Friday, April 22, 2022

A NOVA DEMOCRACIA: Editorial Semanal - El hambre que confisca

 

REDACCIÓN AND

 19 DE ABRIL DE 2022

Editorial Semanal - El hambre que confisca

 

 















El hambre, la crisis general y la falta total de confianza del pueblo en el sistema político y en los gobiernos de turno están llegando al punto más alto de las últimas décadas. En 2021, el hambre afectó al 55,2% de los hogares brasileños –o sea, 116,8 millones de brasileños– y en 2022 la situación es peor, como se puede ver. El incremento fue de 54% con respecto a 2018. Los datos son de la Encuesta Nacional de Inseguridad Alimentaria en el Contexto de la Pandemia, de la Red Penssan.

 

Cualquiera que piense que es un fenómeno pandémico se equivoca. Esto, aunque ha empeorado la situación, no es su causa en esencia. La espiral ascendente de la miseria y el hambre se inició en 2015, cuando, tras años represados ​​artificialmente, estalló una nueva recesión del capitalismo burocrático, dentro de su crisis general de descomposición y condicionada por la crisis sin precedentes en la que entró la descomposición del imperialismo.

 

Esto demuestra que la situación que viven las masas no es sólo una situación de simple calamidad continuada, una eterna repetición del mismo escenario de sufrimientos y desgracias. La lógica de las clases dominantes locales, lacayos del imperialismo, principalmente yanqui, es compensar las pérdidas de las crisis con más endurecimiento y más retractación de los derechos de los pueblos. De hecho, es una profundización, es una sucesión de catástrofes en las que cada salto eleva a un nivel superior el agravamiento sin precedentes de la pobreza, que, para no estallar rápidamente en explosiones sociales, se acompaña de saltos en la opresión política y policial. . El reflejo, en la mente de las personas, es la intensificación del sentimiento de impotencia que se apodera y rápidamente se convierte en odio incontenible.

 

De ahí que veamos resultados de cataclismos sociales, contenidos hasta ahora con innumerables matanzas. En Río de Janeiro, en el barrio de Inhaúma, cientos de trabajadores y jóvenes saquearon un supermercado; las imágenes captaron a hombres y mujeres saliendo con sacos y sacos de arroz. El hecho ocurrió la noche del 16 de abril. En el sur de Bahía, el 31 de marzo, en el otro extremo del país, cientos confiscaron más de 25.000 kilos de carne vacuna de un carro frigorífico volcado. Un sinvergüenza que levanta la voz para acusar al bandolerismo como causante de estos hechos: no señores, es peor, es el hambre y la miseria. Quienes decomisan hoy los alimentos son los mismos estratos sociales que se cansaron de buscar comida en los basureros, como ha sido ampliamente denunciado en los últimos meses. Desde esta tribuna saludamos efusivamente a aquellos trabajadores que no se resignan al hambre y no esperan la salvación de los políticos.

También es evidente -cada vez más las masas lo ven- que la raíz de toda esta carnicería social no es la voluntad de quien gane las elecciones prometiéndole el cielo. Estos, mercaderes de miserables ilusiones, son peones en manos de los ricos, grandes burgueses y terratenientes, sirvientes del imperialismo, principalmente yanqui. La prueba de que las masas se están dando cuenta está en las numerosas encuestas de opinión, que con todas sus manipulaciones, no pueden ocultar ni una parte del escenario real. Más del 50% de los brasileños no confían en la presidencia – fíjense, no se trata sólo del presidente actual, el bocazas extremista –, el 61% no confían en los partidos electorales, el 49% no confían en el parlamento, el 32% no confían la prensa monopólica, el 31% no confía en el poder judicial y el 38% no confía en el STF. Incluso las Fuerzas Armadas reaccionarias, que ostentaban una confianza artificial por haberse encerrado en sus cuarteles tras 24 años de régimen militar fascista, tuvieron un descenso del 7% en esta tasa en los últimos cuatro años. Los datos fueron recolectados por Datafolha. Por no hablar de los 56 millones de votantes que boicotearon las últimas elecciones, el mayor hito en romper ilusiones.

 

Que nadie se engañe: todo esto es síntoma de los tiempos revolucionarios, por los que hoy atraviesan todos los países, en los que se desmoronan todas las ilusiones; todos los pactos de clase firmados sobre la base de la traición de oportunistas electorales, revisionistas y renegados se disuelven como el azúcar. Las clases afilan su pensamiento, y luego sus espadas, para la confrontación. Corresponde a los demócratas y revolucionarios observar con atención este escenario, y no contemplarlo, sino lanzarse decididamente a la lucha.