Mao Tse-tung
EL VIEJO TONTO QUE REMOVIO
LAS MONTAÑAS
De las
Obras Escogidas de Mao Tse-tung
EDICIONES EN LENGUAS EXTRANJERAS
PEKIN 1972
Primera edición 1968
(2a impresión 1972)
Tomo III, págs. 281-84.
* Discurso de clausura pronunciado por el camarada Mao Tse-tung ante el VII Congreso Nacional del Partido Comunista de China.
LAS MONTAÑAS[*]
11 de junio de 1945
Hemos celebrado un congreso muy fructífero.
Hemos hecho tres cosas. Primera, determinamos la línea de nuestro
Partido, que consiste en movilizar audazmente a las masas y robustecer
las fuerzas populares a fin de que, bajo la dirección del Partido,
derroten a los agresores japoneses, consigan la liberación de todo
el pueblo y construyan una China de nueva democracia. Segunda, aprobamos
los nuevos Estatutos del Partido. Tercera, elegimos el organismo dirigente
del Partido: el Comité Central. De ahora en adelante, nuestra tarea
es dirigir a todo el Partido en la aplicación de su línea.
El nuestro ha sido un congreso de victoria, un congreso de unidad. Los
delegados han formulado excelentes observaciones sobre los tres informes.
Muchos camaradas se han hecho autocrítica; partiendo del afán
de unidad, se ha logrado la unidad mediante la autocrítica. Este
Congreso ha sido un modelo de unidad, de autocrítica y de democracia
interna del Partido.
Clausurado el Congreso, muchos camaradas regresarán
a sus puestos de trabajo o partirán para los diversos frentes de
batalla. Adondequiera que vayan, camaradas, deben divulgar la línea
del Congreso y, por intermedio de los militantes del Partido, explicarla
a las grandes masas populares.
Al divulgar la línea del Congreso, nos proponemos
infundir a todo el Partido y a todo el pueblo la convicción de que
la revolución triunfará. Ante todo, debemos elevar la conciencia
política de la vanguardia, de modo que sea resuelta, no tema ningún
sacrificio y supere todas las dificultades para conquistar la victoria.
Pero esto no basta; también debemos despertar la conciencia política
de las grandes masas populares de todo el país para que, voluntariamente y de
buen grado, luchen junto con nosotros por la victoria.
Debemos inflamar
a todo el pueblo con la convicción de que China pertenece al pueblo
chino y no a los reaccionarios. Hay una antigua fábula china llamada
"El Viejo Tonto que removió las montañas".
Cuenta que hace
mucho tiempo vivía en el Norte de China un anciano conocido como
el Viejo Tonto de las montañas del Norte. Su casa miraba al Sur,
y frente a ella, obstruyendo el paso, se alzaban dos grandes montañas:
Taijang y Wangwu. El Viejo Tonto decidió llevar a sus hijos a remover
con azadones las dos montañas. Otro anciano, conocido como el Viejo
Sabio, los vio y, riéndose, les dijo: "¡Qué tontería!
Es absolutamente imposible que vosotros, siendo tan pocos, logréis
remover montañas tan grandes." El Viejo Tonto respondió:
"Después que yo muera, seguirán mis hijos; cuando ellos mueran,
quedarán mis nietos, y luego sus hijos y los hijos de sus hijos,
y así indefinidamente. Aunque son muy altas, estas montañas
no crecen y con cada pedazo que les sacamos se hacen más pequeñas.
¿Por qué no vamos a poder removerlas?" Después de
refutar la errónea idea del Viejo Sabio, siguió cavando día
tras día, sin cejar en su decisión. Dios, conmovido ante
esto, envió a la tierra dos ángeles, que se llevaron a cuestas
ambas montañas. Hoy, sobre el pueblo chino pesan también
dos grandes montañas, una se llama imperialismo y la otra, feudalismo.
El Partido Comunista de China hace tiempo que decidió eliminarlas.
Debemos perseverar en nuestra decisión y trabajar sin cesar; también
conmoveremos a Dios. Nuestro Dios no es otro que las masas populares de
China. Si ellas se alzan y cavan junto con nosotros, ¿por qué
no vamos a poder eliminar esas montañas?
Ayer, durante una conversación con dos norteamericanos
que regresaban a su país, dije que el Gobierno de los EE.UU. trata
de socavar nuestra causa y que eso no lo toleraremos. Nos oponemos a la
política de ese Gobierno de apoyar a Chiang Kai-shek contra los
comunistas. Pero debernos establecer una distinción, primero, entre
el pueblo y el Gobierno de los EE.UU. y, segundo, dentro de ese Gobierno,
entre los que deciden la política y los funcionarios en general.
Dije a estos dos norteamericanos: "Comuniquen a los fabricantes de la política
de su Gobierno que nosotros les prohibimos entrar en las regiones liberadas,
porque su política es apoyar a Chiang Kai-shek contra los comunistas,
y no les tenemos confianza. Pueden venir a las regiones liberadas si su
propósito es combatir al Japón, pero antes hay que llegar
a un acuerdo. No les permitiremos andar husmeando por
donde se les antoje. Dado que Patrick J. Hurley[1]
declaró públicamente que no habría cooperación
con el Partido Comunista de China, ¿para qué desean ustedes
venir a merodear en nuestras regiones liberadas?"
La política del Gobierno yanqui de apoyar
a Chiang Kai-shek contra los comunistas revela lo desenfrenada que es la
reacción norteamericana. Pero está condenado al fracaso todo
intento de los reaccionarios, chinos o extranjeros, para impedir la victoria
de nuestro pueblo. La democracia constituye la corriente principal en el
mundo actual, mientras que la reacción antidemocrática es
sólo una contracorriente. Esta contracorriente reaccionaria intenta
predominar sobre la corriente principal de independencia nacional y democracia
popular, pero jamás pasará a ser corriente principal. Actualmente
existen aún en el viejo mundo tres grandes contradicciones, que
hace ya tiempo señaló Stalin: la primera, entre el proletariado
y la burguesía dentro de los países imperialistas; la segunda,
entre las diversas potencias imperialistas, y la tercera,
entre los países coloniales y semicoloniales y las metrópolis
imperialistas[2]. Estas contradicciones
no sólo siguen existiendo, sino que se desarrollan tornándose
más agudas y amplias. Y a consecuencia de su existencia y desarrollo,
llegará el día en que sea barrida la contracorriente reaccionaria
antisoviética, anticomunista y antidemocrática, que hoy todavía
existe.
pág. 283
[1]Reaccionario politicastro republicano de los EE.UU. Fue nombrado embajador norteamericano en China a fines de 1944. En noviembre de 1945, se vio obligado a dejar el cargo porque su apoyo a la política anticomunista de Chiang Kai-shek suscitó la firme oposición del pueblo chino. Su declaración pública sobre la no cooperación con el Partido Comunista de China la hizo en Washington el 2 de abril de 1945, en una conferencia de prensa convocada por el Departamento de Estado. Para más detalles, véase "El dúo Hurley-Chiang Kai-shek, un fiasco", en el presente tomo. [pág. 283]
[2]Véase J. V. Stalin, "Los fundamentos del leninismo", I: "Las raíces históricas del leninismo". [pág. 283]