A continuación compartimos el último Editorial publicado por Servir al Pueblo.

El imperialismo es miseria, hambre, explotación y guerras injustas. El imperialismo es, en resumen, opresión a la propia humanidad. Opresión que nace del desarrollo del capitalismo.

El imperialismo es la fase superior del capitalismo. La libre competencia del capitalismo conduce a la acumulación y a la concentración de la producción. Esta, a su vez, conduce al monopolio (asociación de capitalistas de un mismo sector que acuerdan precios, producción y se reparten el mercado). Las distintas asociaciones de monopolistas son cada vez más grandes y poderosas hasta que finalmente se convierten en la fracción de la burguesía dirigente: la oligarquía financiera (porque controla el capital financiero) o burguesía imperialista.

En el Estado imperialista, la clase dirigente es la oligarquía financiera. Una clase verdaderamente parasitaria, que se enriquece con el reparto de dividendos y con una política económica rentista. Y como el Estado es el instrumento político de la clase que lo dirige, el Estado imperialista es igualmente parasitario y rentista. Su riqueza aumenta exponencialmente gracias al saqueo y explotación de las naciones oprimidas por el imperialismo.

El imperialismo está en crisis y descomposición desde que nació

Sin embargo, el imperialismo nació en crisis. Lenin dijo que “la base económica más profunda del imperialismo es el monopolio”, y por tanto, el propio imperialismo es la negación del capitalismo librecambista, es la negación de las leyes primigenias del capitalismo. Lenin también dijo:

“Como todo monopolio, el monopolio capitalista engendra inevitablemente una tendencia al estancamiento y a la descomposición. En la medida en que se fijan, aunque sea temporalmente, precios monopolistas, desaparecen hasta cierto punto las causas estimulantes del progreso técnico, y por consiguiente, de todo progreso, de todo avance”.

El imperialismo está en crisis y descomposición porque 1) su base económica es el monopolio, que niega las leyes originales del capitalismo; 2) el monopolio y la lucha entre ellos lleva al reparto de los mercados mundiales, e inevitablemente lleva el reparto violento del mundo a través de las guerras imperialistas; 3) las crisis cíclicas de sobreproducción imperialista son inevitables; 4) el imperialismo es la antesala de la revolución proletaria, porque no le deja otra salida al proletariado; 5) el imperialismo está condenado a desaparecer porque, objetivamente, impide el avance de las fuerzas productivas y el desarrollo tecnológico de la humanidad; 6) el imperialismo está condenado a desaparecer violentamente y a sufrir todo el mal que generó.

Sin embargo, el imperialismo tiene fases en su desarrollo y no ha sido siempre igual. El momento actual del imperialismo es distinto que en su nacimiento. Desde Servir al Pueblo hemos dicho en reiteradas ocasiones que el imperialismo no solo está en crisis y en descomposición, sino que está en su último momento, en la fase histórica donde la crisis del imperialismo se eleva y lo lleva a alcanzar el mayor grado de descomposición visto hasta la fecha. Con esta Editorial pretendemos dar unas pinceladas de por qué el imperialismo está en su mayor grado de descomposición.

El imperialismo en su mayor fase de descomposición

Las crisis económicas de sobreproducción son cada vez más cortas, continuadas y agudas. Más o menos violentas según su contexto, la lucha es encarnizada entre los monopolios y entre los países imperialistas.

La riqueza producida crece sin cesar y cada vez más es apropiada por un grupo de personas cada vez menor. Los imperialistas luchan encarnizadamente por esta riqueza, por las materias primas (veamos África con las guerras del coltán o los llamados diamantes de sangre), luchan encarnizadamente por repartirse el mercado, por obtener la mano de obra más barata a nivel mundial, etc.

Las condiciones objetivas para la revolución proletaria son cada vez mayores. Es decir, la economía está más socializada que nunca, la cadena de producción está más socializada que nunca. En cambio, los productores no tienen nada mientras que los propietarios lo tienen todo, y la brecha cuantitativa y cualitativa aumenta entre ellos. Cada vez hay más productores (proletarios) y cada vez menos propietarios (burgueses): brecha cuantitativa. Cada vez los propietarios participan menos en el proceso de producción, y pasan a ser simples rentistas: brecha cualitativa.

Las condiciones objetivas de la revolución aumentan porque la economía se ha desarrollado de tal forma que es tremendamente sencillo socializarla. Basta que “desapareciesen” los propietarios para darse cuenta hasta que punto son parásitos que no hacen falta para nada.

Las condiciones subjetivas de la revolución también avanzan. Es decir, los proletarios, las masas, las fuerzas de la revolución en perspectiva. Si la lucha entre los imperialistas cada vez es más encarnizada, la explotación a las naciones oprimidas cada vez es más salvaje. Para obtener lo mismo necesitan explotar más, cometer más salvajismo y crímenes contra los pueblos. Y ante esto, las masas se rebelan y aumenta su ira contra la injusticia. La explosividad de las masas aumenta. Las guerras populares en Turquía, India, Perú y Filipinas son trinchera de la revolución mundial, que cada día avanza. La condición subjetiva última de la revolución es el Partido Comunista, que la dirige, y cada vez hay más comunistas en el mundo que luchan por constituir o reconstituir su Partido.

El capitalismo burocrático, que es el capitalismo que se desenvuelve en las naciones oprimidas, un capitalismo que no ha nacido de forma natural sino que es importado, desarrolla su crisis en el momento actual. Miremos en América Latina como suceden, una detrás de otra, las crisis de los distintos gobiernos. Y con estas crisis, la protesta popular. América Latina, patio trasero de los imperialistas yanquis, la superpotencia hegemónica única, se viene convirtiendo cada vez más en el centro actual de la tormenta revolucionaria.

Y, en general, la base de la revolución mundial son las naciones oprimidas, pues vemos cómo los viejos Estados de la burguesía y los terratenientes al servicio de los imperialistas están profunda crisis. Deslegitimidad de los “gobiernos democráticos”, de la farsa electoral y de la democracia burguesa, mayor reaccionarización, más golpes militares y grupos armados fascistas y reaccionarios, etc.

¡Desarrollemos la lucha antiimperialista!

El imperialismo es un pez agonizante que está fuera del agua, que se resiste a morir, pero da sus últimos coletazos. Hay que darle el toque final, matarlo, derrocarlo.

Por más fuerte que parezca, pues al final tienen un poderoso instrumento de represión (el Estado), el imperialismo es un tigre de papel con pies de barro. Es decir, fuerte tácticamente, fuerte en el corto plazo, pero muy débil estratégicamente, en el largo plazo. El pueblo y solo el pueblo, las masas, el proletariado, es realmente poderoso y quien puede destruirlo.

La fundación de la Liga Anti-Imperialista (LAI) supone un hito en la historia de la lucha de clases internacional de los últimos años. Debemos bregar por reforzarla, desarrollarla, y construir un fuerte, grande y amplio frente antiimperialista mundial que desarrolle la lucha antiimperialista al servicio de la revolución proletaria mundial.

Editorial- Julio 2024