Wednesday, March 19, 2025

NOTAS Y MATERIALES SOBRE EL PERÚ CONTEMPORÁNEO (III, continuación d. Anexos III)


ANEXO III

 

 

 

Introducción. En el informe sobre la Mympes, aunque solo trata de las empresas formales, hemos visto una interesante comparación, que nos permite diferenciar la estructura productiva de nuestros países con la de los países capitalistas desarrollados o imperialistas, partiendo, de nuestra parte, que no podemos borrar las diferencias entre la gran empresa del imperialismo y la gran empresa de los países de capitalismo burocrático. No podemos decir que “todo es monopolio”, si bien ambas tienen este carácter, las grandes empresas monopolistas imperialistas desempeñan el papel dominante, mientras la gran empresa monopolista del capitalismo burocrático (nativas) son intermediarias de las primeras, esto es, agentes económicos del imperialismo.

Asimismo, el Informe antes nombrado, nos permite documentar que no podemos ver el imperialismo como un todo, como lo advirtió Lenin en su polémica contra Bujarín (ver en este anexo), porque no existe tal todo, sino la conjunción de los dos “principios” contradictorios la competencia y el monopolio, ; esto es tanto más válido, para su hijo enfermo, el capitalismo burocrático, es decir, el camino dominante que el imperialismo imprime en un país semifeudal y semicolonial, no solo existe la gran empresa, sino también la mediana o nacional, la pequeñas y hasta la llamada microempresa.

El Presidente Mao, precisó:

“Un puñado de capitalistas monopolistas ocupan la posición dominante en estos países (imperialistas). Conjuntamente se encuentra un gran número de capitalistas medianos y pequeños. Se dice que el capital norteamericano está a la vez centralizado y descentralizado” (Notas acerca del Manual de Economía Política de la URSS).

“China dispone ya de una industria moderna que constituye aproximadamente el 10 por ciento de su economía; esto es un factor de progreso, esto difiere de los tiempos antiguos (…)

China aún tiene una agricultura y una artesanía dispersas e individuales que constituyen aproximadamente el 90 por ciento de toda su economía; esto es un factor de atraso, esto no difiere mucho de los tiempos antiguos; el 90 por ciento, más o menos, de nuestra vida económica permanece aún en el nivel de los tiempos antiguos (…)

La industria moderna de China está sumamente concentrada, aunque el valor de su producción llega sólo al 10 por ciento aproximadamente del valor global de la producción de la economía nacional; la parte mayor y más importante del capital está concentrada en manos de los imperialistas y de sus lacayos, los capitalistas burocráticos chinos (…)

La industria capitalista privada de China, que ocupa el segundo lugar en la industria moderna del país, representa una fuerza que no debe ser pasada por alto. La burguesía nacional de China y sus representantes, oprimidos o restringidos por el imperialismo, el feudalismo y el capitalismo burocrático, a menudo han tomado parte o mantenido una posición neutral en las luchas de la revolución democrática popular.” (Presidente Mao, Informe ante la II Sesión Plenaria del CC, 5 de marzo de 1949).

El informe de la CEPAL sobre los Mypimes, como se verá se refiere a nuestros países, como de “ una estructura productiva heterogénea”, tratando de velar el verdadero carácter de la misma!.

 

Y, además del caso de nuestro país, tomemos una economía mucho más grande y desarrollada en cuanto al capitalismo burocrático, la economía brasileña, y veremos que su  “vida económica permanece aún en el nivel de los tiempos antiguos”, leamos un informe reciente:

„Los grandes y cruciales problemas de la nacionalidad brasileña se encuentran, en primer lugar, en la concentración de la tierra en un grado indecente, en la que los terratenientes poseen el 55% de la tierra cultivable (aunque sean sólo el 2% del número total de propietarios, que no supera las dos decenas de miles, ya que muchos de ellos poseen varias propiedades). Por otro lado, los pequeños y medianos propietarios, campesinos, que son el 98% del total de propietarios, casi 5 millones de familias, poseen en conjunto el resto, de los cuales los pequeños propietarios, la gran mayoría, solo poseen el 20% de la tierra. Los primeros, beneficiarios de vastas zonas del país, enfocados en la producción primaria agrícola monopólica para la exportación, totalmente dependientes del capital extranjero en tecnología, maquinaria y equipo, semillas «mejoradas», fertilizantes y venenos, etc., es la raíz de nuestros grandes males estructurales ((El Heraldo Rojo, Editorial de AND – Crisis en el gobierno anticipa carrera electoral 18 Marzo, 2025)

 

 

 

Ahora si veamos el anexo:

 

 

 

 

III. LENIN: VIII CONGRESO DEL PC(b}R, INFORME SOBRE EL PROGRAMA DEL PARTIDO

 MARZO 18-23, 1919

 

 

(...)

Empezaré por hablar brevemente de los puntos que ha tratado al final de su informe el camarada Bujarin, puntos en que discrepamos en el seno de la comisión. El primero estriba en el carácter que debe tener la estructura de la parte general de nuestro Programa. A mi entender, el camarada Bujarin no ha expuesto con toda exactitud las razones que han movido a la mayoría de la comisión a rechazar las tentativas de redactar el Programa, tachando de él todo lo que se decía del viejo capitalismo (…)  La mayoría de la comisión ha rechazado esas tentativas porque entrañarían una posición errónea. No corresponderían a la verdadera situación. El imperialismo puro, sin la base fundamental del capitalismo, no ha existido nunca, no existe en parte alguna ni existirá jamás. Es una síntesis falsa de cuanto se ha dicho acerca de los consorcios, de los cárteles, los trusts y el capitalismo financiero, cuando este último era presentado como si estuviese privado de todas las bases que constituyen el viejo capitalismo.

 

Esto no es así. Sobre todo, referido a la época de la guerra imperialista y a la que sigue a la guerra imperialista. En uno de sus razonamientos sobre la guerra futura, Engels escribía ya que ésta causaría una devastación más atroz que la debida a la Guerra de los Treinta Años, que la humanidad retrocedería en grado considerable al salvajismo, que nuestro artificioso mecanismo del comercio y la industria se desmoronaría. Al principio de la guerra, los socialtraidores y los oportunistas se jactaban de la vitalidad del capitalismo y ridiculizaban a los "fanáticos o semianarquistas", como ellos nos llamaban. "Mirad -decían-, estos vaticinios no se han confirmado. ¡Los acontecimientos han demostrado que esto era cierto sólo con respecto a un insignificante número de países y por un período muy corto de tiempo!". Pero hoy, no sólo en Rusia y en Alemania, sino en los países vencedores también da comienzo precisamente un des- moronamiento tan gigantesco del capitalismo moderno que suprime a cada paso este mecanismo artificioso· y restablece el viejo capitalismo.

 

Cuando el camarada Bujarin afirmaba que se podría intentar presentar un cuadro acabado del desmoronamiento del capitalismo y del imperialismo, nosotros lo rebatimos en la comisión, y yo tengo que rebatirlo también aquí: prueben a hacerlo y verán cómo no lo consiguen. El camarada  Bujarin lo intentó en el seno de la comisión y tuvo que desistir él mismo. Estoy plenamente convencido de que si alguien pudiera hacerlo, sería, sobre todo, el camarada Bujarin, el cual se ha ocupado de esta cuestión larga y meticulosamente. Yo afirmo que tal intento no puede tener éxito porque el problema es erróneo. Ahora estamos viviendo en Rusia las consecuencias de la guerra imperialista y asistimos al comienzo de la dictadura del proletariado. Y, al mismo tiempo, en toda una serie de regiones de Rusia, que han estado aisladas las unas de las otras más de lo que estuvieron antes, vemos a cada paso el renacimiento del capitalismo y el desarrollo de su primera fase. No es posible pasar esto por alto. Si redactáramos el Programa tal como quería el camarada Bujarin, sería un programa erróneo. En el mejor de los casos, repetiría lo más afortunado que se ha dicho del capitalismo financiero y el imperialismo, pero no reflejaría la realidad, porque ésta no da ese cuadro acabado. Un programa compuesto de partes heterogéneas no es elegante (lo cual, claro está, no tiene importancia); pero un programa distinto sería simplemente un programa erróneo. De esta heterogeneidad, de la obra hecha con distintos materiales, por desagradable que sea, por desaliñado que parezca, no saldremos durante un período muy largo. Cuando logremos salir de ello redactaremos un nuevo programa. Pero entonces viviremos ya en la sociedad socialista. Sería ridículo pretender; que las condiciones de entonces fueran las mismas de ahora.

 

Vivimos en una época en que ha resucitado toda una serie de los fenómenos básicos más elementales del capitalismo. Basta tomar, por ejemplo, el desbarajuste del transporte cuyos efectos sentimos también, mejor dicho, tan mal, en nosotros mismos. Eso mismo ocurre también en otros países, incluso en los países vencedores. Pero ¿qué significa el desbarajuste del transporte en el sistema imperialista? El retorno a las formas más primitivas de producción mercantil. Sabemos muy bien· qué significa eso de los del saco. Por lo visto los extranjeros no comprendían hasta ahora este término. ¿Y hoy? Conversen con los camaradas que han venido al Congreso de la Tercera Internacional. Resulta que en Alemania y Suiza comienzan a aparecer términos idénticos. Ahora bien, no podrán referir esta categoría a ninguna dictadura del proletariado, sino que tendrán que volver la vista a los albores de la sociedad capitalista y de la producción mercantil.

 

Salir de esta triste realidad mediante la creación de un programa llano y acabado es dar un salto en el vacío, andar por las nubes, trazar un programa erróneo. Y en modo alguno es el respeto a lo viejo, como cortésmente insinuaba el camarada Bujarin, lo que nos ha obligado a introducir en el nuevo Programa pasajes del viejo. (…)  Pero yo afirmo que no es así. El capitalismo que se describió en 1903 continúa siendo el mismo en 1919 en la República proletaria de los Soviets, precisamente en virtud de la descomposición del imperialismo, en virtud de su bancarrota. Es el capitalismo que podemos ver, por ejemplo, en las provincias de Samara y Viatka, no muy lejos de Moscú. En tiempos en que la guerra civil desgarra al país no saldremos tan pronto de esa situación, de ese fenómeno de los del saco. Por esta razón sería erróneo redactar el Programa de cualquier otra manera. Hay que decir las cosas como son: el Programa debe contener lo que es absolutamente indiscutible, lo que ha sido comprobado en realidad: sólo entonces será un programa marxista.

 

El camarada Bujarin lo comprende bien en teoría y dice que el Programa debe ser concreto. Pero una cosa es comprenderlo y otra aplicarlo en la práctica. Lo concreto en el camarada Bujarin es una exposición libresca del capitalismo financiero. En realidad vemos fenómenos heterogéneos. En cada provincia agrícola, al lado de la industria monopolizada existe la libre competencia. En ninguna parte del mundo ha existido ni existirá el capitalismo monopolista sin la libre competencia en una serie de ramas. Escribir de semejante sistema significaría trazar un sistema irreal y falso. Si Marx decía de la manufactura que era una superestructura de la pequeña producción en masa, el imperialismo y el capitalismo financiero son superestructuras del viejo capitalismo. Desmoronen la cúspide y aparecerá el viejo capitalismo. Mantener el punto de vista de que existe un imperialismo puro, sin el viejo ca­pitalismo, es pintar como querer.

 

En ese error natural se incurre con mucha facilidad. Si tuviéramos delante un imperialismo puro, que hubiese transformado radicalmente al capitalismo, nuestra tarea sería cien mil veces más fácil. Tendríamos un sistema en el que todo estaría subordinado únicamente al capital financiero. Enton­ces no nos quedaría más que quitar la cúspide y dejar el resto en manos del proletariado. Esto sería agradabilísimo, pero la realidad es otra (...). El imperialismo es una superestructura del capitalismo. Cuando éste se desmorona, nos vemos frente a la cúspide derrumbada y a los cimientos desnudos. Por eso, nuestro Programa, si quiere ser exacto, debe presentar las cosas tales y como son. Tenemos el viejo capitalismo, que en una serie de ramas se ha desarrollado hasta transformarse en imperialismo. Sus tendencias son exclusivamente imperialistas. Los

problemas esenciales no pueden ser examinados más que desde el punto de vista del imperialismo. No existe ninguna cuestión importante de política interior o exterior que pueda resolverse de otro modo que desde el punto de vista de esta tendencia. Por de pronto, el Programa no trata de eso. En realidad, existe un inmenso subsuelo del viejo capitalismo. Existe una superestructura imperialista que ha conducido a la guerra, y de esta guerra ha surgido el comienzo de la dictadura del proletariado. De esta fase no podrán desentenderse. Este hecho caracteriza el ritmo mismo del desenvolvimiento de la revolución proletaria en todo el mundo y persistirá durante muchos años.

 

Es posible que las revoluciones del Occidente de Europa se realicen de manera más llana; pero, no obstante, la reor­ganización de todo el mundo, la reorganización de la mayoría de los países exigirá un período largo, de muchos años. (…) , no podemos eludir esta realidad variada. No hay manera de deshacerse de ella, compuesta como está de partes heterogéneas; por inelegante que sea, no se puede quitar nada de ahí. Un programa redactado de manera diferente de como está el nuestro sería erróneo.

 

Decimos que hemos llegado a la dictadura. Pero hay que saber cómo hemos llegado. El pasado nos detiene, nos sujeta con mil manos e impide dar un solo paso adelante o nos obliga a darlo tan mal como lo estamos dando. Y nosotros decimos: para comprender la situación en que nos encontramos hay que contar cómo hemos marchado, qué nos ha traído a la misma revolución socialista. Nos ha traído el imperialismo, nos ha traído el capitalismo en sus formas primarias de economía mercantil. Todo esto es necesario comprenderlo, porque únicamente teniendo en cuenta la realidad podremos resolver problemas como, por ejemplo, el de la actitud a adoptar ante los campesinos medios. En efecto, ¿de dónde ha podido surgir el campesino medio en la época del capitalismo puramente imperialista? Ni siquiera en los países simplemente capitalistas existía. Si tratamos de decidir qué actitud adoptar ante este fenómeno casi medieval (ante el campesino medio), manteniéndonos exclusivamente en el punto de vista del imperialismo y de la dictadura del proletariado, no ataremos cabos, no haremos otra cosa que dar tropezones. Ahora bien, si tenemos que cambiar de actitud ante el campesino medio, tengan la bondad de decir también en la parte teórica de dónde ha salido este campesino y qué representa. Es un pequeño productor de mercancías. Este es el abecé del capitalismo que hay que enunciar, porque aún no hemos salido de este abecé. Esquivarlo y decir: "¿Para qué ocuparnos del abecé cuando hemos estudiado el capitalismo financiero?", es una falta de seriedad en grado superlativo.

 

Lo mismo debo decir del problema nacional. El camarada Bujarin también pinta en este punto como quiere . Dice que no se puede reconocer el derecho de las naciones a la autodetermina-ción. La nación es la burguesía con el proletariado. ¡Reconocer nosotros, los proletarios, el derecho a la autodeterminación de esa burguesía despreciable! ¡Eso es una incongruencia cabal! Perdón, pero yo afirmo que eso concuerda con la realidad. Si no se admite, lo que se hará será fantasear. Se apela al proceso de disociación que se está operando en el seno de la nación, al proceso de separación del proletariado y la burguesía. Pero aún estamos por ver cómo se producirá esta disociación.

 

Tomemos, por ejemplo, a Alemania, modelo de país capitalista adelantado que, en el sentido de organización del capitalismo, del capitalismo financiero, se encontraba a un nivel superior al de Norteamérica (...), en lo que respecta a transformación del capitalismo monopolista en capitalismo monopolista de Estado, Alemania estaba por encima de Norteamérica. Un modelo, al parecer. Y ¿qué vemos allí? ¿Se ha disociado el proletariado alemán de la burguesía? ¡No! (...) Y se trata de un país adelantado.

 

El camarada Bujarin dice:"¿Para qué necesitamos el derecho de las naciones a la autodeterminación?" Repetiré la objeción que le hice cuando él, en el verano de 1917, propuso desechar el programa mínimo y dejar únicamente el programa máximo. Y le repliqué entonces: "No te ufanes al partir para la guerra; déjalo para la vuelta". Lo haremos cuando hayamos conquistado el poder y haya pasado algún tiempo*. Hoy, conquistado ya el poder y transcurrido cierto tiempo, estoy de acuerdo en hacerlo. Hemos pasado de lleno la construcción socialista, hemos repelido la primera embestida que nos amenazaba; ahora es tiempo de hacerlo. Lo mismo cabe decir en cuanto al derecho de las naciones a la autodeterminación. "Yo quiero reconocer únicamente el dercho de las clases trabajadoras a la autodeterminación", dice el camarada Bujarin. Eso significa que usted quiere reconocer lo que en realidad no se ha alcanzado en ningún país, salvo en Rusia. Es ridículo. Véase Finlandia: país democrático, más desarrollado, más culto que el nuestro. Allí se está produciendo el proceso de separación, de disociación del proletariado, y se produce de una manera peculiar, mucho más dolorosa que en el nuestro. Los finlandeses han padecido la dictadura de Alemania ahora padecen la de la Entente. Pero gracias a que nosotros hemos reconocido el derecho de las naciones a la autodeterminación, el proceso de disociación se ha facilitado allí.(...)

 

¿Acaso ayer no tuvimos que hacer lo mismo con la República de Bashkiria? Cuando el camarada Bujarin decía: "Se puede reconocer este derecho a algunos", pude incluso tomar nota de que en su lista figuraban los hotentotes, los bosquimanes y los hindúes. Al oír esta enumeración, pensé: ¿cómo ha podido el camarada Bujarin olvidarse de una pequeñez, de los bashkires? En Rusia no existen bosquimanes, tampoco he oído que los hotentotes hayan pretendido tener su república autónoma, pero tenemos bashkires, kirguizes y otros muchos pueblos a los que no podemos negar este derecho. No lo podemos negar a ninguno de los pueblos que viven dentro de las fronteras de lo que fue Imperio ruso.(...) ¿qué es lo que podemos hacer respecto a pueblos como los kirguizes, uzbekos, tadzhikos y turkrnenos, que hasta hoy se encuentran bajo la influencia de sus mulhas? En Rusia, después de una larga experiencia con los popes, la población nos ayudó a derribarlos. Pero ustedes saben lo mal que hasta ahora se cumple en la práctica el decreto sobre el matrimonio civil. ¿Podemos nosotros dirigirnos a estos pueblos y decirles: ¿"Nosotros vamos a derrocar a sus explotadores"? No lo podemos hacer, porque se encuentran dominados totalmente por sus mulhas. Es necesario esperar que se desarrolle la nación de que se trate y que el proletariado se disocie de los elementos burgueses, lo cual es inevitable.

 

El camarada Bujarin no quiere esperar. Se deja dominar por la impaciencia(...) pero nuestro Programa debe recoger con precisión absoluta la realidad. Entonces será indiscutible.

 

Nos mantenemos en un. lo que consignamos en el Programa es el reconocimiento de lo que se ha producido en la realidad (...) Ir más allá, un paso más allá, un milímetro más allá sería ya erróneo y, por ello, no nos serviría de nada para el Programa.

 

Nosotros decimos: es necesario tener presente el escalón en que se encuentra una nación determinada en el camino que va del régimen medieval a la democracia burguesa y de ésta a la democracia proletaria. Esto es de una certidumbre absoluta. Todas las naciones tienen derecho a la autodeterminación, y en lo concerniente a los hotentotes y los bosquimanes no cabe hacer una referencia especial. La inmensa mayoría de la población de la Tierra, probablemente las nueve décimas partes, tal vez el noventa y cinco por ciento, se ajusta a esta caracterización, pues todos los países se encuentran en el camino que va del régimen medieval a la democracia burguesa o de ésta a la democracia proletaria. Es un camino absolutamente inevitable. No es posible decir más, porque no sería exacto, porque no correspondería a la realidad. Desechar la autodeterminación de las naciones y sustituirla por la autodeterminación de los trabajadores es totalmente erróneo, porque semejante manera de plantear las cosas no tiene en cuenta las dificultades, la vía tortuosa que sigue la disociación en el seno de las naciones (…)

 

Nuestro Programa no debe hablar de autodeterminación de los trabajadores, porque eso es erróneo . Debe decir las cosas tal como son. Puesto, que las naciones se encuentran  en diferentes etapas del camino que va del régimen medieval a la democracia burguesa, y de la democracia burguesa a la proletaria, esta tesis de nuestro Programa es absolutamente exacta. En este camino hemos tenido numerosos zigzags.

 

Cada nación debe obtener el derecho a la autodeterminación, y esto contribuye a la autodeterminación de los  trabajadores (…)  No se puede menos de reconocer lo que existe: la realidad se impondrá por sí misma. En los diferentes países, el deslindamiento de los campos entre el proletariado y la burguesía sigue vías peculiares. En este camino tenemos que obrar con suma prudencia. Debemos observar una prudencia especial con respecto a las diferentes naciones, porque no hay peor cosa que la desconfianza de una nación. (...). Debemos hacer propaganda en pro de esta disociación. Eso lo hacemos, pero no cabe la menor duda de que no se puede menos de reconocer ahora ya la autodeterminación de la nación polaca. Eso es evidente.(...)No es posible dejar de tener en cuenta que allí el camino que debe seguirse tiene algunas peculiaridades, y no se puede exclamar: " ¡Abajo el derecho de las naciones a la autodeterminación! Concedemos el

derecho a la autodeterminación únicamente a las masas trabajadoras". Esta autodeterminación' sigue una vía muy complicada y difícil. (…)

 

Paso a los otros puntos, que, conforme al plan trazado, debo tratar.(…)

 

 

Nota: las partes destacadas en negritas son nuestras.