12 de septiembre de 2020
Comando de Acción Inmediata (CAI) de la Policía de Bogotá. Destruido por las masas. Fueron más de 50 CAIs destruidos en 2 días.
Diez meses después de la histórica jornada de protestas del 21 de noviembre del año pasado, que representó un hito importante en la lucha de clases en el país, hoy nuevamente el pueblo colombiano se levanta combativamente en las ciudades y hace temblar las clases dominantes, mostrando en todo su esplendor el potencial revolucionario que yace palpitante en su interior aguardando por ser organizado y dirigido bajo una auténtica política revolucionaria. En los baluartes de la reacción, en las ciudades principales donde se encuentran fuertemente atrincherados y armados para defender su viejo poder, se ha desatado la más furiosa rebelión urbana del pueblo en los últimos años. La gota que derramó el vaso ocurrió en la madrugada del pasado 9 de septiembre en la ciudad de Bogotá. Javier Ordoñez, abogado de 43 años y padre de dos hijos, fue detenido y electrocutado por varios policías en reiteradas ocasiones y posteriormente fue trasladado a un CAI (Comando de Acción Inmediata de la policía) donde lo golpearon y torturaron causándole 9 fracturas en el cráneo, graves daños en las costillas y en el hígado que finalmente lo llevaron a la muerte en un hospital de la ciudad. Las escenas de la detención y la tortura con una pistola taser fueron grabadas por un amigo de Javier quién presenció los hechos y rápidamente se hicieron virales, despertando la más profunda indignación popular.
La respuesta del pueblo no se hizo esperar. Ese mismo día en las horas de la tarde se convocaron diversas manifestaciones no solo en Bogotá sino en otras ciudades del país. Y la rebelión estalló. Miles de personas salieron a las calles y la furia del pueblo apuntó principalmente a los CAI y comandos de policía, donde fue asesinado Javier y muchos otros hijos del pueblo en manos de las reaccionarias fuerzas policiales, las cuales son parte del brazo armado de este viejo estado al servicio de los grandes ricos y terratenientes.
La violencia revolucionaria del pueblo se desató y pasó por encima de todo ese montón colosal de basura que por años ha querido desviarlo y contenerlo. El escenario de estos días resulta bastante diciente al respecto. Por un lado, el viejo Estado defendiendo a capa y a espada la institución policial y condenando los actos de “vandalismo” y violencia del pueblo que según ellos “desdibujan la justa protesta pacífica”. Por otro lado, el oportunismo se escondía en casa atemorizado de la energía del pueblo que lo desbordaba mientras agitaba a través de las redes sociales llamando a una “reforma de la policía” y denunciando unas cuantas “manzanas podridas” dentro de esta institución, todo esto en busca de cooptar el movimiento popular, desmovilizarlo, apaciguarlo y capitalizarlo en votos para la próxima farsa electoral. Finalmente, en la colina del pueblo, la juventud combativa y popular estaba en las calles agitando consignas y expresando con rebeldía su rabia y descontento popular ante este nuevo ejemplo de la brutalidad y opresión contra el pueblo que caracteriza al Estado y sus fuerzas policiales. Claramente, dos caminos distintos, dos caminos opuestos: el camino democrático de la lucha y la organización popular, combativa e independiente por un lado; y el camino burocrático, el camino de la defensa del viejo Estado, del viejo sistema, y de todo su podrido reformismo por el otro lado. El saldo de aquella primera jornada de protestas el 9 de septiembre fue contundente: 53 instalaciones policiales atacadas, entre ellas 49 CAI destruidos y 17 incendiados, todos en su gran mayoría ubicados en la capital del país.
En la ciudad de Medellín, la segunda más importante del país, la juventud revolucionaria desempeñó un destacado papel en la jornada de protestas llamando al pueblo a rebelarse contra los asesinos, en medio de lucha aguda contra los seguidores de Bob Avakian que pregonaban la importancia de la “acción política” en las calles, buscando en el fondo contener la rebeldía y explosividad del pueblo. La juventud pasó por encima de quienes estorbaban en su camino y siguiendo el camino de las banderas rojas se dirigió al Comando de Policía en pleno centro de la ciudad donde destrozaron sus puertas y ventanas e intentaron incendiarlo. Finalmente el ESMAD intervino y se presentaron fuertes enfrentamientos callejeros en las calles de la ciudad hasta altas horas de la noche.
El día siguiente continuaron las protestas y se extendieron a otros lugares del país. Además de Bogotá y Medellín, se presentaron manifestaciones en Cundinamarca, Cali, Manizales, Pereira, Barranquilla, Cúcuta, entre otras ciudades. Nuevamente las jornadas fueron marcadas por su gran combatividad y por la participación activa de la juventud popular.
En Medellín nuevamente las banderas rojas de la juventud revolucionaria se abrieron paso en las protestas del 10 de septiembre e impulsaron la combatividad de las masas, quienes a pesar de la fuerte represión policial que llegó al poco tiempo de iniciar la manifestación, resistieron heroicamente levantando barricadas en medio de múltiples combates callejeros en distintos puntos de la ciudad y lograron realizar numerosas acciones de sabotaje contra bancos e instituciones estatales. A pesar del gran despliegue de fuerzas de la reacción para proteger las instalaciones policiales, no lograron contener la rebeldía e ímpetu del pueblo que se fue abriendo paso como un tornado, porque cuando las masas hablan y se levantan, todo se estremece. El Comunero estuvo presente en los hechos de esta victoriosa jornada de movilización en Medellín y capturó algunos momentos importantes que presentamos en el siguiente video
Ante la furiosa rebelión del pueblo la represión no se ha hecho esperar. Tras la ola de combativas protestas populares a nivel nacional, la reacción actuó desesperada para retomar el control y con armas de fuego intentó contener la lucha del pueblo. A 3 días del inicio de las protestas las cifras oficiales dan cuenta de 13 hijos del pueblo asesinados, cientos de heridos, muchos de ellos por balas de la policía, y cientos de detenidos en el marco de este gran levantamiento del pueblo colombiano.
Los ánimos del país están caldeados y la perspectiva es que el descontento popular siga creciendo en lo que resta del año y se exprese en masivas y combativas manifestaciones. Vivimos nuevos tiempos, grandiosos tiempos. El indomable espíritu de las masas colombianas se ha agitado y las nuevas fuerzas, las fuerzas de la juventud rebelde y popular, brotan como un manantial y emergen de todas partes con un enorme potencial transformador y un profundo odio a la policía y a este viejo Estado que explota y oprime salvajemente a las grandes masas. La situación revolucionaria en desarrollo desigual en el mundo se continúa expresando y América Latina es leña seca presta para arder en cualquier momento. Hace días presenciamos con entusiasmo cómo se arreció la lucha de clases y se expresó la explosividad del pueblo brasileño, ecuatoriano, chileno, peruano, boliviano,