ANEXO III
Introducción. En el informe sobre
la Mympes, aunque solo trata de las empresas formales, hemos visto una interesante
comparación, que nos permite diferenciar la estructura productiva de nuestros
países con la de los países capitalistas desarrollados o imperialistas,
partiendo, de nuestra parte, que no podemos borrar las diferencias entre la
gran empresa del imperialismo y la gran empresa de los países de capitalismo
burocrático. No podemos decir que “todo es monopolio”, si bien ambas tienen
este carácter, las grandes empresas monopolistas imperialistas desempeñan el
papel dominante, mientras la gran empresa monopolista del capitalismo
burocrático (nativas) son intermediarias de las primeras, esto es, agentes
económicos del imperialismo.
Asimismo, el Informe antes nombrado, nos permite
documentar que no podemos ver el imperialismo como un todo, como lo advirtió
Lenin en su polémica contra Bujarín (ver en este anexo), porque no existe tal
todo, sino la conjunción de los dos “principios” contradictorios la competencia
y el monopolio, ; esto es tanto más válido, para su hijo enfermo, el
capitalismo burocrático, es decir, el camino dominante que el imperialismo
imprime en un país semifeudal y semicolonial, no solo existe la gran empresa,
sino también la mediana o nacional, la pequeñas y hasta la llamada
microempresa.
El Presidente Mao, precisó:
“Un puñado de capitalistas monopolistas ocupan la
posición dominante en estos países (imperialistas). Conjuntamente se encuentra
un gran número de capitalistas medianos y pequeños. Se dice que el capital
norteamericano está a la vez centralizado y descentralizado” (Notas acerca del
Manual de Economía Política de la URSS).
“China dispone ya de una industria moderna que
constituye aproximadamente el 10 por ciento de su economía; esto es un factor
de progreso, esto difiere de los tiempos antiguos (…)
China aún tiene una agricultura y una artesanía
dispersas e individuales que constituyen aproximadamente el 90 por ciento de
toda su economía; esto es un factor de atraso, esto no difiere mucho de los
tiempos antiguos; el 90 por ciento, más o menos, de nuestra vida económica
permanece aún en el nivel de los tiempos antiguos (…)
La industria moderna de China está sumamente
concentrada, aunque el valor de su producción llega sólo al 10 por ciento
aproximadamente del valor global de la producción de la economía nacional; la
parte mayor y más importante del capital está concentrada en manos de los
imperialistas y de sus lacayos, los capitalistas burocráticos chinos (…)
La industria capitalista privada de China, que ocupa
el segundo lugar en la industria moderna del país, representa una fuerza que no
debe ser pasada por alto. La burguesía nacional de China y sus representantes,
oprimidos o restringidos por el imperialismo, el feudalismo y el capitalismo
burocrático, a menudo han tomado parte o mantenido una posición neutral en las
luchas de la revolución democrática popular.” (Presidente Mao, Informe ante la
II Sesión Plenaria del CC, 5 de marzo de 1949).
El informe de la CEPAL sobre los
Mypimes, como se verá se refiere a nuestros países, como de “ una
estructura productiva heterogénea”, tratando de velar el verdadero carácter
de la misma!.
Y, además del caso de nuestro país, tomemos una economía mucho más grande y desarrollada en cuanto al capitalismo burocrático, la economía brasileña, y veremos que su “vida económica permanece aún en el nivel de los tiempos antiguos”, leamos un informe reciente:
„Los grandes y cruciales problemas de la nacionalidad brasileña se encuentran, en primer lugar, en la concentración de la tierra en un grado indecente, en la que los terratenientes poseen el 55% de la tierra cultivable (aunque sean sólo el 2% del número total de propietarios, que no supera las dos decenas de miles, ya que muchos de ellos poseen varias propiedades). Por otro lado, los pequeños y medianos propietarios, campesinos, que son el 98% del total de propietarios, casi 5 millones de familias, poseen en conjunto el resto, de los cuales los pequeños propietarios, la gran mayoría, solo poseen el 20% de la tierra. Los primeros, beneficiarios de vastas zonas del país, enfocados en la producción primaria agrícola monopólica para la exportación, totalmente dependientes del capital extranjero en tecnología, maquinaria y equipo, semillas «mejoradas», fertilizantes y venenos, etc., es la raíz de nuestros grandes males estructurales ((El Heraldo Rojo, Editorial de AND – Crisis en el gobierno anticipa carrera electoral 18 Marzo, 2025)
Ahora si veamos el anexo:
III. LENIN: VIII CONGRESO DEL PC(b}R, INFORME SOBRE EL PROGRAMA DEL PARTIDO
MARZO 18-23, 1919
(...)
Empezaré por hablar brevemente de los puntos que ha tratado
al final de su informe el camarada Bujarin, puntos en que discrepamos en el
seno de la comisión. El primero estriba en el carácter que debe tener la
estructura de la parte general de nuestro Programa. A mi entender, el
camarada Bujarin no ha expuesto con toda exactitud las razones que han movido a
la mayoría de la comisión a rechazar las tentativas de redactar el Programa,
tachando de él todo lo que se decía del viejo capitalismo (…) La mayoría de la comisión ha rechazado esas
tentativas porque entrañarían una posición errónea. No corresponderían a la
verdadera situación. El imperialismo puro, sin la base fundamental del
capitalismo, no ha existido nunca, no existe en parte alguna ni existirá jamás.
Es una síntesis falsa de cuanto se ha dicho acerca de los consorcios, de los
cárteles, los trusts y el capitalismo financiero, cuando este último era
presentado como si estuviese privado de todas las bases que constituyen el
viejo capitalismo.
Esto no es así. Sobre todo, referido a la época de la
guerra imperialista y a la que sigue a la guerra imperialista. En uno de
sus razonamientos sobre la guerra futura, Engels escribía ya que ésta
causaría una devastación más atroz que la debida a la Guerra de los Treinta
Años, que la humanidad retrocedería en grado considerable al salvajismo,
que nuestro artificioso mecanismo del comercio y la industria se
desmoronaría. Al principio de la guerra, los socialtraidores y los
oportunistas se jactaban de la vitalidad del capitalismo y ridiculizaban a
los "fanáticos o semianarquistas", como ellos nos llamaban.
"Mirad -decían-, estos vaticinios no se han confirmado. ¡Los
acontecimientos han demostrado que esto era cierto sólo con respecto a un
insignificante número de países y por un período muy corto de tiempo!". Pero
hoy, no sólo en Rusia y en Alemania, sino en los países vencedores
también da comienzo precisamente un des- moronamiento tan gigantesco del
capitalismo moderno que suprime a cada paso este mecanismo artificioso· y
restablece el viejo capitalismo.
Cuando el camarada Bujarin afirmaba que se podría
intentar presentar un cuadro acabado del desmoronamiento del capitalismo y
del imperialismo, nosotros lo rebatimos en la comisión, y yo
tengo que rebatirlo también aquí: prueben a hacerlo y verán cómo no lo
consiguen. El camarada Bujarin lo
intentó en el seno de la comisión y tuvo que desistir él mismo. Estoy
plenamente convencido de que si alguien pudiera hacerlo, sería, sobre todo, el
camarada Bujarin, el cual se ha ocupado de esta cuestión larga y
meticulosamente. Yo afirmo que tal intento no puede tener éxito porque el
problema es erróneo. Ahora estamos viviendo en Rusia las consecuencias
de la guerra imperialista y asistimos al comienzo de la dictadura del
proletariado. Y, al mismo tiempo, en toda una serie de regiones de Rusia,
que han estado aisladas las unas de las otras más de lo que estuvieron antes, vemos
a cada paso el renacimiento del capitalismo y el desarrollo de su
primera fase. No es posible pasar esto por alto. Si redactáramos el
Programa tal como quería el camarada Bujarin, sería un programa erróneo. En el
mejor de los casos, repetiría lo más afortunado que se ha dicho del capitalismo
financiero y el imperialismo, pero no reflejaría la realidad, porque ésta no
da ese cuadro acabado. Un programa compuesto de partes
heterogéneas no es elegante (lo cual, claro está, no tiene importancia);
pero un programa distinto sería simplemente un programa erróneo. De esta heterogeneidad,
de la obra hecha con distintos materiales, por desagradable que sea, por
desaliñado que parezca, no saldremos durante un período muy largo.
Cuando logremos salir de ello redactaremos un nuevo programa. Pero entonces
viviremos ya en la sociedad socialista. Sería ridículo pretender; que las
condiciones de entonces fueran las mismas de ahora.
Vivimos en una época en que ha resucitado toda una serie
de los fenómenos básicos más elementales del capitalismo. Basta tomar, por
ejemplo, el desbarajuste del transporte cuyos efectos sentimos también,
mejor dicho, tan mal, en nosotros mismos. Eso mismo ocurre también en otros
países, incluso en los países vencedores. Pero ¿qué significa el
desbarajuste del transporte en el sistema imperialista? El retorno a las formas
más primitivas de producción mercantil. Sabemos muy bien· qué significa eso
de los del saco. Por lo visto los extranjeros no comprendían hasta ahora este
término. ¿Y hoy? Conversen con los camaradas que han venido al Congreso de la
Tercera Internacional. Resulta que en Alemania y Suiza comienzan a aparecer
términos idénticos. Ahora bien, no podrán referir esta categoría a ninguna
dictadura del proletariado, sino que tendrán que volver la vista a los
albores de la sociedad capitalista y de la producción mercantil.
Salir de esta triste realidad mediante la creación de un
programa llano y acabado es dar un salto en el vacío, andar por las nubes,
trazar un programa erróneo. Y en modo alguno es el respeto a lo viejo,
como cortésmente insinuaba el camarada Bujarin, lo que nos ha obligado a
introducir en el nuevo Programa pasajes del viejo. (…) Pero yo afirmo que no es así. El capitalismo
que se describió en 1903 continúa siendo el mismo en 1919 en la República
proletaria de los Soviets, precisamente en virtud de la descomposición del
imperialismo, en virtud de su bancarrota. Es el capitalismo que
podemos ver, por ejemplo, en las provincias de Samara y Viatka, no muy lejos de
Moscú. En tiempos en que la guerra civil desgarra al país no saldremos tan
pronto de esa situación, de ese fenómeno de los del saco. Por esta razón sería
erróneo redactar el Programa de cualquier otra manera. Hay que decir las cosas
como son: el Programa debe contener lo que es absolutamente indiscutible, lo
que ha sido comprobado en realidad: sólo entonces será un programa marxista.
El camarada Bujarin lo comprende bien en teoría y dice
que el Programa debe ser concreto. Pero una cosa es comprenderlo y otra
aplicarlo en la práctica. Lo concreto en el camarada Bujarin es una
exposición libresca del capitalismo financiero. En realidad vemos
fenómenos heterogéneos. En cada provincia agrícola, al lado de la industria
monopolizada existe la libre competencia. En ninguna parte del mundo ha
existido ni existirá el capitalismo monopolista sin la libre competencia en una
serie de ramas. Escribir de semejante sistema significaría trazar un
sistema irreal y falso. Si Marx decía de la manufactura que era una
superestructura de la pequeña producción en masa, el imperialismo y el capitalismo
financiero son superestructuras del viejo capitalismo. Desmoronen la
cúspide y aparecerá el viejo capitalismo. Mantener el punto de vista de que
existe un imperialismo puro, sin el viejo capitalismo, es pintar como querer.
En ese error natural se incurre con mucha facilidad. Si
tuviéramos delante un imperialismo puro, que hubiese transformado
radicalmente al capitalismo, nuestra tarea sería cien mil veces más fácil.
Tendríamos un sistema en el que todo estaría subordinado únicamente al
capital financiero. Entonces no nos quedaría más que quitar la cúspide y
dejar el resto en manos del proletariado. Esto sería agradabilísimo, pero la
realidad es otra (...). El imperialismo es una superestructura del
capitalismo. Cuando éste se desmorona, nos vemos frente a la cúspide
derrumbada y a los cimientos desnudos. Por eso, nuestro Programa, si quiere ser
exacto, debe presentar las cosas tales y como son. Tenemos el viejo
capitalismo, que en una serie de ramas se ha desarrollado hasta
transformarse en imperialismo. Sus tendencias son exclusivamente
imperialistas. Los
problemas esenciales no pueden ser examinados más que
desde el punto de vista del imperialismo. No existe ninguna cuestión
importante de política interior o exterior que pueda resolverse de otro modo
que desde el punto de vista de esta tendencia. Por de pronto, el Programa
no trata de eso. En realidad, existe un inmenso subsuelo del viejo capitalismo.
Existe una superestructura imperialista que ha conducido a la guerra, y de esta
guerra ha surgido el comienzo de la dictadura del proletariado. De esta fase
no podrán desentenderse. Este hecho caracteriza el ritmo mismo del
desenvolvimiento de la revolución proletaria en todo el mundo y persistirá
durante muchos años.
Es posible que las revoluciones del Occidente de Europa
se realicen de manera más llana; pero, no obstante, la reorganización de todo
el mundo, la reorganización de la mayoría de los países exigirá un período
largo, de muchos años. (…) , no podemos eludir esta realidad variada. No hay
manera de deshacerse de ella, compuesta como está de partes heterogéneas; por
inelegante que sea, no se puede quitar nada de ahí. Un programa redactado de
manera diferente de como está el nuestro sería erróneo.
Decimos que hemos llegado a la dictadura. Pero hay que
saber cómo hemos llegado. El pasado nos detiene, nos sujeta con mil manos e
impide dar un solo paso adelante o nos obliga a darlo tan mal como lo estamos
dando. Y nosotros decimos: para comprender la situación en que nos encontramos
hay que contar cómo hemos marchado, qué nos ha traído a la misma revolución socialista.
Nos ha traído el imperialismo, nos ha traído el capitalismo en sus formas
primarias de economía mercantil. Todo esto es necesario comprenderlo,
porque únicamente teniendo en cuenta la realidad podremos resolver problemas
como, por ejemplo, el de la actitud a adoptar ante los campesinos medios. En
efecto, ¿de dónde ha podido surgir el campesino medio en la época del
capitalismo puramente imperialista? Ni siquiera en los países simplemente
capitalistas existía. Si tratamos de decidir qué actitud adoptar ante este
fenómeno casi medieval (ante el campesino medio), manteniéndonos
exclusivamente en el punto de vista del imperialismo y de la dictadura del
proletariado, no ataremos cabos, no haremos otra cosa que dar tropezones. Ahora
bien, si tenemos que cambiar de actitud ante el campesino medio, tengan la
bondad de decir también en la parte teórica de dónde ha salido este campesino y
qué representa. Es un pequeño productor de mercancías. Este es el abecé del
capitalismo que hay que enunciar, porque aún no hemos salido de este abecé.
Esquivarlo y decir: "¿Para qué ocuparnos del abecé cuando hemos estudiado
el capitalismo financiero?", es una falta de seriedad en grado
superlativo.
Lo mismo debo decir del problema nacional. El
camarada Bujarin también pinta en este punto como quiere . Dice que no
se puede reconocer el derecho de las naciones a la autodetermina-ción. La
nación es la burguesía con el proletariado. ¡Reconocer nosotros, los
proletarios, el derecho a la autodeterminación de esa burguesía despreciable!
¡Eso es una incongruencia cabal! Perdón, pero yo afirmo que eso concuerda
con la realidad. Si no se admite, lo que se hará será fantasear. Se apela
al proceso de disociación que se está operando en el seno de la nación,
al proceso de separación del proletariado y la burguesía. Pero aún
estamos por ver cómo se producirá esta disociación.
Tomemos, por ejemplo, a Alemania, modelo de país
capitalista adelantado que, en el sentido de organización del capitalismo, del
capitalismo financiero, se encontraba a un nivel superior al de Norteamérica
(...), en lo que respecta a transformación del capitalismo monopolista en
capitalismo monopolista de Estado, Alemania estaba por encima de Norteamérica.
Un modelo, al parecer. Y ¿qué vemos allí? ¿Se ha disociado el proletariado
alemán de la burguesía? ¡No! (...) Y se trata de un país adelantado.
El camarada Bujarin dice:"¿Para qué necesitamos el
derecho de las naciones a la autodeterminación?" Repetiré la objeción que
le hice cuando él, en el verano de 1917, propuso desechar el programa mínimo y
dejar únicamente el programa máximo. Y le repliqué entonces: "No te
ufanes al partir para la guerra; déjalo para la vuelta". Lo haremos
cuando hayamos conquistado el poder y haya pasado algún tiempo*. Hoy,
conquistado ya el poder y transcurrido cierto tiempo, estoy de acuerdo en
hacerlo. Hemos pasado de lleno la construcción socialista, hemos repelido la
primera embestida que nos amenazaba; ahora es tiempo de hacerlo. Lo mismo cabe
decir en cuanto al derecho de las naciones a la autodeterminación. "Yo
quiero reconocer únicamente el dercho de las clases trabajadoras a la
autodeterminación", dice el camarada Bujarin. Eso significa que
usted quiere reconocer lo que en realidad no se ha alcanzado en ningún país,
salvo en Rusia. Es ridículo. Véase Finlandia: país democrático, más
desarrollado, más culto que el nuestro. Allí se está produciendo el proceso de
separación, de disociación del proletariado, y se produce de una manera
peculiar, mucho más dolorosa que en el nuestro. Los finlandeses han padecido la
dictadura de Alemania ahora padecen la de la Entente. Pero gracias a que
nosotros hemos reconocido el derecho de las naciones a la autodeterminación, el
proceso de disociación se ha facilitado allí.(...)
¿Acaso ayer no tuvimos que hacer lo mismo con la
República de Bashkiria? Cuando el camarada Bujarin decía: "Se puede
reconocer este derecho a algunos", pude incluso tomar nota de que en su
lista figuraban los hotentotes, los bosquimanes y los hindúes. Al oír esta
enumeración, pensé: ¿cómo ha podido el camarada Bujarin olvidarse de una
pequeñez, de los bashkires? En Rusia no existen bosquimanes, tampoco he oído
que los hotentotes hayan pretendido tener su república autónoma, pero tenemos
bashkires, kirguizes y otros muchos pueblos a los que no podemos negar este
derecho. No lo podemos negar a ninguno de los pueblos que viven dentro de las
fronteras de lo que fue Imperio ruso.(...) ¿qué es lo que podemos hacer
respecto a pueblos como los kirguizes, uzbekos, tadzhikos y turkrnenos,
que hasta hoy se encuentran bajo la influencia de sus mulhas? En Rusia,
después de una larga experiencia con los popes, la población nos ayudó a
derribarlos. Pero ustedes saben lo mal que hasta ahora se cumple en la práctica
el decreto sobre el matrimonio civil. ¿Podemos nosotros dirigirnos a estos
pueblos y decirles: ¿"Nosotros vamos a derrocar a sus explotadores"?
No lo podemos hacer, porque se encuentran dominados totalmente por sus mulhas. Es
necesario esperar que se desarrolle la nación de que se trate y que el
proletariado se disocie de los elementos burgueses, lo cual es inevitable.
El camarada Bujarin no quiere esperar. Se deja dominar
por la impaciencia(...) pero nuestro Programa debe recoger con precisión
absoluta la realidad. Entonces será indiscutible.
Nos mantenemos en un. lo que consignamos en el Programa
es el reconocimiento de lo que se ha producido en la realidad (...) Ir más
allá, un paso más allá, un milímetro más allá sería ya erróneo y, por ello, no
nos serviría de nada para el Programa.
Nosotros decimos: es necesario tener presente el
escalón en que se encuentra una nación determinada en el camino que va del
régimen medieval a la democracia burguesa y de ésta a la democracia proletaria.
Esto es de una certidumbre absoluta. Todas las naciones tienen derecho a la
autodeterminación, y en lo concerniente a los hotentotes y los bosquimanes no
cabe hacer una referencia especial. La inmensa mayoría de la población de la
Tierra, probablemente las nueve décimas partes, tal vez el noventa y cinco
por ciento, se ajusta a esta caracterización, pues todos los países se
encuentran en el camino que va del régimen medieval a la democracia burguesa o
de ésta a la democracia proletaria. Es un camino absolutamente inevitable. No
es posible decir más, porque no sería exacto, porque no correspondería a la
realidad. Desechar la autodeterminación de las naciones y sustituirla por la
autodeterminación de los trabajadores es totalmente erróneo, porque semejante manera
de plantear las cosas no tiene en cuenta las dificultades, la vía tortuosa que
sigue la disociación en el seno de las naciones (…)
Nuestro Programa no debe hablar de autodeterminación de
los trabajadores, porque eso es erróneo . Debe decir las
cosas tal como son. Puesto, que las naciones se encuentran en diferentes etapas del camino que va del
régimen medieval a la democracia burguesa, y de la democracia burguesa a la
proletaria, esta tesis de nuestro Programa es absolutamente exacta. En este
camino hemos tenido numerosos zigzags.
Cada nación debe obtener el derecho a la
autodeterminación, y esto contribuye a la autodeterminación de los trabajadores (…) No se puede menos de reconocer lo que existe:
la realidad se impondrá por sí misma. En los diferentes países, el
deslindamiento de los campos entre el proletariado y la burguesía sigue vías
peculiares. En este camino tenemos que obrar con suma prudencia. Debemos
observar una prudencia especial con respecto a las diferentes naciones, porque
no hay peor cosa que la desconfianza de una nación. (...). Debemos hacer
propaganda en pro de esta disociación. Eso lo hacemos, pero no cabe la menor
duda de que no se puede menos de reconocer ahora ya la autodeterminación de la
nación polaca. Eso es evidente.(...)No es posible dejar de tener en cuenta que
allí el camino que debe seguirse tiene algunas peculiaridades, y no se puede
exclamar: " ¡Abajo el derecho de las naciones a la autodeterminación!
Concedemos el
derecho a la autodeterminación únicamente a las masas
trabajadoras". Esta autodeterminación' sigue una vía muy complicada y
difícil. (…)
Paso a los otros puntos, que, conforme al plan trazado,
debo tratar.(…)
Nota: las partes destacadas en negritas son
nuestras.