Thursday, January 20, 2022

A NOVA DEMOCRACIA BRASIL: EDITORIAL SEMANAL: IMPASE

 REDACCIÓN AND

19 enero 2022


Foto: Adriano Machado.

 

La desmoralización y derrota del gobierno de Bolsonaro y de los generales es ahora un hecho irrefutable. La crisis económica, política, sanitaria y social, que en las últimas décadas se ha agudizado desde la recesión de 2015-2016, se ha agudizado hasta un nivel sin precedentes desde el ascenso del capitán-domato hace tres años. Ya no hay indicios del entusiasmo con que el mitómano del Planalto fue recibido por sectores de la población ilusionados con su promesa de acabar con la “vieja política”. Si Bolsonaro, hoy, todavía respira, es exclusivamente por su alianza con la piratería llamada “centrão” y la movilización de su mafia cada vez más desligada del grueso de la opinión pública y de la lógica más elemental. Ahora, con 60 millones de brasileños viviendo en la desesperación y gas para cocinar por encima de los 100 reales, ya no suena a espantapájaros decir que Brasil puede convertirse en Venezuela. Es posible que, en el país vecino, la amenaza en sentido contrario tenga algún efecto persuasivo.

 

En este momento, hay una disputa silenciosa dentro del gobierno, no por el “legado positivo” -porque éste no se encuentra por ningún lado- sino por la descarga del fracaso. La dura respuesta del contralmirante Barra Torres, presidente de Anvisa, a Bolsonaro, así como la determinación del comandante del Ejército de que todos sus subordinados deben vacunarse y evitar compartir noticias falsas en las redes sociales, son movimientos claros en ese sentido. Como un buey piraña, el fascista Bolsonaro fue utilizado por el Alto Mando de las Fuerzas Armadas para asumir puestos claves en la administración del país en un momento crítico, y ahora, ante la inminente derrota, se prepara su abandono por mar. . Sin embargo, quien piense que el fin de este gobierno marcará la menor intervención de los militares en la política se equivoca. Por el contrario, como núcleo del Estado reaccionario, gane quien gane, conservará el poder de veto contra cualquier medida que incluso ponga en peligro sus intereses de casta y las posiciones estructurales de la gran burguesía y el latifundio, sirvientes del imperialismo.

Si ni siquiera la transición de 21 años de un régimen militar fascista a uno con apariencia civil cambió este panorama, no será la mera alternancia de inquilinos en el Planalto lo que lo hará.

 Sin embargo, aunque las fuerzas del atraso secular mantengan sus posiciones, los efectos de sus acciones no son idénticos cuando el contexto es diferente. Después de los días de junio de 2013, la lucha contra la Copa del Mundo y la masacre olímpica, la caída de la falsa oportunista dejada atrás Lavajato y el ascenso y fracaso del gobierno militar de Bolsonaro, así como el ascenso de la lucha por la tierra que volvió a sacudir el campo, el país ya no es el mismo. La llamada nueva república ha terminado, sin que nada la haya reemplazado. Es posible que el fin de la pandemia (con alguna reactivación económica, especialmente en el sector servicios, en un ambiente de extrema precariedad) y las promesas de un año electoral arrastren a parte de las masas a una especie de calma momentánea, pero no resistirá nuevas y ciertas frustraciones, que estallarán en oleadas de revuelta aún más graves que las que han sacudido a otros países latinoamericanos en los últimos años. Cuando eso suceda, las fuerzas militantes del viejo orden, incluidos vastos sectores de las fuerzas armadas y policiales, también politizados como nunca antes, chocarán con las masas enfurecidas en un choque inevitable. Tanto peor para la reacción si ésta se da bajo un gobierno oportunista, que caerá presa de la vacilación y terminará siendo devorado por todos lados. Hasta ahora, el golpe militar contrarrevolucionario preventivo ha sido un fiasco tremendo. De ahora en adelante, tendrá que salir de la carpintería y reaccionar o será aniquilado. Saliendo de la nada, muestra sus garras al mundo y crea condiciones políticas que aumentan las fuerzas de la revolución y favorecen su derrota.

 Este es su impase.