ESTADO FALLIDO O CRISIS DEL CAPITALISMO BUROCRÁTICO?
Ante la crisis que
atraviesa el gobierno y la institucionalidad estatal se han emitido varios
pronunciamientos, entre esos, el del “Estado fallido”.
Curiosamente, miembros
de la izquierda revisionista se apoyan en este “concepto” para identificar las
dificultades que tiene el gobierno de Guillermo Lasso para controlar la
Asamblea, la corrupción, el narcotráfico y la violencia que ha desbordado todos
los referentes históricos del país.
La definición del Estado
fallido es variopinto, va desde la supuesta existencia de una anarquía absoluta
en la gobernanza, cuando no existe poder político centralizado; que el gobierno
no pueda atender las demandas de las mayorías o que, el Estado, no tiene la
capacidad o voluntad necesarias para desempeñar las funciones que le competen.
Todas estas definiciones
(entre muchas más) se basan en el criterio de que el Estado tiene la
responsabilidad y, a la vez, está diseñado para proveer una serie de bienes
políticos a los ciudadanos, seguridad, un sistema jurídico y social, libertades
políticas, derechos económicos, es decir, ciertas garantías que establecen un
relativo equilibrio en la convivencia social de los ciudadanos. Cuando este
“equilibrio, se rompe, evidentemente es porque el estado no funciona, no cumple
su razón social de ser y deviene en fallido.
Desde luego que para los
comunistas la teoría del Estado Fallido no pasa de ser sino una bribonada que
en su trasfondo sigue sosteniendo una concepción idealista y hasta metafísica
del Estado, como un ente abstracto, que es de todos y para todos,
contraponiéndose a su verdadera razón histórica de ser y existir cuyo origen se
remonta a la aparición de la propiedad privada sobre los medios de producción y
con ella, la existencia de las clases.
En el Ecuador no hay un
Estado fallido; hay crisis del capitalismo burocrático. El Estado funciona como
una maquinaria generada para sostener la dictadura de grandes burgueses y
grandes terratenientes. Bajo ningún punto de vista el Estado ha sido construido
para que sirva de manera universal a los miembros de una sociedad.
Hoy, después de que la
Asamblea Nacional negó el proyecto de ley propuesto por Lasso, llamada de
Creación de oportunidades y que, como lo hemos sostenido permanentemente, busca
privatizar casi todas las áreas del sector público y precarizar más aún el
trabajo, lo hacemos básicamente para identificar la existencia de ciertas
corrientes económicas y políticas que existe al interior de la gran burguesía.
La burguesía burocrática
necesita de la institucionalidad estatal para reproducirse económicamente.
Demandan de un estado grande, burocrático, que interviene de manera más directa
en la vida y regulaciones de la sociedad en todos sus órdenes. Por el
contrario, la burguesía compradora requiere del aparataje estatal, pero que no
intervenga en la economía, quieren más libertades al respecto; pretenden que
las leyes le beneficien de una manera más directa, que nos sean un estorbo para
su codicia. En ese sentido, en el país, hemos asistido a un atizamiento de las
contradicciones interburgueses. Coluden y pugnan; no obstante, en esta
oportunidad la tendencia es la pugna por controlar el Estado y, desde allí,
favorecer a sus intereses de clase.
Hoy la institucionalidad
estatal incomoda al banquero, le pone trabas a sus ínfulas de privatizarlo
todo. Con Correa el capitalismo burocrático fue vinculado de mayor
manera al estado, desarrolló capitalismo monopolista estatal; Lasso no, apunta
a la supremacía del capitalismo monopolista privado, ahí está la contienda, la
disputa, entonces sus comportamientos son propios de la burguesía compradora,
sobre todo de los grupos financieros que no desisten de la posibilidad de
caminar al fascismo; quieren reformular las leyes, de hecho, hasta la
Constitución porque le opone trabas, apuntan a la negación de
lo demoliberal, la negación de las libertades burguesas, de la
institucionalidad que se supone garantiza derechos; les apesta la Asamblea,
porque no la pueden controlar. En esto tenemos que ser claros, Lasso ahora
denuncia a quienes le pusieron precio a la votación a favor de su ley
privatizadora, va por el escándalo (y tiene razón, hay que decirlo), quiere
deslegitimarla para buscar la muerte cruzada, para eso requiere eliminar a sus
potenciales contendientes, Hervas es eso, un contendiente neutralizado; Lasso
lo hizo hábilmente, sabía que no tenía los votos necesarios para aprobar la ley
y lo emboscó, le hizo caer en aquello que todos los asambleístas han caído, la
corrupción. ¿Resultado? Hervas, un candidato presidencial con cierta capacidad
de convocatoria, políticamente neutralizado por corrupto. Pachakutik ni a la
esquina, de por medio, tienen a la presidenta de la Asamblea, una energúmena
funcional a la gran burguesía. Sus asambleístas vinculados a actos de
corrupción y venta de conciencias. La asambleísta Cerda, la que daba clases de
cómo robar una vez más cayó fácil, no le funcionaron sus fórmulas de cómo ser
corrupta, le quedó corto su principio de que “Si van a robar, roben bien y
justifiquen bien”
La izquierda
democrática, neutralizada. Pachakutik, se neutralizó a sí mismo, por
oportunista y corrupto. A Lasso, en la muerte cruzada, solo le queda dirimir
con los crorresístas. Aquí entramos en otra vieja nueva etapa, campaña contra
los crorresístas para deslegitimarlos. No tiene que hacer mucho esfuerzo porque
estos fascistas están con las manos untadas de corrupción. El peligro en este
escenario es que Lasso y la burguesía compradora “correizó” la lucha de clases,
es el problema a resolver.
Pero el gobierno no se
queda ahí, apela al populismo con una burda campaña publicitaria. También
apunta a corporativizar al movimiento sindical, y tiene relativo éxito, porque
en la mayoría de casos no encuentra oposición, sobre todo en aquellos
sindicatos manejados por la CTE y el FUT. LA CUT, ese monstruo perverso que
creó Correa para corporativizar al movimiento sindical, ahora le es útil a
Lasso. Ataca y divide al sindicato más grande y organizado, la Osuntramsa,
coloca ilegalmente en su directorio a sus testaferros, a los oportunistas,
Igual, se devoró el sindicato de los eléctricos, en los dos casos con honrosas
excepciones, la Fetsapí (trabajadores de la salud de pichincha), los sindicatos
de la salud de Esmeraldas y Napo, y otros pocos; en el caso de los eléctrico
tampoco pudieron con Emelnorte, ¿por qué?, porque ahí hay dirección proletaria,
no son oportunistas y revisionistas, hay elemento consciente de la clase. De
todas formas, la correlación de fuerzas es compleja, en alguna medida está a
favor del viejo estado, y es ahí donde debemos trabajar mejor si no queremos
que la reacción y el proyecto del gobierno lo devoren todo.
Lasso no necesita
violencia directa desde el Estado, tiene a su favor la violencia de sicarios y
bandas delictivas. Estos grupos hacen lo que otrora hacía la policía y las
FFAA, crean un estado de terror generalizado que llega a desmovilizar y, en
ciertos casos, a neutralizar la acción de los dirigentes populares. La
violencia en el país no es gratis, no es un hecho social aislado y focalizado,
es funcional para los intereses de clase de la burguesía compradora.
¿Qué decimos con todo
esto?, que no hay estado fallido, que hay crisis del capitalismo burocrático;
que el viejo estado funciona como un reloj que eventualmente
requiere ajustes en favor de la gran burguesía, y no solo de ellos, sino del
imperialismo.
No le podemos pedir al
estado que cumpla con las masas, que su aparato sea oportuno y atienda las
demandas de las grandes mayorías. Como ellos dicen, que atiendan por lo menos
la pobreza muldimensional, es decir, que las masas tengan salud, empleo, niñez
sin desnutrición, etc., por el contrario, el Estado, con todas sus variantes
legales, faculta a las clases dominantes tengan control de la economía, la
política y en definitiva de la sociedad para que sostenga lo que tiene que
sostener, la dictadura de grandes burgueses y grandes terratenientes.
¿Queremos un Estado que
esté al servicio de las grandes masas de trabajadores, campesinos pobres y
demás clases hoy explotadas y oprimidas?, pues bien, destruyamos el actual, no
dejemos piedra sobre piedra de este viejo Estado y construyamos un nuevo, de
Nueva Democracia y sí, que sirva al proletariado y su aliado fundamental en
esta etapa, el campesinado pobre.
Con o sin Asamblea, con
o sin gobierno electo en las urnas, a nosotros, a las masas de trabajadores del
campo y la ciudad nos corresponde luchar, esa es la única vía que nos permite
detener a los explotadores, a los gobernantes déspotas. Hay que hacer que
respeten las conquistas logradas con años de lucha; de hecho, que respeten su
mamotreto jurídico que también responde a los logros de la clase y del pueblo,
y hacer de cada lucha, de cada movilización, un elemento que vaya canalizando a
las masas a la lucha por el poder.
Hay que combatir al
gobierno, sí, pero también a todo su aparataje estatal, además, al imperialismo,
pero toda esta lucha será estéril si no combatimos al revisionismo y al
oportunismo, caso contrario tendremos que reeditar en el futuro lo que vivimos
ahora, los sueños de las masas endosadas a la dirigencia del movimiento
indígena que en la Asamblea vende su conciencia por un plato de lentejas; a
organizaciones políticas como Unidad Popular, Partido Socialista y la
dirigencia de la Conaie que poco o nada le importa el país, las masas, sino su
fino cálculo de cara al nuevo proceso electoral que se avecina.
SI NO COMBATIMOS AL
REVISIONISMO, SI NO COMBATIMOS AL OPORTUNISMO, ¡NADA HABREMOS HECHO!