Imagen de cabecera: municipio de São Gabriel da Cachoeira, región de Amazonas. Fuente: A Nova Democracia. 

Nota nuestra: Republicamos de la publicación de El Heraldo Rojo 

El 21 de junio A Nova Democracia (AND) informaba de que un soldado del ejército del viejo Estado brasileño junto con otros dos exmilitares y otras dos mujeres fueron detenidos en posesión de cerca de 340 kilogramos de marihuana, del tipo ‘skunk’, una variedad de mayor calidad. La detención se produjo en el municipio de São Gabriel da Cachoeira, región de Amazonas, fronteriza con Colombia y Venezuela. El material incautado tenía el valor de 7 millones de reales brasileños, que equivale a casi 1,3 millones de dólares. La red funcionaba entre varios Estados y operaba bajo el procedimiento habitual en estos casos: se usaban los aeropuertos para transportar la droga, y se enviaban como ‘mulas’ (personas que transportan la droga) a mujeres jóvenes.

AND destaca que en ciudades fronterizas como São Gabriel da Cachoeira se está dando una creciente militarización que se estaba justificando bajo el pretexto de ‘combatir al tráfico de drogas’. Esto muestra dos cuestiones clave: la falsedad de los pretextos que usa el viejo Estado para incrementar la militarización; la corrupción inherente que existe en las instituciones de las clases dominantes; el papel que juegan las fuerzas armadas en estos casos de corrupción y como pilar fundamental de la represión antipopular de los viejos Estados.

La falsedad de los pretextos usados por el viejo Estado para incrementar la militarización, corporativización de las masas y creciente represión contra el pueblo, se observan de forma creciente en América Latina. El caso de El Salvador es bien conocido, inmerso en una ola represiva desde hace tiempo con la excusa de combatir a las maras y el crimen. Otro tanto se está viendo en Ecuador, desde donde el Frente de Defensa de Luchas del Pueblo del Ecuador ha estado denunciando activamente una ‘falsa guerra’ contra el crimen, que en realidad es una guerra contra el pueblo y una fascistización creciente. Todo ello siguiendo las directrices de los amos imperialistas yanquis, que marcan el camino de esta guerra contra el pueblo, encubierta como ‘guerra contra el crimen’ o ‘guerra contra las drogas’.

Las fuerzas represivas en América Latina han servido para sofocar los movimientos populares e instaurar regímenes de terror represivo, en colusión con los criminales, usando el narcotráfico para lucrarse, como arma contra el pueblo y como excusa para aumentar la represión y militarización. Perú ha sido un caso muy destacado en esto. Mientras medios y políticos burgueses señalaban con acusaciones de narcotráfico a los revolucionarios y guerrilleros en el Perú, los mayores narcotraficantes colaboraban estrechamente con el viejo Estado o incluso eran parte de éste último. Pero esto no se limitó a los años 80-90 sino que las relaciones entre el narcotráfico han continuado hasta la actualidad: políticos, jueces y gobiernos regionales han sido investigados por su implicación con redes de narcotráfico. También exmilitares, al igual que ha ocurrido recientemente con el viejo Estado brasileño.

Estos casos de implicación del viejo Estado en el narcotráfico no son casos aislados, ni en Brasil ni en ninguna parte de América Latina y son alertas que nos indican cuál es una de las vías de las clases dominantes ante los auges de las luchas campesinas, obreras y del pueblo. Ante estas crecientes luchas, las clases dominantes, con la ayuda inestimable del imperialismo yanqui, están preparadas para señalar con el dedo al pueblo combativo y decir: son criminales, son traficantes de drogas. Cuando en realidad esto no es más que una mascarada para justificar su guerra contra el pueblo.