Recientemente han estallado nuevas protestas impulsadas como parte de la lucha en Bolivia por el control del partido gobernante, el “Movimiento al Socialismo” (MAS) entre Evo Morales, presidente entre 2006 al 2019 y su sucesor, Luis Arce, apoyado por Morales después de que se le prohibiese volver a presentarse a las elecciones en 2020, y presidente de Bolivia desde entonces. Por el momento, el país está paralizado a causa de los bloqueos en las carreteras de quienes apoyan a Morales, principalmente cocaleros manejados por caciques y terratenientes de algunas zonas del país. Estos bloqueos están provocando falta de suministros y de combustibles, que ya era un producto caro en el país después del parón de las ayudas a los combustibles. A principio de este año publicábamos un artículo sobre los conflictos internos:

Bolivia se encuentra en una profunda crisis política, acelerada desde 2019, de la cuál no tiene salida. Ésta agudización actual comenzó con la cuarta reelección de Evo Morales como Presidente del Estado. Tras sólo tres semanas tuvo que renunciar y salir del país a causa de varias razones: la inestabilidad del país, que había estallado en protestas para exigir su denuncia, la catalogación de las elecciones como llenas de “irregularidades” por parte de la Organización de los Estados Americanos (una organización más al servicio del imperialismo yanqui para controlar políticamente América) e incluso la amenaza de las Fuerzas Armadas “sugiriendo” a Morales su renuncia. Sin embargo, la verdadera razón es que Morales ya no servía a los intereses del imperialismo y por tanto de una u otra forma, no podía continuar en el cargo.

Desde entonces la facción de la burguesía compradora ha tomado el Estado de Bolivia. Primero con Jeanine Áñez, quien usurpa el poder sin siquiera convocar elecciones tras la salida de Morales, desde 2019 hasta 2020, cuando no se pudo soportar más la situación por la gran cantidad de protestas populares que exigían la salida inmediata de Áñez. Fue ahí cuando se convocaron elecciones y entró el nuevo presidente del país, Luis Arce, también de MAS.

Ahora, con las elecciones de 2025 aproximándose, la contradicción dentro del partido por su control se agudiza. Aunque se está intentando dibujar, por parte de ambas facciones, un escenario en el que esta situación se da por haber “derechizado del partido”, como afirma Morales, o por “proteger a las niñas” como afirma Arce, ambos siguen los intereses de la facción de la burguesía burocrática a la que representan. Por una parte se encuentra Evo Morales, quien representa a la facción burocrática del país, y por otra a Luis Arce, quien aún perteneciendo al mismo partido, representa más los intereses de la facción compradora.

Cualquier otra afirmación que hagan es parte del juego electorero para poder desprestigiar, de forma oportunista a su contrincante. Por ejemplo, las acusaciones contra Evo Morales, que ahora se le ha notificado para que declare frente a la Fiscalía, fueron hechos que sucedieron durante un largo periodo de tiempo, pero en concreto, el más grave ocurrió en 2016 , cuando todavía se encontraba en el cargo. No es hasta 2019, cuando se le obliga a irse del país ante una amenaza de posible golpe de Estado por parte de los militares, cuando sale por primera vez a la luz este caso, pero rápidamente se calla todo porque ya no suponía una amenaza al haberse ido. Ahora, después de haber organizado marchas para presionar al actual gobierno, intentar expulsar a Arce del MAS (que no se consiguió porque el Tribunal Superior de Justicia anuló ese Congreso del MAS y todavía no se ha realizado otro) y de haber confirmado en ese mismo Congreso que quiere volver a presentarse a las elecciones, ahora es cuando el caso estalla. Por tanto no, ni a Arce ni a ninguno de los otros políticos, fiscales o abogados les “importan las niñas”. O al menos no hasta que las pueden usar de forma oportunista.

Por otra parte Evo Morales insiste en permanecer como líder porque acusa al resto de haber “derechizado” al partido. Lo único que desestabiliza al Gobierno es la mala gestión, la corrupción y la traición a los verdaderos militantes, a los revolucionarios” declaró el expresidente el mes pasado. Morales vuelve a intentar conseguir el apoyo de las masas de Bolivia a través de su discurso pasado, pregonando la “revolución” y que él es el “cambio”, a pesar de que no hubo ningún cambio de fondo en los 13 años en los que él estuvo de Presidente. ¿Acaso no ocurrió una de las mayores tramas de corrupción, el Fondo Indígena, cuando él se encontraba en el poder? Por otra parte, como es habitual en los representantes de la burguesía, se ha saltado en múltiples ocasiones la propia Constitución o el referéndum de 2016, donde perdió su propuesta para que pudiese ser reelegido de nuevo. Por tanto no es cierto que MAS se haya “derechizado”, porque nunca fue revolucionario, nunca se reveló contra la servidumbre del país al imperialismo, principalmente el yanqui, y por tanto nunca hubo ninguna revolución más que de palabra.

El papel que ha cumplido todos estos años Evo Morales ha sido el de proteger a esta gran burguesía nacional ( gran burguesia nativa, nota de nuestra redacción de la AND Nuevo_Perú) para poder permitir su crecimiento. Recordamos las palabras de Asociación Nuevo Perú en un artículo de este año: “Como se recordará, Evo Morales ganó las elecciones presidenciales a finales de 2005. Hasta antes de ese hecho había una situación de inestabilidad en todos lo ordenes con cambios continuos de gobierno. En esa situación, en representación de la facción burocrática de la gran burguesía, asume en gobierno e implementa un programa basado en la empresa e inversión estatal para mantener la vieja sociedad semicolonial, semifeudal, sobre cuya base se desarrolla un capitalismo burocrático al servicio del imperialismo, principalmente yanqui. Los economistas burgueses dicen que continuó el modelo “primario-exportador”, es decir el capitalismo burocrático y la política económica de crecimiento económico basado en las exportaciones al mercado mundial, cuyo resultado a sido el de siempre, impulsar un crecimiento sin desarrollo económico y pasado el ciclo de la subida de precios de los comodities regresar al punto de donde se partió.”

Por ejemplo, veamos el caso de la minería: la minería una de las actividades económicas principales de Bolivia, suponiendo más del 9% del PIB del país. Bolivia se encuentra entre los países con más reservas de metales como la plata, zinc, estaño, plomo o el litio, todos ellos muy reclamados por la industria para hacer diferentes componentes electrónicos, como pueden ser las baterías de los coches eléctricos, entre otros. Otro metal que destaca en el país es el oro. Desde hace ya varios años, el oro tiene cada vez más valor en el mercado y supone un recurso más solicitado para la industria como método de pago. Por eso el Banco Central de Bolivia está aumentando la cantidad de oro de sus reservas.

Con las políticas de capitalismo burocrático de Morales, esta gran burguesía, siempre siguiendo las demandas del imperialismo, principalmente yanqui, ha crecido a lo largo de los años del mandato de Morales y ha aumentado su poder económico y político. En 2010, tras varios años de gobierno de Morales, en el departamento de La Paz ya sumaban 459 cooperativas dedicadas a la extracción de oro, en 2019 el número se había casi triplicado, llegado a los 1.230 sólo en este departamento. También lo hizo así su beneficio. En 2019 la cantidad de oro extraído y sus ventas se multiplicaron, alcanzando los 2.600 millones de dólares.

Así, Morales cumplió con su papel de defensor del capitalismo burocrático. Según el propio Fondo Monetario Internacional, en 2018 el gasto público, a causa de esta gran inversión en las empresas estatales, suponía el 37,1% del PIB del país. Este supera con creces a otros países como puede ser Perú, donde este número es del 20%. Con su papel cumplido, Morales ya no le aportaba más al imperialismo, principalmente al yanqui.

Por otra parte, cabe mencionar que durante los años de gobierno de Morales, también hubieron protestas contra él por parte de las masas. Por ejemplo con la construcción de la carretera TIPNIS que atravesaba Cochabamba (centro) y Beni (noreste) y afectaba a las familias campesinas indígenas de la zona. Tras 60 días de protestas, el gobierno tuvo que parar las obras cuando estaban a punto de comenzar.

Por otra parte, con la llegada de una de las recurrentes crisis del capitalismo, la solución del imperialismo ha sido tender hacia la burguesía compradora. Anteriormente con Jeanine Áñez y ahora con Arce, la tendencia es potenciar cada vez más las inversiones extranjeras. Por ejemplo, recientemente Arce ha anunciado la inversión en la producción de materias primas, y la construcción de una empresa para ello, Industria Boliviana Química (IBQ) donde se producirán componentes como ácido sulfúrico o hidróxido de sodio, entre otros muchos. Sin embargo, este proyecto ya se está vendiendo al imperialismo, habiendo empezado ya con la licitación y contratación de “empresas internacionales” para que lleven a cabo el proyecto.

Sin embargo el caso más explícito es la estrategia de Arce de intentar unirse al BRICS. Que Bolivia se uniese a este bloque, formado por países imperialistas (China y Rusia) y semicoloniales y semifeudales (Brasil, Sudáfrica o India), es un objetivo para la burguesía compradora, en especial la implicada en la explotación de recursos como el litio o el gas natural que ven una gran oportunidad para enriquecerse todavía más a costa de proyectos anti-populares. También, Arce insiste en el “fortalecimiento” del Banco de Desarrollo de los BRICS, que permite financiar a las empresas imperialistas sus proyectos a un coste bajo. Empresas del imperialismo chino como CatlXinjiang TBEA GroupFusion EnertechBrunp CITIC Guoan Groupentre otras.

Por lo tanto, queda claro que a pesar de los juegos de los partidos electoreros, donde no dudan en utilizar el abuso sexual de niñas, sólo en el momento en que les beneficia políticamente, o en intentar seguir usando la ilusión de las masas hondas y profundas para un cambio que nunca llegará, lo cierto es que esta disputa es una pugna más de las diferentes facciones de la burguesía burocrática por controlar el aparato estatal en función de sus intereses particulares.