REDACCIÓN AND
01 FEBRERO 2022
Editorial Semanal - Economía por los suelos, situación explosiva
Los pronósticos económicos más serios –incluidos algunos del campo liberal y de la falsa izquierda, excluyendo los de propaganda ideológica barata y los que solo sirven para engañar a los incautos– afirman que 2022 será otro año perdido para Brasil. Entre ellos, el más optimista de los pronósticos es que la economía estará estancada, sin crecimiento, como apunta la guarida de pillos que se hace llamar Directorio del Banco Central. Los más realistas apuntan a una nueva recesión. Aumentan los intereses, imponiendo una indecente transferencia de rentas del país para financiar el capital y provocando el hundimiento general de la pequeña y mediana burguesía (burguesía nacional), la que emplea al mayor contingente de trabajadores y, por tanto, cuya desgracia más impacta a la nación. como un todo.
Desde el punto de vista de las capas más profundas de las masas, como los proletarios y semiproletarios, los pronósticos son aterradores. Ya se enfrentan a una inflación galopante, que llegó a más del 10 % anual e impuso un aumento del 14 % en los precios de los alimentos en 2021, a lo que contribuye la política de precios de Petrobras que mantiene este gobierno militar genocida de Bolsonaro y generales. El fenómeno del hambre, siempre presente, se ha agudizado de tal manera que ya no puede ser ocultado por la publicidad oficial y los programas asistenciales. Los expertos señalan que no solo 2022, sino también 2023, serán años críticos. Todo en beneficio directo e indecoroso del capital financiero imperialista y sus lacayos internos, la gran burguesía y los terratenientes.
Esta es la crisis general de descomposición del capitalismo burocrático, cuyo último agravamiento cíclico -2015- aún no ha concluido. Esta es la crisis más profunda y grave de la historia del país, que dura siete años, y que hasta los “expertos” burgueses se asombran; crisis compuesta por recesiones que se superponen, sin perspectivas de recuperación económica a corto plazo, o significativas a medio plazo.
Es en este terreno pantanoso donde se agudiza la crisis política, institucional y militar, para decidir qué camino tomar para salvar al obsoleto sistema de explotación y opresión de la amenaza de colapso. Ahora bien, esta crisis no viene sola, sino que viene acompañada de un abierto antagonismo entre las masas populares, azotadas por sus miserables condiciones de supervivencia, por un lado, y el sistema político enfermo y moribundo que dice representarlas, por el otro. Antagonismo que no sólo existe, sino que es percibido por la gran mayoría de estas masas en grados desiguales de comprensión y conciencia. Una vez que se realicen las elecciones y gane quien gane, la crisis general y el estado de ánimo explosivo de las masas tenderá a profundizarse, no a amainar, ya que la base económica sobre la que gobernarán los elegidos requerirá que profundice todos estos males como única forma de tratar de recuperar e impulsar, aunque sea mínimamente, el capitalismo burocrático.
Es en este sentido que los generales, como guardianes del régimen de explotación y opresión, cobran protagonismo y actúan como Poder Moderador y cuerpo de choque contrarrevolucionario para buscar aplastar cualquier levantamiento popular, como lo han hecho históricamente, con hierro, fuego y sangre. Tanto es así que las GLOs se han vuelto tan frecuentes que no será de extrañar que se utilicen para sofocar cualquier ola de protesta que amenace con convertirse en una gran rebelión. En el campo de la política, las Fuerzas Armadas tienen a un general como director general del Tribunal Superior Electoral, en el año de la elección más conflictiva de la república, inaugurado en 1988; mientras el área cibernética de estas mismas fuerzas envía cada vez más cuestionamientos al TSE sobre supuestas fallas de seguridad en las urnas para que, quién sabe, si la situación política se vuelve insostenible a raíz de las elecciones, habrá márgenes más amplios para no aceptando sus resultados como justificaciones golpistas. Que nadie vea esto como un alineamiento automático con Bolsonaro: no, el alto mando militar tiene su propia línea de acción en su ofensiva contrarrevolucionaria preventiva y no pretende usar eso ni siquiera como máscara de arco, como alguna vez lo hizo, a menos que las circunstancias lo exijan. eso.
En este año electoral, Brasil avanza a pasos agigantados, no hacia el “partido de la democracia”, sino hacia un ambiente siniestro de terremotos institucionales que suponen de vergonzosos acuerdos de la falsa izquierda oportunista con los generales (al estilo de los recientes de Chile) a las tendencias imparables hacia los golpes de Estado; golpes, aunque no necesariamente a corto plazo. La gran pregunta es si las masas actuarán cada vez más como una fuerza independiente y más consciente políticamente –aunque sea solo un gran contingente en revueltas atomizadas en todo el país, al principio–, por lo tanto, combatiendo la reacción inseparablemente de la lucha contra el revisionismo y todo los demás oportunistas. En última instancia, esto es lo que determinará el curso de los acontecimientos en los próximos años.