le tenía mucha fe a la
idea de que podían aportar estabilidad, ayudar a distribuir alimentos y
trabajar en cuestiones prácticas”.
No
obstante, otros —entre ellos Aponte— vieron los riesgos de establecer vínculos
con líderes de las fuerzas armadas que, según el análisis de Washington, se
habían convertido en un pilar del tráfico de cocaína y los abusos a los
derechos humanos.
Roberta
Jacobson, una exembajadora en México que antecedió a Aponte en el puesto de
funcionaria principal del Departamento de Estado para políticas de
Latinoamérica, dijo que, aunque desde hace mucho Washington considera que las
fuerzas armadas venezolanas sufren de “corrupción generalizada, están muy
involucradas en el narcotráfico y son despreciables”, ella pensaba que valía la
pena establecer un canal diplomático extraoficial con algunos de sus miembros”.
“Dada la
descomposición extendida de las instituciones venezolanas, se tenía la idea de
que, aunque no necesariamente eran la respuesta, cualquier tipo de resolución
democrática habría tenido que incluir a las fuerzas armadas”, dijo Jacobson,
quien renunció al Departamento de Estado a principios de este año. “La idea de
escuchar a los líderes de esos lugares, sin importar qué tan indeseables resulten,
es esencial para la diplomacia”.
Sin
importar cuál sea la lógica, sostener discusiones con los golpistas podría
hacer sonar alarmas en una región con una lista de intervenciones infames: la
invasión fallida de la CIA en Bahía de Cochinos para derrocar a Fidel Castro en
1961; el golpe de Estado respaldado por Estados Unidos en Chile en 1973, que
llevó a la larga dictadura militar de Augusto Pinochet, o el apoyo encubierto
del gobierno de Reagan a los rebeldes de derecha conocidos como los Contras en
Nicaragua durante la década de 1980.
En
Venezuela, un golpe de Estado en 2002 destituyó brevemente a Hugo Chávez, el
predecesor de Maduro. Estados Unidos sabía que se estaba gestando un complot,
pero lo desaconsejó, de acuerdo con documentos clasificados que más tarde se
hicieron públicos. El golpe de Estado tuvo lugar de cualquier forma y el
gobierno de Bush abrió un canal de comunicación con el nuevo líder. Los
funcionarios estadounidenses después se distanciaron del nuevo gobierno debido
a que creció el descontento del pueblo con el golpe de Estado y los países de
la región lo denunciaron claramente. Chávez fue restituido como presidente.
En el
complot más reciente, el año pasado había de 300 a 400 miembros de las fuerzas
armadas vinculados con el plan, pero esa cantidad se redujo a casi la mitad
después de las enérgicas medidas emprendidas por el gobierno de Maduro este
año.
Al
excomandante venezolano le preocupa que los casi 150 compañeros que han sido
detenidos puedan ser torturados. Lamentó que Estados Unidos no proveyera los
radios a los rebeldes, pues cree que eso pudo haber cambiado la historia del
país.
“Estoy
decepcionado”, dijo el exgeneral. “Pero soy el menos afectado. Yo no soy
prisionero”.
Crisis en
Venezuela, Estados Unidos, Farc, Nicolás Maduro
Noticias |Venezuela
Venezuela acusa a Estados Unidos de conspirar
contra Maduro
Por Nicholas Casey y Ernesto Londoño 8 de
septiembre de 2018
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Nicolás
Maduro, presidente de Venezuela, a la derecha, con uno de sus aliados más
cercano, el presidente boliviano Evo Morales, en Caracas, en abril. Morales
tuiteó el sábado: "Condenamos conspiración golpista de Trump". Credit
Federico Parra/Agence France-Presse — Getty Images
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Altos
funcionarios de Venezuela y el mandatario boliviano Evo Morales acusaron a
Estados Unidos el sábado de conspirar contra el presidente Nicolás Maduro,
quien durante su gestión ha llevado al país muy cerca del colapso.
Jorge
Arreaza, ministro de Relaciones Exteriores de Venezuela, reaccionó el sábado a
un reportaje de The New York Times que detalla las reuniones secretas entre
funcionarios estadounidenses y oficiales venezolanos que buscaban derrocar a
Maduro. “Denunciamos ante el mundo los planes de intervención y apoyo a
conspiraciones militares del gobierno de los Estados Unidos contra Venezuela”,
escribió en Twitter, y agregó que el trabajo había revelado “nuevas y
groseras evidencias” de una conspiración.
El artículo
del Times, basado en entrevistas con funcionarios de los Estados Unidos y un
excomandante militar venezolano que buscaba derrocar a Maduro, dio cuenta de
varias reuniones que se realizaron desde el otoño pasado y continuaron este
año.
La
principal petición de los conspiradores militares eran unos radios cifrados,
que querían utilizar para comunicarse con el fin de capturar a Maduro y sus
colaboradores más cercanos. Pero Estados Unidos nunca accedió a la solicitud y,
después de múltiples reuniones, los venezolanos se frustraron. El gobierno de
Maduro ha encarcelado a docenas de los conspiradores, aunque muchos siguen
prófugos.
El
presidente de Bolivia, Evo Morales, un viejo aliado de Maduro, también denunció
las reuniones secretas y el sábado las calificó como la “conspiración golpista
de Trump”.
En un tuit
escribió: “Pueblos libres de Latinoamérica resistirán y derrotarán cualquier
nuevo atentado del imperio contra la paz y democracia de la Patria Grande”.
La Casa
Blanca no ha emitido comentarios sobre las reuniones. El sábado, Garrett
Marquis, vocero del Consejo de Seguridad Nacional, dijo que Estados Unidos
prefería “una transición pacífica y ordenada hacia la democracia en Venezuela”.
Agregó que el gobierno “escucha a diario las preocupaciones de los venezolanos
de todos los ámbitos” y que “comparten un objetivo: la reconstrucción de la
democracia en su patria”.
Sin
embargo, algunos exfuncionarios defendieron las reuniones y argumentaron que se
debe hacer algo para detener la crisis humanitaria desencadenada por el
liderazgo autoritario de Maduro que ha provocado desde la escasez de alimentos
y medicinas hasta la migración de millones de venezolanos.
“Si no te
gusta la idea de que Estados Unidos hable con el Ejército, ¿qué propones?”,
dijo Richard N. Haass, exfuncionario sénior del Departamento de Estado durante
el gobierno de George W. Bush y que ahora es el presidente del Consejo de
Relaciones Exteriores.
Dijo que si bien no apoyaba un golpe, la región
debería considerar una “coalición latinoamericana”, una alianza de los vecinos
de Venezuela creada para una posible intervención militar regional, similar a
la invasión de los Estados Unidos a Irak.
Aunque los
líderes latinoamericanos condenaron enérgicamente los comentarios del
presidente Trump el año pasado al decir que existía una “opción militar” para
frustrar a Maduro, la reacción ante la noticia de que funcionarios
estadounidenses se habían reunido con golpistas fue mucho menor. Morales fue el
único presidente que salió en defensa de Maduro.
Según
algunos expertos, eso refleja la creciente exasperación que existe contra el
gobierno de Maduro.
“Ahora hay
muy poca simpatía”, dijo Michael Shifter, presidente del Diálogo Interamericano,
un foro político de Washington. Si bien Shifter tampoco apoya un golpe, explica
que las comparaciones con el derrocamiento de Salvador Allende en 1973 por
parte del general Augusto Pinochet, quien se convirtió en dictador militar de
Chile, carecen de fundamento debido a la crisis humanitaria que Maduro ha
causado.
Hay
indicios de que el gobierno de Trump puede endurecer su postura hacia Maduro,
uno de los pocos presidentes que han sido sancionados por Estados Unidos. Se
espera que la Casa Blanca nombre a Mauricio Claver-Carone para dirigir los
asuntos de América Latina en el Consejo de Seguridad Nacional.
Claver-Carone
es considerado como un funcionario conservador en los asuntos sobre Cuba y
participó en el endurecimiento de las sanciones estadounidenses contra los
funcionarios venezolanos. Él le reportaría a John Bolton, quien llegó a dirigir
el Consejo de Seguridad Nacional en abril y también es considerado como un
funcionario de línea dura.
Shannon
K. O’Neil, vicepresidenta del Consejo de Relaciones Exteriores, dijo que
examinará con calma los cambios en la política estadounidense hacia Venezuela,
a pesar del creciente caos que existe en ese país.
“¿Por
qué América Latina debería ser diferente a otras partes del mundo donde la
gente ha intervenido?”, preguntó. “Pero la realpolitik de esta situación es que
todavía no hay voluntad para hacerlo”.
Crisis en
Venezuela, Donald Trump, Evo Morales, Nicolás Maduro
Trump
Administration Discussed Coup Plans With Rebel Venezuelan Officers
A military
ceremony in Caracas, Venezuela, this month. The White House declined to answer
detailed questions about talks with rebellious officers.CreditCreditJuan
Barreto/Agence France-Presse — Getty Images
By Ernesto
Londoño and Nicholas Casey
Sept. 8, 2018
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español
The Trump
administration held secret meetings with rebellious military officers from
Venezuela over the last year to discuss their plans to overthrow President
Nicolás Maduro, according to American officials and a former Venezuelan
military commander who participated in the talks.
Establishing
a clandestine channel with coup plotters in Venezuela was a big gamble for
Washington, given its long history of covert intervention across Latin America.
Many in the region still deeply resent the United States for backing previous
rebellions, coups and plots in countries like Cuba, Nicaragua, Brazil and
Chile, and for turning a blind eye to the abuses military regimes committed
during the Cold War.
The White
House, which declined to answer detailed questions about the talks, said in a
statement that it was important to engage in “dialogue with all Venezuelans who
demonstrate a desire for democracy” in order to “bring positive change to a
country that has suffered so much under Maduro.”
But one of
the Venezuelan military commanders involved in the secret talks was hardly an
ideal figure to help restore democracy: He is on the American government’s own
sanctions list of corrupt officials in Venezuela.
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He and
other members of the Venezuelan security apparatus have been accused by
Washington of a wide range of serious crimes, including torturing critics,
jailing hundreds of political prisoners, wounding thousands of civilians,
trafficking drugs and collaborating with the Revolutionary Armed Forces of
Colombia, or FARC, which is considered a terrorist organization by the United
States.
American
officials eventually decided not to help the plotters, and the coup plans
stalled. But the Trump administration’s willingness to meet several times with
mutinous officers intent on toppling a president in the hemisphere could
backfire politically.
Most Latin
American leaders agree that Venezuela’s president, Mr. Maduro, is an
increasingly authoritarian ruler who has effectively ruined his country’s
economy, leading to extreme shortages of food and medicine. The collapse has
set off an exodus of desperate Venezuelans who are spilling over borders,
overwhelming their neighbors.
Even so,
Mr. Maduro has long justified his grip on Venezuela by claiming that Washington
imperialists are actively trying to depose him, and the secret talks could
provide him with ammunition to chip away at the region’s nearly united stance
against him.
“This is
going to land like a bomb” in the region, said Mari Carmen Aponte, who served
as the top diplomat overseeing Latin American affairs in the final months of
the Obama administration.
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Beyond the
coup plot, Mr. Maduro’s government has already fended off several small-scale
attacks, including salvos from a helicopter last year and exploding drones as
he gave a speech in August. The attacks have added to the sense that the
president is vulnerable.
Venezuelan
military officials sought direct access to the American government during
Barack Obama’s presidency, only to be rebuffed, officials said.
Then in
August of last year, President Trump declared that the United States had a
“military option” for Venezuela — a declaration that drew condemnation from
American allies in the region but encouraged rebellious Venezuelan military
officers to reach out to Washington once again.
“It was the
commander in chief saying this now,” the former Venezuelan commander on the
sanctions list said in an interview, speaking on condition of anonymity out of
fear of reprisals by the Venezuelan government. “I’m not going to doubt it when
this was the messenger.”
In a series
of covert meetings abroad, which began last fall and continued this year, the
military officers told the American government that they represented a few
hundred members of the armed forces who had soured on Mr. Maduro’s
authoritarianism.
The
officers asked the United States to supply them with encrypted radios, citing
the need to communicate securely, as they developed a plan to install a
transitional government to run the country until elections could be held.
American
officials did not provide material support, and the plans unraveled after a
recent crackdown that led to the arrest of dozens of the plotters.
Relations
between the United States and Venezuela have been strained for years. The two
have not exchanged ambassadors since 2010. After Mr. Trump took office, his
administration increased sanctions against top Venezuelan officials, including
Mr. Maduro himself, his vice president and other top officials in the
government.
The account
of the clandestine meetings and the policy debates preceding them is drawn from
interviews with 11 current and former American officials, as well as the former
Venezuelan commander. He said at least three distinct groups within the
Venezuelan military had been plotting against the Maduro government.
One
established contact with the American government by approaching the United
States Embassy in a European capital. When this was reported back to
Washington, officials at the White House were intrigued but apprehensive. They
worried that the meeting request could be a ploy to surreptitiously record an
American official appearing to conspire against the Venezuelan government,
officials said.
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Venezuelans
waiting to buy government-subsidized food in Caracas in May. The country is
experiencing extreme shortages of food and medicine.CreditMeridith Kohut for
The New York Times
But as the
humanitarian crisis in Venezuela worsened last year, American officials felt
that having a clearer picture of the plans and the men who aspired to oust Mr.
Maduro was worth the risk.
“After a
lot of discussion, we agreed we should listen to what they had to say,” said a
senior administration official who was not authorized to speak about the secret
talks.
The
administration initially considered dispatching Juan Cruz, a veteran Central
Intelligence Agency official who recently stepped down as the White House’s top
Latin America policymaker. But White House lawyers said it would be more
prudent to send a career diplomat instead.
The
American envoy was instructed to attend the meetings “purely on listening
mode,” and was not authorized to negotiate anything of substance on the spot,
according to the senior administration official.
After the
first meeting, which took place in the fall of 2017, the diplomat reported that
the Venezuelans didn’t appear to have a detailed plan and had showed up at the
encounter hoping the Americans would offer guidance or ideas, officials said.
The former
Venezuelan commander said that the rebellious officers never asked for an
American military intervention. “I never agreed, nor did they propose, to do a
joint operation,” he said.
He claimed
that he and his comrades considered striking last summer, when the government
suspended the powers of the legislature and installed a new national assembly
loyal to Mr. Maduro. But he said they aborted the plan, fearing it would lead
to bloodshed.
They later
planned to take power in March, the former officer said, but that plan leaked.
Finally, the dissidents looked to the May 20 election, during which Mr. Maduro
was re-elected, as a new target date. But again, word got out and the plotters
held their fire.
It is
unclear how many of these details the coup planners shared with the Americans.
But there is no indication that Mr. Maduro knew the mutinous officers were
talking to the Americans at all.
For any of
the plots to have worked, the former commander said, he and his comrades
believed they needed to detain Mr. Maduro and other top government figures
simultaneously. To do that, he added, the rebel officers needed a way to
communicate securely. They made their request during their second meeting with
the American diplomat, which took place last year.
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Lawmakers
in Caracas last month. The plotters considered striking last summer, when the
government suspended the powers of the legislature and installed a new assembly
loyal to Mr. Maduro.CreditCristian Hernandez/EPA, via Shutterstock
The
American diplomat relayed the request to Washington, where senior officials
turned it down, American officials said.
“We were
frustrated,” said the former Venezuelan commander. “There was a lack of
follow-through. They left me waiting.”
The
American diplomat then met the coup plotters a third time early this year, but
the discussions did not result in a promise of material aid or even a clear
signal that Washington endorsed the rebels’ plans, according to the Venezuelan
commander and several American officials.
Still, the
Venezuelan plotters could view the meetings as tacit approval of their plans,
argued Peter Kornbluh, a historian at the National Security Archive at George
Washington University.
“The United
States always has an interest in gathering intelligence on potential changes of
leadership in governments,” Mr. Kornbluh said. “But the mere presence of a U.S.
official at such a meeting would likely be perceived as encouragement.”
In its
statement, the White House called the situation in Venezuela “a threat to
regional security and democracy” and said that the Trump administration would
continue to strengthen a coalition of “like-minded, and right-minded, partners
from Europe to Asia to the Americas to pressure the Maduro regime to restore
democracy in Venezuela.”
American
officials have openly discussed the possibility that Venezuela’s military could
take action.
On Feb. 1,
Rex W. Tillerson, who was secretary of state at the time, delivered a speech in
which he said the United States had not “advocated for regime change or removal
of President Maduro.” Yet, responding to a question afterward, Mr. Tillerson
raised the potential for a military coup.
“When
things are so bad that the military leadership realizes that it just can’t
serve the citizens anymore, they will manage a peaceful transition,” he said.
Days later,
Senator Marco Rubio of Florida, who has sought to shape the Trump
administration’s approach toward Latin America, wrote a series of Twitter posts
that encouraged dissident members of the Venezuelan armed forces to topple
their commander in chief.
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Venezuelans
waiting to register with the Brazilian immigration authorities in April. The
economic collapse has set off an exodus of desperate Venezuelans.CreditMeridith
Kohut for The New York Times
“Soldiers
eat out of garbage cans & their families go hungry in Venezuela while
Maduro & friends live like kings & block humanitarian aid,” Mr. Rubio
wrote. He then added: “The world would support the Armed Forces in #Venezuela
if they decide to protect the people & restore democracy by removing a
dictator.”
In a speech
in April, when he was still White House policy chief for Latin America, Mr.
Cruz issued a message to the Venezuelan military. Referring to Mr. Maduro as a
“madman,” Mr. Cruz said all Venezuelans should “urge the military to respect
the oath they took to perform their functions. Honor your oath.”
As the
crisis in Venezuela worsened in recent years, American officials debated the
pros and cons of opening lines of dialogue with rebellious factions of the
military.
“There were
differences of opinion,” said Ms. Aponte, the former top Latin America diplomat
under Mr. Obama. “There were people who had a lot of faith in the idea that
they could bring about stability, help distribute food, work on practical
stuff.”
But others
— including Ms. Aponte — saw considerable risk in building bridges with leaders
of a military that, in Washington’s assessment, has become a pillar of the
cocaine trade and human rights abuses.
Roberta
Jacobson, a former ambassador to Mexico who preceded Ms. Aponte as the top
State Department official for Latin America policy, said that while Washington
has long regarded the Venezuelan military as “widely corrupt, deeply involved
in narcotics trafficking and very unsavory,” she saw merit in establishing a
back channel with some of them.
“Given the
broader breakdown in institutions in Venezuela, there was a feeling that —
while they were not necessarily the answer — any kind of democratic resolution
would have had to have the military on board,” said Ms. Jacobson, who retired
from the State Department this year. “The idea of hearing from actors in those
places, no matter how unsavory they may be, is integral to diplomacy.”
But
whatever the rationale, holding discussions with coup plotters could set off
alarms in a region with a list of infamous interventions: the Central
Intelligence Agency’s failed Bay of Pigs invasion to overthrow Fidel Castro as
leader of Cuba in 1961; the American-supported coup in Chile in 1973, which led
to the long military dictatorship of Augusto Pinochet; and the Reagan
administration’s covert support of right-wing rebels known as the contras in
Nicaragua in the 1980s.
In
Venezuela, a coup in 2002 briefly deposed Mr. Maduro’s predecessor, Hugo
Chávez. The United States knew a plot was being hatched but warned against it,
according to a classified document that was later made public. The coup took
place anyway and the George W. Bush administration opened a channel to the new
leader. Officials then backed away from the new government after popular anger
rose against the coup and countries in the region loudly denounced it. Mr.
Chávez was reinstated as president.
In the
latest coup plot, the number of military figures connected to the plan dwindled
from a high of about 300 to 400 last year to about half that after a crackdown
this year by Mr. Maduro’s government.
The former
Venezuelan military officer worries that the 150 or so comrades who have been
detained are probably being tortured. He lamented that the United States did
not supply the mutineers with radios, which he believes could have changed the
country’s history.
“I’m
disappointed,” he said. “But I’m the least affected. I’m not a prisoner.”
Correction:
September 8, 2018
Because of
an editing error, an earlier version of a picture caption with this article
misidentified a person in the photograph. It is an unidentified military
officer, not President Nicolás Maduro.
A version
of this article appears in print on Sept. 9, 2018, on Page A1 of the New York
edition with the headline: U.S. Met Rebels From Venezuela About Coup Plot.
Venezuela Accuses U.S. of Plotting Coup Against
Maduro
President Nicolás Maduro of Venezuela, right,
with his closest ally, President Evo Morales of Bolivia, in Caracas in April.
Mr. Morales tweeted on Saturday, “We condemn Trump’s coup
conspiracy.”CreditCreditFederico Parra/Agence France-Presse — Getty Images
Federico Parra/Agence France-Presse — Getty
Images
By Nicholas Casey and Ernesto Londoño
Sept.
8, 2018
Leer en español
Venezuela and one of its allies accused the
United States on Saturday of plotting against its president, Nicolás Maduro,
who has presided over a near collapse of the country.
Jorge Arreaza, Venezuela’s foreign minister,
responded Saturday to an article by The New York Times detailing secret
meetings between American officials and Venezuelan officers seeking to oust Mr.
Maduro. “We denounce before the world the United States’ intervention plans and
help to military conspirators against Venezuela,” he said on Twitter, adding
that the article had “brought to light new and crude evidence” of such a plot.
The Times article, based on interviews with
United States officials and a Venezuelan former military commander who is
seeking to overthrow Mr. Maduro, gave an account of several meetings that took
place starting last fall and continuing into this year.
The main request of the military plotters was
encrypted radios, which they planned to use to communicate among themselves in
order to capture Mr. Maduro and his lieutenants. But the United States never
granted the request, and after multiple meetings, the Venezuelans became
frustrated. Mr. Maduro’s government has since jailed dozens of the
conspirators, though many remain at large.
Among those who denounced the secret meetings
was President Evo Morales of Bolivia, a longtime leftist ally of Mr. Maduro,
who referred to them on Saturday as “Trump’s coup conspiracy.”
In a tweet he wrote, “The free countries of
Latin America will withstand and defeat any further attacks of the Empire
against the peace and democracy in the region.”
The White House has not commented on the
meetings.
On Saturday, Garrett Marquis, a spokesman for
the National Security Council, said the United States preferred “a peaceful,
orderly transition to democracy in Venezuela.” He added that the government
“hears daily the concerns of Venezuelans from all walks of life” and that “they
share one goal: the rebuilding of democracy in their homeland.”
However, some former officials defended the
meetings, arguing that something must be done to stem the humanitarian crises
set off by Mr. Maduro’s authoritarian leadership, from shortages of food and
medicine to the migration of millions of Venezuelans from the country.
“If you don’t like the idea of the U.S. talking
to the military, then what do you propose?” said Richard N. Haass, a former top
State Department official in the George W. Bush administration who is now the
president of the Council on Foreign Relations.
He said that while he did not support a coup,
the region should consider a “Latin American coalition of the willing,” an
alliance of Venezuela’s neighbors created for a possible regional military
intervention, similar to the United States’ invasion of Iraq.
While Latin American leaders loudly condemned
remarks by President Trump last year
saying there was a “military option” to thwart Mr. Maduro, the reaction to the
news that American officials had met with coup plotters was muted this time. Mr.
Morales was the only president who came to the defense of Mr. Maduro.
That reflects the growing exasperation with Mr.
Maduro’s government, some experts say.
“There is so little sympathy now,” said Michael
Shifter, the president of the Inter-American Dialogue, a Washington policy
forum. While Mr. Shifter does not support a coup either, he said comparisons to
the overthrow in Chile of Salvador Allende in 1973 by Gen. Augusto Pinochet,
who became a military dictator, were unfounded, given the humanitarian crisis
Mr. Maduro had caused.
There are signs that the Trump administration
may harden its stance toward Mr. Maduro, one of the few sitting presidents
currently under sanctions imposed by the United States. The White House is
expected to name Mauricio Claver-Carone to head Latin America affairs at the
National Security Council.
Mr. Claver-Carone is considered a conservative
hard-liner on Cuba and was involved in tightening American sanctions against
Venezuelan officials. He would report to John Bolton, who came to lead the
N.S.C. in April and is also seen as more hawkish than his predecessor.
Shannon K. O’Neil, a vice president at the
Council on Foreign Relations, said she would have a wait-and-see approach on
shifts in American policy toward Venezuela, despite the growing chaos there.
“Why should Latin America be different than
other parts of the world where people have stepped in?” she asked. “But the
realpolitik of this is there’s no will to do so yet.”