Publicamos una traducción no oficial del artículo de la Cause du Peuple.

De nuevo lo escuchamos… como en 2017, como en 2022…. La pequeña música de la clase política, de los medios de comunicación burgueses, de ciertos familiares, de ciertos amigos, etc.: “Hay que ir a votar”, “es un deber cívico” y es más, por enésima vez, ir a votar “para hacer una barrera”. Tras la disolución, no sólo tenemos derecho al habitual sermón, sino también al espejismo de “repetir” las elecciones presidenciales, de ahí la alta participación esperada.

Esta vez se acabó. La “izquierda” burguesa, desde hace varios años, ya no representa un voto de apoyo o de esperanza para los votantes que aún la siguen. La única fuerza impulsora detrás del voto de la “izquierda” hoy es el uso del miedo, constantemente agitado para pedir la reelección de quienes TAMBIÉN son responsables del empeoramiento de las políticas reaccionarias de la burguesía francesa. Para nosotros los principios son claros, la actitud es franca: como en años anteriores, no votaremos.

La orden de votar hoy la llevan principalmente la oposición al partido macronista, y funciona a la «izquierda» principalmente por el impulso de la pequeña burguesía urbana, con un discurso que infunde a una parte de las masas.

Entonces, ¿por qué el llamado al boicot?

Como se dice, aquí estamos haciendo “el análisis concreto de una situación concreta”. Nuestra clase, la clase obrera, es hoy ciertamente combativa, pero desorganizada y sin dirección. Perdió su capacidad de emitir una expresión política coherente, autónoma de la burguesía, cuando el propio Partido “Comunista” francés se convirtió en un partido de la burguesía, hace 60 años. Todos los partidos en la escena parlamentaria actual son, por tanto, partidos que no responden a las aspiraciones de nuestra clase: cada uno de ellos forma una fracción del gran partido de la burguesía imperialista francesa.

Ya sea con una aplicación de derecha o de «izquierda», todos estos partidos y la «alternancia» son sólo actos diferentes dentro de la misma sala, lo que permite aplicar mejor el programa de defensa de los intereses de la clase dominante. En la reaccionarización en curso, todos participaron en ella, incluso Mélenchon cuando apoyó el Tratado de Maastricht, entonces liderado bajo el gobierno de Jospin, y hoy elogia la “policía de proximidad” en los barrios, de la “francofonía” en África, de Francia como la “segundo territorio marítimo del mundo” gracias a sus colonias. Esta “izquierda” es incapaz de proponer nada más que un programa socialchovinista que también fortalezca la capacidad dañina del imperialismo francés.

Para nuestra clase, para los revolucionarios, la prioridad está en otra parte. Boicotear activamente las elecciones burguesas significa asumir que este juego ya no nos concierne. Nuestro enemigo no es tal o cual partido burgués, sino el conjunto de la burguesía y su Estado. Por lo tanto, la tarea más urgente para nosotros es resolver el problema que describimos anteriormente: la capacidad de nuestra clase para organizarse y actuar fuera de la esfera de influencia burguesa. Se trata de batallas para reconstruir los lazos de solidaridad en nuestros barrios, pero también poniendo barreras claras en nuestros sindicatos, nuestras asociaciones, etc.

También denunciamos las llamadas candidaturas testimoniales “revolucionarias” en un momento en el que la clase no sólo tiene otras necesidades, sino que también expresa claramente su hostilidad hacia las instituciones burguesas, en particular el parlamento. Desde hace unos diez años, la mayoría de la clase trabajadora se ha abstenido –con razón– de todos los eventos electorales. ¿La prioridad sería volver a las urnas?

Las candidaturas “testimoniales”, en lugar de promover ideas revolucionarias, acreditan el sistema de corrupción generalizada que ha caracterizado las elecciones burguesas desde finales de los años 1980. La ley sobre la financiación de los partidos políticos ha convertido a los partidos políticos en verdaderas extensiones del Estado burgués, al asignarles importantes fondos en función del número de votos, haciéndolos no sólo dependientes, sino también responsables de su actividad, socavando de nuevo cualquier combatividad real de estos candidatos.

En resumen, el juego electoral no es ni honesto ni justo. Para nosotros, la urgencia está en otra parte. “Hacer barrera”, ¿Cuántas veces? ¿Cuánto tiempo? ¡Basta de cretinismo, queremos poder para nuestra clase, a través de la revolución! Nuestra única consigna sigue siendo: “¡Boicotear las elecciones!”